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Reasons to love por ViBanaII

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Notas del capitulo:

¡Hola mis hermosas criaturas! 
Yo realmente, en serio que sí, tenía que haber publicado este capítulo el viernes, pero por cosas de la vida no se pudo. Así que me dije "Ale del lunes no pasa" Bueno, son las 12 y más del martes pero, ¡la intención es lo que cuenta! :D 

En el transcurso de la semana, estuve leyendo los comentarios que dejaron.
Qué les puedo decir... ¡Gracias! Aunque algunos me hayan hecho sentir un poquito triste.
También me generó una gran duda que quiero compartir con ustedes: Si la historia es aparentemente "buena", dejarían de leerla simplemente porque la pareja X no es de su agrado? O sea, se privan de algo sólo por eso... Hay que vivir probando de todo! Pero en fin. 

Respondiendo de manera general. YO prefiero el SasuNaru, PERO la idea de los sukes no me suena mal. Así que lo siento, si no es lo que esperaban. Yo escribo porque me gusta y me ayuda con el estrés de mi vida. 

Los dejo leer tranquilamente, nos vemos al final~

V

 

Primer año, ¿alguien alguna vez te dice qué pasará cuando tus hijos lleguen al primer año de vida? Está claro que no; no, a menos que te empieces a relacionar con personas que sean padres y puedan sacar a colación un tema como ese. Bueno, su madre había hecho algunos comentarios con respecto a ello, incluso la señora que le ayudaba en la casa, pero al final, terminaban diciendo siempre lo mismo: todo bebé en un pequeño gran mundo y con dos niños a su cargo, pululando siempre a su alrededor, las diferencias y similitudes eran obvias, ya lo tenía más que claro.

Con sus veinticuatro años cumplidos un par de meses atrás, Sasuke era un hombre todavía joven del cual seguía esperándose más de lo que había logrado hasta ese momento. Pero él no se sentía así. En el último año, sentía que había envejecido al menos diez años, y no es que quisiera echarle la culpa a alguien en particular, porque no había culpables específicos; simplemente era el conjunto de una enorme carga laboral, emocional y física, lo que lo estaba absorbiendo en cantidades exorbitantes, haciendo que su cuerpo le exigiera aislamiento para obtener un gran descanso. Pero no era posible, no cuando en aquella balanza, pesaba más el cuidado de sus hijos y el trabajo que llevaba para darles lo mejor. Porque antes trabajaba sólo porque sí, por mero gusto personal, pero ahora, tenía dos muy buenas razones para hacerlo y seguir adelante, mejorando.

Pero eso ahora no era lo importante. ¿En que estábamos? ¡Ah, sí! Primer año. Los mellizos pronto cumplirían su primer año de vida y no sabía lo que era peor. Sí que los niños crecieran y empezaran a ser independientes (algo que lo aterraba, porque eso no podía pasar nunca), o que sus hermanos se autoproclamaran los organizadores oficiales de su primera fiesta de cumpleaños, queriendo tirar la casa por la ventana ¡y eso que apenas sería el primero! No quería ni pensar en los siguientes, se evitaría el dolor de cabeza por ahora. Además, apenas si sabían caminar y decir unas cuantas palabras; disfrutar de una “fiesta” era mucho para sus pequeños. Lástima que ni siquiera sus padres pensaran lo mismo. Sí, porque cuando decidió intervenir y oponerse, todos se pusieron en su contra; encargándole así, la única tarea de llevar a sus hijos a casa de sus padres donde se realizaría la reunión. Había pasado un mes desde eso y ahora sólo contaba los pocos días que faltaban para la reunión de la que no tenía ni la más mínima idea.

Estiró sus brazos y se acomodó mejor en la silla. Llevaba ya dos horas encerrado en su oficina, revisando cuentas, balances y una cantidad de trabajo que tenía acumulado porque se había tomado los últimos días para cuidar especialmente de Mizuki, que había estado resfriada hasta el día anterior. Y como buen papá preocupado, territorial y celoso que era, no iba a encargarle ese trabajo a nadie más, ni siquiera a su madre.

