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Diario de un soltero GAY por jotaceh

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Día 67: Otra oportunidad

-Hazlo por favor, te lo suplico, necesito tener mi vida de vuelta...- me suplicó el verdadero Pablo el otro día.

Luego del asqueroso accidente con la maraca de Laurita, había quedado tan mal que no quería volver al manicomio, en realidad me traumatizó. Ahora no puedo ver a ninguna mujer, todas me recuerdan aquel acto tan bajo que cometí sin querer. ¿Cómo los heterosexuales pueden hacerlo?

Vi al pelirrojo desesperado, clamando por mi ayuda y eso realmente me conmovió.

-Está bien, está bien... Lo haré, sólo porque eres mi marido. Espero que recuerdes mi sacrificio...- respondí finalmente.

No puedo creer lo que una cara bonita sea tan poderosa, es como cuando a los hombres les engatuzan un par de tetas.

Nuevamente tuve que ir al centro de salud mental, me dirigí hasta el despacho del rubio, dispuesto a concretar lo que había prometido.

-Está bien, quítate la ropa y hagámoslo...- es todo lo que dije al entrar.

El falso psiquiatra se asombró al verme allí, se quedó paralizado por un par de minutos. ¿Qué? ¿Acaso no quería tanto ser pasivo?

-Ya lo hice con un hombre, así que no quiero más... Puedes irte, nuestro trato no se cumplió...- quedé con un ojo cuadrado.

¿Quién se cree? Claro, como se ha juntado tanto con Laura, se le pegó lo puta. ¿Y con quién me engañó? ¿Ah?

-Dime, ¿con quién te metiste? Yo soy tu único hombre, eso que te quede claro... Ese ojete es sólo mío...- me enfadé mucho, en realidad es un infiel.

El rubio quedó un tanto extrañado. Al rato me percaté lo que había dicho. ¿Por qué sonó tan machote? Estúpida vagina, algo me contagió, quizás y hasta me convierta en hetero. ¿Se imaginan? Por Dioh, qué dirá la gente.

-Soy un alma libre... Y bondadoso, así es que te daré otra oportunidad. Dejaré de ser Pablo si convences a tu amiga Cata para que me folle... Ella tiene pene ¿verdad?- el muy hijo de canina. ¿Cómo se le ocurre pedirme eso?

Ella es mi mejor amiga, no me gustaría meterla en este lío, sólo que no puedo abandonar a mi esposo, prometí cuidarlo siempre. Ay no, ¿y ahora qué hago? Estás cosas sólo me pasan a mí, ¿a quién debería elegir? ¿A mi amiga o al machote pichulón que quiero que me folle? ¡Qué difícil es la vida!

 ~*~

 

Día 68: Problema resuelto

Estuve a punto de pedirle a Cata que follara al falso Pablo, solo que no pude, algo llamado corazón me lo impidió. ¡Rayos! Pensaba que no me importaba la gente, que podía pasar de todos los sentimientos como la amistad o la culpa.

Recordé todas las veces en que me ha ayudado, en las visitas al manicomio y todos los consejos que me ha dado. Simplemente no pude comprometerla en algo tan asqueroso, por lo que me resigné a perder la oportunidad de salvar a mi maridito. 

Estaba llorando maricamente en mi pieza, pensando en que me había perdido el pene del pelirrojo por sentimentalismos, en conocer los placeres de aquel machote por preferir a mi amiga; cuando de pronto apareció La Papucha. Le conté lo sucedido y lloré en su regazo como si fuera mi mamá putona. 

-¿Por qué no me habías hablado de eso antes? Si es tan fácil encargarse de hombres como esos...-Respondió entusiasmado el delincuente.

Mi amiga pasivona se marchó de mi cuarto en su mansión de narcotraficante, sonriendo y diciéndome que dejara todo en sus manos, que él haría que el rubio se arrepintiera de haber usurpado la identidad de mi esposo. ¿Cómo lo haría? 

Lo primero que se me vino a la cabeza, fue que sería ella misma quien follaría al falso psiquiatra, aunque tenía mis dudas porque solo le gusta recibir. ¿Entonces? Tal vez le daría dinero al sujeto para que dejara de molestarnos. Sería lo más sano y limpio, solo que olvidé que se trataba de La Papucha. ¡Oh por Díos! No me había dado cuenta del problema en el que me había metido. 

Al otro día desperté con los gritos de la marica, quién entró a mi habitación con un dildo en la mano, vestida con un disfraz de Sailor Moon, incluso ocupaba una larga peluca rubia. Sin más, me llevó con ella como si fuera parte de su extraño cosplay. ¿Qué he creado? Ahora es una maricona otaku.

Me guió por los largos pasillos de aquella mansión que construyó con el dinero de sus actividades ilícitas. Finalmente llegamos a un sótano, donde sólo existía la luz tenue de una pequeña ampolleta antigua. Bajé las escaleras de madera, que crujían sin cesar, hasta que llegué a la escena principal de aquella obra. Ahí vi al falso Pablo, atado con cadenas, completamente desnudo y con el culo en alto. Ninguna extremidad tocaba el suelo, estaba suspendido gracias a las redes de metal.

-¿No te gustó meterte con mi amiga?... Pues te castigaré... en nombre del pico...- gritó La Papucha de pronto y sin más, incrustó el dildo que ocupaba de cetro mágico en el culo del rubio. Hasta a mí me llegó a doler eso, y eso que tengo bastante suelto mi culete.

-Está bien... prometo que me iré de la ciudad y los dejaré tranquilos. No me haré pasar más por Pablo García, ¿satisfechos?- Respondió finalmente el secuestrado, entre las lágrimas que botaba de sus ojos debido al dolor.

Mi amiga quiso sacar el dildo de aquella cavidad, pero fue el farsante quien se interpuso.

-¡No! Déjalo, creo que nunca me había sentido mejor... esto de que te den por el culo, es realmente fantástico, aunque sea con un juguete de hule.- Y de nuevo me pregunto, ¿qué monstruo he creado? Lo transformé de un machito peludo, a una maricona pasiva obsesionada con las pollas.

En fin, ya nada me importa de aquel hombre, solo me interesa mi esposo perfecto. Fui corriendo hasta su habitación para darle la buena nueva. 

-Ya lo hemos logrado, puedes volver a ser quién siempre has sido...- Le informé sonriendo, y es que era la mejor noticia de todas.

El psiquiatra saltó de su cama por la felicidad y me abrazó fuertemente, su corazón galopaba locamente y es que por fin se habían acabado todas sus pesadillas. Yo también me alegré por su dicha, solo que no me olvidé de mi recompensa. En aquel abrazo de celebración, ocupé mis manos para tocar lo que es mío. Aquel paquetón ricolino fue sobado deliciosamente por mis dedos. Pablo se separó de inmediato, y con los ojos abiertos a más no poder me observaba impávido.

-¿Qué? Si ya es hora que consumamos nuestro matrimonio, ese era el trato... Estoy ansioso por probar aquel pollón... ¿Quieres ahora o en media hora más? ¿En cuatro o montando? ¿Con condón o sin? ¿Lubricante con sabor a frutilla o a melón? ¿Gimo o grito? ¿Oral antes o después?- Estaba super contento y no pude contenerme. ¡Por fin llegó mi hora! ¡Por fin me toca!

 


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