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Diario de un soltero GAY por jotaceh

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Día 56: Un poco de exceso

Odio a esa oxigenada de grandes senos. No puedo creer que mi sexy psicólogo esté tan prendado de ella solo por lo que tiene entre las piernas. ¡Es un completo pervertido!

Claro que no me iba a quedar con los brazos cruzados, iba a hacer algo para deshacerme de la intrusa, pero ¿cómo? Estuve toda una tarde en el patio del manicomio pensando en la mejor manera. Hubiera estado hasta la noche si no hubiera sido porque me correspondían mis sesiones de "terapia agresiva". Los muy cabrones me han estado electrocutando hace como una semana y ya siento que pronto daré corriente tan solo al observar.

Soñé con eso el otro día, que estaba tan cargado que podía matar a la gente con los rayos que salían de mis ojos. Adivinen a quién asesinaba. Claro que era a Laurita, la muy perra quedaba quemada por completo, sus tetas se carbonizaban por completo, como cuando quemé la muñeca de mi vecina en la infancia.

-Me caes mal porque tu cara es muy fea...-Se atrevió a decirme esa niña desgraciada. Intentaba acercarme a los niños del barrio una vez más, y es que siempre me rechazaban. Y esa tarada era la que no me dejaba jugar, se creía la líder solo porque era la más guapa.

Me enfadé tanto esa vez, que caminé hasta la cocina de mi casa, saqué el encendedor que ocupaba mi mamá para prender el horno y salí corriendo hasta donde se encontraban los infantes. Me paré en frente de la niñata y arranqué de sus manos esa Barbie que tanto adoraba la muy tonta.

-Mira como muere... Imagina que eres tú, esto es lo que me gustaría hacerte... Mira, mira como se le derriten las tetas...- Creo que después ella vomitó un poco, todos se burlaron en su cara... Supongo que después se fue llorando, mientras mi papá me entraba a casa y me daba golpes en la cabeza por lo malo que era. No entiendo por qué la gente piensa que defenderse es sinónimo de maldad, si al final esa engreída era la culpable.

En fin, como les iba diciendo, pensé mucho en la forma en que me desharía de Laura. Los voltios no me dejaban idear con claridad, me aturdían cada vez más y sufría en demasía. Estaba siendo intervenido por aquellos doctores negligentes, cuando me di cuenta que eso mismo que me hacían a mí, era la solución. 

No esperé mucho. Me escabullí esa noche por las dependencias del manicomio, sigilosamente le robé al guardia las llaves de la sala de "terapia agresiva". Ingresé y me fui directamente a la máquina de electrochoques. Para mi suerte era portátil y solo debía llevarme los cables junto con la batería de vehículo.

Luego de ello me dirigí a la habitación de mi enemiga, la iba a atacar mientras dormía, pero imaginen con qué me encontré. Pablo, en su gran misericordia, se quedé haciendo turnos extras y atendía a la tetona. Vaya, que los dos estaban dale que te pego contra la pared. Ahí vi sus nalguitas meneándose, mientras la otra gemía.

La cólera me invadió como cuando era pequeño y me vengué de mi vecina. Sin pensarlo dos veces, encendí la máquina, esperé a que se calentara y luego metí un cable por el trasero del psicólogo, mientras que el otro en la cadera de Laurita. 

Prometo que solo quería darles un susto... después no reiríamos y seguiríamos siendo amigos, solo que no me percaté que encendí la batería con su máxima potencia y casi carbonizo vivos a los amantes, sino hubiera sido porque el pelo de la oxigenada comenzó a chamuscarse, no me hubiera dado cuenta.

Lo único bueno de estar en el hoyo más profundo, es que no puedes caer más bajo, así es que no tuve sanciones por dejar al psicólogo y a la tetona en el hospital. Me dijeron que estaban graves, algo que les había afectado el cerebro y no sé qué más... solo que... en mi defensa... Ellos empezaron. Lo juro, solo me defendía. ¿Acaso me excedí un poquito? Es que nadie entiende mi humor negro... Negro, ¿entienden? Como lo quemados que quedaron los dos. Si soy tan divertido. 

 


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