—Adiós, Tsubasa-nii.
—Adiós…
—¿Vas por Tsuki?
—Sí ¿Quiere que traiga a su hijo.
—Por favor… Eres muy bueno, Ueda-kun.
Sonrió y se dirigió a la escuela de su hermano…
Mordió su labio ¿Cómo podía tener aquellos sentimientos con su familia? No entendía cómo lograba sonreír a diario a los demás si su mente era un caos de confusión.
Siguió caminando por 10 minutos más y llegó a la pequeña escuela del pueblo donde vivían. Era un pueblo solitario y tranquilo… aunque no tan calmado, presentía que lo seguía (sus padres se habían reído de él cuando les platico sobre eso). Le gustaba ir al lugar y no precisamente por recoger a su hermano, sino por el profesor. Shino-sensei le daba clases por las tardes y le gustaba platicar con él.
Shino-sensei había llegado de suplente de la sensei principal, pues ella había tenido un accidente cuando regresaba.
—Tsubasa-nii.
—Tsuki— abrazo a su hermano y saludo a los demás niñod.
—Ueda-kun…
—Shino-sensei. Buena tarde— saludo al pelinegro.
—¿Va a venir a clases?— cuestionó. Shino Nao. Un joven alto, delgado, piel blanca, cabello y ojos negros.
—Sí… Nada más voy a dejar a mí... hermano, y Hakate-kun, en casa.
—Claro, aquí te espero Tsubasa.
Aquella mirada y tono de voz causó que se sonrojara. No sabía por qué, pero ese sensei le causaba cosas familiares… pero no lograba recordar de dónde le eran familiares.
Se despidió de los demás, pasó a dejar a Hakate y luego dejó a su hermano en la casa, y volvió a regresar a la escuela -sensei…
—Pasa Tsubasa— dejó los exámenes que revisaba en la mesa —Continuaremos con la lección de ayer. Describe a tú familia.
—Mi familia…
—Sí, escribe lo que sientes o puedes describirlo. Lo que se te haga más cómodo.
Dudo unos segundos ¿Sería correcto decirle sus preocupaciones? — Mejor se lo digo.
—Vale…
—La situación es… tensa. No sé cómo describirlo. Siento que no soy de este lugar y ellos no son mi familia. No sé cómo decirles a mis padres que siento que no son mis padres. Mi hermano tampoco. No me siento a gusto en esa casa. Siento que no son mi familia— comenzó a llorar —Siento que ni pertenezco a esta familia. Dicen que mi comida favorita es la sopa de tofu pero prefiero un omelett. No me gusta mi cabello corto. No me gusta vestir así —Vestía un short diminuto y una playera ancha; y su cabello apenas y le llegaba a los hombros. Cuando despertó del accidente lo tenía tan corto y ahora o había dejado creer en esos meses.
—No llores— le pasó un pañuelo.
—Lo siento— secó sus lágrimas —. Es que me siento así. Siento que no pertenezco a ese lugar. Desde el accidente me siento así.
Un silencio se instaló entre ambos. El pelinegro observaba al castaño —Tsubasa…
—¿Sí?
—Y sí te dijera que yo sé la razón de que te sientas así— era hora de jugar sus cartas. Le quedaban pocos días para hacerlo.
—¿Eh?— miró confundido al pelinegro.
—Si te dijera que tú no eres Tsubasa Ueda. Si te dijera que tienes varios meses desaparecido, lejos de tu verdadera familia.
—¿Qué?
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—¿Alguna noticia?
—No señora. Nada… Estamos buscando por los lugares incomunicados… tal vez este allí.
—¿Y en otro país?- cuestionó un hombre pelinegro.
—No. No ha salido del país. Quién lo tiene lo ha tener de rehén.
—Mi hijo… Sólo quiero a mi hijo— sollozo la mujer.
— También tenemos a los investigadores privado trabajando. Lo encontraremos.
Asintió y siguió llorando. Su hijo iba a cumplir un año de desaparecido. Un año en que estaba viviendo de desesperación y angustia.