Aunque finalmente fue su padre el que se encargó de la situación y prácticamente le obligó a regresar al trabajo, mientras él se hacía cargo de los niños junto a sus hijos mayores que se le unieron en cuanto supieron lo que había hecho. Cualquier mínima oportunidad para pasar tiempo con los pequeños tesoros de la familia Uchiha, tenía que ser bien aprovechada. Porque Sasuke era un acaparador, egoísta. Pero nadie lo podía culpar, conociendo de ante mano el porqué de sus comportamiento;  sólo tenía que aprender que su familia, estaría siempre apoyándolo, y si se trataba de los pequeños ¡pues con más razón! Ambos, Mizuki y Yusuke, habían entrado a esa familia y habían provocado un pequeño gran cambio que los estaba haciendo mejores personas de lo que ya eran.

Sasuke suspiró. Estaba aburrido, cansado y ya no tenía ganas de seguir con lo que estaba haciendo, era suficiente, y eso que sólo había hecho poco más de la mitad, cuando, en otra época, ya habría terminado todo, e incluso adelantado un poco más. Sentía que ser padre había afectado su vida laboral, pero no deseaba que fuera de otra manera. Al fin y al cabo, él era su propio jefe…, bueno, Itachi estaba un poco sobre él, pero seguía siendo su propio jefe.

 

 * * * * *

 

Hoy era día de ignorar a Sasuke. Sí, eso se habían propuesto los dos hermanos en cuanto se enteraron de que su padre se había hecho cargo de sus nietos, mientras obligaba a Sasuke a regresar al trabajo. Así que, luego de llegar a un acuerdo que consistía en que Mikoto y Fugaku cuidarían a los niños en la mañana y luego ellos lo harían en la tarde, Itachi y Sai, se dividieron el horario para poder pasar el suficiente tiempo con los niños, antes de que el menor de los tres, hiciera acto de presencia y reclamara por lo que era suyo.

Y allí estaban, los hijos mayores de la familia Uchiha, decidiendo lo qué harían con sus sobrinos. Se encontraban en casa de Itachi, pues su madre había pasado a medio día para dejarlos a su cargo, tal como habían acordado.

–Entonces, tú te quedas con Yu-chan y yo me voy con Mizu-Mizu –dijo Sai, mientras tomaba a la niña en sus brazos.

–Ya sabes cómo se ponen cuando pasan mucho tiempo separados. No creo que sea buena idea –comentó Itachi, arrullando en sus brazos a su adormilado sobrino.

–Bueno…, tienen que aprender a estar separados el uno del otro –murmuró, encogiéndose de hombros –. No te preocupes, sabes que no tardaré. Iré por Gaara al trabajo y después iremos a casa de Sasuke. Mizuki no puede estar mucho tiempo expuesta al aire libre.

–Entonces deja que me quede con ella –propuso el mayor–. Deidara llegará dentro de un rato y no saldremos.

– ¡Pero sabes que Yusuke no me quiere! –Exclamó Sai–. Es raro que acepte estar conmigo.

–Eso es porque desesperas a los pelirrojos, y en general, a todo el mundo –comentó con diversión–. Pero, hablando en serio, mejor ve con Yusuke, yo me quedaré con Mizuki y después nos encontramos en casa de Sasuke.

Sai suspiró.

–Está bien, pero será tu culpa si algo pasa.

–Mira, hermano, sólo nos tendremos que preocupar de Sasuke si algo pasa con ellos –dijo, señalando a ambos bebés–. Anda, vete ya. Deja a Mizuki en la alfombra y toma a Yusuke antes de que se despierte –indicó.

Sai se arrodilló, haciendo lo que su hermano pidió, en seguida tomó el enorme bolso para bebés que correspondía a Yusuke y luego lo cargó a él. Todo bajo la atenta mirada de la pequeña rubia, quien veía a ambos mayores intercambiar palabras inentendibles y a su hermano. Sin embargo, no lloró ni se quejó cuando vio que se marchaba.

