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Our little flame por FireBlueFlames

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Notas del capitulo:

Hello from the other side~ Ok, no :v

Les dije que no tardaría mucho en traer nuevo capítulo y he cumplido ^^ Aquí está :3

Me alegra mucho que la historia haya sido tan bien recibida desde el primer capítulo, eso me hace feliz :D Son las mejores <3

Les diré que ya casi termino de escribir la historia, y es más larga de lo que yo pensaba xD! Por lo que procuraré haces por lo menos dos actualizaciones a la semana, no podría decirles qué día porque no me gusta dejarlos esperando, pero en Facebook publicaré siempre ====> El rincón yaoi de FireBlueFlames

Oh, la canción que elegí para este capítulo es: Timbaland ft Katy Perry-if we ever meet again


A leer :3

Marco aparcó el auto gris que conducía en un lugar desde el que podía ver la cafetería. Esperó unos minutos antes de darse ánimos para entrar. Por lo que veía el lugar no estaba tan concurrido como el día anterior, y podía ver a Ace moverse entre las mesas y sonreír a las personas. Parecía ser un chico alegre, aunque un poco tímido, una extraña amalgama que le hacía parecer tierno a ojos del rubio.

El ojiazul rio un poco ante lo que estaba haciendo. Se sentía como un espía en una gran misión, mirando a aquel chico de lejos y animándose a entrar a una cafetería cuando ni siquiera le gustaba el café. Era una situación por demás graciosa y ridícula para un hombre de treinta y cinco años, pero ese chico parecía sacar matices de él que creía haber olvidado. Marco esperó un poco hasta que algunos clientes salieron del lugar, no quería que nadie pudiera reconocerlo ni hacerle saber a Ace la persona que era. Por alguna razón quería probar al pecoso, ver si no era la clase de persona que hace todo por interés, pero algo dentro de él le aseguraba que ese chico era especial, que el mundo que le rodeaba no le cegaba por completo y que tenía los pies sobre la tierra. Luego de un rato de seguir mirando al pecoso bajó del auto y caminó a paso firme rumbo al local, y que fuera lo que los dioses quisieran.

Ace limpiaba el mostrador y acomodaba más vasos y sobres de azúcar cuando escuchó a alguien dirigirse al mostrador.

—Bienvenido —le saludó el azabache, quien se paralizó durante un segundo al ver a Marco frente a él.

El pecoso escrutó rápidamente el rostro del mayor y se apresuró a sonreír, aunque sus mejillas comenzaban a tornarse rojas. El rubio sonrió amablemente y Ace se apresuró a indicarle una mesa y darle la carta. Marco miró sin mucha emoción la enorme lista en bebidas que ofrecía el local, pero luego de echar un vistazo rápido bajó el menú y miró al chico parado junto a él, listo para tomar su pedido.

—¿Tú qué tomarías? —preguntó a Ace, quien se sobresaltó.

—Ah, bueno, supongo que en este momento quisiera algo fuerte, pero no me apetece el café. Así que creo que tomaría té negro —ofreció con una sonrisa.

Marco le devolvió el gesto, haciendo que el corazón del pecoso se acelerara y sus nervios comenzaran a aumentar.

—Perfecto —contesto el ojiazul y le entregó la carta a Ace.

El pecoso el anotó el pedido y se apresuró a preparar el té. Mientras estaba ocupado miraba de vez en cuando al rubio, que parecía estar algo ocupado leyendo el periódico. No sabía por qué, pero aquel hombre le gustaba, parecía ser una persona ocupada, algo serio, pero también divertido y amable cuando quería. Siguió preparando el té mientras el rubio le mirada de reojo. Ace parecía saber perfectamente lo hacía y parecía esmerarse en ello, ahora que le veía de cuerpo completo se daba cuenta de que era un joven algo y con un cuerpo atlético. Mientras más miraba al pecoso más le gustaba. Cuando vio que el chico había terminado de preparar la bebida fingió volver a leer el periódico.

—Perdón por la espera —dijo el moreno antes de poner la taza con té delante de Marco.

—Muchas gracias, Ace.

El pecoso se ruborizó un poco al escuchar su nombre en voz del ojiazul. Siempre le había gustado su nombre, le parecía muy original y se sentía orgulloso de él, pero escuchar a ese rubio pronunciarlo era la gloria. Ese simple sonido saliendo de sus labios le hipnotizaba.

—No quiero tomar esto solo y estoy cansado de leer ¿puedes hacerme compañía un momento? —propuso Marco.

