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Veneno y antídoto por LadyBondage

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Notas del capitulo:

A casi un meeeeees de no actualizar, perdonen la espera, honestamente no tengo justificacion. He estado trabajando duro, y justo ahora estoy enfrascada con SNK en fanfiction.net, donde tengo publicados todos mis fics de este fandom pero jamas las olvidare. No voy a actualizar ninguno de mis otros fics hasta terminar este, asi que... entramos a la recta final hehehehe, espero que les guste. 

A leer.

 

Advertencias: Angst, drama y nada más.

 

 

 

Lo que te llevaste al partir

[1]

 

Silencio, azotador y abrasador silencio.

 

Las miradas hablan por sí solas, lo que las bocas ajenas no pueden o no quieren pronunciar. Él los mira, desahuciado y en su postura lastimera. Necesita alejar los malos pensamientos y sobreponer los buenos, para que una sonrisa nazca en sus labios.

 

Pero no puede, por más que lo intente, todo seguirá igual. Nada de lo que ha vivido podrá cambiar. Si pudiera hacerlo, retrocedería el tiempo, habría sido egoísta y le habría rogado a Sasuke no abandonarlo, lo llenaría de besos bebiéndose su aliento hasta hartarse de él. Y Sasuke gemiría su nombre, Naruto lo tomaría de los hombros, empujándolo hacia atrás, Naruto se montaría en él y así habría impedido su huida.

 

Porque después de que Sasuke se fue, ya nada volvió a la normalidad. Todo el color que rodeaba su mundo, se desvaneció entre las paredes que atormentaban sus recuerdos. Vividos, lacerantes. A la espera de ser removidos otra vez.

 

Naruto no los quería. Ya no, porque no le quedaba nada, Sasuke se había ido y jamás volvería. Jamás le sostendría de la mano con vehemencia, no le besaría los nudillos uno a uno y le diría al oído.

 

Eres la luz que ilumina mis mañanas, agradezco a los dioses haberte encontrado. Me alegro haber sido terco, reacio a tenerte, porque de no ser así, no podría disfrutarte como lo hago.

 

No quería nada más que el calor de Sasuke envolviéndolo, su aroma a bosque, a sal y miel, Sasuke por las mañanas besando su frente, acariciándole los largos cabellos de sol.

 

Sasuke, siempre Sasuke, su príncipe guerrero.

 

—Tienes que comer algo, hijo —Minato le regala una sonrisa abierta, de esas que solía darle en su niñez, cuando Naruto correteaba las palomillas de los santuarios.

 

Minato no se veía mejor que él, pero hacia un honroso esfuerzo por mantenerse en pie, con la espalda erguida y la mirada de mar sobre el príncipe.

 

—Ya comí todo lo que Shizune trajo para mí.

 

Tsunade, con el semblante roto y los ojos cansados de llorar le pide en silencio a su hijo que se retire. Minato quiere protestar, pero son las manos duras de Kakashi, su guerrero juramentado quien le impide hacerlo.

 

—Mi señor, es momento de irnos. El príncipe tiene que descansar.

 

Naruto mira a Itachi con la ira mal disimulada. Kakashi había estado en otro reino resolviendo asuntos que no le concernían y por esa razón había perdido a Sasuke, porque su mejor guerrero estaba perdiendo el tiempo cuando pudo haber salvado la vida de su amado.

 

—Pero…

—Escucha a Kakashi, necesito hablar con Naruto a solas.

 

El rey y su guerrero se retiran en el más absoluto silencio. Naruto echa una mirada por el rabillo del ojo. Su abuela está a su derecha, con un largo vestido de satín color azul, muy ajustado a su curvilínea figura. Su cabello de oro envuelto en una cortina de hilos dorados dejando unos mechones rebeldes enmarcando su largo rostro de muñeca.

 

Es una mujer hermosa, altiva y orgullosa, como todos los de su estirpe. Pero en ese momento, no es más que una mujer quebrantada, triste y hueca. Con una sonrisa forzada, labios agrietados, ojos hundidos. No queda nada de la altísima y seductora Reina Madre que se contoneaba por las calles con aires de princesa.

 

—Han pasado algunas lunas desde que Sasuke se marchó —Tsunade no pretende ocultar la verdad tras unas palabras bonitas.

 

Naruto no necesita de su lástima.

 

—Sasuke…

—Se ha ido, Naruto. Levanta ese rostro y estírate cuan alto eres muchacho, que de lamentos y sollozos no sobrevivirás. Este mundo es cruel y te comerán vivo si sigues lloriqueando por los rincones.

 

La dureza de Tsunade termina por quebrar el poco ánimo que Naruto había reunido con tanto ahínco durante las noches, en medio de sus sueños perdidos donde Sasuke le sonreía, lo estrechaba entre sus fuertes brazos y le susurraba palabras de aliento.