–Ahora somos sólo tú y yo, Mizu-chan.

Itachi se sentó a su lado. La observó en silencio durante un largo rato, recibiendo también su atención, hasta que Mizuki gateó acercándose a él. Subió con dificultad sobre su regazo y luego se acurrucó en su pecho. Itachi sonrió con ternura, abrazando a la pequeña con delicadeza.

–Entonces, ¿el día de Itachi-Mizuki se resumirá en, nosotros dos tomando una siesta? –preguntó a la niña, mirándola con diversión.

Mizuki sonrió, llevando sus manos al rostro del mayor, tocando con curiosidad.

–Pa –balbuceó, provocando que la sonrisa en Itachi se hiciera más grande.

–Estoy seguro de que tu padre se enojará mucho si se entera que me llamaste así –afirmó–. Mejor lo mantenemos en secreto, ¿de acuerdo? – Mizuki sonrió nuevamente, palmeando animadamente su rostro–. Bien, vamos a comer –dijo, poniéndose de pie con la niña en brazos–. Estoy seguro de que Deidara dejó sus dangos en la cocina. No se enterará si tomamos algunos.

 Y estaba en lo cierto. Su pareja había comprado sus muy adorados dangos que supuestamente durarían todo el día (una ración para después de cada comida) y los había guardado, confiado de que estarían en sus sitio para cuando él regresara.

– ¡Mizuki, eso no se hace! –exclamó el mayor. Pero más que un regaño, Itachi se estaba divirtiendo tanto como la pequeña quien comía unos cuantos trozos y el resto de lo que podía sostener con su mano, lo arrojaba lo más lejos que podía. Y por más que trató de comportarse, al final terminó jugando con ella.

Lastimosamente, cuando Deidara llegó a casa, lo único que encontró fue un desastre en la cocina, muchos trozos de dangos en el suelo, y a Itachi y Mizuki, dormidos en su cama; ambos con la evidencia de su acto en casi todo su cuerpo. Y simplemente no pudo enojarse, gracias a todo el amor y ternura que emanaba aquella escena. Tío y sobrina, descansando después de un largo rato de destrozos y diversión.

 

Por su parte, Sai no sabía si sentirse aliviado o asustado. Yusuke se había despertado por completo luego de que tomaran un taxi que los llevaría al edificio de la firma de abogados donde trabajaba Gaara; y desde entonces, no había hecho más que mirar todo con curiosidad. Ni siquiera había emitido un ruido cuando se dio cuenta que estaba con él, lo que era realmente extraño, considerando que, desde que había empezado a reconocer a las personas, él era con el que menos se llevaba. Pero ahora parecía estar bien, calmado mientras observaba a través de la venta del taxi.

– ¿Yu-chan? –llamó. El bebé le miró–. Me pregunto qué estarás pensando, Yu-chan –dijo–. ¿Estás bien? ¿No te enfermarás como tu hermana, verdad? Sasuke me matará si algo te pasa.

El pequeño pelirrojo le miró atentamente por unos segundos, y después volvió la vista al paisaje de la ventana, ignorándolo. Sai no insistió y simplemente dejó que el menor siguiera disfrutando. Ambos se mantuvieron en silencio por lo que quedó del recorrido. En cuanto bajaron del taxi, frente a una plaza cercana al edificio donde trabajaba Gaara; Yusuke pudo apreciar de mejor forma, todo lo que le rodeaba en ese momento, señalando cada cosa que captaba su atención.

Sai decidió tomarse su tiempo para acercarse a todo lo que el pequeño señalaba y así obtener una mejor vista de ello. Un grupo de palomas que picoteaban las semillas regadas en el piso, los brillantes globos inflados con helio que un vendedor sostenía a unos metros de distancia, uno que otro repartidor de volantes disfrazado de algún animal o fruta y una cantidad de pequeñas cosas que el niño en sus brazos, nunca había visto antes y que realmente parecía estar disfrutando tanto, que ni siquiera le importaba el hecho de estar con el tío que menos le agradaba. Incluso había compartido algunas sonrisas con el mayor y este le había dejado caminar entre las aves, antes de que ellas salieran volando. Y en ningún momento pareció asustarse.