Ace sintió como toda la sangre de su cuerpo se acumulaba en su rostro y su corazón parecía estar en su garganta. Carraspeó un poco un miró a los únicos clientes que estaban en el local, quienes le llamaron para pedir la cuenta. Aquello parecía demasiado bueno para ser verdad, pero tal vez tomarse un momento libre no le haría daño, además las únicas personas que podías ser testigos estaban por marcharse y Sanji estaba en su día libre.

—Dame un minuto —pidió a Marco.

Se apresuró a entregar la cuenta a los clientes que estaban por marcharse, y luego de limpiar la mesa que habían ocupado tomó un hondo respiro y volvió con Marco, que le sonrió al verle.

—¿Puedo invitarte algo? —ofreció Marco.

—Sólo agua, gracias.

Mientras el azabache iba por una botella de agua de tomó ese tiempo para recuperar la cordura y parecer un ser humano normal frente a tan atractivo hombre.

Al volver Marco le señaló la silla frente a él y el pecoso se sentó, nervioso ante la sola idea de estar a solas con ese rubio. El mayor le escrutó un momento con sus azules orbes y sintió su pulso acelerarse. Ace era simplemente sorprendente, era sumamente guapo y parecía agradar con solo mirarle, sin duda era una de esas personas con las que sientes que puedes hablar sin apenas conocerle

—¿Llevas mucho tiempo trabajando aquí? —le cuestionó Marco.

—No realmente, creo que llevo poco más de un mes.

—Ya veo, debe gustarte mucho el café —bromeó el rubio.

Ace rio un poco y asintió ligeramente con la cabeza. En un segundo se olvidó de los nervios que se habían apoderado de él cuando vio llegar al mayor.

—¿A ti te gusta el café, Marco?

El ojiazul pensó un momento antes de contestar.

—No realmente, nunca lo bebí demasiado —dijo mientras apoyaba la barbilla en el dorso de su mano derecha.

—Entonces nunca has probado un buen café —aseguró Ace con voz juguetona.

Marco alzó las cejas ante eso, ese chico parecía ser bastante confiado cuando quería. Le atrajo el ver la seguridad que este irradiaba una vez que se sentía cómodo en una situación.

—Supongo que no, pero además me parece un poco amargo.

—Algún día haré que pruebes tanto café que terminarás amándolo.

Siguieron hablando por unos minutos hasta que algunas personas entraron al recinto. Parecieron reconocer al rubio que estaba sentado en una de las mesas con el camarero y comenzaron a mirar indiscretamente en su dirección. Marco se percató que era el centro de atención de aquellas personas y se apresuró a terminar con su bebida. Ace se dirigió a atender a los clientes, ajeno a lo que sucedía y Marco dejó el dinero en la mesa junto a una generosa propina. En cuanto el chico estuvo de nuevo tras el mostrador se dirigió hacia él y se apresuró a despedirse. El pecoso lamentó que su pequeño paraíso hubiera sido interrumpido, pero se alegró cuando Marco le aseguró que volvería otro día, Ace asintió y se despidió rápidamente de él, mientras Sanji entraba en el local.

El moreno parecía absorto mientras veía al rubio alejarse. Por un momento se olvidó de los clientes y del rubio a su lado, que le miraba extrañado y le llamaba, aunque su voz parecía ser un simple eco. Finalmente salió de su burbuja cuando Sanji le sacudió ligeramente y le recordó que tenía trabajo que hacer. El pecoso permaneció con una sonrisa por el resto del día.

En otro lugar de la ciudad, en una lujosa mansión, Bay se esmeraba en sus lecciones de cocina con algunas de las sirvientas, que intentaban enseñarle a cocinar cosas sencillas para la cena que estaba planeando para la noche siguiente. Si bien ella fue criada para ser una señorita se sociedad, aprendiendo artes, cultura y modales, las labores domésticas no eran algo que hubiera formado parte de su vida cotidiana, pero intentaba incursionar en ello para dar una buena impresión. Y no es que ahora tuviera la necesidad de aprender a cocinar y limpiar, pues sabía que con Marco seguiría gozando de los mismos lujos a los que estaba acostumbrada, pero quería ser la mejor esposa que él pudiera desear. Quería poder preparar algo de comer a su esposo cuando éste llegara tarde del trabajo, quería poder arreglar su ropa cuando la necesitara; en pocas palabras ella quería ser útil para su compañero, alguien de quien pudiera sentirse orgulloso.

Dio un suspiro de frustración cuando no pudo romper un huevo sin evitar que la cáscara de éste cayera en el tazón. Las sirvientas le aseguraron que no debía preocuparse por aprender a cocinar con tan poca antelación, después de todo aún faltaba mucho tiempo para la boda, tiempo en el que podría aprender por lo menos las cosas básicas. Pero ella estaba decidida a demostrar a su futura familia que era una mujer capaz de cuidar apropiadamente a su compañero, quería sorprender a Marco con algo hecho por ella, así que tomó otro huevo e intentó romperlo firmemente.

