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Veneno y antídoto por LadyBondage

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Notas del capitulo:

Gracias a todas por leer, ya contesté sus comentarios, muchas gracias por pasarse y dejarme un lindo gesto de apoyo. Recuerden que los reviews alimentan a las musas, gracias a todas por mantenerse fieles a la historia -y las demás que tengo por ahí.- un fuerte abrazo y beso a todas.

 

A leer.

 

Capitulo dedicado a Flor, por tus largos y preciosos comentarios. Que lo disfrutes. 

Rojo sangre

[1]

 

Sasuke tenía los dientes apretados y la rabia acumulada en sus ojos obscuros de ébano resplandeciente, Naruto ignorante de su situación se mantenía hablando amenamente con el extraño frente a él. Apenas sabía su nombre: Gaara. Y sabía que venía de las tierras áridas de Sunagakure, con su cabello brillante de un rojizo cenizo y una mirada azul verdosa, opacos y nítidos a su vez.

 

Los tres estaban hacinados en la cámara de visitas donde grandes cojines se empecinaban por las laterales y la enorme chimenea de ladrillo castaño les abrasaba con su calor. El inclemente frio era incierto para lares donde el sol se empeñaba en aparecer. Sasuke recuerda vagamente su niñez rodeado de los brazos de su madre mientras miraba al fuego danzar y ella le relataba historias de hombres fuertes y ninfas hermosas al otro lado del mar. Ella le inculco el amor por la aventura, la pasión por el arte y la pintura, la música, la astrología. Su madre había sido una poderosa hechicera que cayó ante los brazos de un hombre sereno en las tierras donde el hielo prevalece y nada crece.

 

Mikoto había llegado entre ropas de seda roja y botas de cuero, su largo cabello negro olía a sándalo y mirra, a veces jazmines y rosas frescas. Ella fue una mujer tan hermosa que hombres habían peleado por su amor, pero Fugaku Uchiha opaco a cada noble caballero al blandir su espada para protegerla.

 

Itachi se parecía a su padre, fuerte y decidido, pero él heredó la belleza de ángel de su madre. Madara le recordaba constantemente lo hermosa que ella era y la decadencia en la que se enredó su padre cuando Mikoto murió.

 

Una fuerte enfermedad les arrebató la dulce presencia de la mujer. Y Sasuke no volvió a ser el mismo desde entonces, a meses de su muerte, él partió lejos para olvidar su aroma, su sonrisa de nieve y sus ojos añorantes.

 

Naruto le recordaba a su madre, cuando reía o le miraba en ratitos. Naruto era bondad en toda la palabra, y no era el único que lo notaba. El idiota pelirrojo también, lo veía en su mirada, reconocía el cortejo a donde fuera, y Gaara tenía todas las intenciones de robarle a su esposo.

 

—Te eché de menos Gaara, pensé que no vendrías a visitarme. —Naruto sonríe y los dos varones se prendan de aquel gesto tan natural en el rubio, casi como respirar.

—Lamento no haber estado presente en tu boda. —la palabra le sabe cómo veneno en la garganta de Gaara pero tiene que disimular muy bien que no se ve afectado.

 

Su padre le había prometido que Naruto sería su esposo, años rogando por tener al rubio consigo. La primera decepción vino cuando el príncipe de sol se había comprometido con Itachi Uchiha, Gaara estaba a casi nada de robarse al novio cuando se enteró de que el patán Uchiha huyó con el insípido de Deidara.

 

El Sabaku celebró aquella noticia, pero nada dura para siempre, y tres semanas más tarde se enteró de que Sasuke Uchiha tomaría el lugar de su hermano.

 

—No importa, fue todo tan rápido que término en menos de lo que esperaba.

 

Sasuke se toma unos largos momentos para mirar a Naruto con el entrecejo fruncido. Gaara sonríe de lado.

 

—La noche de bodas compensó nuestros votos ante los dioses, cariño. —fue el orgullo quien habló. Naruto se atraganta con su saliva y Gaara se sonroja de ira.

 

Tiene los ojos azules de su esposo y los ojos de su enemigo sobre su persona, y nunca se sintió tan bien como ahora.

—Sasuke. —Naruto emplea un tono gruñón con la evidencia de la pena en su voz de seda.

—Descuida Naruto, Sasuke Uchiha es un bárbaro, es normal que se exprese como tal. Un hombre sin educación que ha vivido en el mar no podría ser menos que eso.

 

Sasuke se descubre así mismo tomando al idiota de Gaara de las solapas estampándolo contra la pared más cercana. El sonido sordo de su espalda contra el ladrillo hizo eco en la enorme cámara. Naruto se posiciona a su lado, impidiendo que le haga daño.

 

—Repítelo idiota y te juro que te arrancaré la lengua.

— ¿Decir la verdad es un delito? —Gaara se burla del rostro comprimido del Uchiha. Naruto no sabe qué hacer para evitar una masacre.

—Por favor, Sasuke, suéltalo. Gaara no quiso decirlo.

— ¿Y lo defiendes? —exclama el pelinegro, airado. Naruto menea la cabeza de un lado a otro.

