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El Tiempo. por Thelovearesick

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Siempre había batallado para encontrar sus llaves.

Tenía la cabeza en otro lado en todo momento, menos en las cosas que en ese momento estaban pasando frente a sus ojos. Ideas sobre su vida, su futuro, sobre sus días de escuela que ahora dejaba atrás. Ideas sobre sus padres, sobre sus sueños de viajar, sobre la gran cantidad de cosas que quería llevar a cumplir en poco tiempo, sintiéndose bastante incapaz de lograrlas una a una ante su falta de experiencia y determinación.

Su cuarto siempre era un desastre, al igual que su mente. Sentía que era un reflejo de su personalidad.

Había ropa tirada por todas partes, un par de cajas de pizza vacías en una mesa, un cenicero a tope de colillas de cigarros y un par de envases de cerveza regados alrededor. Su cama estaba siempre desacomodada, con las mantas caídas por el borde y las almohadas aplastadas y parcialmente deformadas. Los papeles en su escritorio se confundían con los empaques vacíos de comida basura. Había una lata de bebida energética a medio terminar cerca de su computadora.

Todo lo que rodeaba a Miles Upshur expedía informalidad.

Escuchar a las personas diciendo que jamás lo considerarían un periodista serio era algo que realmente no le preocupaba. Podía ser un desastre, pero siempre había tenido una mente muy perspicaz. La investigación era una de sus más grandes pasiones, logrando recopilar en poco tiempo archivos de muchos tipos. Había descubierto cosas interesantes, logrando captar la atención de un par de maestros que le abrirían bastantes oportunidades futuras.

Había terminado la escuela hace una semana.

No hubo celebración, ya que Miles no quería celebrar en realidad. Hablaba muy poco con sus compañeros, todos lo consideraban extraño. Siempre se sintió un ente marginal. Se había unido al club de periodismo por pura formalidad, considerando mediocre el trabajo del resto de sus compañeros al realizar las noticias. Algunos de sus compañeros habían dicho, directamente en su cara, que era una persona necia, engreída y orgullosa. Ninguna de estas palabras le había afectado en realidad. Pensaba que tenían razón en todo caso.

Sus calificaciones eran buenas, siempre pasaba los exámenes, pero había problemas por lo poco constante de su asistencia. Los maestros le decían constantemente que se enfocara en la escuela, que pensara en su futuro, pero eso no evitaba que Miles continuara con aquellas actitudes en todo caso. Siempre había considerado que su mayor problema era eso: siempre pensaba en el futuro.

Dejaba que su presente quedara en segundo plano, preocupándose más por cosas que todavía no estaban construidas y escritas. Parecía ser como una especie de maldición, entendiendo que el futuro tendría que construirse desde ese instante. Era inútil intentar cambiar ese pensamiento, siendo mucho más fácil el concepto que la práctica.

No tenía intención de empezar a arreglar su cuarto en ese momento, por lo que encontrar unos pantalones y camisa limpia fue una tarea de proporciones titánicas. Agradecía que su ropa no oliera a cigarro, usando una loción bastante fuerte para intentar mitigar cualquier rastro que pudiera existir. Su cabello estaba desarreglado, como siempre, pero no era desagradable o grasiento estereotípicamente. Podía ser desordenado, pero su aseo persona era algo importante.

Abrió la puerta del baño y se quedó mirando su reflejo por un breve momento. Sus ojos eran claros y su rostro era de todo, menos desagradable. Su sonrisa cínica le regresó el gesto desde el cristal. Sus compañeros siempre habían tenido razón sobre su ego, ya que sabía usar esas cartas a su favor. Miles no era para nada modesto en admitir sus triunfos, restregándolos en la cara de las demás personas prácticamente. No había nada que le diera más satisfacción que aquello.

Se quedó pensativo por un momento, girando su vista en dirección hacia el lavabo. Por alguna extraña e inexplicable razón, sus llaves estaban justo en ese lugar.

Contuvo el instinto básico de querer golpear su rostro con la palma de su mano, más la ligera risa divertida no tardó en brotar de sus labios. Tomó sus llaves con rapidez, dando paso a la búsqueda de un par de zapatos que fueran par. Por fortuna, encontró el par de sus converse negros en poco tiempo, revisando el reloj en la pared con preocupación. Se estaba haciendo tarde para su reunión.

