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Había una vez... por Milkin_Black

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Notas del capitulo:

Hola de nuevo *u*/

¿Cómo están? Espero que muy bien.

Hace mucho que no los saludaba, pero con mi nuevo horario en el trabajo y ciertas cosillas que surgieron, se redujo mucho mi tiempo libre ToT, de cualquier forma ¡Lo siento!

Quiero darles las gracias a todos los que siguen la historia, de verdad me hace muy feliz que puedan divertirse con este loco cuento.

Bueno, se que algunos se quedaron picados con lo del beso entre Degel y Kardia, y no les mentiré, tengo muchas ganas de escribir cosas un poco mas sucias sobre ellos, peeeero por el momento pasaremos a cosas mas serias. El capítulo de hoy es algo triste y sombrio (por alguna razón este tipo de capitulos me cuesta mucho escribirlos), en realidad tiene una parte muy desagradable que no sabía muy bien si incluir o no, pero al final quedó dentro de la última revisión. 

En fin, este capítulo trata sobre Kanon, y veremos si el gatito cayó de pie o no.

Espero resulte de su agrado.

 

Estaba en el suelo, la caída había sido larga y contra sus cálculos no se hallaba de pie…aunque tampoco se encontraba herido.

Envuelto por una especie de manto negro, Aioria llegó a la base del castillo, bastante alterado por lo que en un momento creyó el accidente que le costaría la vida, mas no fue así.

Aun antes de abrir los ojos, supo que se hallaba en los brazos del hechicero, quien lo abrazaba con fuerza, haciendo que pudiera oír con claridad los latidos de su agitado corazón.

Algo confundido por el cálido y protector abrazo, el gatito abrió los ojos, solo para encontrarse con el pálido y asustado rostro del mayor.  Kanon le devolvió la mirada, y en sus verdes orbes un par de lagrimas parecieron asomarse cuando en lugar del castaño, apareció entre sus brazos un rostro del pasado…”Yuu”…pensó estrechando aun con más fuerza a un amor perdido hace tanto…

 

23 años atrás

 

En una aldea oculta en el bosque, vivían junto a algunos otros hechiceros dos pequeños gemelos de encrespados cabellos azules y brillantes ojos verdes. Como muchos en ese lugar, habían perdido a sus padres en alguna de las tantas luchas con los reinos humanos, con quienes ahora mantenían una especia de tregua temporal.

Pese a que estaban solos en el mundo, los hechiceros de la aldea cuidaban con esmero de ellos, sobre todo desde que su abuelo, única familia que les quedaba, había tenido el honor de llenar de gloria a la aldea al ser convocado por la familia real de Antares, para formar parte de su corte, asegurando a los suyos una mejor posición en el mundo humano.

Así pues, los pequeños Kanon y Saga, de tan solo 11 años, pasaban sus días inmersos en horas de juegos, algunas de estudio para controlar sus poderes, siempre con la mente llena de sueños de conocer el mundo y dar felicidad con su magia…más un día todo cambio.

 

El sonido del galope de caballos puso a la comunidad entera en alerta.

-¡¡¡Soldados de Antares vienen!!!-gritaban hombres y mujeres, corriendo de un lado al otro, jalando a los niños, y arreglándoles rápidamente las ropas con la esperanza de que fueran elegidos para vivir en el Castillo Carmesí, lo que les aseguraría una buena vida a lado del Rey.

Al oír el alboroto el pequeño Kanon gritó de emoción, y saliendo a trompicones de la casa que compartía con otros niños corrió con todas sus fuerzas hacia la plaza principal decidido a tomar en sus manos las riendas de su destino, tal como su hermano Saga lo había hecho unos días atrás cuando gracias a su increíble poder fue invitado a unirse  a un grupo de hechiceros conocidos con el nombre del Consejo, quienes luchaban por mantener y hacer respetar la alianza de paz con el reino humano.

Sin embargo Kanon nunca lamentó no haber sido elegido por ellos, pues a diferencia de su hermano, él no tenía una vocación de servicio, sus sueños eran mucho más grandes y ambiciosos a pesar de su corta edad, y algo le decía que ese era su día de suerte, el día que cambiaria el resto de su vida.

Con ello en mente, atravesó casi volando la mitad de la aldea y llegó antes que nadie  a la plaza céntrica, desde donde con sus ojitos muy abiertos por la emoción, vio acercarse a esa nube de polvo acompañada por el sonido de cascos que resonaban al ritmo de su propio corazón.

