Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Reasons to love por ViBanaII

[Reviews - 215]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:


Mayo 29 del 2018

Hola desde el más acá!! 

¿Cómo están? Ufff pero es que ha pasado un montón de tiempo desde que actualicé esta historia!! 

Todas las razones o motivos de mi desaparición están publicados en mi página de facebook y en este perfil... Sin embargo, mil disculpas nunca serán suficientes para solventar mi ausencia. Pueden odiarme  con todas sus fuerzas. x) 

Y como aquí lo importante es la lectura. Pues vamos a leer!! 

XX

Sasuke se masajeaba con insistencia las sienes, en un inútil intento por mantenerse calmado y así no explotar por estar escuchando la ridícula discusión que mantenían sus hermanos y su madre desde hacía un buen rato. A su lado, su padre parecía estar más entretenido en su viejo libro y de vez en cuando mirando a los niños, que en lo que estaban hablando los demás. Le parecía increíble que siguieran haciendo lo mismo todos los años, ¿acaso era tan difícil conseguir un pastel de cumpleaños, unas velas y regalos? Claro que no, solo tenía que dejarse en manos de su familia para que una simple celebración, se convirtiera en un caos. Seguía preguntándose cómo permitía que eso ocurriera cada año para el cumpleaños de sus hijos, cuando ellos apenas y prestaban atención a otra cosa que no fuera jugar o comer.

–Entonces, ¿qué te parece?

Su madre le dio una mirada expectante y Sasuke se preguntó qué podía haberle dicho que necesitara su opinión, si en todo lo relacionado a los festejos, él quedaba relegado a ser un mero espectador.

– ¿Sobre qué? –preguntó, dejando en evidencia la poca atención que les estaba dando.

–Una piscina. ¿Siquiera estás prestando atención, Sasuke? –resopló Mikoto, disgustada ante el desinterés de su hijo menor por los preparativos de la fiesta.

–Mamá... –empezó Sasuke en tono conciliador–, no entiendo la razón de pedirme opinión, si de cualquier manera terminarán haciendo lo que ustedes quieran. No te preocupes por mí, lo dejaré en tus manos; solo pido que no sea tan extravagante como la del año pasado.

Sasuke nunca olvidaría esa fiesta, no porque hubiera sido maravillosa (aunque muy a su pesar tuviera que admitirlo), sino porque sus hermanos se habían propuesto a realizar una celebración con temática de príncipes, que incluyó desde una réplica para jugar de un castillo, hasta un paseo en poni para todos los niños que habían asistido. Pero eso no había sido todo, él, al igual que el resto de su familia, se habían disfrazado como de la realeza... Era el día y aún se preguntaba qué le había dicho su madre a su padre para que aceptara de buena gana seguirles el juego y actuar como el rey, decretando una cantidad de estupideces que solo se les había ocurrido a sus hermanos para que todo fuera más real. Nunca olvidaría las caras y las burlas de sus compañeros y amigos cercanos. No quería volver a pasar por lo mismo en los próximos años, ni en otra vida.

–Debo irme –anunció Sasuke poniéndose de pie, interrumpiendo lo que su hermano mayor estuviera a punto de decir.

–Pero hoy es domingo, Sasuke –se quejó su madre–. ¿A dónde vas?

–Probablemente tenga una cita con Naruto –se adelantó Sai.

–No es probable –dijo Itachi–, la tendrá –aseguró.

Sasuke bufó, pero no se molestó en responder. Tomó y guardó todas las pertenencias de los niños en su bolso y pasó a despedirse.

–Si necesitan algo, me avisan –dijo, besando la mejilla de su madre–. Nada de disfraces –agregó dirigiéndose a sus hermanos–. Hasta luego, papá.

–Saluda a Naruto de mi parte.

Las carcajadas de su familia se escucharon hasta que salió de la casa y cerró la puerta, dejando atrás los comentarios y chistes que solo ellos podían entender y que él prefirió ignorar porque era mejor para su salud mental. Nada que proviniera de Itachi o Sai, y que tuviera relación con él y Naruto era bueno (la mayoría de veces), así que le gustaba prevenir y evitar disgustos.

–Papi, ¿vamos con Naru? –la burbujeante vocecita de Mizuki atrajo su atención, mientras la veía rebotar emocionada con cada paso que daba.

–Sí –respondió tras suspirar. A veces, seguía molestándole la emoción con la que sus hijos parecían esperar cada encuentro con Naruto. Eran celos de padre que nunca dejaría de sentir ni siquiera con su pareja, porque Mizuki y Yusuke eran única y exclusivamente suyos. Bueno, últimamente ya no era así, pero eso no le impedía seguir siendo un papá celoso–. Iremos a ver una película, ¿recuerdan?

– ¡Sí! –exclamaron ambos al unísono, más entusiasmados que antes.

El viaje hasta el centro comercial estuvo lleno de risas y conversaciones sin sentido, entre sus hijos y uno que otro aporte de su parte, porque estaba más concentrado en la carretera que en los parloteos de los niños. Cuando llegaron al lugar donde se reunirían y se encontraron con Haku y Ryu, sosteniendo a un muy animado Haruka, sin rastro de Naruto por ningún lado, sintieron una punzada de decepción en sus pechos, que les hizo borrar todo rastro de alegría de sus rostros.

–Buenas tardes –saludó el Uchiha, alertando al trío de su presencia.

–Oh, mira Haru, llegó Sasuke –señaló Ryu mientras dejaba al pequeño en el piso, sosteniendo rápidamente su mano para que no se escapara.

–Hola, Sasuke –saludó Haku, inclinando levemente su cabeza–. Naruto llegará pronto, antes de venir tuvo que ir a la clínica.

– ¿En su día de descanso?

Haku se encogió de hombros.

Era una emergencia y él estaba disponible. Nos pidió cuidar de Haruka hasta que terminara.

–Papi, quiero a Naru –la tímida vocecita de su hijo mayor se alzó, sonando un poco exigente mientras jalaba la manga de su pantalón para que le prestara atención. El puchero en sus labios contrastaba con su pequeño entrecejo levemente fruncido, que solo lo hacía ver adorable pese a la petición que le había hecho.

Sasuke inhaló profundamente, inclinándose lo suficiente para poder hablarle a sus hijos.