Apresuró su andar hasta salir del pequeño apartamento en donde vivía con sus padres. Afuera estaba oscuro, estando cerca de ser las diez de la noche. Era curioso cómo el ambiente se sentía cálido pese a todo, considerando que el clima de la ciudad era constantemente frío casi la mayor parte del año. Miles agradecía eso, ya que portar la chaqueta de mezclilla le resultaba molesto en realidad.

El carro que poseía era la definición misma de sus carencias. La parte del techo estaba descarapelada, los asientos apenas y podían cumplir su función, había tenido innumerables problemas con el motor durante los últimos meses, el color era de un horrible tono arenoso que apenas y podía distinguirse y una de las ventanas traseras tenía el rastro de una ligera ruptura en la parte superior. Hubiera preferido no tener que conducir semejante cosa, pero su necesidad era mayor que su orgullo en este tipo de situaciones.

Tener que batallar para abrir la puerta era otra de sus desventajas más notables, aunque el castaño aseguraba que era algo “a prueba de robos”. Estaba seguro que la mayor seguridad que podía tener con su vehículo era su apariencia misma, considerando que tanta mierda no podría ser tomada en cuenta para ser robada. Algún día tendría la solvencia económica para comprarse el tan deseado jeep que tanto había querido.

Tenía que apresurarse. Casi podía escuchar la voz contraria reprocharle.

Tarde como siempre, Miles.

La voz sonaba con bastante nitidez en su mente, provocando otra ligera risa al momento, negando con la cabeza.

Waylon Park era la única persona en la escuela capaz de poder tolerar su forma de ser. Lo había conocido casi desde el primer día de clases, encontrando la mirada de Waylon a través de la habitación, portando su camisa a cuadros y su cabello corto, siempre bien arreglado. Ocasionalmente usaba lentes en algunas de sus tareas, llevándose una sorpresa al encontrar un tanto adorable este hecho. Llevar una conversación de más de dos horas con el rubio había sido una buena forma de sobrellevar las obligaciones durante esa tarde. Había más cosas en común de las que imaginaba, cosas que compartían en pensamientos, ideas y gustos, logrando congeniar en primera instancia gracias a los comentarios sobre series televisivas.

Había algo en el carácter de Waylon, siempre siendo servicial y amable, que había captado su atención con demasiada facilidad. No era la primera vez que había sentido algo así. Miles salió con algunas otras personas fuera de la escuela. Su homosexualidad había sido declarada con mucha anticipación, sin tener pena de admitirlo públicamente. En la escuela sentía la restricción social de poder expresarlo con libertad. Esta era otras de las razones por las cuales sentía un profundo desagrado por el lugar, encontrando limitante su intelecto y personalidad en muchas formas.

Waylon y Miles habían establecido una amistad bastante particular con el pasar de los años. En muchas ocasiones se habían sentido con una tensión intermedia entre la delgada línea de la amistad y una relación. Waylon había admitido, de manera más discreta, que su preferencia consistía en hombres únicamente. Para el castaño, este hecho había marcado una pauta importante en cómo se llevarían a cabo sus dinámicas, logrando en muchos casos salirse con la suya durante buena parte de sus sesiones de besos y caricias en su casa. Para su sorpresa, Waylon no había tenido problema alguno en seguirle el paso.

Tener un amigo con beneficios era algo que jamás había contemplado por el momento, pera la idea de perderse de esos gestos era algo que no podía dejar pasar. Los labios de Waylon se movían al compás de la música que ponían de fondo. Era algo enigmático que no lograba descifrar, sintiendo el deseo de poder fundir y prolongar esos momentos en su memoria. Quien lo hubiera imaginado.

Los sentimientos que se despertaron hacía Waylon eran casi igual de inesperados que el hecho de que eran correspondidos. Waylon le había dicho en tantas ocasiones que lo quería como algo más, siendo ignorado en muchos casos ante la inseguridad de Miles por avanzar al siguiente paso. No tenía una razón suficiente lógica para aclararle aquello. No había motivos para no formalizar algo, habiéndose conocido por tanto tiempo y habiendo vivido tantas experiencias en conjunto, logrando adquirir una confianza que solo se logra pocas veces en la vida.

