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El Tiempo. por Thelovearesick

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Sus manos tenían que estar ocupadas en todo momento.


En ese momento, por ejemplo, en donde sostenía aquel lápiz y aquella liberta, podía sentir un cierto aire liberador rodeando todo, pese a las circunstancias que le rodeaban y la situación que se vivía en un lugar como aquel. Había restricciones en sus tobillos y en sus manos, impidiendo que algún movimiento brusco fuera llevado a cabo, considerando que la punta casi desafilada podría ser una potencial arma. Eso era completamente irónico e innecesario, pero era el precio a pagar para poder realizar algo creativo.


Sus manos siempre habían sido hábiles, aun pese al impedimento en los movimientos y desplazamientos. El lápiz seguía un patrón recto a ratos, otras veces curvados, en muchos casos, lo que quería lograr era resaltar los acabados en los bordes, intentando de forma burla recrear la delicadeza empleada en sus diseños que, posteriormente, pasarían del papel a la tela. Sus ojos estaban firmemente absortos en su tarea. Había un par de internos hablando a lo lejos, además de claro, el sonido del pasar de los guardias de seguridad a su alrededor.


Eddie no quería prestarle atención al entorno. En muchas ocasiones había intentado imaginar que se encontraba en un lugar mejor. Por las noches, sus ojos se cerraban con fuerza, intentando recrear las múltiples escenas en donde Waylon y él habían decidido acostarse el uno contra el otro, dejando el mundo de lado para dedicarse a perderse en sus miradas, amando y atesorando esos momentos por sobre todos los demás.


Nunca había extrañado tanto a alguien en toda su vida.


Las manos de Eddie se tensaron en torno al papel. Había manchado ligeramente el borde de la hoja blanca con sus dígitos. Sabía que quedaría peor si intentaba solucionar el problema, ya que el borrador de aquel lápiz era completamente ineficiente sobre las manchas. Había arruinado sus antiguos dibujos debido a este hecho, detestando la improductividad que le rodeaba en ese entorno. Había una ligera esperanza de poder recuperar todo lo perdido, de que en algún momento volvería a ser libre, tener de nueva cuenta su pequeña tienda y elaborar todas aquellas maravillosas prendas que por tantos años calmaron su ansia.


La esperanza moría día con día, pese a ello. Los resultados del juicio dejaron muy en claro que debía estar internado justo en este lugar. A Eddie le parecía un gran castigo, pese a que su abogado le decía que era la manera más viable de sobrellevar esta situación. Estaba seguro de que no había tenido la culpa de nada, no entendiendo porque debía pasar el resto de sus días en un lugar como este.


Había visto enfermos mentales, personas con problemas para socializar, gente que se lesionaba de la nada, había escuchado gritos, susurros y lamentaciones durante las noches. Si Eddie no poseía ese tipo de locura, estaba seguro de que caería en ella en poco tiempo, encontrando el ambiente insoportable en todos los aspectos.


Él sabía que tenía problemas psicológicos. Tomaba medicamentos debido a ello. Había intentado controlar muchos de esos problemas con terapia, consultas constantes con psiquiatras y diferentes métodos para mantener su mente y cuerpo en distracción. Había intentado durante tantos años llevar una vida normal. Realmente lo había intentado, en un vano intento por superar muchos de sus problemas en la infancia, logrando dejar parte de ese espectro en sus recuerdos más dolorosos. El pasado parecía querer regresar en todo momento.


Realizar los diferentes exámenes y pruebas psicológicas una vez más había sido una experiencia de lo más humillante. Le era demasiado obvio que saldría algún indicador, ya que su historial de abuso físico y psicológico había durado años, a una edad demasiado temprana. No era de esperarse que los psicólogos expertos encontraran estos indicadores como algo alarmante. Eddie tenía problemas de control de la ira, siendo esta una de las principales causas por las cuales los medicamentos eran una constante en cada momento de su vida.


Las acusaciones llegaron de la nada, en el momento preciso en el cual las cosas parecían marchar mejor. Conocer a Waylon durante una tarde de lluvia había marcado una pauta en sus actividades, logrando captar desde su posición los vacilantes y lentos movimientos del hombre sobre el teclado de su computadora.


Los lentes de Waylon eran de un marco negro y delgado. Caían ligeramente sobre el puente de su nariz, logando un efecto de lo más particular en su semblante serio y concentrado. Eddie había pedido un café esa tarde, intentando pasar el tiempo en lo que uno de sus clientes se contactaba para dar los detalles de una comisión. Llegar al café y notar la presencia de una persona a la distancia era algo que no le pasaba con regularidad.