–Vamos a esperar un poco, porque Naruto está en el trabajo.

– ¿Curando bebés? –preguntó Mizuki con curiosidad, recordando que Naruto le había dicho hace tiempo que ese era su trabajo.

–Sí –asintió levemente–. Debemos esperar.

–Está bien –murmuró Yusuke, visiblemente decaído. Él quería al rubio en ese mismo instante, pero su papá podía regañarlo por hacer un berrinche.

–Estábamos pensando en ir a comer, ¿les gustaría venir con nosotros? –preguntó Ryu con amabilidad y un toque de nerviosismo, porque el Uchiha siempre le hacía sentir así.

Mizuki no le dio tiempo para responder, adelantándose antes de tan siquiera abrir la boca.

– ¡Ramen! –exclamó alegremente, saltando y aplaudiendo ante la posibilidad–. ¡Quiero, quiero! Papi, quiero ramen.

–De acuerdo, de acuerdo –asintió Sasuke sin evitar que un atisbo de sonrisa iluminara su rostro–, solo cálmate un poco, ¿bien?

– ¡Sí! –asintió sin perder la sonrisa en su brillante rostro–. Comeremos ramen, comeremos ramen... –canturreó.

–El manjar de dioses –resopló Haku echándose a reír; había recordado las incontables veces que su amigo repetía aquella frase, incluso cuando eran jóvenes–. Bien, andando.

Todos se pusieron en marcha, buscando la zona de restaurantes, mientras Sasuke de adelantaba unos cuantos pasos, dejándose arrastrar por sus emocionados niños que saltaban de un lado a otro, señalando cada cosa que les gustaba; Haku y Ryu les siguieron de cerca, manteniendo a Haruka con ellos y quien, repentina y extrañamente estaba silencioso en brazos de su tío.

–Haku-chan, mis padres vendrán para navidad –dijo Ryu–, visitarán a la familia de Naruto.

–Ah, bien por ti –respondió sin darle tanta importancia–, supongo que estarás contento, hace mucho no los ves.

–Quiero decirles que somos pareja...

– ¡¿Qué?! –Haku le miró con incredulidad deteniendo su andar–. ¿Por qué les mentirías?

–Ah, pues porque... ¡Oye! –Haku sonrió divertido ante la reacción del menor–. No es gracioso Haku –se quejó–, eres mi novio, es normal que te presente formalmente con ellos... acaso ¿no quieres? ¿Estás incómodo con la idea? ¿No te gustan mis padres?

–Está bien, está bien, calma –dijo Haku, palmeando su brazo para tranquilizarlo, riéndose de su reacción–. No te alteres, solo me tomaste por sorpresa.

–No juegues –bufó.

–Ya, ya, lo siento –agregó–. Esperaré por ese momento.

– ¿En serio? –inquirió asegurándose de que no fuera otra broma. Haku asintió, provocando una alegre reacción en el menor–. ¿Viste Haru? Tu tío no es tan desagradable, hoy está de buen humor –dijo entonces mirando al niño, pero Haruka no le prestó atención–. Haru-chaaaan –llamó Ryu, apretando las mejillas del menor, molestándolo– ¿por qué estás tan callado? Cambia esa expresión... ¡Haruuuu! –Sin embargo, el niño cruzó sus pequeños bracitos y giró su rostro, evitando que los dos adultos vieran el evidente puchero que sobresalía en él. Haku lo notó rápidamente, así que se detuvo nuevamente, esta vez en una zona poco concurrida y acomodó al pequeño en sus brazos para enfrentarlo.

– ¿Qué sucede Haru? –preguntó con preocupación, limpiando los acuosos ojos del niño que aún no derramaban lágrimas–. ¿Qué está mal?

– ¿Te duele algo? –preguntó Ryu preocupándose también. Haru había empezado a sollozar y solo restregaba sus manos por su rostro insistentemente, tratando de limpiar las furtivas lágrimas que lo bañaban–. Vamos bebé, dinos qué pasa –insistió, acariciando su espalda, tratando de tranquilizarlo.

– ¡Quiero a mi papá! –pidió entre sollozos.

Los adultos suspiraron tranquilamente tras ver que no era nada grave.

–Llegará pronto –respondió Ryu–. No llores.

–Iremos a comer mientras esperamos, eh –agregó Haku–. Vamos bebé, necesito que dejes de llorar, te hará daño.

A Haruka no le hicieron efecto sus palabras, llorando con mayor insistencia y sin ganas de calmarse. Lo que sea que le estuviera afectando, no dejaría que se tranquilizara por el momento. 

–Quiero... ¡quiero a mi mamá! –exclamó sin dejar de llorar. Haku se tensó y cruzó rápidamente su mirada con la de Ryu quien lucía tan asombrado como él y sin tener menor idea de qué hacer. Hablar sobre la madre de su sobrino, era un tema delicado y más bien evitado, pero cuando Haru lo traía a colación, los dejaba en el aire y sin saber cómo proceder para no lastimarlo.

–Haru... –le arrulló su tío, abrazándole, besando repetidamente su cabeza–. Sabes que mamá está de viaje –le recordó, sintiendo como su pecho se estrujaba por mentirle–. No llores.

–Quiero a mi papi –sollozó el pequeño con voz entrecortada–, ¡papá!

–Haku, está agitándose –exclamó Ryu, alarmado–, ¡intenta calmarlo!

–Haruka, por favor –insistió Haku, ignorando a su pareja. Solo tenía que concentrarse en su sobrino–. Cariño, sabes que esto te hace daño, tienes que calmarte.

– ¡Papi! –chilló más fuerte, atrayendo lentamente la atención de las personas a su alrededor–. ¡Quiero a mi papá!

–Llama a Naruto –pidió el mayor mientras empezaba a caminar con rapidez, dirigiéndose a la salida–. Si Haruka sigue así, se pondrá mal…

–Sí.

– ¿Qué sucede? –Justo en ese momento, Sasuke llegó al lugar donde se encontraban, con Mizuki y Yusuke en sus brazos, presenciando el estado del niño y la desesperación de sus acompañantes–. ¿Qué pasa con Haruka? –exigió saber.

–Se ha puesto a llorar de repente, pero no se calma –dijo Ryu con su teléfono en la mano–. Haruka sufre de asma, si sigue así, podría sufrir un ataque. Lo estamos llevando de regreso. Haku, Naruto no responde.