Suponía que parte de ese rechazo implícito se debía al temor de perder esa sensación de cercanía, que las cosas se complicaran y terminaran para mal, perdiendo de esa forma a la única persona que realmente lo escuchaba sin vacilaciones. El miedo era una constante en su vida, intentando aparentar una seguridad que nublaba ese lado vulnerable de su mente, pareciendo que tenía una manía por mirar de forma caótica las cosas que aún no ocurrían.

De nueva cuenta, pensó que eso sería una maldición.

Estacionó en poco tiempo su auto, empezando a avanzar a paso igual de firme había la puerta. Caminó en línea recta, intentando desviar su mirada en todas direcciones con el firme propósito de poder encontrar a lo lejos a su mejor amigo. Los ojos de Waylon y Miles no tardaron en encontrarse, mostrando cierta complicidad mientras el rubio se levantaba de su asiento. Tenía una maleta en la mano y una mochila pequeña se encontraba bien sujeta sobre su costado. Sabía que estaba leyendo antes de verse, pues los lentes del rubio estaban fijos en su rostro.

— Tarde como siempre, Miles — pronunció, logrando despertar una carcajada por parte de Miles ante el asombro de sus ojos. ¿Qué había sido tan gracioso?

Pronto sus dudas fueron olvidadas al sentir el roce de un par de labios sobre los propios. Parpadeo un par de veces antes de darse cuenta de que en efecto, Miles le estaba besando, estando dispuesto a corresponder en todo caso. El castaño no perdió el tiempo en acariciar con sus dedos las mejillas contrarias, logrando levantar las manos hasta poder encerrar el cuello contrario entre sus brazos. Era una necesidad básica y primitiva que debía ser cumplida. Al carajo con el resto de las personas, pensó, al carajo si alguien resulta ofendido. Era mucho más importante este momento, este instante, intentando concentrarse por primera vez en su vida en lo que pasaba en el presente.

Los labios de Waylon siempre eran tan cálidos a su parecer. Había movimientos vacilantes, pero en poco tiempo fue marcado un ritmo lento, casi apasionante. Al separarse, la suave mirada castaña parecía decir todo lo que pensaba en ese mismo instante. Los oídos de Miles casi parecían escuchar las palabras mencionadas con su tono suave pero determinante al mismo tiempo. Eres un inconsciente de tu entorno, Miles, diría el rubio, haciendo hincapié en lo poco que le importaba a Miles lo que pasaba a su alrededor, siempre y cuando tuviera a Waylon entre sus brazos. Esa era una de las razones por las cuales había tardado un poco más de tiempo en soltarlo.

— ¿Ya tienes todo listo, Park? — mencionó luego de unos segundos, pasando distraídamente una de sus manos por sobre su cabello. Era un gesto nervioso, uno que fue reconocido por Waylon al apenas verlo, sumado al hecho de que su mirada intentaba evadir el rostro del rubio repentinamente.

Los labios de Waylon se entreabrieron en una ligera sonrisa, dejando que sus manos acabaran por acariciar lentamente los brazos contrarios en un evidente intento por calmar la ansiedad que se había implantado entre ambos jóvenes en ese lapso.

— Nunca me he sentido tan preparado por algo en toda mi vida, Miles. Tengo ansiedad por saber que pasara, es algo nuevo, inesperado…—

— Sé lo que es ese sentimiento. — Los ojos de Miles se atrevieron a levantarse.

Había genuina alegría en el rostro contrario. Una sonrisa sincera, un brillo en su mirada. Miles se sentía egoísta de no poder compartir aquella alegría de esa forma. Su amigo había sido aceptado en la universidad. Esa misma noche partiría hacía otra ciudad, ya que la carrera que le interesaba tenía mayor prestigio en esa escuela. Miles había tenido contemplado con anticipación lo que sentiría al ver partir a Waylon de esa forma, pero ni en todos sus pensamientos, ni todas sus visiones de la escena, podría haber imaginado el dolor tan grande que sentiría de tener que despedirse en ese momento.