–Tenemos que hablar seriamente con tu padre –comentó una vez se pusieron en marcha –. Tu hermana y tú tienen que salir más a menudo.

El mayor siguió hablando y señalando unas cuantas cosas para el pequeño, hasta que llegaron al edificio, donde ya lo conocían.

– ¡Señor Uchiha! –saludó la secretaria en cuanto notó su presencia. Un saludo con exceso de ánimo y sonrisas coquetas, a las que él no dio importancia.

– ¿Qué tal, Akane? –Preguntó con simpleza, sin prestarle mayor atención–. ¿Está Gaara?

–Oh sí, el señor Sabaku No está en una reunión, pero terminará pronto –respondió–. ¿Quién es este lindo bebé?

En cuanto la mujer se acercó para tomar la mano de Yusuke, él se alejó instantáneamente, refugiándose en Sai.

¡No! –chilló el pequeño. Había girado un poco su cabeza para poder ver a los otros; tenía su ceño fruncido, como si estuviera enojado, pero sólo con una persona. Aquella mujer que le había disgustado desde el momento en el que se acercó a ellos.

–Oh, bueno, creo que no le he agradado –comentó la secretaria, retrocediendo un par de pasos.

–No le gustan los extraños –dijo el Uchiha, mirando con diversión la reacción de su pequeño–. Ahora, si nos disculpa, esperaremos a Gaara en su oficina.

Sin esperar a que la mujer dijera algo, Sai se marchó con Yusuke. Se detuvieron en la cafetería del edificio y Sai compró un montón de galletas, luego siguieron su camino hasta la oficina de su pareja. Como era de esperar, Gaara aún no había salido de la reunión, lo que le daba el tiempo suficiente para comer con su pequeño sobrino, y luego dejarlo andar por toda la habitación, tocando, babeando y destrozando unas cuantas cosas (generalmente sin que él se diera cuenta).

– ¡Yu-chan, no! –gritó Sai en cuanto notó que el niño sostenía en sus manos, un pequeño y muy, muy preciado objeto de madera, que ni siquiera él tenía permitido tocar.

A causa del grito, Yusuke se sobresaltó y soltó la figura, afortunadamente, Sai no estaba tan lejos y pudo atraparlo antes de que se estrellara contra el piso. Se permitió suspirar aliviado, pero no le duró tanto al ver la deformada expresión, en el rostro del pequeño. Se pondría a llorar en cualquier momento.

–No, no, no, Yu-chan –dijo, intentando calmarlo–. ¿Quieres otra galleta? Te las daré todas si no lloras. Vamos, tómalas todas –estiró la bolsa en su dirección, incluso le tendió los juguetes que siempre llevaba con él, esperando que surtiera efecto.

Lo que sirvió por unos minutos. Porque el pequeño pelirrojo era de los que, en cuanto veía algo que le gustaba, lo quería en seguida. Y él, obtendría aquel atrayente tallado, que parecía un juguete.

 

* * * * *

 

Temari fue la única que quedó en la sala, luego de que su hermano terminara de despedir a los asesores con los que había mantenido esa reunión. Ella también se hubiera marchado, porque hacía parte de ese grupo, pero tenía que hablar con él antes de partir.

–Así que Tsunade ha decidido invertir en el proyecto de la Empresa Uchiha –afirmó el pelirrojo, una vez se encontraron solos.

–Pero bajo el nombre de la Corporación Namikaze –dijo Temari, revelando información que no había sido dicha en la reunión–. Quiere que él lleve a cabo todo el proceso, antes de probar la tecnología con los pacientes de la clínica.

– ¿Por qué Jiraiya está involucrado si no tiene nada que ver con su campo?

