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Veneno y antídoto por LadyBondage

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Notas del capitulo:

No tengo perdón de dios, lo sé, y espero que me tengan paciencia -mas?, ya lo se- pero bueno, estoy en proceso de actualizacion, no crean que me he olvidado de los fics, por el momento me importa terminar este, el proximo capitulo es el final, y el capitulo 30 el epilogo.

 

Advertencias: Ninguna.

 

 

“Luz de luna”

[1]

 

El estruendo curte el cielo de rojo y verde, con los colores de la noche protegiendo los nubarrones. Hay un viento fortísimo que golpea ventanas de madera y derriba copas de árboles. El murmullo de una noche fría, que parece presagiar un halo de esperanza pese a que viene acompañado de tempestad.

 

Las gotas de una fina lluvia resbalan por las paredes de piedra, se escucha el fulgor de las mujeres y niños. Pero ningún otro sonido es más potente que aquellos gritos que lanzan desde la torre más alta. Son gritos de dolor, desgarradores, de miedo.

 

-  ¡Puja! - Tsunade alza la voz, impávida, escondiendo su desesperación tras una máscara de sabiduría.

 

Naruto niega con la cabeza, no una, sino dos veces. No puede hacerlo más, el dolor es insoportable, intransferible. Quisiera que su padre, su abuela o Itachi lo sintieran para aminorar la carga. Solo es consciente de lo mucho que sangra y que su ritmo cardiaco disminuye.

 

Itachi sostiene su mano, intenta animarlo dándole dadivosas palabras, sonriéndole. Y en ese corto momento, Naruto puede jurarse a sí mismo que está viendo a Sasuke a su lado, sin evitarlo, sonríe también.

 

- Vamos Naruto, puja, por favor - suplica una voz en las penumbras. Las velas se derriten como mantequilla y la escasa luz apenas permite visibilidad para los ojos cansados del príncipe.

- ¡Shizune, trae agua y paños!

- ¡Sí, señora!

 

Hay movimientos rápidos, huele a sangre y a sudor con la mezcla de hierbas. Naruto balbucea el nombre de su difunto esposo, y clama el de su hijo a su vez. Itachi tratando de ser útil pone manos a la obra.

Afuera de la habitación espera Gaara y su comitiva. Ino reza embebida en llanto, Sai va y viene con implementos que se necesitan para el príncipe. Aunque son muchos, no son útiles para la Reina. Saben lo que está en juego, Naruto podría morir durante el parto. Ha sido negligente consigo mismo. No cuidó de su salud tan bien como se le recomendó hacerlo. Se alimentaba por el bebé y descansaba poco tiempo, porque despertaba buscando a Sasuke y una vida que había perdido tras la guerra.

 

- No puedes rendirte, Naruto -Itachi lo acaricia repetidas veces sobre la frente.

 

Un último esfuerzo que lo desgarra por dentro y el alarido de un bebé es el único cantico de vida por encima de la muerte, que sigilosa, se mantiene inerte en el habitáculo. Naruto exhala un suspiro, sus parpados cansados se rinden, por primera vez se deja vencer, la batalla ha sido ardua y dura, no tiene la energía ni la fuerza para seguir despierto, aunque sonríe de completa y sincera felicidad. Tsunade recibe el bulto de carne y huesos recubierto de sangre roja como la grana.

 

 - Es un varón -anuncia, su voz agotada reverbera en los presentes.

 

Itachi se aproxima a la fémina. Las manos pequeñas manos alebrestadas buscan con ímpetu algo tangible a lo cual sostenerse. Tsunade de lo da a Itachi para que lo conozca. Y él no puede concebir la magnificencia que tiene delante de sus ojos.

 

- Kai - alcanzan a escuchar que Naruto susurra.

 

Kai es un bebé precioso, blanco como la porcelana y de extraños ojos desiguales: azul y rojo. Tiene rasgos Uchiha difíciles de esconder. Itachi acerca el dedo índice al bebé, quien ni tardo ni perezoso duda en tomar esa muestra de cariño, brindándole un fuerte apretón, Itachi esboza una sonrisa.