Quería ser egoísta, como siempre lo había sido, diciéndole un montón de cosas para que pudieran prolongar aquella extraña historias que no sabía si catalogarla. Estrechar las manos de Waylon parecía ser lo más acertado de realizar en ese momento. Miles se obligó a sonreír, dejando de lado aquellas ideas que le habían impedido dormir bien durante noches enteras.

Había tantas cosas que quería decir, pero las palabras nunca fueron su fuerte en momentos como este. Tenía la costumbre de ser agresivo, pareciendo en todo caso desalentador. Waylon había conocido esa faceta de su personalidad, logrando ser comprensivo en muchos de los aspectos negativos, logrando que la atracción experimentada se volviera algo mucho más profundo ante ello.

El sonido del altavoz anunció que el autobús estaría a punto de partir. Las manos de Miles soltaron las contrarias, intentando generar en su mente las palabras apropiadas para una buena despedida. Todo parecía poco propio de su vocabulario, ya que desearle suerte o éxito a Waylon era algo que ya estaba implícito en realidad. Lo último que quería era mostrarse emotivo ante la situación, por lo que un “hasta luego” parecía ser la vía más fácil de afrontarlo.

La sonrisa de Waylon, sin embargo, lograba despertar cierta confusión al momento. Las palabras no hicieron más que agrandar ese hecho.

— Miles…ven conmigo — mencionó. El castaño tuvo que parpadear un par de veces, intentando analizar aquel comentario. ¿Estaba hablando en serio? No parecía haber vacilación alguna, sin embargo.

— ¿Qué dices, Park? —

— Dije que vengas conmigo — volvió a mencionar.

Miles tuvo que desviar por un momento la cabeza, sonriendo. De todas las cosas que imaginó que pasarían, esa propuesta tan repentina había sido totalmente descartada por su mente. Se llevó ambas manos a los costados, suspirando, mientras una risa nerviosa brotaba de su garganta. ¿Cómo podría haber previsto esto?

— No tengo ropa, ni dinero, Park. Ni siquiera tengo un pasaje —

— Yo me encargaré de eso —respondió, sacando de su bolsillo el boleto de autobús, logrando mover con sus dedos el papel hasta lograr revelar que, en efecto, eran dos boletos de autobús en sus manos. Miles no podía dejar de negar y de reír ante lo impredecible de este hecho, bajando la cabeza por un breve momento, como queriendo establecer claridad en sus ideas.

— ¿Dónde se supone que dormiré yo? Creía que vivirías en el campus. —

— Decidí rentar algo por mi cuenta, quería tener un poco más de privacidad. Hay suficiente espacio para ambos —

— ¿Y mi ropa? ¿Mis cosas? ¿Y mis padres? —

— Vamos Miles, ¿cuándo te han importado esas cosas realmente?  — en eso tenía que darle la razón. Waylon era impredecible, volvió a pensar, sintiendo en poco tiempo el peso de los brazos contrarios establecerse sobre sus hombros, mirando la sonrisa cálida impregnando su rostro, impregnando el ambiente.

— Vendremos por tu computadora y tus cosas en un par poco tiempo, además de que contactaremos a tus padres al apenas llegar, lo que necesito ahora es que te subas a ese autobús conmigo, que digas que vas a venir conmigo. ¿Vendrás conmigo? — preguntó expectante, logrando que parte de las dudas en la cabeza de Miles se despejaran ligeramente.

No tenía nada que perder en realidad. Entrar a la universidad había sido pospuesto por el momento, nadie más le esperaba en ese pueblo. Decir aquel si habría sentirse como uno de los momentos más liberadores experimentados. Un par de besos fueron dados, siendo tomada la mano del castaño con suavidad.

Ambos jóvenes empezaron a caminar hacia la zona donde el autobús abría sus puertas, esperando por que las personas formaran una fila para adentrarse de forma ordenada. La mirada de Miles estaba fija en un punto indefinido, siendo la mano de Waylon lo único que lo mantenía en tierra realmente. Miles era una persona que planeaba demasiado las cosas del futuro en todo momento, lugar o circunstancia.

Dejarse llevar por la espontaneidad del momento era algo agradable de experimentar.

Notas finales:

Este capítulo en lo personal me gustó bastante.


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