Los dedos de Waylon tecleaban con cierta molestia. Podía escuchar, casi con claridad, el bufido que salió de entre sus labios, pese a estar a la distancia y pese a que el ruido de la música de fondo se interponía. La taza de Waylon se encontraba a una distancia prudente de su computadora y a esas alturas, Eddie empezaba a romperse la cabeza por intentar acercarse de alguna forma, por querer conocer a aquel extraño, sin saber muy bien cómo manejar las situaciones de forma tan casual.


Después del primer hola, las cosas habían sido mucho más fáciles de lo que imagino.


Haber pasado buena parte de sus días al lado de Waylon fue una de las experiencias más fascinantes que podrían pasarle. Había calidez y entendimiento mutuo, logrando un nivel de intimidad que jamás creyó lograr con alguna persona en una relación. Waylon solía dormir durante los días lluviosos, disfrutando el suave sonido de las gotas de lluvia chocar contra la ventana, el techo y los alrededores de la casa. Habían pasado tantos días de lluvia acurrucados el uno junto al otro, agradeciendo poder recordar esos momentos con tanta nitidez como le fuera posible.


Nunca hubiera imaginado que pasaría de estar acurrucado en un sofá, con su pareja entre sus brazos, a pasar el resto de sus días tirando  en la incomodidad de una cama en una celda, dentro de una institución mental para personas peligrosas. La comida era una mierda y el ambiente era el infierno mismo, pero lo que más extrañaba era la sensación de calor perdido por sobre su pecho, además de la suave voz que le despertaba durante la madrugada, en la espera de que ambos fueran a la habitación al descubrirse profundamente dormidos en la sala.


El lápiz se presionó con fuerza sobre el papel, provocando una ruptura en la punta. Eddie suspiro de forma elevada, dejando el papel sobre su regazo. El dibujo estaba arruinado en todo caso, pero la sensación de impotencia por no tener una manera de afilar la punta nuevamente le ocasionaba más estragos de los que debería. Era la única cosa con la que podía distraerse, considerando que  fue una pérdida de tiempo aceptar las esposas restringirlo.


Eddie reaccionó al poco tiempo, sin embargo.


Se había quedado absorto en sus recuerdos y en su mente, ignorando el resto del panorama rutinario. Escuchó unos pasos pesados, bastante cansados, a lo lejos. Al levantar la vista, se encontró con la imponente figura de un hombre con cicatrices en la cara. Su cabello estaba rapado y una enorme marca aparecía desde su nariz hasta su mejilla. Había algunos otros rasguños por la barbilla, pudiendo notar marcas en su labio inferior en todo caso. Los ojos del hombre parecían realmente cansados. Sus manos estaban restringidas de igual forma, preguntándose qué tipo cosas había hecho para terminar en un lugar como este.


El extraño hombre terminó por sentarse en la banca que se encontraba situada justo frente a él. Su mirada parecía ausente, estando seguro que algún medicamento era el culpable de su estado. Los ojos de Eddie parecían intentar anticipar sus movimientos, preguntándose internamente por qué le daba tanta curiosidad. Después de algunos minutos, la mirada contraria  hizo contacto visual con su mirada. Sus ojos eran claros, de un verde bastante vistoso. Parecía realmente cansado, como si las cosas realmente le pesaran en este punto.


— Buenas tardes — se atrevió a pronunciar Eddie con elocuencia.


Rara vez socializaba en el recinto. Los demás pacientes parecían personas poco conscientes de lo que ocurría a su alrededor. Este hombre parecía ser diferente al resto, sin embargo. El semblante del hombre parecía reaccionar con ligera sorpresa ante su comentario, dando una inclinación de cabeza. Eddie rara vez había visto a una persona que le superara en altura, pero aquel hombre le llevaba bastante ventaja, sumado al hecho de que su cuerpo era de proporciones robustas y grandes.


El desconocido cerró por un breve momento sus ojos, como intentando aclarar algo en su mente. La pequeña sonrisa que apareció en su rostro fue percibida con bastante asombro.


— Buenas tardes — contestó. Su timbre de voz era grave, con un marcado malestar en su garganta. Parecía que pronunciar palabra alguno requería un esfuerzo extra en todo caso. La curiosidad de Eddie se hacía cada vez mayor.


