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Veneno y antídoto por LadyBondage

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Notas del capitulo:

Hola de nuevo hahaha, aquí la continuación y el proximo capitulo viene la tan esperada boda y obviamente la noche especial. Gracias a todas.

 

A leer.

No

[1]

 

Hay un silencio que retumba en cada recoveco del salón. Ni siquiera las danzantes llamas de la chimenea crepitan, como si el fuego consolara la decisión tomada. Tres pares de ojos negros que se miran entre sí, y un cuerpo joven que tiembla de rabia, un veneno terrible que azota bajo su piel y anida en su estómago.

 

La noche cae allá afuera pero adentro pareciera que siempre ha sido noche de invierno. Su eterno invierno. Y Sasuke lo sabe mejor que nadie, diga lo que diga y haga lo que haga, cuando Madara Uchiha toma una decisión, lo hace con firmeza. No hay más, no hay replicas y uno se tiene que callar.

 

—No. —dice firme, sus ojos centellean, y por momentos Fugaku se olvida de su hermano y se enfoca en seguir los movimientos de su hijo menor.

 

Sasuke aprieta los puños tan duro que piensa que va a romperse los nudillos.

 

—No te queda de otra. Tienes que cumplir con lo estipulado. —Madara habla con un tono de hielo. Sasuke gruñe como un animal herido.

— ¡Yo no tengo que pagar por las idioteces de Itachi! —golpea la mesa de madera con las manos, el mueble temblequea pero no se cae. Madara se acerca peligrosamente a Sasuke atravesando su espacio personal para asestarle un golpe pero Fugaku en un acto de amor paterno se interpone entre los dos.

—Sasuke, hijo… los Namikaze son nuestra mejor opción, sabes que desde hace años quisimos hacer migas con aquella casa por la extensión de sus terrenos. Son mucho más poderosos que nosotros, si nuestros reinos se unen seremos imparables para cualquier enemigo. —Fugaku tiene la boca llena de razón, Sasuke odia que su padre si tenga la diplomacia para manejar una situación como esa.

 

Pero no va a casarse, y menos con un creador. ¡Por todos los dioses, maldito Sai y su bocota de profeta!

 

—No voy a casarme con nadie, y cuando decida hacerlo será porque realmente así lo quiero. —Sasuke camina hacia la puerta pero Madara lo toma de la muñeca, sus dedos aferrándole, impidiéndole salir de ahí, parecen de acero porque a Sasuke le es imposible desprenderse de él.

—Escucha a tu padre, idiota. Ya no eres un niño, Sasuke. Tu hermano cometió el tremendo error de insultar a los Namikaze y por el dios de los seis, no estoy bromeando con lo de casarte, tenías que haberte casado hace tres años pero consentimos la idea de que te fueras a echar suerte por ahí, ahora cumplirás como el Uchiha que eres, y si no lo haces, te desterrare de los dominios de la familia y perderás todo cuanto hayas ganado.

 

Juego sucio, es su carta más fuerte. Madara no amenaza a la familia a menos que sea necesario, como ahora. Sasuke es un terco por naturaleza, es culpa de su padre por ceder en su niñez y adolescencia, entiende que la perdida de Mikoto haya sido dolorosa pero Fugaku nunca tuvo la entereza para criar a sus vástagos. Por eso estaban pasando por esa situación.

 

Itachi del otro lado del mundo con su amante y Sasuke viajando constantemente lejos de la familia desprotegiendo sus tierras.

 

Tenía que entender que la mejor opción era un Namikaze para contraer matrimonio, que mejor si no era con la casa más rica de los cinco reinos. Minato Namikaze había accedido al compromiso con su único hijo hace años, le costó mucho trabajo convencerlo como para que todo se echara a perder, y gracias a la estupidez garrafal de su sobrino mayor, en el que había depositado todas sus esperanzas.

 

Shisui y Kagami también fueron opciones antes de considerar a Itachi, pero ellos ya habían sido prometidos a otras casas nobles.