—Sasuke, no pelees, por favor. —repite con la vaga esperanza de que un haz de luz ilumine la cabeza estrecha de sus esposo.

 

El Uchiha se rinde ante el pedimento tan sutil de su esposo. Suelta a Gaara pero no por eso había ganado la batalla.

 

—Soy un hombre culto y educado, asistí a la Universidad en el reino de las Olas, he escrito libros de astrología, filosofía y economía para la misma Universidad de la Hoja, también se hablar las lenguas muertas, aprendí a leer a los tres años, se me dan bien los números, no soy un idiota analfabeta y aunque lo fuera. No debes juzgar a un hombre por su inteligencia sino por su educación. Podría ser un campesino y aun así me comportaría mejor de lo que tú. —Sasuke camina directo a la puerta, la capa le ondea suavemente sobre la espalda.

 

Naruto no tenía idea de que su esposo tuviese tantos méritos en su haber, y mucho menos que supiera otros idiomas cuando él apenas sabía algunas frases en lengua muerta. Impresionado por ese descubrimiento, su corazón comienza un golpeteo inusual contra las costillas.

Gaara chasquea la lengua, la ira mezclada ahora con una fina hebra de humillación. Pero gracias a su imprudencia, había ayudado a Naruto a conocer otro poco a Sasuke.

 

 

 

[2]

 

Ino rebana la panceta en pedazos simétricos y bien parejitos, las cocineras preparan un salpicado de pollo con judías y salsa de chocolate. Y la rubia para impresionar a los caballeros Uchiha les hacia su tradicional platillo: panceta con miel y zarzamora y jugo de betabel con naranja. Toda la mañana se mantuvo en la cocina yendo y viniendo con cazuelas y los ingredientes. Finalmente su obra maestra estaba a punto de ser servida.

 

—Pero que bien huele aquí. —alguien dice mientras las mujeres con sus largos vestidos se pasean por las mesas y la lumbre donde hierve la comida.

 

La joven Yamanaka gira la cabeza encontrando unos ojos negros astutos y una boca de labios delgados, lívidos como la nieve, el rostro pálido y la cabellera ónice.

 

—Disculpe, pero no puede estar en las cocinas, si tiene hambre debe esperar en el comedor.

 

Sai analiza a la rubia que sostiene una cuchara de madera en la derecha. Es delgada y menuda, pero tiene buenas tetas, o lo que deja ver el hermoso vestido de lino traslucido de color lila, haciendo juego con los bellos ojos azules y la cabellera larga y rizada de oro.

 

La joven no se ve sucia ni usa vestidos harapientos como las demás cocineras, ella debe pertenecer a una buena cuna. Ino traga saliva cuando el desconocido se le acerca lentamente, le recuerda a una pantera en acecho. Las otras mujeres o ignoran lo que pasa o están muy ocupadas con la comida que no toman en cuenta al intruso.

 

—No me dijeron que habría una cocinera tan hermosa como usted. De haberlo sabido, ya habría asaltado este lugar varias veces. —Sai esboza una sonrisa, la más coqueta de su haber.

 

Ino no tiene idea del porque sus piernas le temblequean y sus ojos no dejan de mirar al hombre en cuestión, la sonrisa sólo le provoca que la piel se le ponga como carne de gallina. Nunca antes había visto a un espécimen semejante. Todos los hombres que habían pasado frente a sus ojos no le atrajeron tanto como ese tipo que parecía tan seguro de sí mismo.

 

—Retírese o llamare a….

— ¿A quién? —Sai le toma del mentón con sus largos dedos pálidos. Ino se sonroja como una fresa madura.

—No tiene que estar aquí.

—Sólo quise echar un vistazo, señorita.

 

La voz ronca le suena tan ligera, la arrulla como el viento lo haría con una hoja seca en plena temporada otoñal. Ese hombre huele a lirios de mar y a limón.

 

— ¿Cómo te llamas? —hipnotizada por su cercanía, ella le sonríe y Sai muere por apresar sus labios de durazno.

—Ino Yamanaka.

 

Sai quiere celebrar su triunfo, sabía que la niña pertenecía a una buena cuna. A su cabeza vienen recuerdos de la charla con Shisui hace días.

 

Ya encontró a la esposa perfecta.

 

 

 

[3]

 

— ¡Sasuke! ¡Sasuke, espera! —el cuerpo fuerte de su esposo se pierde en las caballerizas.

 

Sabe que Naruto le sigue, sus pequeños pasos se escuchan perfectamente pero no se detendrá, necesita descargar su rabia cabalgando, dejando que el viento golpee su rostro y luego de eso se calmaría para volver en la cena.

 

Pero Naruto, terco como él sólo podría serlo, decide que quiere saber más de Sasuke. Una punzada de curiosidad le carcome las entrañas gracias a la provocación de Gaara.

 

—Espera, por favor. —Naruto se detiene unos momentos para recuperar el aliento.

 

Sasuke entra a las caballerizas sin siquiera darle una mirada. Naruto lo ve salir nuevamente con su hermoso caballo de raza pura, negro como su cabello y altísimo como el Uchiha. Esa bestia de ojos rojos igual que la sangre lo mira unos segundos. Naruto se para con la espalda bien erguida, Sasuke sube a su semental sin problema alguno, el caballo obediente, relincha y luego trota en su dirección.