Sasuke frunció el ceño ante lo que escuchaba; él no tenía conocimiento de que el pequeño sufriera de algún mal, nadie se lo había dicho hasta ese momento. Pese a ello, no podían perder el tiempo con explicaciones innecesarias, debía actuar rápidamente.

–Ryu, encárgate de mis hijos, por favor –pidió mientras los dejaba en el piso, bajo la supervisión del menor, quien le veía aturdido–. Déjame intentarlo –le dijo a Haku, estirando los brazos en su dirección para cargar al niño–. Oye campeón –le llamó, regulando el tono de voz hasta ser un tranquilizante y arrullador susurro–, ¿me reconoces? soy Sasuke... –su voz pareció surtir un efecto casi instantáneo, pues el niño logró abrir sus hinchados ojos para enfocarle, provocando que se aferrara fuertemente a él–. Aquí estoy...

–Papi –el agudo llanto con aquella palabra dirigida a él, logró que su exaltado corazón, latiera a un ritmo inusual. Pero Sasuke sabía que no era momento para pensar en ello, debía lograr que Haruka se tranquilizara.

–Tienes que calmarte y dejar de llorar, ¿de acuerdo? Vamos Haru, cálmate y respira –Sasuke se había sentado en una de las tantas sillas que ubicaban en el centro comercial, con Haruka sentado en su regazo mientras le daba indicaciones y limpiaba su rojo en hinchado rostro–. No llores más, respira lentamente. Hazlo conmigo... Eso es, sigue así...

Naruto suspiró profundamente mientras restregaba sus ojos y luego masajeaba sus sienes en un vago intento por calmar las punzadas que empezaban a molestarlo. A su lado, sintió que su acompañante movía el freno de mano y retiraba las llaves del carro, indicándole que ya habían llegado a su destino; levantando su cabeza, dio un rápido vistazo a su alrededor, confirmando que se encontraban en el parqueadero del centro comercial.

– ¿Te sientes bien?

–Sí –murmuró, estirando la comisura de sus labios en una leve sonrisa que el otro correspondió. Ambos desabrocharon los cinturones de seguridad y salieron del auto al mismo tiempo–. Llamaré a Haku para saber dónde están.

Su acompañante le dio un asentimiento y se dispuso a mirar a su alrededor mientras avanzaban hacia interior del centro comercial, mientras tanto, Naruto sacó su celular del bolsillo de su pantalón y lo revisó, notando enseguida las llamadas perdidas de Haku y Ryu, una tras otra, desde hacía más de una hora hasta hace poco menos de quince minutos. Su ceño se frunció, mirando con extrañeza, preguntándose porqué habían estado llamando en intervalos tan cortos de tiempo y porqué él no había escuchado el insistente sonar de cada llamada entrante. Solo entonces recordó que su celular había estado en modo silencioso desde que llegó a la clínica y la cirugía de urgencia que había tenido que realizar a uno de sus pacientes había tenido complicaciones, tardándose más de lo esperado.

Estuvo a punto de marcar el número de Haku, cuando recibió una nueva llamada.

– ¿Dónde diablos estás? –la gélida voz de Sasuke fue la primera en escucharse.

–Acabo de llegar al centro comercial ¿dónde están?

–Zona de juegos infantiles, será mejor que te des prisa.

Naruto ni siquiera pudo atinar a responder cuando la llamada ya había sido finalizada. Frunciendo el ceño más de lo que ya estaba, agilizó su andar y se apresuró a llegar al lugar indicado.

–Oye, Naruto ¡espera! –escuchó gritar a sus espaldas, pero lo ignoró.

Sus pies no se detuvieron hasta que por fin pisó la zona de juegos en el tercer piso de aquel enorme edificio; barrió con su mirada cada rincón lleno de personas en busca de su familia, hasta que la imponente figura de Sasuke fue lo primero en notar, así que caminó rápidamente hasta donde se encontraba él, siendo recibido por un hombre que estaba lejos de encontrarse de buen humor.

–Sasuke… –jadeó el rubio, acortando la distancia entre ellos.

– ¿Se puede saber por qué tardaste tanto? –exigió saber, sin inmutarse por su llegada ni el horrible estado en el que se encontraba. Naruto respiraba agitadamente y el sudor corría por su rostro sin tregua–. Llevamos más de una hora tratando de ponernos en contacto contigo, ¿por qué no respondiste las llamadas de Haku y Ryu?

–Yo… yo… Tenía mi teléfono en silencio así que no me percaté de sus llamadas y la cirugía tardó más de lo que pensamos –respondió lentamente, estudiando el rostro del menor, notando que Sasuke, bajo esa fachada de silenciosa calma, en realidad estaba intranquilo y enojado, así que algo no andaba bien–. ¿Dónde está Haru? –preguntó al instante, buscando rápidamente a su hijo en cada juego cercano.

–Está jugando con mis hijos. Haku y Ryu cuidan de ellos –respondiendo el menor, tomando la mano de Naruto, percatándose de que estaban calientes–. Tenemos que hablar.

– ¿Qué le pasó? –Naruto miró fijamente a Sasuke, esperando por una respuesta que se estaba tardando en llegar–. Sé que se trata de mi hijo, Sasuke, de lo contrario no habrían estado llamando tan insistentemente, solo dime qué sucedió con él.

Naruto suavemente se soltó de su agarré y rebuscó en su bolsillo el pañuelo que cargaba; con lentitud, limpió cualquier rastro de sudor de su rostro mientras una de sus manos se posaba despreocupadamente en su cuello con otra intención aparte de limpiar el sudor.

–Estúpido rubio ¿por qué me dejaste tirado?

Las cejas de Sasuke se arquearon fijando instantáneamente su curiosa mirada en el recién llegado y su cercano trato con Naruto.

–Ah… –Naruto giró su cuerpo mirando a su olvidado acompañante–. Lo siento Konohamaru, tenía que apresurarme.

–Ya olvídalo –bufó, haciendo un ademan con su mano–. ¿Él quién es? –preguntó mirando directamente a Sasuke, sin inmutarse ante su intimidante mirada.

–Konohamaru él es Sasuke –respondió el rubio–. Sasuke, Konohamaru es uno de mis amigos cercanos –el moreno apenas asintió como saludo.