Sobre unos imponentes caballos, y luciendo sus relucientes armaduras, una docena de soldados entró a la humilde aldea, captando la atención de los pequeños quienes los miraban con sus ojitos llenos de admiración. Finalmente se detuvieron en la plaza principal, formando dos hileras para dar paso a un grueso hombre de finos ropajes y apariencia amigable aunque orgullosa.

Con gesto altivo el Consejero Real pasó la vista por cada uno de los habitantes, deteniéndose con frecuencia en  las caritas tiernas de los menores entre quienes buscaba un nuevo integrante para la corte. Los pequeños abrían sus ojitos ilusionados y lo miraban con asombro, todos, en especial Kanon, quien se movía de un lado al otro y levantaba las manos tratando de llamar su atención. Sin embargo el consejero terminó fijándose en un bello niñito de ojos azules y cabello castaño claro.

Pero cuando uno de los guardias se acercó para tomar al pequeño elegido, el nene se puso a llorar muy fuerte mientras se abrazaba a su madre, y no hubo regaño o promesa que lo hiciera soltarse. 

Y en todo momento Kanon siguió saltando para llamar la atención, lo que no dejó alternativa al enviado real. Al final el Consejero dio un largo suspiró, y señaló con la cabeza al pequeño peliazul.

Mientras los recién llegados eran atendidos con grandes muestras de hospitalidad, Kanon recogió lo más rápido que pudo sus cosas, y sin muestras innecesarias de sentimentalismos dijo adiós al mundo que lo vio nacer, para lanzarse ciegamente hacia la mayor aventura de su vida.

Como era costumbre, antes de abandonar la aldea el Consejero dio un discurso sobre la cooperación, la cordialidad y tras intercambiar saludos de respeto con los líderes hechiceros, montó a Kanon juntó con él en su enorme caballo para emprender el viaje de regreso hacia el reino de Antares.

 

Sin embargo, apenas quedaron fuera del campo visual de la aldea, el cortejo se detuvo.

-Bien, ahora quítenlo de aquí…-dijo con desagrado el emisario real cargando al menor como si de un animal roñoso se tratara.

Kanon no comprendía lo que ocurría, ni porque de un momento a otro había terminado al final del grupo, con uno de los caballeros de menor rango. Aun así, ignorando  la vocecita interior que le advertía de que algo raro estaba pasando, se aferró aun más a sus sueños…”Cuando llegue al palacio todo será distinto”.

 

 

Seis horas después al fin Antares apareció como una brillante joya a un par de kilómetros de distancia. De inmediato el pequeño se desperezó, y olvidó su hambre, su cansancio o el frío que se iba haciendo presente conforme el sol se ocultaba por el horizonte.

Emocionado como nunca antes, se frotó los ojitos, para luego abrirlos enormemente ante la grandeza de la ciudad, en cuyo centro el Castillo Carmesí se erguía como un enorme diamante.

Al llegar al reino, quedó hechizado por la belleza de aquel imponente Castillo, que desde ahora sería su casa.

Sin embargo toda su ilusión desapareció, cuando lejos de ser recibido con brazos abiertos en el castillo, fue conducido a una casucha maloliente, pequeña y vieja, cerca de los establos.

Quizá en ese momento Saga habría actuado con sensatez, y de forma obediente habría abrazado su destino o al menos conservaría la calma hasta saber lo que ocurría, pero Kanon no era así.

-¡¡Yo no pienso ir ahí!!...¡¡¡Yo voy a vivir en el palacio!!!- gritó decidido, con su lindo rostro molesto, y tirando al suelo el saco con sus cosas.

Los guardias que lo guiaban, lo miraron desconcertados, solo para luego reír a carcajadas.

-Jajajaja, ¿oíste al mocoso?

-Si, jajaja, el pobre piensa que va vivir en el palacio, jajaja.

Si algo odiaba el pequeño hechicero era que se burlaran de él, así que sin medir consecuencias caminó hasta uno de ellos pateándolo con fuerza en la pantorrilla.

-¡¡No soy ningún mocoso!!!, mi nombre es Kanon y vine a…

Un golpe directo a su infantil rostro terminó por callarlo.

-¡¡Mira lo que hiciste estúpido mocoso!!-gritó enfadado el guardia que lo golpeo, señalando una parte de su armadura ahora manchada de tierra por la patada del menor –No sé como el Rey los tolera, ustedes son una maldita escoria.

Kanon, quien en su vida jamás había sido golpeado ni tratado con tanta rudeza, lo miró asustado desde el suelo, acariciando con su mano la hinchada mejilla donde lo golpearon.