—Oh no, Sasuke… —Naruto siente terror en cuanto ve al animal digiriese hacia él, Sasuke espolea al caballo para que aumente su velocidad.

 

El príncipe rubio cierra los ojos pensando en que en cualquier momento Sasuke pasara por encima de él. Sin embargo, no es así, Sasuke lo toma del cuello de su camisa y lo sube delante de él con una sola mano.

 

— ¿Adónde me llevas?

—No lo sé, idiota. Si fueses más prudente, no me habrías seguido pero como no quiero darle motivos al idiota de tu amigo para que piense que soy un bárbaro, te llevaré conmigo, actúa como el buen esposo que no eres.

— ¿Desde cuándo te importa lo que piensen los demás? —Naruto quiere ocultar su sonrisa abierta y el brillo en sus ojos. Sasuke parece que está irremediablemente celoso de Gaara.

—Desde ahora.

 

 

 

[4]

 

Naruto se embebe con los bosques serenos del vado de aguas dulces, el mismo lugar donde había conocido a Sasuke antes de saber que era su esposo. Cruzan los montículos de hierba húmeda y continúan más allá del ocaso hasta que la noche cae, y con ella aparecen todas las pequeñas luciérnagas revoloteando a su alrededor. Sasuke cabalgo en todo el camino de manera tranquila, no le hablaba pero tampoco era necesario. Su silencio era tan ameno como su respiración entrecortada.

Y Naruto se sentía alegre de poder encontrarse a solas con su esposo, aun quería conocerle, por eso le había seguido.

 

—Algún día, tú podrías… ¿enseñarme a hablar en lengua muerta? —Naruto pregunta con la duda bailando en sus ojos. Sasuke lo observa fijamente.

 

Detiene al caballo porque lo ha hecho trotar toda la tarde y no quiere agotarlo al grado de que ya no pueda andar.

 

—No lo sé. —Sasuke desmonta a lado de un arroyo de aguas frías, sin que Naruto se lo pida, le ayuda a descender tomándolo de la estrecha cintura.

 

Naruto se sonroja tanto cuando el rostro de su esposo le queda demasiado cerca que puede respirarlo. A pesar del frio matutino y el calor vespertino, Sasuke olía a madera y eucalipto.

 

— ¿Por qué no lo sabes? —Naruto hila una pregunta completa cuando Sasuke se aleja de él llevándose a su caballo consigo al arroyo para beber el agua fresca.

—No sé si tu cerebro de pez pueda recordar todo lo que te inculque. —Naruto deja caer los hombros hacia adelante, y una expresión de hastió de instala en su rostro. Sasuke mientras bebe se le dibuja una sonrisita fastidiosa.

—No soy un idiota, ¿sí? Mi padre me envió con los mejores educadores de los cinco reinos, y aunque no fui a la Universidad de la Hoja por mis periodos de fertilidad, aprendí mucho. Soy excelente escribano, teólogo, y botánico.

—No tienes que decírmelo, torpe. Te estoy jodiendo solamente. —Sasuke se sienta sobre la hierba y Naruto lo imita.

 

Hasta ese momento no se había percatado de lo agotado que estaba. El Uchiha, a su lado admira al fluencia del arroyo, el sonido del agua correr es armónico, como cuando la lluvia cae y las gotas de agua se estrellan contra los cristales. Tiene el mismo efecto adormecedor, Naruto cierra los ojos dejándose llevar, sin querer cabecea y golpea el hombro izquierdo de Sasuke.

 

—Tengo un diccionario de las lenguas muertas, voy a prestártelo y de vez en cuando te enseñaré algo de pronunciación. —aun con los ojos cerrados, Naruto se permite una sonrisa.

—Gracias.

— ¿Qué? Nada es gratis, rubio. Quiero algo a cambio.

 

Ya imaginaba que Sasuke no era un hombre completamente dadivoso.

 

— ¿Qué quieres?

 

Todo pasa tan rápido, Naruto pierde el equilibrio, de pronto yace bajo el cuerpo de su esposo, y esa mirada de lobo amenazadora que promete cosas malas, muy malas.

 

—Quita, que si pesas.

—Un poco de esto, es lo que quiero. —Sasuke cuela su mano derecha entre sus pantalones tocando su miembro flácido. Naruto serpentea su cuerpo como una lombriz, buscando zafarse de esas garras de plomo.

—Pervertido.

—Uhm, no tanto como tú, príncipe mío. —el Uchiha le ronronea suavemente contra el oído, Naruto deja de removerse, un calorcillo se trepa en el como una araña, y olvida donde está y que está a punto de hacer.

 

Sasuke, complacido por la sumisión de su esposo, comienza a quitarse las estorbosas prendas, Naruto tiene una mirada nublada de placer, esa mano sigue restregándose contra su miembro provocándole fuertes azotes de calor en el cuerpo.

 

«Sólo tres veces…»

 

La voz de su conciencia grita entre la brumosa neblina que engulle su raciocinio. 

 

 


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