– ¡Ja! todos tenían razón –exclamó el joven sonriendo alegremente, acercándose a él, mirándolo de los pies a la cabeza sin disimulo alguno–. Eres el novio de Naruto… pero no me sorprendes.

–No le hagas caso, es solo que él no estuvo presente en la fiesta de compromiso de Gaara, así que no te conocía, además, ha estado preguntado a todos sobre ti –dijo Naruto antes de que hiciera algún mordaz comentario sobre su amigo y ambos empezaran a discutir–. Simplemente ignóralo.

–No tienes ni que decirlo –murmuró Sasuke–. Es como todos tus amigos.

–¿Quién te crees? No soy una persona que pueda ser simplemente ignorada, idiota –bufó Konohamaru–. ¿Dónde está Haru-Haru?

Naruto frunció el ceño, escuchando claramente ambos comentarios. Sasuke seguía enojado, así que era más propenso a hablar y decir cosas

–Quédate con Sasuke, ninguno se mueva. Regresaré en un momento.

No era una pregunta ni una petición, había sido una orden clara que no daba lugar a réplicas. Naruto solo esperaba que fuera acatada por ambos, también rogaba que no terminaran discutiendo; los conocía muy bien y ambos eran tan fáciles de encender como un fosforo. La razón para dejarlos, era muy simple: no tenía las ganas ni la fuerza para aguantarlos en ese momento.

Dándose vuelta, Naruto se acercó a la piscina de pelotas donde había vislumbrado a Ryu junto a Haku; ambos tenían sus ojos fijos en esa zona y seguían cada movimiento que los tres pequeños hacían mientras jugaban. Haruka fue el primero en notar su presencia, así que dejó de jugar y corrió hasta la salida, donde Naruto ya lo esperaba con los brazos abiertos.

–Papi.

–Hola bebé, siento llegar tan tarde –susurró el rubio sobre su cabeza–. Ven, vamos a dar un paseo ¿sí?

– ¡Sí!

Naruto se puso de pie con Haru en sus brazos y se giró para mirar a sus amigos.

–Pueden regresar con Sasuke y Konohamaru –dijo–, compren las entradas para el cine. Nosotros los veremos allá.

–Oye, Naruto ¿estás bien? –preguntó Haku antes de que se marchara. La extrañeza en su mirada era evidente.

–Sí, solo me llevaré al niño por un momento.

– ¿Alguna idea? –inquirió Ryu, alternando su confusa mirada entre la lejana figura de su amigo y su pareja.

Haku suspiró.

–Quiere estar solo con Haru –respondió–. Tiende a hacer eso cuando le pasa algo al niño o él se siente enfermo –continuó mientras se acercaba al área de juegos donde los hijos de Sasuke aún se encontraban–. Adquirió ese hábito después de que Haruka llegó a su vida… Niños regresemos con papá.

–No entendí muy bien

–A mí también me llevó un tiempo comprenderlo, pero es más sencillo de lo que parece –le aseguró. Ambos se encaminaron a donde habían dejado a Sasuke cuando este decidió esperar a Naruto–. Solo quiere asegurase de que todo está bien.

–Nadu…

El débil gimoteo de Yusuke llamando al rubio atrajo la atención de ambos adultos, quienes después se miraron entre ellos, dándose cuenta de lo que había hecho Naruto anteriormente.

–Oigan niños, primero iremos con papá y luego buscaremos a Naruto en el cine ¿sí?

Con enormes pucheros adornando sus tiernos, pero tristes rostros, los niños fueron llevados de regreso con Sasuke, sin oponer resistencia.

– ¿Qué sucede? –esta pregunta dejó los labios de Sasuke en cuanto notó las expresiones en los rostros de Mizuki y Yusuke.

–Es… es que Naruto se llevó a Haruka –murmuró Ryu con nerviosismo.

– ¡Haku! –el efusivo saludo de Konohamaru en cuanto reconoció a su viejo amigo, interrumpió toda posible explicación, al menos en lo que duró su escandalosa demostración de afecto–. Hace mucho tiempo que no te veía –dijo cuando se separó de él. Konohamaru mantenía una disimulada, pero maliciosa sonrisa en su rostro mientras Haku solo rodaba los ojos y se armaba de paciencia para soportar a su amigo–. Mi hermoso y enigmático Haku, déjame decir que estás más atractivo de lo que Naruto pudo describir mientras veníamos; incluso con ese cabello largo y esa delicada apariencia, tu salvaje ser es lo que siempre me ha hipnotizado... simplemente logras hacer que babee y caiga a tus pies.

Haku, quien había mantenido sus brazos cruzados, escuchando las idioteces que Konohamaru decía, le dio una tensa sonrisa mientras sus ojos destilaban una emergente rabia que no sería contenida por mucho tiempo.

– ¿Terminaste? –preguntó sin apartar su mirada de la risueña expresión de su amigo. En cuanto este asintió, Haku se dirigió a Sasuke–. Naruto nos pidió que lo esperasemos en el cine, solo se fue para estar un momento a solas con Haruka.

–Como sea –respondió el Uchiha.

El pequeño grupo emprendió la marcha a la zona dónde estaban las salas de cine. Sasuke iba unos pasos por detrás, ignorando al extraño trío que le hacía compañía; en cambio, se concentró en descubrir la razón por la que sus hijos tenían tales expresiones en sus rostros, al punto en el que se echarían a llorar en cualquier momento.

–En cuanto a ti –la voz de Haku se escuchó nuevamente, mirando seriamente a su amigo–, sigues siendo un imbécil, eres igual a Naruto.

–Fuimos cortados con la misma tijera –explicó encogiendose de hombros–. ¿Qué tal Ryu? –saludó entonces al silencioso joven–. Tu novio es muy descortés, ¿no lo crees? Afortunadamente Naruto me habló de ti. ¿Cómo está el viejo Bee?

– ¿Conoces a mi padre?

– ¿Conocerlo? –Konohamaru se echó a reír y Haku sonrió ligeramente divertido–. ¿Quién en el pueblo no lo conocía? Incluso fue tan lejos como para dar un espectaculo con su horrible rap y sus extraños movimientos... Lo peor era cuando Naruto le seguía la corriente, siento vergüenza de solo recordarlo.

–Oh, pero bien que disfrutabas hacerles compañía –comentó Haku, riendo finalmente.