No había muchos temas de los cuales hablar en una institución mental.


La sensación casi permanente de sentirse aislado era una constante día con día. Eran obligados a convivir únicamente durante el desayuno y la comida, prefiriendo honestamente pasar esos momentos en su cuarto, lo cual no les era permitido del todo. Eddie tenía un compañero de habitación de lo más extraño. Había escuchado su voz cambiar de timbre en varias ocasiones, como si el hombre estuviera teniendo una conversación múltiple consigo mismo. No había tardado en entender que en realidad se encontraba con un caso de personalidad disociativa, prefiriendo mantenerse al margen de la situación al no saber el tipo de reacciones que tendría.


La mayor parte del tiempo eran violentos.


Había sido testigo de múltiples sucesos en torno a los pacientes durante su estadía en el recinto. Los gritos siempre fueron lo peor. Había lamentaciones por doquier, encontrando imposible el poder descansar por las noches. Eddie habría agradecido que le recetaran algún medicamento que lo mantuviera sedado todo el tiempo. Ansiaba poder perder la capacidad de ser perceptivo a su entorno, prefiriendo estar en un estado de reposo constante. Era demasiado triste imaginar que algo así podría ser ansiado. Tenía la intención de ser fuerte, de poder estar tranquilo para no preocupar a su pareja durante cada una de sus visitas. Suficiente tenía Waylon con las sensaciones que le agobiaban como para sumarle la preocupación de ver a Eddie perder su sanidad mental.


Intentar ser fuerte era la única cosa que podría hacer bien en un momento como este. Tardó un poco en idear algo nuevo que decir, algo que valiera la pena ser mencionado. El paciente continuaba con la vista ligeramente adormilada, como si intentara despejar su mente de aquella sensación.


— ¿Qué estas dibujando? — preguntó repentinamente, ante la sorpresa de Eddie de que él fuera quien mencionara algo para romper el hielo. Eddie aclaró su garganta por un momento.


— Es un vestido, un diseño. —


— ¿Te dedicabas a diseñar antes de entrar aquí? —


— Sí. —


Eddie no sabía muy bien como continuar aquella extraña conversación. La voz del hombre contrario parecía casi tan cansada como su semblante. Se preguntaba cómo podía andar, considerando que debía ser un esfuerzo titánico el moverse en tales condiciones. ¿Qué tantos sedantes debían darle al hombre? ¿Acaso era él mismo quien se ocasionaba aquellas marcas?


— ¿Cuál es tu nombre? —


— Me llamo Chris Walker — respondió, intentando mantener la cabeza en alto por un breve momento. Eddie únicamente quería que pudiera descansar adecuadamente durante ese punto.


— Yo me llamo Edward Gluskin, pero suelen llamarme Eddie. Bueno, solo un par de personas solían llamarme así. —


— Chris también es un sobrenombre también. Casi todas las personas me llaman así. — Las manos de Chris se posaron de manera suave sobre sus piernas. Las esposas parecían ligeramente más ajustadas en el hombre contrario. Eddie no perdía detalle de ello, ya que podía apreciar el ligero enrojecimiento de sus muñecas. Chris parecía darse cuenta de la atención de su mirada en ese detalle.


— Es por preocupación. Tienen miedo de que intente hacerme daño. —


— Espero no sonar muy entrometido, pero, las marcas en tu rostro tú te las…—


— Sí. Yo mismo me las ocasioné. — Respondió en automático.


En realidad, había pocas cosas que se podían ocultar en un asilo. Las miradas de los pacientes eran el reflejo mismo de su estado mental. Había miradas ausentes, perdidas, con terror reflejado en las pupilas. Eddie notaba esa particularidad en los demás pacientes, aquella inestabilidad que les impregnaba en cada movimiento o acción, en cada reacción ante todo lo que le rodeaba. No había captado ese tipo de actitudes en este hombre.


Chris parecía de todo menos inestable. Lucía cansado, reconociendo el aire derrotado en su postura. Eddie entendía a la perfección lo que se sentía aquella sensación, ya que día tras día, noche tras noche, tenía exactamente el mismo sentimiento que reflejaba la mirada de Walker. El silencio no era del todo incomodo pese a la situación. La voz de Chris empezó a sonar nuevamente.