Luego de una hora aproximadamente, en la que aprendió a hacer un sencillo pastel, decidió llamar a su prometido. Fue hasta su habitación y cogió el móvil. El rubio estaba hablando con un socio cuando la secretaría le interrumpió, anunciando la llamada de Bay. Marco hizo una discreta mueca de fastidio y se disculpó antes de contestar el teléfono. Si bien él tenía teléfono móvil, siempre le había indicado a la peliazul que si quería contactarle en horas de trabajo llamara directamente a la oficina, así no podría interrumpirle, y unas cuantas veces podría decirle a la secretaria que rechazara las llamadas, pero no podía darse el lujo de hacerlo siempre si no quería hacer que su prometida montara un drama.

—Dime —habló Marco con seriedad.

¿Te interrumpo? —preguntó Bay, apenada.

El ojiazul contó hasta diez mentalmente, no le gustaba cuando le llamaban para cualquier estupidez, especialmente si tenía trabajo por hacer.

—Estoy un poco ocupado, ¿necesitas algo?

Sí, bueno, sólo quería saber si querías salir a cenar hoy, y si mañana me acompañarías a buscar otros muebles —indagó la joven, emocionada como una adolescente enamorada.

Marco se alejó un poco de donde estaba para que su socio no pudiera escucharle. Estaba estresado, tenía mil cosas que hacer y lo último que necesitaba era un intento de cena romántica y salir a mirar muebles que para él eran todos iguales. Ella sabía que los preparativos de su futuro hogar no eran su fuerte, sin embargo, se empeñaba en hacerle participe en sus decisiones y Marco intentaba agradecerlo la mayor parte de las veces, pero ese día no estaba de humor para contestar de manera gentil y tragarse el cansancio.

—Bay, estoy muy ocupado, en este momento tengo una reunión con un socio y no tengo tiempo para hablar. Honestamente solo quiero llegar a casa y dormir todo lo que pueda porque mañana será otro día ajetreado. Lo lamento, pero puedes pedirle a alguna de tus amigas que te acompañe a ver los muebles, o lleva a la diseñadora de interiores, no lo sé. Me tengo que ir, adiós.

El ojiazul colgó sin más y se dispuso a retomar sus asuntos. La chica sólo permaneció unos minutos sentada en la cama y observando el teléfono. Aquello era usual con Marco. Él siempre intentaba ser gentil con ella, sólo para hacer que sus rechazos no dolieran tanto. La situación se volvió así desde que iniciaron su compromiso, cuando eran pequeños siempre fueron buenos amigos y Marco solía cuidarla y ayudarle en todo momento, pero pasó de ser un niño adorable a un adulto serio, incluso frío o al menos así actuaba con ella. Sabía que la quería, pero ella no deseaba solamente esa relación fraternal que habían mantenido toda la vida, ella necesitaba ser el centro del mundo del rubio. Quería su amor, sus deseos, una vida junto a él; y a pesar de que obtendría esto último no se hacía ilusiones pues tenía bien claro que probablemente nunca sería como quería.

Bay se levantó y descartó esos pensamientos de su cabeza. Tal vez le costaría un poco más de tiempo y esfuerzo, pero sabía que podría recuperar a Marco, que podía hacer que él volviera a ser el hombre al que siempre amó, y que ella podría convertirse en una buena esposa a la que terminaría por amar.

Decidió que era mejor escoger lo que usaría para la cena de navidad, que tendría lugar dentro de unos días en su residencia. Su familia y la de Marco siempre habían tenido una buena y cercana relación e incluso habían celebrado varias navidades juntos, pero esta vez sería algo un poco más formal, por lo que entró a la habitación contigua a la suya, que hacía de un enorme armario y se dispuso a escoger un vestido elegante y adecuado, pero el mejor lo reservaba para su fiesta de compromiso. Su relación con el ojiazul era por ahora sólo un arreglo de palabra, pues según su padre la familia Newgate tenía demasiadas cosas que hacer en ese tiempo como para detenerse a planear una apropiada pedida de mano ante la sociedad, por lo que tendrían que esperar unos meses.

Meses en los que tal vez los precarios cimientos de su compromiso podían caer.

Notas finales:

Oh Diosh! ¬u¬ 

Ñee las cosas todavía van bien, pero esto se va a descontrolaaar en unos capítulos más :O 

Espero que lo hayan disfrutado ^^ ¿Algún review para alegrar el kokoro de su autora? Plox *O*

Nos leemos luego <3


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