–Porque han decidido entrar al mercado tecnológico –dijo–. Los Uchiha entran al campo de la medicina con sus nuevas tecnologías, Tsunade acepta que su equipo inicie la investigación y Jiraiya aporta un capital y una de sus filiales se encarga de la construcción del centro investigativo.

– ¿La filial constructora? –Cuestionó incrédulo–. Pero si sólo tienen sede en…

–Ah, sí, sobre eso –interrumpió Temari–. A mitad de año, Jiraiya confirmó que abrirían una nueva sede aquí en la ciudad. Estará habilitada en un par de meses. Pero no quiero hablar más de trabajo. Vayamos a tu oficina. 

Ambos se encaminaron a la oficina de Gaara, tres pisos por encima del que se encontraban.

–Papá estuvo en la ciudad –comentó mientras iban en el ascensor–. Sólo fueron unos cuantos días, vino de visita.

–No lo sabía.

Gaara mantuvo la vista fija en las puertas metálicas, sin querer mirar a su hermana. Estaba intentando mantener la calma.

–No quiso molestarte –confesó–. Dijo que era lo mejor, así no interfería con tu vida. No has hablado con él, verdad.

Pero más que una pregunta, ambos sabían que lo estaba afirmando, porque no había que pensar mucho ni ser inteligente para darse cuenta.

Gaara inspiró profundamente, tomando todo el aire que le fue posible para después expulsarlo. Se acercaba una nueva discusión, causada siempre por el mismo tema.

–Prometiste que lo harías, dijiste que lo verías y hablarías con él –recordó. Aunque el tono de su voz fuera bajo y aparentemente calmado, en sus palabras había un claro reproche–. ¿Cuánto más habrá que esperar para que te dignes a regresar a su vida?

–No es tan fácil –manifestó el pelirrojo, caminando apresuradamente hacia su oficina, ignorando a su secretaria, quien estaba a punto de hablarle.

– ¡Siempre dices lo mismo! –Exclamó siguiéndolo de cerca. Su voz seguía siendo baja pero tajante–. Sólo has pensado en lo que es mejor para ti. ¿Pero qué hay de lo que él piensa y siente? Tampoco es fácil para él. ¡Cree que su hijo lo odia!

Su discusión se vio interrumpida al ingresar a la oficina y encontrarse a un desesperado Sai paseando de un lado a otro a Yusuke, intentando calmarlo.

– ¿Y tú qué haces aquí? –Cuestionó en seguida, acercándose rápidamente a los dos–. ¿Por qué está contigo?

– ¿Sorpresa? –murmuró, un poco, sólo un poco intimidado. Gaara parecía estar de mal humor –. Sasuke está trabajando, así que estamos aprovechando el tiempo.

– ¿Pero, qué le hiciste para que se pusiera así? –cuestionó otra voz. Hasta ese momento Sai se dio cuenta de que Temari también estaba allí.

–Es que… estábamos comiendo galletas, luego jugamos con sus juguetes y después lo dejé en el piso y luego él vio ese tallado de madera, lo cogió, yo se lo quité. Intenté darle más galletas para que no se pusiera a llorar pero…

–Ok, vale, está bien, ¡cállate! – Se apresuró a decir su cuñada mientras tomaba al bebé en sus brazos–. Dios, hablas muy rápido.

– ¡Es que no sé qué hacer para que se detenga! –gritó, el desespero aún era latente en su voz.

Gaara suspiró, eso era lo único que le faltaba.

– ¿Qué era lo que quería? –preguntó mirando a Sai.

–La figura en madera que tienes allí –señaló el mayor–. Esa que no dejas que nadie toque.

Gaara miró la pieza tallada, un pequeño marco que sostenía en su interior un reloj de arena y sobre él, descansaban dos animales. Volvió la vista al bebé en los brazos de su hermana. Yusuke seguía llorando desconsoladamente, mientras estiraba las manos, apuntando el objeto. Gaara no lo pensó mucho, cuando tomó el reloj y lo entregó al bebé; este dejó de llorar al instante, concentrándose en lo que tenía en sus manos; mirándolo y agitándolo con emoción.