-¡¡Anda, levántate, que no tengo tu tiempo!!- gritó el caballero, quien al no ver reacción del pequeño peliazul, lo tomó con brusquedad de la camisa, lanzándolo con fuerza al interior de la casucha, cerrando después la puerta.

Aun con su pequeño cuerpo temblando del miedo, Kanon se levantó y corrió hacia la puerta para golpearla con insistencia -¡¡¡No!!!...¡¡¡Sáquenme de aquí!!!- gritó con todas sus fuerzas hecho un mar de llanto, sin comprender que ocurría ni por qué los soldados le hacían eso.

-Ellos no volverán…-musitó una dulce voz proveniente del fondo de la habitación.

Al oírlo Kanon se giró sobresaltado, pegándose lo más que pudo a la puerta. Frente a sus ojos una pequeña llama blanca apareció, iluminando lo suficiente para ver al dueño de esa bella voz. Era un niño hermosísimo de más o menos su misma edad, de suave cabello rubio ligeramente encrespado y unos pacíficos ojos grises –No tengas miedo…-dijo tocándolo en el hombro.

Kanon quien hasta ahora se sentía como un indefenso animal asustado, al verlo olvidó por completo su temor, y atrapado en la tranquilidad de los ojos del otro se calmó. El pequeño  le sonrió de una forma tan hermosa que hizo saltar a su joven corazón, pero ahora por una extraña emoción que recorría todo su cuerpo.

-Mi nombre es Yuu, espero que seamos buenos amigos –dijo aquel sin dejar de mostrar su perfecta sonrisa.

Kanon asintió embobado, sin comprender de donde salía ese calor que lo hacía sentirse nervioso e ilusionado al mismo tiempo.

 

Con Kanon mucho más calmado, el pequeño Yuu le mostró el lugar. Al fondo del oscuro cuarto había una tosca puerta de madera que daba a los dormitorios, lo que era básicamente un cuarto más con tres catres en el suelo.

Pese a todo, Kanon se mantuvo tranquilo, aun cuando todo parecía estar mal esa suave mano sosteniendo la suya hacia todo más llevadero.  El lindo rubio le explicó que venía de un pequeño pueblo del norte y llevaba cerca de 6 meses en la ciudad, que sus deberes básicos consistían en usar sus poderes para entretener a los miembros de la corte durante las fiestas en el palacio. Fuera de eso no se les permitía salir, al menos que fueran llamados.

Con cada palabra los ojos de Kanon se abrían más y más, y sus puños se cerraron con enojo, no por él o por el que sería su espantoso futuro, sino porque alguien fuera capaz de tratar de esa manera a una creatura tan perfecta como Yuu que ante sus ojos era como un ángel puro y hermoso. En ese momento lo supo…”Debo protegerlo”.

El sonido de la puerta al abrirse llamó su atención, seguido por unas pisadas lentas que se oían cada vez más cerca.

-¡Ya llegó!...¡Seguro se llevarán muy bien!- dijo el bello Yuu colocándose junto a la entrada.

-¿De qué hablas?...¿Quién viene?- preguntó Kanon un poco ceñudo por la reacción tan alegre del rubio. Sin embargo en cuanto la puerta se abrió sus ojos esmeralda se llenaron de lágrimas y su joven corazón se estremeció -¡¡¡Abuelito!!!

El mayor, un anciano de gesto amigable y andar cansino a penas si tuvo tiempo para reaccionar y atraparlo en sus brazos -¿Kanon?...¡Mi niño, ¿qué estás haciendo aquí?!-pregunto alegre de verlo, pero preocupado de que su nieto se hallara en su misma terrible situación.

El pequeño peliazul no contestó, no quería llorar, sabía que debía ser fuerte y no mostrarse débil, pero las lagrimas no dejaban de salir, por lo que avergonzado se aferró a las ropas de su abuelo escondiendo su apenado rostro.

-Mi pequeño Kanon, no deberías estar aquí…este lugar….

-¡Pero quería verte!...No me gusta estar solo.

-¿Solo?-repitió alarmado el mayor. Después de todo  sus nietos eran lo único importante en su vida, y hasta ahora podía seguir adelante porque creía que ambos estaban bien, seguros, lejos de toda la maldad del mundo, pero al ver a su nieto menor hundido en ese mar de lagrimas temió lo peor–Pequeño- lo llamó acariciando suavemente sus cabellos –Dime, ¿dónde está tu hermano?¿por qué no estás con él?