Naruto avanzó lentamente con su hijo en brazos, hasta que llegaron a un área abierta y llena de vegetación en el interior del centro comercial y sintieron las frescas brisas del otoño golpear contra sus cuerpos, gracias al correr de estas por las amplias entradas cercanas. Apresurando su andar para que su hijo no se viera afectado, se adentró en una cafetería y ordenó bebidas calientes para los dos. Una vez estuvieron ubicados en una mesa, el rubio puso toda su atención en su pequeño hijo sentado en su regazo, y entonces habló:

– ¿Le dices a papá lo que sucedió? –pidió en un bajo y tranquilo tono de voz, mirando con ternura la expresión en el rostro de su bebé.

–Tardaste –fue la primera palabra que pronunció.

–La niña a la que estaba curando se puso mal, así que debía esperar a que mejorara –explicó lentamente–. Lo siento.

–Yo te quería y a mami también –habló nuevamente.

Naruto pudo percibir la tristeza que emanaba de su pequeño cuerpo mientras le hablaba; él también se sintió mal cuando le escuchó mencionar a su madre. Su interior se retorcía al ver el sufrimiento de su hijo y no ser capaz de consolarlo como debía.

– ¿Estabas llorando? –quiso saber, intuyendo lo que había sucedido después de eso. Haruka asintió tímidamente, estirando sus brazos para tomar la taza que Naruto previamente había enfriado para él–. ¿Tío Haku te ayudó a tranquilizarte? –siguió con sus preguntas mientras le ayudaba a beber.

–No, quería a papi –respondió luego de beber. Naruto limpió el gracioso bigote de espuma y la punta de su pequeña y rojiza nariz, que también se había ensuciado–. Al señor Sake también –agregó–. Él me abrazó.

– ¿Y dejaste de llorar? –La voz del rubio adquirió un tinte de sorpresa y mayor curiosidad, tras escuchar las torpes palabras de su hijo, relatando lo sucedido.

Haruka esta vez sonrió, asintiendo en respuesta. Naruto acercó su rostro hasta el del menor y acarició con su nariz la regordeta mejilla de su hijo .

–Papi, tu cara está caliente –expuso Haruka, llevando sus manitas al rostro del mayor–. ¿Tienes calor?

–Sí... –murmuró–, papá está cansado y tiene mucho calor.

– ¿Quieres dormir?

–No, así estoy bien, solo déjame abrazarte por un rato, ¿de acuerdo?

–Síp.

Naruto dejó que los pequeños brazos de su hijo envolvieran su cabeza en un abrazo, ocultando su rostro y así, la expresión de malestar que no podía contener. Su cabeza era martillada constantemente, provocándole un dolor que se hacía insoportable con el paso de los minutos; su cuerpo se sentía pesado y podía suponer que la fiebre había aumentado si su hijo era capaz de sentir el calor en su rostro. Sabía que había sido mala idea haber asistido a aquella cirugía en su estado que, si bien no era malo, tras haber dejado la clínica este había empeorado considerablemente.

– ¿Papi? –la suave vocecita de su hijo hizo eco en su cabeza, regresándole lentamente a la realidad–. Prometiste película, quiero verla.

– ¿Mmm? Tienes razón, vamos.

Si a Naruto le hubieran preguntado de qué iba la película o cómo se llamaba el personaje principal, él simplemente se habría cruzado de brazos y negado insistentemente con su cabeza, porque no tenía la más remota idea de lo que habían visto.

Mientras estaban en el cine, él solo se sentó en la butaca que le correspondía, con Haruka en su regazo aun cuando su tío había comprado una entrada para él también, porque quería acurrucarse en su pequeño cuerpo, aunque fuera incómodo. Haku no dijo nada y simplemente negó en silencio cuando Konohamaru y Ryu le miraron en busca de una explicación. Sasuke era el más contrariado con esa actitud y quizás el único que no entendía nada de lo que pasaba, así que constantemente miraba al rubio y trataba de responderse a sí mismo con algo que fuera lógico; sin embargo, nada era lo suficientemente creíble. Así, Naruto durmió por intervalos irregulares de tiempo hasta que sintió a su hijo removerse y quejarse porque empezaba a desesperarle estar en esa posición y no lo dejaba disfrutar de la película. Solo entonces dejó a Haru en su silla y él se puso de pie, anunciando que iría al baño. Poco después, Sasuke siguió la dirección en la que se había marchado, encontrándose al rubio apoyado contra el lavamanos mientras una de sus húmedas manos reposaba sobre su frente. Sus ojos estaban cerrados y su rostro estaba sonrojado. El menor había estado sospechando que, el rubio en realidad, estaba enfermo.

– ¿Qué haces aquí? –preguntó Naruto en un bajo y apagado tono de voz, nada comparado a lo escandalosa y alegre que era habitualmente.

Sasuke no se preguntó cómo se había dado cuenta de que era él, simplemente se acercó y comprobó por sí mismo la temperatura de su rostro y cuello. Sus ojos brillaron por la sopresa tras darse cuenta de que el calor que desprendía Naruto era mayor a lo que sería una simple y leve fiebre.

– ¿Cuánto tiempo llevas así?

Naruto suspiró. Retiró las manos de Sasuke de su rostro y apoyo su frente contra su hombro.

–Solo hoy –su voz fue pausada y jadeante–, pero no es tan malo. Estoy bien...

– ¿Estás bien? –resopló el menor alejando a Naruto de su cuerpo–. Te quedas sin aire cuando hablas, incluso tienes fiebre y no puedes ni mantener los ojos abiertos. ¿Estás bien? ¿Cómo puede ser eso posible?

–No importa –murmuró.

– ¿Siquiera estás pensando claramente?

–Sí...

Sasuke bufó, acercando nuevamente al rubio a su pecho.

–Eres increíble.

Naruto murmuró algo inentendible en lo que se acomodaba mejor entre sus brazos, apoyando su cuerpo en él.

–Debemos regresar –susurró Sasuke–. Los niños se preocuparán si tardamos.

Diez minutos después, regresaron a la sala, llevando consigo algunos bocadillos que justificaran su retraso. Esa vez Naruto dormitó tanto como pudo hasta que la película terminó y tuvo que ser Sasuke quien lo despertara y le ayudara a caminar hasta su auto porque se sentía mareado y débil.