–Pero yo creí que era algo importante –empezaba a murmurar Sai, alternando la mirada entre su pareja y su sobrino.

–Oh, eso no fue lo que te regaló…

–No importa –interrumpió a ambos, antes de que siguieran por un camino que él no quería tomar–. ¿Querías que se calmara? Ya está hecho.

Temari dejó al bebé en el piso para que jugara, y se volvió para retomar su conversación con su hermano.

–Gaara, sobre lo que estábamos hablando.

–Ya hemos terminado –se apresuró a decir–. Concreta una nueva reunión con los inversionistas y la empresa Uchiha para firmar los papeles.

Temari le miró en silencio durante unos segundos, luego miró a Sai y de vuelta a su hermano. La expresión en su rostro había empezado a cambiar.

–Kankuro y yo viajaremos el próximo mes, deberías venir –propuso sin dar mayor información, sabía que su hermano entendería.

–No tendré tiempo, estaré ocupado –se limitó a decir.

No quería seguir escuchando a su hermana, y mucho menos que Sai lo hiciera. Había cosas que prefería mantener para sí, y esta, era una de ellas.

Temari resopló; pero más que estar molesta por las palabras de su hermano menor, estaba dolida.

–Cuando se trata de tu familia, siempre lo estás –declaró dando media vuelta, iniciando una marcha hacia la salida–. Pero si es un Uchiha, corres a su llamado.

Tras su partida, los únicos sonidos que se escucharon fueron los de Yusuke mientras balbuceaba y jugaba.

– ¿Gaara? –Se atrevió a llamar el moreno–. ¿Está todo bien?

–Llévate al niño de aquí –dijo.

–Vinimos por ti.

–No estoy de humor ahora, Sai.

–Y yo no pienso irme de aquí sin ti –aseguró–. No te preguntaré por lo que ha pasado con tu hermana. Sólo quiero que tengas presente que me importa todo lo que pase contigo, pero no te obligaré a que me lo cuentes si no quieres. Ahora bien, ¿le parece, señor Sabaku, si nos acompaña a cenar y después, dejar a este pequeño príncipe del drama en su casa?

–No te darás por vencido, ¿no?

–Me conoces muy bien –afirmó, una sonrisa triunfal apareció en su rostro–. Además, he llevado a Yu-chan a la plaza que hay cerca de aquí ¡Se veían tan feliz! –Continuó mientras recogía todo lo del bebé, guardándolo en su bolso–. Vayamos a cenar y te contaré todo, incluso tomé algunas fotografías. Estoy seguro que Sasuke se morirá de la envidia en cuanto lo sepa. ¡Ah! también te contaré sobre los planes que tenemos para la fiesta de cumpleaños y…

Gaara se limitó a escucharlo y dejar que lo entretuviera con sus palabras, para no tener que pensar en su hermana y todos los problemas que ello acarreaba. Sin embargo un furtivo pensamiento apareció para recordarle que eso no sería posible, sobre todo, cuando había tenido razón.

 

* * * * *

 

Por fin el día había llegado. Sasuke se preguntó toda la mañana que había hecho para merecer algo como eso. Qué cosa tan mala había hecho para que su familia entera hubiera molestado desde el día anterior, recordándole con insistencia, que hoy, por fin, sería la fiesta de cumpleaños de los miembros más jóvenes de la familia. Y no es como si él fuera a olvidarlo, porque se trataba de sus hijos, pero eso, para su familia, no importaba. Ni siquiera su opinión importaba, porque su única misión para ese día era arreglar a sus hijos y llevarlos a casa de sus padres para la celebración, los demás se encargarían del resto.

– ¡Sasuke! –Escuchó el grito de Shikamaru a unos metros de distancia de donde se encontraba relegado, luego de que su madre y Sai se hicieran con sus hijos y lo dejaran sólo en medio de esa fiesta–. Pero que felicidad llevas, hombre –comentó con gracia–. ¿Fue idea de tus hermanos, no?

