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Diario de un soltero GAY por jotaceh

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Notas del capitulo:

Hola a todos... espero que tengan una linda semana ^^

Día 23: Una marica encubierta

¿Se acuerdan cuando renegaba que era gay? Pues parece que no soy el único, porque descubrí que alguien en esta cárcel, ha creado una careta de hombre rudo, cuando en realidad es todo un marica.

Como El Papucho me sentenció a muerte, tuve que esconderme a diario en la biblioteca y fue en ese lugar, donde descubrí algo impactante.

Me había quedado dormido al intentar leer El Quijote de la Mancha, cuando de pronto, unos sonidos secos me despertaron. Una silla se mecía incontrolablemente, chillando no más que el sujeto puesto en cuatro patas sobre ella. Sí, había una pareja follando justo ahí.

¿Cómo se les ocurre interrumpir mi sueño? Estaba decidido a retirarme indignado.... Bah, a quién engaño, no me pude resistir a ver como aquellos estaban gozando de sus cuerpos sudorosos.

Me asomé sobre una de las estanterías repletas de libros, no quería que nadie se diera cuenta de mi presencia.

Santa Cachucha! Así que eras marica...- No pude resistirlo y es que ver a El Papucho agachado como cordero, en cuatro patas y con un pedazo de carne por la cola, fue tan impactante que grité sin quererlo.

Y ahí quedó la escena, no más embestidas ni nada, ambos estaban congelados y sorprendidos que los haya descubierto in fraganti.

Te prometo que no te haré daño y te protegeré mientras estés en la cárcel... Pero por favor no le cuentes a nadie que estaba haciendo esto... Te aseguro que es la primera vez... Que lo hice sólo de curioso- Por favor, ¿tan tonto cree que soy? Ése la curiosidad la mató hace rato y es que por la cara que tenía, además de los gemidos que producía, es toda una adicta a la polla.

-Está bien... No le contaré a nadie "tu experiencia" pero quiero algo a cambio...- claro que no me iba a quedar con los brazos cruzados, éste me daría lo que quiero, o sino... Me chivo.

Quiero que me folles... Que lo hagas con brutalidad y que me hagas sentir como toda una perra...- O sí, no iba a desaprovechar tamaña oportunidad.

Su cara fue de espanto, como si le hubiera pedido que me donara un pulmón. -Lo que sucede es que sólo soy pasivo...- Me respondió avergonzado.

-¿No que ésta había sido tu primera vez?- pregunté ofuscado. ¡Ah no! Este no se me escapaba, ¿quién se cree?

Al final le dije que lo esperaba en esa misma biblioteca, al anochecer. Y tendrá que ir, de lo contrario le contaré a todos la clase de maricón que es. ¿Acaso no soy brillante?

~*~

Día 24: Es lo que hay

Y cuando se hizo de noche, fui dichoso a la biblioteca. Había chantajeado a El Papucho y ahora podría liberar todo el deseo y candor que tenía en mis entrañas.

Eran las once de la noche y el muy desgraciado todavía no aparecía. ¿Quién se cree? ¿Cómo se le ocurre dejarme plantado? Ya estaba buscando la forma en que le contaría a todos la clase de marica que era, cuando escucho que la puerta de aquella habitación repleta de libros se abría lentamente. -Así que por fin te dignas a aparecer...- Pronuncié extasiado al imaginar lo que pronto sucedería.

Me asomé a la entrada y lo que vi, me dejó perplejo. No se trataba del delincuente líder de la cárcel, sino que de uno de sus secuaces. - Vengo a ponerte el rabo entre las piernas... ¿Querías verga?, pues aquí tienes una.- Sentenció el moreno de dos metros, cuyo cuerpo estaba decorado con variados tatuajes, cada uno más espeluznante que el anterior. ¿Qué significaba eso? ¿Se estaban burlando de mi?

El sujeto se bajó el pantalón y me mostró su erección completa. Me quedé mirándolo por unos segundos antes que sucediera lo inevitable.

Mis carcajadas resonaban por toda la biblioteca. ¿Cómo mierda puede tener un pene tan chico? Si es tan grandote y le mide como un dedo. Me burlé a más no poder de sus cosita enana, a lo que el respondió indignado. -No sabes el error que estás cometiendo...- Me amenazó de inmediato.

-No... Es tu jefe quien no sabe con quién se ha metido...- Después de aquel desaire estaba decidido a contarle a todo el mundo el secreto de El Papucho. Me dirigía a la salida para regresar a mi celda, cuando recordé lo mucho que deseaba tener sexo.

Mi madre siempre me dijo "a falta de pan, ricas son las tortas". Si ahora no tenía el pollón de aquel delincuente marica me tendría que conformar con el dedo de aquel sujeto tatuado.

Me di media vuelta, me arrodillé y metí aquella cosita en mi boca. Algo es algo y es que el calor de un hombre era todo lo que necesitaba.

A la hora de tenerlo dentro de mis entrañas, tuve que fingir que lo gozaba, no tan sólo por agradar al grandulón, sino que para imaginar que era el polvo de mi vida. ¡Necesitaba tanto eso!

En fin, me conformé con lo que tenía a mano. ¡Ah! Pero mañana le cuento a todos que El Papucho gusta de las pollas por atrás. Esta me las paga, ¡lo juro! No saben lo que es capaz un gay cuando le engañan con sexo.

 


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