– ¿Regresarán a casa? –preguntó Sasuke luego de que Naruto fuera dejado en los asientos traseros del auto junto a Haruka.

–Sí –asintió Haku–, no creo que Naruto esté en condiciones de hacer mucho más. Hoy se expuso al ir a esa cirugía en su estado y probablemente su abuela lo regañe, pero va a estar bien.

–De acuerdo –murmuró Sasuke–, avísame si sucede algo o empeora.

–Está bien –Sasuke cargó a sus hijos y se despidió; Haku le miró con gesto pensativo antes dirigirse nuevamente a él–. ¿No quieres venir con nosotros? Podrás cuidar de él.

–No quiero molestarlos, además estoy con los niños –respondió.

–Será mejor si estás con él –le insistió–. No te preocupes por los niños, Ryu y yo podemos cuidar de ellos, ¿qué dices?

– ¿Por qué tanto empeño en que vaya?

Haku sonrió, agitando su cabeza.

–No hay ninguna razón oculta, solo estarás cuidando de él.

Un sencillo argumento que fue suficiente para que Sasuke aceptara y les siguiera hasta la casa de los abuelos del rubio y pasara la noche escuchando los quejidos de Tsunade por el estado de Naruto, y los delirios de éste gracias a su fiebre. Y no podía olvidar a su pequeño y maravilloso trío de niños correteando por la casa, dando guerra para irse a dormir, hasta que tuvo que ser él, con unas simples palabras, quien pusiera todo en orden para que pudieran, finalmente descansar. Fue la primera noche que Sasuke se desveló por alguien más que no fueran sus hijos.

Semanas después de aquel día y de que estuviera ausente de su trabajo gracias a su imprudencia, Naruto finalmente regresó a la clínica, retomando sus actividades, atendiendo a sus pacientes y supervisando las clases de matronatación y coordinación motriz, que impartía junto a las enfermeras. Este día en particular, Naruto tuvo pocas consultas por lo que su salida se vio adelantada, dándole la oportunidad de recoger a su hijo más temprano de la casa de su hermana y de ahí, partir a la empresa de los Uchiha para hacerle una visita sorpresa a Sasuke y a los niños. Ya todo lo tenía calculado.

– ¡Doctor Uzumaki! –saludó una de las enfermeras, con excesiva animosidad y coquetería–. Hoy se va antes.

Naruto sonrió cortésmente a las nuevas enfermeras que apenas conocía, y asintió.

–Fue un día tranquilo –respondió.

– ¿Tendrá una cita? –preguntó otra con malicia. Se trataba de la enfermera jefe, además era una de las pocas mujeres que no babeaba por el rubio doctor, pues estaba casada y sabía el estatus del simpático hombre.

Naruto se carcajeó, poniéndose en evidencia.

– ¿Se nota mucho? –preguntó un tanto avergonzado, pero sin dejar de sonreír–. Lo siento damas, tengo que irme.

Una rápida despedida, dejó a las mujeres con mal sabor de boca y la desilusión pintada en el rostro.

–Está casado y tiene tres hijos –dijo la enfermera jefa, burlándose internamente por las expresiones de las jovenes ante su mentira.

–No te creo –dijo una de ellas–. Es muy joven.

–Eso no es impedimento –agregó–, pero si no me creen, pueden preguntarle a la doctora Tsunade.

Las carcajadas de la mujer resonaron por el pasillo a medida que se alejaba del pequeño y desilusionado grupo; se sentía tan de maravilla bajarlas de esa nube. Además, el pobre doctor ya debía estar aburrido con todas esas leonas queriendo cazarlo, ella simplemente había pensado en lo mejor para el agradable y carismático rubio. No podía esperar para hablar con Tsunade y contarle la divertida situación.

Naruto llegó a casa de su hermana y saludó a todos con rapidez, disculpándose por no quedarse para comer ni pasar un tiempo con sus sobrinos, antes de tomar a su adorable hijo, su amado peluche y dirigirse con él al taxi que los estaba esperando. Había dejado su vehículo en casa esa mañana porque no se sentía con ganas de conducir; después de pensar en sorprender a los Uchiha, supo que había sido una gran idea. Sentando a Haruka a su lado, Naruto esperó a que su burbujeante niño, iniciara una conversación.

– ¿Ya llegamos? –preguntó Haruka, aunque no supiera realmente a donde se dirigían, porque esa vez su papá había llegado más temprano, lo que indicaba que no irían a casa hasta que el cielo se tornara oscuro.

–Aún no –murmuró el rubio.

–Papi, yo quiero ramen –pidió Haruka minutos después de que quedara embobado viendo por la ventanilla del taxi, el paisaje de la ciudad.

–Primero iremos a buscar a Sasuke –reveló en voz baja, con un tono de voz que indicaba que no era importante. Como si eso fuera posible.

– ¿Al señor Sake? ¡Sí! –gritó el pequeño girando su rostro para mirarlo y enseñarle esa hermosa expresión ante la insinuación de ver a Sasuke.

Naruto arrugó su entrecejo ante la emoción del niño de poder encontrarse con el pelinegro luego de una semana sin verlo, a causa de sus trabajos; no es que le molestara, de hecho, la idea de que quisiera a su pareja era estupenda y le hacía muy feliz, porque en su mente no concebía que dos de las personas más importantes en su vida, no se quisieran. Pero los celos de padre le eran inevitables cuando se sentía muy desplazado; justo lo que a veces sucedía con Sasuke y los mellizos. Era algo estúpido, pero lo entendía perfectamente.

– ¿Ya llegamos?

–Aún falta un poco –dijo–. ¿Qué te parece si me cuentas lo que hiciste hoy?

–Jugar con piña bebé –respondió el pequeño, entretenido con su peluche de zorro–, tío piña se quedó dormido –. Naruto soltó una carcajada al imaginarse a Shikamaru lidiando con dos terremotos miniatura, quejándose a cada rato porque no estaba hecho para resistir tanto–. Y tía Tema nos dejó pintarle la cara –siguió diciendo–, después le pegó con su abanico y lo regañó. La tía es genial.

Naruto bufó sin dejar de sonreír, ojalá su bebé siguiera pensando lo mismo cuando conociera a Temari enojada. A sus veintinueve años, él seguía teniéndole miedo.