 

—Me importa una mierda, sobreviviré. Soy un Uchiha, lo llevo en la sangre. —dice Sasuke con orgullo y sin miedo.

 

Madara bufa como un toro encabritado, aprieta más el agarre que tiene sobre su sobrino, los huesos crujen a punto de quebrarse.

 

—Lo harás, Sasuke. —Fugaku habla en tono astillado.

 

Los dos Uchiha se miran entre sí. ¿Ese fue Fugaku o sólo ha sido un sueño?

 

—Padre…

—Hiciste un juramento de lealtad a tu familia, y si lo has olvidado permíteme recordártelo:

»Yo juro por mi sangre real de la casa Uchiha, fidelidad y lealtad. En las malas blandiré mi espada contra los enemigos, y en las buenas hincaré la rodilla para mis aliados, seré un miembro leal a mi familia hasta mi último aliento.

 

Sasuke frunce los labios, libre ahora del agarra bestial de su tío. No duele nada más que el orgullo. Fugaku nunca fue duro con él, y si lo estaba siendo en ese momento era gracias a su idiota hermano mayor.

 

«Pagarás por esto, Itachi»

 

 

 

 

 

 

[2]

 

Naruto ha leído poesías, canciones y cuentos sobre las hazañas de los Uchiha. Avezado en los temas de esa familia, sonreía cuando alguien le mencionaba alguna proeza de los congéneres de dicha casa. Siempre orgulloso de saberse comprometido con uno de ellos.

 

Su padre le había asegurado un futuro prominente, se convertiría en un rey digno para un Uchiha, por esa razón estudiaba mucho, se instruía en todo tipo de menesteres y además se había entrenado como un guerrero a escondidas de su padre.

 

No quería casarse ahora, si no era Itachi prefería quedarse soltero. Y menos con otro Uchiha, que para colmo tenía que ser el hermano menor.

 

—Prepararemos todo para la boda, se romperán algunas tradiciones. No habrá confinamiento ni cortejo, tiene que ser lo más rápido posible, perdimos mucho tiempo con el desastre de hace dos meses.

 

Naruto escucha a su abuela hablar con algunos mozos y sirvientes, él se mantiene sentado en la mesa sin probar el delicioso cordero humeante que han dejado para que lo devore.

 

No tiene apetito para nada, ni siquiera para emocionarse por su futura boda. Los Uchiha llegarían en unos días a visitarle con toda su comitiva real.

 

—Naruto, debes comer o la Reina Madre te regañara —su joven nodriza se posa a su costado derecho para instarlo a comer.

 

Quiere sonreírle a Shizune pero no puede. Sólo quiere salir de toda esa locura lo más pronto posible.

 

—No creo que le importe. Mírala —Naruto señala discretamente en dirección a su abuela que se pasea por los pasillos con varios sirvientes rodeándola, ella habla sobre la decoración de la capilla donde se casara y de otras cosas que es mejor no enterarse.

 

Shizune jala una silla para sentarse a lado de su príncipe. Naruto ha crecido mucho en esos años, ya no es el niño travieso de siete años que correteaba por los jardines acuáticos o por el invernadero de la Reina Madre. Se ha convertido en un joven precioso de piel acaramelada y ojos brillantes de cielo. Es alto como todos los Namikaze, Shizune recuerda cuando Naruto solía brincar en las cocinas para alcanzar las galletas de chocolate y untarlas de miel para comerlas, y ahora es ella quien le pide alcanzarle las cosas de la repisa.

 

—Le importas y por eso va a casarte. Recuerda que la paz entre reinos es mejor si se lleva al matrimonio, las alianzas suelen ser más fructíferas, y los Uchiha son una noble familia que puede proteger al reino de Fuego en caso de que algo malo suceda. Nunca se está exento de enemigos.