Furioso por la arbitrariedad de su abuela, se pone de pie de un brinco, sorprendiendo a la propia Tsunade que no esperaba acto tan impulsivo de su parte.

 

— ¡Es tu culpa que todo esto haya pasado! —Naruto la señala envuelto en rabia, sus ojos inyectados en sangre y su boca venenosa sin detenerse.

 

Tsunade se levanta arrastrando los pies en dirección a su nieto. Amaba a ese niño, lo amaba con toda su alma, pero que la culpara por la guerra, como si ella fuese la causante, como si ella hubiese tomado la decisión de llevar a sus hombres al fragor de la pelea para que murieran sin justificación alguna. Ella no era mala, ni desalmada. No lo hizo a propósito.

Habían dado su vida por su reino no por ellos, la realeza. Y aun así se sentía inmensamente culpable, porque Naruto la señalaba como si con ello pudiera limpiar las heridas que supuraban veneno.

 

—No mate a Sasuke. Él estaba protegiéndote, protegiendo a su reino, a su familia. —La voz de Tsunade está cargada de tristeza, de malos sueños, de lágrimas escondidas por las noches más frías.

 

Ella baja la cabeza, pensativa y a punto de quebrarse en llanto. Naruto parece entender finalmente que su abuela sólo quería protegerlo, quería abrazar sus heridas, ayudarlo a salir del hoyo en el que se estaba hundiendo deliberadamente.

 

—No puedo olvidarle, no puedo dejar de amarle, y no podre nunca desechar todo recuerdo vivido a su lado. No me pidas que entierre mi pasado, porque ese pasado me ha dado la felicidad más verdadera que en mi vida había conocido. —La rubia se acerca a Naruto, lentamente tomándole de las mejillas, acariciando la dermis suave con los pulgares.

 

Naruto es una copia fiel de sus ancestros, de cabellera de oro y ojos de mar. Naruto es bello, alto y orgulloso como los Namikaze, tozudo como los Uzumaki, e inteligente como los Senju.

 

Y daba gracias a los dioses por haberle encontrado un buen esposo. Los Uchiha habían sido su opción desde el principio, desde que se enamoró de uno de ellos y decidió brindarle a su legado un poco de la sangre de hielo.

 

Su nieto sufría la pérdida del amor, la misma que ella padeció cuando joven.

—Sé que no le olvidarás, no te lo he pedido, querido mío. Sin embargo, dentro de ti yace la simiente de todo ese amor que han cultivado a través de la convivencia, del cariño que nace de los gestos, de las palabras. Quiero que seas fuerte por la criatura que se alimenta de tu interior.

 

Naruto abre los ojos tanto como le es posible, alejándose bruscamente de las manos dulces de su abuela. Menea la cabeza negándose a escucharla, Tsunade le repite las mismas palabras tratando de metérselas por esa cabeza dura, intenta abrazarlo otra vez, pero Naruto no quiere, le grita y abofetea sus intenciones de quererlo consolar. No, no, no es posible.

No puede estar en cinta. Se cuidó tanto para ello, no quería un hijo de Sasuke cuando esté había muerto en batalla.

 

— ¡Mientes! —Naruto se acurruca entre las sabanas de su cama. Tsunade toma una bocanada de aire, lleva sus manos a las faldas de su vestido.

—Mi niño, es una bendición de los dioses. Tu bebé —

— ¡No es ninguna bendición, es una maldición! ¡Es un castigo de Kaguya! —Naruto enmudece de repente, absorto por la sorpresa y el ardor que resiente en la piel de su mejilla.

 

Tsunade aprieta los labios y sus ojos de miel se llenan de lágrimas de dolor puro. Naruto entonces la mira completamente sorprendido, dolido y asustado por el inesperado golpe.

 

—Nunca pensé que escucharía semejante blasfemia de ti, Naruto. Pero estoy muy decepcionada de ti.

 

Tsunade no permite que Naruto busque palabras para defenderse. Ella toma las faldas de su vestido y sale de la habitación de su nieto con el alma destrozada. Naruto se deja caer en la cama, lagrimas ruedan sobre sus mejillas, sus ojos azules se clavan sobre su vientre plano cubierto por la túnica azul, acaricia suavemente la superficie.

 

Un hijo, suyo y de Sasuke. El producto de todo el amor entre los dos en una pequeña criatura que crece y se alimenta de él.

 

Como pudo haber pasado algo así, él estaría tan feliz de recibir una noticia como esa, si Sasuke estuviera vivo. Porque justo ahora no puede imaginarse criando a un bebé sin el hombre que había jurado protegerlo y cuidarlo. No puede hacer solo, y el mero pensamiento lo derrumba por completo.