–Me alegra que te divirtieras –comentó el rubio–, ¿comiste algo?

–Los dulces de Miku –respondió lentamente.

– ¿Qué más?

–Pan y leche –murmuró mirando a través de la ventana, sin prestarle mucha atención a la conversación con el rubio–. ¿Ya llegamos?

–Diez minutos.

–Yo quiero ya –murmuró frunciendo tiernamente su pequeña frente, provocándole una nueva carcajada a su padre. Era un pequeño impaciente.

Cuando finalmente llegaron a la empresa, Naruto tuvo que detenerse en la entrada y cargar a su hijo para hablarle y pedirle que se calmara y no hiciera tanto alboroto. Tras muchas inclinaciones de cabeza y promesas de que se comportaría, Haku fue dejado nuevamente sobre sus pies y tomado de la mano para adentrarse por fin a aquel conocido lugar. Cuando llegaron a la recepción, los ojos de la joven mujer se iluminaron mientras esperaba a que Naruto se acercara.

–Buenas tardes, soy Naruto Uzumaki –saludó, utilizando esa tonta sonrisa que sabía, gustaba a la mayoría de personas con las que se cruzaba.

–Ah… Buenas tardes señor Uzumaki –tartamudeó la mujer–. ¿En qué puedo ayudarlo?

–Me gustaría ver a Sasuke –le hizo saber sin dejar de sonreír.

–Oh…

Aun sin cambiar su expresión, la recepcionista tecleó unas cuantas palabras y buscó en su computador, hasta que dio con lo que estaba buscando. Asintiendo, se dirigió nuevamente a Naruto:

–Por supuesto señor Uzumaki, el señor Uchiha puede atenderlo.

Sin borrar la matadora sonrisa de su rostro, Naruto agradeció y emprendió la marcha junto a Haruka. Cuando avanzaba hacia los ascensores, pudo escuchar las quejas de la recepcionista que lo había atendido y su mala suerte con los hombres. Al parecer, él ya era conocido en ese lugar, y eso que era su primera vez yendo a la empresa. A Naruto no le gustaba ni siquiera ir a la empresa de su familia porque no lo veía necesario ni conveniente si sabía que iba a distraer a los demás; sucedía lo mismo con Sasuke, pero ya que era viernes y había salido temprano, haría esa excepción.

–Tienes que mantenerte en silencio Haru, para no molestar a las personas que trabajan aquí, ¿de acuerdo? –el pequeño asintió varias veces mientras salían del ascensor en el piso en el que Sasuke trabajaba. Ambos caminaron por el pasillo, hasta toparse con una desconocida cara que les sonreía dándoles la bienvenida.

–Buenas tardes –dijo el joven asistente, Naruto dedujo que no pasaría de los veinticinco años, y que su sonrisa era de las más falsas que había visto alguna vez. Completamente desagradable–. ¿En qué puedo ayudarle?

–Hola –respondió el rubio, sonriendo tan encantadoramente como era costumbre mientras dejaba a Haruka caminar por los alrededores–, me gustaría ver a Sasuke, puede avisarle que...

–Me temo que el señor Uchiha no podrá atenderlo –le interrumpió de repente–, hace poco terminó una reunión, canceló todas sus citas y pidió no ser molestado por nadie. Lamento si no fue avisado a tiempo.

–Oh, no –balbuceó Naruto–, yo no tengo una cita con él, pero puede decirle que estoy aquí. Soy...

–Con mayor razón –volvió a interrumpir el joven, sin una pizca de amabilidad. Naruto esperaba que hubiera tenido un día muy jodido porque no podía pensar en otra razón para el comportamiento del muchacho–. El señor Uchiha no atiende sin cita previa, por consiguiente, le pediré que se retire señor.

–Pero...

–La próxima vez, puede llamar con antelación y pedir una cita para no tener que pasar por este tipo de incomodidades –agregó el hombre. El rubio pasó del asombro a la incredulidad y poco a poco a la molestia–. Le recomendaría no traer niños, ya que no está permitido y sería una distracción para todos los que trabajan aquí, lo que personalmente considero una total falta de respeto.

Naruto se mordió la lengua para no perder la compostura y llamar innecesariamente la atención, pero el tipo frente a él era tan exasperante que, si le escuchaba decir otra estupidez, su paciencia y buenos modales, saldrían volando.

– ¿Papi, vamos con el señor Sake? –Haruka llegó a su lado, llamando su atención y la del joven que parecía disgustado mientras los miraba.

–En un momento bebé, solo déjame hablar con el señor aquí presente.

–Creo que he sido muy claro...

La voz del asistente se cortó cuando Gaara los interrumpió.

– ¿Naruto?

– ¡Tío papache! –exclamó Haruka corriendo a los brazos del sonriente pelirrojo–. ¡Hola, hola!

–Hola campeón –saludó el pelirrojo antes de dejarlo nuevamente en el piso–. ¿Viniste a ver a Sasuke? –preguntó mirando al rubio y luego al asistente.

–Eso estaba tratando de hacer, pero...

–Le dije que el señor Uchiha no quiere ver a nadie y como no tiene cita previa, me era imposible dejarle pasar, pero él sigue insistiendo.

–Deberías dejar de interrumpir cada vez que estoy hablando –resopló el rubio con el ceño fruncido.

–Oh... –murmuró Gaara, notando la impaciencia en Naruto–. ¿No le avisaste a Sasuke que le estaban buscando?

–No señor, ya que él fue muy claro cuando dijo que no quería ver a nadie.

– ¿Siquiera preguntaste su nombre? –inquirió nuevamente, señalando a su hermano.

–No señor, pero...

–Bien, cállate –lo cortó mientras tomaba el teléfono y marcaba a la oficina de Sasuke–. Te necesito aquí afuera –dijo enseguida, obteniendo una incrédula respuesta de su parte–. Bueno, sí consideras a un zorro a punto de explotar como importante, entonces sí –Gaara colgó el teléfono y se volvió para mirar a los dos hombres–. Sasuke ya viene.

–No era necesario molestar al señor Uchiha.

–Deberías cerrar la boca, sino quieres seguir viéndote como un idiota –le dijo Gaara, disgustado por su actitud.