 

- Es hermoso…

- Lo es, y es tu sobrino.

 

 

.

.

.

 

Naruto exhala un sorbo de alivio. El dolor se ha esfumado, y aunque el frío se cuela por la ventana, el calor que anega su corazón es capaz de calentar su cuerpo.

 

Se encuentra solo, agradece que le brinden ese espacio para recuperarse del momento vivido. Una mano se posa sobre su ya plano vientre. Lágrimas se acumulan en sus ojos.

Su pequeño había dado sus primeros sorbos de vida después de un arduo trabajo donde casi pierden la vida. Naruto pensó por un instante en rendirse. Estaba cansado y dolorido, el cuerpo ya no le respondía, sólo escuchaba las suplicas de su abuela y los constantes llamados de Itachi y su padre.

 

En el más absoluto silencio abandona su habitación. Sus pies lo dirigen al habitáculo contiguo. En el pasillo no hay guardias, lo cual lo alivia.

 

Empuja con suavidad el portón de madera. Trata de no hacer el más minimo ruido. Es recibido por un aroma a vainilla y menta, las velas encendidas le permiten apreciar el lugar: en el centro se encuentra una cuna de madera revestida de sábanas blancas con bordados de flores. Los cuatro pilares que la adornan sostienen una tela traslucida que Naruto retira lentamente.

 

Y ahí estaba, un pedazo del gran amor que Sasuke y él se tuvieron cuando la brisa del verano aún golpeaba su rostro. Una carita de infinita ternura cubierta de cabellos obscuros, enormes ojos de océano embravecido. Ese niño era suyo, y de Sasuke, todo lo bueno de esté mundo en la mirada de un infante que le sonreía abiertamente, con las manitas estiradas hacía él, pidiéndole entre balbuceos un poquito de atención.

 

Naruto se derrumba, con lágrimas saladas bañando sus mejillas, el dolor punzando en su pecho y miedo, mucho miedo.

Lo había odiado, y eso le hizo sentir enfermo, ese pequeño era el resultado de un amor inquebrantable, un amor que jamás podrá marchitarse. Y él lo había despreciado, porque sólo quería estar con Sasuke, si el Uchiha lo hubiese escuchado, lo habría odiado por su comportamiento, Kai no tenía la culpa de su maldita debilidad, él sólo era una víctima más del odio generado por las guerras, por las indiferencias, por la cobardía. Naruto lo tomó cuidadosamente, como el tesoro más preciado del universo, entre sus brazos, el niño soltó un potente chillido, y Naruto lo arroba en su pecho susurrándole promesas, y con un beso en la mejilla, cierra la puerta a un pasado obscuro.

 

Kai lo necesitaba, y él sacaría fuerzas de donde no las tenía para defender a capa y espada a su hijo, el fruto de un amor verdadero.

 

-          Te amo… tanto, mi amor.

 

Naruto había estado lamentando por tanto tiempo su vida, sin darse cuenta que lo más preciado lo tenía dentro de sí. Alimentándose de él, viviendo por él, amándolo desde lo más profundo de su ser.

 

-          Perdóname por todo.

 

Kai se ríe armoniosamente. Naruto se contagia del gesto de su hijo, tierno y frágil, como todos los infantes.

 

-          No tiene nada que perdonarte.

 

Esa voz.

 

- Él lo sabe, Naruto. - Esa voz que no ha olvidado, que vive en él, que lo ha instado a seguir todo este tiempo.

 

Naruto se aferra al cuerpo de Kai. Gira los pies lentamente, sus ojos abiertos en demasía.

 

- No puede…

 

Él se pone de pie con dificultad. La pérdida de su extremidad izquierda lo inutiliza, sin embargo, estar frente al rubio y a su hijo es lo único que realmente importa en ese momento.

 

- … Sasuke…

- Naruto.

 

Ninguno de los dos sonríe o dice algo más, las palabras ahuyentadas se evaporan en el instante en el que sus miradas se conectan.

 

Son ellos tres, y nadie más, la luz de luna bañando el rostro impertérrito de su Sasuke, su esposo, el amor de su vida.

 


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