Los dos hombres miraron a su alrededor, el enorme patio trasero de la casa. Tenía una exagerada decoración alusiva a los pequeños festejados y una cantidad de juegos para todos los invitados, incluso había una zona de juegos para que los adultos se pudieran divertir. ¡Hasta habían contratado a un tonto animador!

–Están locos –dijo Sasuke–. Y papá estuvo de acuerdo con ellos, no sé qué es peor.

–Bueno, eso es lo que ganas cuando tienes hijos. Créeme, será peor con el tiempo –afirmó Shikamaru, palmeando su espalda como consuelo, pero burlándose también de su joven amigo, quien apenas estaba descubriendo lo que realmente era ser padre. 

– ¡Papá! –. La pequeña hija de Shikamaru se acercó a ambos, reclamando en seguida su atención–. ¡Papá, Shikadai no me quiere dejar al tío Gaara!

–El deber llama –suspiró cansinamente mientras alzaba a la niña en sus brazos–. Bien, veamos qué pasa con tu hermano.

Sasuke los miró por un rato, preguntándose si alguna vez él tendría que pasar por algo como eso. Esperaba que no, porque de sólo pensar en tener que ser partícipe de una disputa de sus hijos por uno de sus hermanos, le desagradaba en gran medida. Además, ¿quién querría estar con sus fastidiosos hermanos? Sin contar a Deidara y Gaara, claro. Ni siquiera terminaba de comprender como es que ellos mantenían sus relaciones. Todos eran desesperantes. Pero bueno, cada loco con su tema, ¿no?

La vibración de su teléfono móvil en la chaqueta de cuero que llevaba puesta ese día, le hizo cortar el hilo de pensamientos que mantenía en ese momento. Revisó el identificador pero era un número desconocido, así que colgó. Generalmente lo hacía, porque las llamadas que recibía de números desconocidos, la mayoría de veces eran por cuestiones de trabajo y no estaba por la labor ese día. Desgraciadamente, quién sea que estuviera llamando en ese momento, insistiría hasta que contestara.

Uchiha –respondió finalmente, sin un gramo de cortesía en su voz–. ¿Hola? –Insistió, escuchando sólo una lenta respiración al otro lado de la línea–. ¿Se dignará a hablar? No estoy de humor y ahora me encuentro muy ocupado, como para estar aguantado este tipo de bromas.

Señor Uchiha –dijo por fin la otra voz.

Sasuke reconoció que era una mujer la que hablaba, pero no sabía de quién se trataba, porque su voz sonaba ahogada y un tanto lejana. Ingresó a la casa, alejándose de todo el ruido que no le dejaba escuchar bien, y se concentró en lo que la mujer fuera a decirle.

¿Qué desea? –preguntó luego de un largo silencio, empezando a desesperarse.

Yo… –sintió como vacilaba, luego la escuchó tomar aire y expulsarlo–. Gracias –murmuró–. Muchas gracias, señor Uchiha. No sabía si usted lo haría, pero gracias por tomar la mejor decisión.

Sasuke frunció el ceño sin comprender de qué hablaba.

¿Por qué? –preguntó–. ¿Quién habla?

Por quedarse con ellos –dijo y entonces sus palabras encajaron.

Sasuke estaba hablando con la madre de sus hijos.

¡Usted! –Exclamó con evidente sorpresa–. ¿Se encuentra bien? Puedo ayudarla, dígame dónde está, por favor –pidió con urgencia.

¿Ellos están bien, verdad? –preguntó la mujer, ignorando sus palabras.

Sí, están muy bien –se obligó a responder, tratando de mantenerse calmado–. Mi familia organizó una fiesta por su cumpleaños, se están divirtiendo –contó, como si fuera lo más normal.

Una triste sonrisa se escuchó al otro lado de la línea.

Me alegra saberlo –murmuró, dejando escapar un sollozo.

Por favor. Buscaré a su familia y haré lo imposible por usted, si eso asegura que podrá estar con mis hijos. –insistió, no quería que se fuera, no quería que se alejara de sus hijos, y si él podía, lo haría todo con tal que eso no sucediera.