– ¡Señor Sake! –la alegre voz de Haru resonó nuevamente en el lugar mientras corría hacía los brazos del pelinegro, quien lo cargó, saludándolo mientras se acercaba a ellos.

–No me avisaste que vendrías –dijo Sasuke, provocando que el rubio bufara y se cruzara de brazos.

–Era una sorpresa –respondió cortante. Sasuke frunció el ceño ante la actitud de Naruto.

–. Pero me he pasado los últimos veinte minutos tratando de que tu asistente me dejara pasar.

– ¿Qué?

– ¿Y por qué no puedo traer niños? Creí que no había problema con eso.

–Espera Naruto, no estoy entendiendo.

–Bueno, que tu asistente te lo explique mejor –comentó Gaara, siendo evidente su diversión.

– ¿Me puedes decir qué está ocurriendo Sano? –el joven se sintió intimidado por el Uchiha, pero eso no impidió que le diera una rápida y breve explicación de lo que había sucedido, para que Naruto estuviera refunfuñando a cada minuto–. ¿Estabas corriendo a Naruto sin siquiera preguntar su nombre ni haberlo anunciado?

–Es que usted dijo...

– ¿Y por qué razón su hijo sería una distracción? ¿Acaso no sabes que hay una guardería en este edificio y que me tiene sin cuidado que alguien venga con niños?

–Bueno, en mi antiguo trabajo no se permitían niños –murmuró quizás muy alto, porque Sasuke fue capaz de escucharlo–. Además, ellos son molestos

–No llevas mucho tiempo aquí y ya estas causando problemas –bufó el pelinegro–. Bien, quiero que escuches atentamente –agregó–, tengo dos hijos que pueden correr o gritar en la oficina si se les da la gana. Tu trabajo incluye atender a todos los que lleguen a este piso si en recepción los dejaron pasar y anunciarlos si no tienen cita, porque podría ser alguien importante –con cada palabra, el hombre parecía encogerse más y más.

–Creo que cometí un error, lo siento...

– ¿Crees? Le estabas faltando el respeto a mi pareja.

Naruto se hubiera reído de la cara del chico, sino fuera porque debía mantener la compostura. A Gaara le importó poco y se echó a reír. Una ligera carcajada que le costó un codazo de parte de Naruto.

– ¿Su pareja señor? –titubeó confundido.

–Sí, él es mi pareja, ¿por qué? –cuestionó arqueando una de sus cejas.

Sano se encogió ante la mirada de su jefe.

–Yo no, yo creí que...

–Pues ahora lo sabes –le interrumpió–. No repetiremos este incidente de nuevo ¿estás de acuerdo?

–Sí, señor –murmuró–, lo lamento, no volverá a pasar.

–Papi –llamó Haruka. Gaara miró a su sobrino y se preguntó si se dirigía a Naruto o a Sasuke, teniendo en cuenta que el pequeño aún se encontraba en brazos de su cuñado–, tengo hambre.

–Ya terminamos por hoy, puedes regresar más temprano a casa Sano –agregó finalmente Sasuke, antes de girarse para dirigirse a su oficina junto a Naruto y Haruka.

–Estúpido rubio, ahora estaré en la mira del señor Uchiha –Gaara aún seguía a su lado, pero no fue impedimento para que el joven murmurara en cuanto la puerta de la oficina se cerró.

–Si te digo que el estúpido rubio es mi hermano, ¿me creerías? –La mirada de terror en el rostro de Sano, provocó la risa de Gaara–. Tu lengua es tu muerte.

–Lo siento señor Sabaku…

–Puedes ahorrarte tu disculpa –le interrumpió–, no es necesario, cuando eso fue exactamente lo que quisiste decir. Será mejor que ésta sea la primera y última vez que tienes una actitud de ese tipo frente a un visitante. En recepción tienen una lista con los nombres de las personas que son prioridad, quizás deberías echar un vistazo.

–Lo haré.

–Ahora deja de perder el tiempo y vete antes de que Sasuke salga, o me encargaré de que pases todo el fin de semana trabajando sin descanso –le amenazó antes de marcharse, olvidando lo que había ido a hacer en ese piso, ante de encontrarse con aquella escena.

–Sí señor, hasta mañana –Sano caminó rápidamente a su pequeña oficina y tomó sus pertenencias, dejando la empresa en menos de diez minutos. Esa había sido una desagradable experiencia que nunca repetiría de nuevo.

Cuando fueron a buscar a los mellizos a la guardería de la empresa, ellos olvidaron el juego del que eran participes junto a los otros niños y gritaron emocionados, exigiendo que se les dejara salir para poder estar junto a una de sus personas favoritas. Hasta que notaron que su padre también estaba ahí con Haruka en sus brazos.

– ¡Mío, mío, mío! –exclamó Yusuke, reclamando a su padre, exigiendo ser cargado por él.

Mizuki al menos saludó a Naruto, dándole un gran y baboso beso, antes de acercarse a su padre y sujetar su pantalón.

–Aquí vamos de nuevo –murmuró Sasuke, entregando a Haru en los brazos de Naruto para poder cargar a su celoso pelirrojo–. Yusuke, deberías ser más cortes con Naruto y Haruka, ellos vinieron por nosotros para ir a cenar juntos.

–Nadu sí –fue todo lo que dijo el pequeño, cruzado de brazos sin mirar a nadie.

–Bueno, ya que Yusuke está molesto por nosotros, será mejor que nos marchemos –dijo Naruto, preparándose para irse–. Nos vemos después. Cariño, puedes llamarnos cuando se le pase en enojo a Yusuke.

–Nooo, Naru –exclamó Mizuki, apresurándose al rubio para no dejarlo ir. Luego se giró mirando a su hermano–. Yu, no.

Formando un puchero en sus labios y mirando a los adultos y después a su hermana, Yusuke finalmente cedió: –Está bien.

Sasuke suspiró profundamente, dejando a Yusuke en el piso junto a su hermana para tomar sus pequeñas manos y emprender la marcha hacía la salida.

–A este paso, terminaremos en terapia familiar.

Naruto lo miró y se carcajeó ante el comentario.

–Seguramente.

Notas finales:

Mantengamos el contacto! Síganme en facebook como: 


Hey Alex: A World of Stories


Y en Instagram: 


By:AliV (Hey Al!)


¡¡Hasta pronto!!


xoxo Ale!


 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).