 

 

 

 

[2]

 

Despierta

 

Una voz lejana le susurra, guiándolo. Él se remueve, hay algo suave debajo de su cuerpo, un aroma a rosas frescas y mar anega sus pulmones. Resiente un ligero dolor tironeándole el hombro izquierdo, pero no puede mover su extremidad. Con pesadez, abre un ojo, la luz cegadora del amanecer le lastima las retinas, posteriormente abre el otro ojo.

 

Parpadea dos veces seguidas acostumbrando su visión. Intenta sentarse pero la sola tarea le resulta imposible de hacer.

 

—Con cuidado… —alguien le dice, su voz es frágil como hilo de seda, Sasuke gira su cabeza encontrándose unos enormes ojos verde jade, mirándolo fijamente, con un brillo en las irises.

 

Abre la boca, mas no sale nada de su garganta.

 

—Debes tener sed, —la fémina de aspecto elfico se pone de pie, y Sasuke admira unas largas y blancas piernas, un corto vestido amarillo cubriendo sus muslos y torso, atado hasta el cuello, puede apostar que debajo de esa escasa tela no hay nada debajo.

 

Ella es pequeña de estatura, delgadísima, una silueta delicada, camina como si bailara con el viento, en las hebras de sus cabellos rosas hay pequeñas ramas y flores silvestres, y las puntas de su cabello son blancas, azules y amarillas.

 

— ¿Q-Quién e-eres? —apenas musita, con la garganta reseca.

 

La chica le alcanza un odre lleno de agua dulce que Sasuke se bebe de golpe, algunas gotas de agua resbalan por la comisura de sus labios, y ella sonríe divertida.

 

—Tengo muchos nombres —sisea en voz modular, casi como si jugara con ese tono agudo que posee.

 

Y Sasuke a pesar de no conocer a otras criaturas más allá de su propio Reino, está seguro que la mujer frente a él no es una elfa. Tiene las orejas puntiagudas, pero no es tan pequeña para ser uno y habla el idioma común, el de los hombres. Los elfos no sabían otro dialecto con el cual comunicarse.

 

— ¿Y cuál es el más apropiado para ti en este caso? —Sasuke la mira a los ojos.

—Sakura, soy hija del Rey Zhatko. Y soy una ninfa.

— ¿De la familia de las ninfulas?

—Así es.

—Entonces eres una princesa.

 

Sakura se estremece ante la mención de su título.

 

—No lo soy. Mi padre murió hace muchos siglos y ese título lo perdí. Ahora sólo soy Sakura para ti. Sasuke Uchiha.

— ¿Cómo sabes mi nombre? —Sasuke quiere saber. Sorprendido y ofendido por tal hecho. Sakura se encoge de hombros.

—Cuando te encontré en las playas, tú mismo me lo dijiste. Estabas consciente para ese entonces, una tabla de madera flotante te trajo. Sobreviviste valientemente no sé cuántas lunas. Eres un hombre fuerte, Sasuke.

 

Sakura le quita el odre amablemente para volverlo a llenar de agua, Sasuke la toma de la muñeca, y es en ese instante que advierte un revelador detalle.

Su otro brazo no está, es por eso que no sentía esa extremidad. Abre sus ojos negros cuan grandes son, y Sakura entristece su semblante.

 

Sasuke perdió el brazo debido a la explosión, la gangrena amenazaba su vida y ella no pudo hacer más para salvarle la extremidad. Forzada a retirársela, temió esa expresión en el rostro del azabache. Completamente destruido, sus orbitas casi fuera de las cuencas, los labios abiertos formando una ‘o’.

 

—Mi brazo… —

—Lo lamento mucho, no pude hacer nada. Estabas al borde de la muerte. Tuve que elegir. —Dice apesadumbrada, un poco enojada por no haber tenido más opciones para ayudarlo.

 

Sasuke parece comprender, porque después aligera las facciones de su atractivo cariz. La pérdida de su brazo no debía preocuparle tanto, eran los daños colaterales de la guerra. El pueblo de Naruto había perdido a sus seres queridos y…

 

¡Naruto!

Oh por los dioses, su esposo, su pequeño príncipe rubio.

 

—Sasuke, ¿qué sucede? —la preocupación en su voz es totalmente fidedigna. Sasuke baja la mirada hasta encontrar su mano derecha, hirsuta y lastimada aún.

— ¿Cuánto he dormido, dices? —pregunta desconcertado.

 

Sakura no responde en ese momento. Busca las palabras adecuadas, porque ni ella misma sabía cuánto tiempo había pasado.

 

—No lo sé, Sasuke. Quizá mucho tiempo, no estoy segura —responde al fin.

 

Sasuke traga pesado. Con toda probabilidad Naruto pensaría que él estaba muerto. No, no podía hacerle esto. Tenía que volver al Reino de Fuego.

 

 


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