 

Naruto sonríe alicaído. Shizune coloca una mano amistosa en su hombro derecho, es como un pequeño «estoy contigo». Y para él no hay nada mejor que un poco de alivio en aquella sonrisa bonita. Ella es como la madre que nunca tuvo, porque su verdadera madre murió al traerlo al mundo.

 

Y Shizune juró que esa mañana otoñal en el aire se respiraba un aroma agridulce.

 

Naruto podía entender el por qué. Su padre había perdido a su esposa pero ganó a su heredero. Y aunque lo protegía de todo mal, no quitaba el hecho de que ahora lo echaba a las fauces de los lobos.

 

— ¡Shizune! Oh, aquí estás —Tsunade llega nuevamente al comedor con un aire cansado, el vestido de tela azul tiene una caída ligera que le permite caminar más libremente, con el escote amplio que permite a sus enormes pechos sobresalir empañando su bonito rostro.

 

Shizune a veces envidia a la reina, a pesar de sus cuarenta y siete años, la vejez no ha mermado en toda su cariz. Siempre tiene un aspecto sano y joven, algo que muchas cortesanas odiaban porque mientras ellas lucían cada vez más apocadas, Tsunade tenía vitalidad hasta para las labores que conllevaban más demanda.

 

—Su majestad. —Shizune se pone de pie haciendo una leve reverencia a su señora. Tsunade mueve una mano restándole importancia al asunto.

—Venga niña, no hagas esas tonterías, eres como mi hija, así que deja de ser tan fingidamente cortes y ayúdame a buscar a los carpinteros. Necesito que extiendan los establos, los Uchiha llegaran con cientos de caballos y para mi sorpresa no hay más lugar para ellos. —Tsunade toma una bocanada de aire para añadir: —Y tú niño, termina de comer o no te dejaré poner un pie fuera hasta que el plato quede reluciente. —suelta la amenaza en tono cariñoso, pero Naruto es consciente de que su abuela cumple su palabra, así que sin remedio toma los cubiertos dispuesto a engullir la carne.

 

Y extrañamente su estómago ruge sonoramente. No se había percatado de que realmente tenía hambre.

 

 

 

 

[3]

 

—Hace calor aquí. —Shisui echa la cabeza hacia atrás, unas gotas aperladas caen por su sien. El negro es el color de los Uchiha, y mala idea para vestir en terrenos cálidos como el reino de Fuego. Por algo ese nombre, el frio ahí no pega tan duro como el sol de verano.

 

Sasuke al contrario de él parece muy cómodo. Sólo se limita a ver las aguas tranquilas, recargado en la cornisa del barco. Una punzada de envidia se arremolina en su estómago, como quisiera estar así de imperturbable como su primo.

 

—No seas quejica. —Sasuke dice con la voz fría como el hielo. Shisui chasquea la lengua. —Debiste quedarte.

—Debí pero padre y tío Madara me obligaron a venir, insisten en que debo echarte un ojo ya que temen que termines huyendo como el cobarde de tu hermano. —suelta Shisui en tono áspero. Sasuke frunce el entrecejo.

 

No es agradable que hablen mal de Itachi, en todos los cinco reinos se conoce la historia del Uchiha que abandonó al cándido Namikaze. Para él no es nada más que fardo de mierda. Itachi huyó por amor, era comprensible. Pero dejar en el altar al primogénito Namikaze fue el peor error que pudo cometer. Su poderoso padre se tranquilizó gracias a Madara, si no hubiese clamado su cabeza para su sala de trofeos.

 

—Ya, no pienso ir a ninguna parte. —responde resignado.

 

Adiós a todo lo que conocía como una buena vida, ahora se confinaría a ser el esposo de alguien a quien no conocía y no quería conocer. Un creador.

 

Según su padre, era el príncipe más bello de los cinco reinos. Como si eso fuese a menguar en su pena, podía ser un maldito adonis y aun así lo odiaría.

 

—Lo sé, confío más en ti que en Itachi.

 

Sasuke le echa una fugaz mirada a su primo para luego retirarse a su camarote. Faltaba poco menos de dos puestas de sol para llegar al reino de Fuego. Y él sólo quería dormir todo ese tiempo para no pensar en su futuro matrimonio.