¿Hará lo que pedí? –Preguntó poco después, ignorando nuevamente sus peticiones. Su voz ya se escuchaba entrecortada y sus sollozos eran más audibles–. ¿Les dará mi regalo y les dirá que los amé mucho? ¿Seguirá cuidándolos sin importar lo que pase? ¿Lo promete?

Sasuke se quedó en blanco, ¿que si lo prometía? ¿En serio? ¡Eran sus hijos! y estaría dispuesto a dar todo por ellos. Finalmente y tras comprender que ella no aceptaría nada de su parte, se permitió hablar.

Lo prometo.

Gracias por ser todo lo que pedía para ellos –dijo–. Desee un feliz cumpleaños a Mizuki y Yusuke por mí, abrácelos y béselos de mi parte. Los amo tanto –sollozó.

Sasuke sintió que el final se acercaba. Una punzada de dolor se instaló en su pecho mientras escuchaba a la inconsolable mujer decir esas palabras para sus hijos. Le dolió saber que no podría hacerlo en persona.

Mis mejores deseos para usted también. Tendrá mi eterna gratitud por hacerse cargo de algo que no le correspondía, pero que tomó como suyo –susurró, sonando cansada; como si la voz no le diera para más–. Ah, una última cosa. No me busque, ni busque a mi familia. Deje que ellos vivan felices, todos lo merecen. Adiós, señor Uchiha.

Y esa fue la despedida.

No tuvo tiempo de hablar luego de eso. No le dio tiempo para agradecerle también por haber confiado en él de forma ciega, hablando literalmente, porque no se conocían. Ni siquiera pudo preguntar su nombre. Sólo escuchó su voz hasta el final; una agotada voz llena de dolor, pero también cargada con mucho amor mientras pedía por sus hijos. Una última voluntad que el cumpliría sin pensar.

– ¡Aquí está papá!

La alegre voz de Deidara siendo acompañado por Itachi y sus hijos, le hizo volver al presente, dejando así, de revivir aquella sorprendente y hasta dolorosa conversación que había mantenido minutos atrás.

– ¿Sasuke, estás bien? –preguntó su hermano al notar la extraña expresión en su rostro.

No era su habitual ceño fruncido, si no que parecía expresar cierto deje de angustia y dolor. Algo a lo que ninguno estaba acostumbrado, porque él nunca demostraba nada. Pero, definitivamente lo que más le sobrecogió no fue el hecho de verlo así, si no, lo que hizo después.

–Sasuke… –murmuraron al mismo tiempo, siendo los únicos espectadores del acto que estaba llevando a cabo en ese momento.

Se había arrodillado hasta estar a la altura de sus hijos y los había abrazado, estrechándolos en sus brazos, tan fuerte como pudo, sin llegar a lastimarlos. Su voz sonaba un tanto ahogada mientras hablaba, como si quisiera llorar pero se estuviera aguantando las ganas. Porque Sasuke Uchiha no lloraba. Pero sí tenía sentimientos. Sentimientos que no le importó compartir en ese momento.

–Mamá está feliz por ustedes y lamenta tanto no poder estar aquí–había dicho, mirando ambos pares de ojos. Los mismos ojos que le devolvían la mirada cargada de curiosidad; sin entender lo que realmente su padre les estaba diciendo, pero sintiendo que era algo importante–. No quiere verlos tristes, así que tenemos que prometerle eso, ¿de acuerdo? Mamá los ama, los ama mucho.

Notas finales:

Si llegaste hasta aquí, gracias.

¡Ronda de preguntas! 
Cuál es su tío favorito? Team Sai o Team Itachi! 
Se esperaban la llamada?
Y qué pasa con Gaara y su familia? 

¡Estén pendientes que habrá sorpresa! :D

Ahora, dudas, posibles acciones futuras de los personajes, quejas, bolas de papel, amorsh, ya saben que hacer!

¡Hasta pronto!

xoxo Al~


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