— Estaba en batalla. Yo era un soldado. Lo último que recuerdo fue que una noche perdí el conocimiento, desperté en la base. No me di cuenta cuando las cosas empezaron a complicarse. Tengo recuerdos confusos de lo que paso, pero dijeron que debía estar aquí durante un tiempo. Creen que es lo mejor. —


Eddie parpadeó ante la franqueza de su voz. Como lo supuso, había cierta resignación. Era un rasgo poco común en el lugar, algo que realmente podía resaltar del resto de los internos.


— ¿Por qué te encuentras tan apartado del resto de las personas aquí, Eddie? —


— Me tienen miedo —respondió de manera instantánea, bajando la mirada hacía el cuaderno.


Los rumores se corrían rápido, la mala fama de Eddie se hacía presente aún en el recinto. Había descubierto estos rasgos a las pocas semanas de haber entrado. El miedo, el rechazo y la aversión, todo eso se reflejada en las miradas de los pacientes y de algunos guardias de seguridad. Eddie nunca se había portado agresivo, nunca había dado motivos para ser rechazado en el centro, más sin embargo, las personas tenían la tenencia a reaccionar a los rumores que se disparaban con bastante rapidez y facilidad. Eddie no lamentaba este hecho, más la sensación de soledad era algo que en definitiva empezaba a afectar sus pensamientos.


— Me acusan de un crimen que paso hace más de 15 años. Hubo un juicio y bastantes pruebas psicológicas por parte de especialistas. Descubrieron mi pasado y muchos de los problemas que he experimentado por ello. Yo soy inocente, yo no hice nada…aunque a veces me siento realmente culpable. A veces empiezo a dudar de que realmente lo hice o no… —


Suspiró por un momento, dejando a su lado el papel y el lápiz roto. La voz de Eddie sonó mucho más baja al momento de pronunciar aquella oración. Uno de sus más grandes temores era el darse cuenta, en algún punto de esos días, que el realmente era culpable de aquel crimen. No se sentía capaz de poder realizar algo así. Tenía ataques de ira, pero nunca había violentado a nadie. Había experimentado violencia en su familia desde que tenía memoria, queriendo evitar lo más posible todo lo relacionado a ello. La impotencia de creerse culpable era una de las cosas que jamás había imaginado sentir, teniendo una sensación permanente de angustia en su pecho que rara vez podía demostrar. En el momento en que las ideas brotaron de sus labios, hubo un momento de liberación inesperado.


Las manos de Eddie subieron ligeramente, bajando en poco tiempo su cabeza. Escondió su rostro de la mirada contraria en un burlo intento por ocultar lo inevitable. Un par de gruesas lágrimas salieron de sus ojos, lamentado internamente tener que demostrar tal acto de debilidad, sintiendo su garganta arder ante la sensación del sollozo grave y elevado que soltó. Tenía tantos años sin llorar, que no recordaba la última vez que lo había hecho. No había podido llorar frente a su pareja, sabiendo bien que Waylon era de un carácter mucho más suave y emotivo.


Debía ser fuerte, se repitió. Debía ser fuerte por ambos.


— Yo no te tengo miedo, Eddie — comentó la voz de Walker al poco tiempo. La voz de Walker era tranquila, incluso gentil, sin mostrar asombro ante la escena frente a sus ojos.


Eddie apenas y podía respirar. La sensación fue extraña y liberadora, sin embargo. Eran dos completos desconocidos en una situación infernal, encontrando consuelo en la poca cordura que quedaba en el ambiente. Chris parecía estar más receptivo a las emociones contrarias, mostrándose más empático incluso que los mismos guardias o terapeutas.


— Te harán creer muchas cosas y te harán dudar de la realidad, de tus actos y de tu mente misma. Debes ser fuerte, Eddie, y por fuerza no quiere decir que no des a conocer tus emociones. No es debilidad admitir en todo caso las emociones. — Las palabras de Chris tenían mucha más sabiduría de lo que hubiera imaginado.


Pasaron unos segundos antes de que Eddie volviera a mostrar su rostro. Los rastros rojizos en sus ojos solo eran una pequeña muestra de las emociones que rara vez se atrevía a mencionar en voz alta.


En su mente siempre prevalecería la duda de si alguna vez podría volver a diseñar.

Notas finales:

Si llegaste hasta aquí, te lo agradezco.

Dentro de poco volveré a subir las historias faltantes, prometo que tendrá más explicaciones las situaciones.

Espero sus opiniones para saber que modificar o agregar.


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