 

 

 

 

[4]

 

La llegada de los enormes barcos Uchiha fue la noticia que corrió por todo Konohagakure. Damas de la corte, doncellas de bajo rango, y plebeyas se arremolinaron en los muelles viendo descender de aquellas embarcaciones a los Uchiha con sus largas capas negras ondeando gracias al viento sureño, cubiertos por el sol de Fuego.

 

Todos eran hermosos, como decían sus viejas nanas. Ellas hablaban de hombres altísimos que rozaban el cielo y piel blanca de marfil, tan pálidos como los muertos. Rumores decían que por sus venas corría hielo en vez de sangre.

 

No se decepcionaron para nada. Y todas las señoritas suspiraron de amor cuando el príncipe Sasuke Uchiha descendió del ultimo barco con su andar elegante, como si bailara con el aire.

 

Sasuke suspira profundamente. El reino de Fuego, cálido y amable, no cree que pueda acostumbrarse a ese clima, y menos a las miradas deseosas de esas mujeres empalagosas que sueltan grititos de emoción y sus mejillas se colorean de vergüenza.

 

 

[5]

 

Naruto no puede recibir a los Uchiha según el protocolo. Y tampoco es como si quisiera, prefiere encerrarse en su habitación para ignorar el ambiente festivo que se vive allá afuera.

 

Sin embargo la curiosidad merma sobre él. ¿Cómo será Sasuke?

 

No conoció a Itachi pero la descripción en las cartas que el Uchiha le envió, decían mucho sobre su apariencia física. Aunque eso realmente no importaba, Naruto se enamoró de sus palabras. Y ese era el tipo de amor más puro que existía.

 

—Es tan guapo, nunca vi a un hombre como él en mi vida. —

—Qué suerte la del príncipe, será devorado por esa bestia, no quiero ni pensarlo.

 

Naruto escucha risitas y cotilleos afuera de su habitación. Con cuidado se aproxima a la puerta pegando el oído, ya no oye las voces chillonas de sus sirvientas.

 

¿Bestia? Dioses, de pensarlo se le subían los colores. ¿Tanto así era de atractivo Sasuke que incluso sus sirvientas fantaseaban con él?

 

La curiosidad se acrecentaba, tal vez si se daba una vuelta por los alrededores de Konohagakure escondiendo su rostro quizá podría ver al tan mencionado príncipe.

 

 

 

[6]

 

Sasuke huye de esas miradas coquetas, el barullo que se formó a su llegada le provoca un dolor de cabeza, afortunadamente después de presentarse ante la reina y el rey le dejaron ir a dar un paseo sin Shisui como chaperón.

 

Su caballo corre directo a los Bosques Sagrados, una extensión sinople de amplios árboles y arroyos de aguas dulces.

Al llegar baja de su semental para refrescarse la cara.

 

Naruto decide no ir a buscar al príncipe, prefiere conocerlo en su boda. No tiene caso sino va a decirle algo productivo, se decanta por echarse un chapuzón en el lago que surca a través de los Bosques Sagrados. Un lugar tranquilo alejado del castillo y de todo ese ambiente festivo que se vive últimamente. Sólo quiere quitarse el calor de encima, y de paso dejar de pensar en Sasuke.

 

Se desprende de la ropa vaporosa lentamente, descubriendo una piel hermosa de nuez, suave y sin rastro de vello alguno.

 

Pero mientras Naruto se desnuda, no se percata de que está brindándole un espectáculo a un par de ojos negros que no dejan de mirarlo.

 

Sasuke jamás había visto criatura tan preciosa en sus veintitrés años de vida. Y está seguro que aquel ser angelical no puede ser real y si lo es, desearía tomarlo entre la hierba, sosegar su aparente virginidad bajo su cuerpo.

 

Por primera vez le da igual sentir atracción hacia un hombre. 

 

 


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