Kanon se frotó los ojos –Saga se…se fue…

El rostro del mayor se distorsionó horrorizado.

-…se lo llevó…el…el Consejo- completó finalmente Kanon, con su vocecita suavizada por el intenso llanto. Eran demasiadas las emociones para un solo día, la felicidad de ver a su abuelo, el desconcierto y el miedo dada su presente situación, y aunque lo negara y jamás se atreviera a decirlo en voz alta, también extrañaba mucho a Saga.

Con cariño su abuelo lo atrajo de nuevo hacia sus brazos –Ya, ya…Estoy aquí…-dijo palmeando delicadamente su cabeza. No diría que todo saldría bien, ni que ahora que se hallaban  juntos como familia las cosas serian perfectas, porque quería que Kanon viviera, que se volviera fuerte para lograr salir de ahí, por eso no le mentiría, no fingiría una vida feliz, no le diría que debía luchar por sus sueños, le enseñaría a sobrevivir. Pese a todo, saber que Saga había sido llevado por el Consejo representó un gran alivio…”Con ellos estará a salvo”…pensó seguro como nunca de que ese grupo de hechiceros eran la última esperanza de su raza, antes de que la maldad humana acabara con todos.

 

El resto de la velada, tanto el pequeño Yuu como el abuelo, se esforzaron por sacarle alguna sonrisa a Kanon, quien luego de dejar de llorar se había puesto repentinamente muy serio, súper rojo y demasiado tímido, tras darse cuenta de que el bello rubio había presenciado todo su espectáculo. Así que cada vez que los hermosos ojos grises lo buscaban con curiosidad, él escondía el rostro entre sus piernas, provocándoles una divertida sonrisa.

Finalmente la noche llegó, y debido a lo extenuante del viaje, Kanon se quedó profundamente dormido en cuanto tocó aquel viejo catre. Después las luces se apagaron y el silencio se adueño del lugar.

 

Pero al llegar la media noche tres fuertes golpes en la puerta acabaron con la paz. Lo único que Kanon podía recordar era que al despertar, vio a dos guardias pateando con saña a su abuelo, mientras otro sujetaba a Yuu quien con su rostro asustado les suplicaba que se detuvieran. Lo siguiente fue confuso, Kanon se levantó iracundo para defenderlos, Yuu gritó su nombre, un guardia lo golpeó. Al final quedaron en la oscuridad solo él y su abuelo inconsciente.

Sumido en aquel negro total, sin terminar de comprender si se trataba solo de una pesadilla, el pequeño peliazul pasó las horas más terribles abrazado al cuerpo de su abuelo que apenas si respiraba, preguntándose una y otra vez qué ocurría, dónde estaba Yuu.

Luego llegó el día.

A lo lejos escuchó a la ciudad despertar, las personas hablaban, reían y disfrutaban de su vida, sin ser conscientes de que junto a ellos un pequeño peliazul se hallaba de rodillas frente al cuerpo de su abuelo sin saber si tocarlo o no, preguntándose si estaría vivo o si lo había perdido…-Abuelito…-gimoteó el menor acercando con miedo su trémula manita al inerte cuerpo.

Entonces la puerta se abrió descolocándolo por completo, obligándolo a cubrirse de ese haz de luz que golpeo con fuerza sus ojos demasiado sensibles por el exceso de llanto y la falta de sueño.

-Yuu…eres tú-musitó al reconocerlo una vez que la puerta de nuevo se cerró. Tan solo verlo, la esperanza volvió a su cuerpo, por lo que de un saltó se puso de pie y lo abrazo -¡Yuu, que bueno que estás bien!

Aunque tardó un poco, lentamente Yuu correspondió el abrazo –Kanon…-susurró con un hilo de voz.

Kanon lo sintió temblar, estremecerse entre sus brazos, pero imaginó que debía ser por el frío matinal y las escasas ropas que el rubio vestía, por lo que no le dio mucha importancia –Yuu…mi abuelo…él…

-Tranquilo…Debes calmarte, voy a ayudarte, ¿si?

Como siempre Kanon asintió, y con su corazón palpitando de nuevo ayudó a Yuu a cargar al abuelo hasta su catre, donde gracias a la poca luz matinal que se colaba por una de las altas ventanas lograron ver que si bien el anciano respiraba apenas imperceptiblemente, tenía la cara y el cuerpo lleno de marcas por los golpes.

-Abuelito…-gimoteo Kanon a punto de ponerse a llorar, pero la presencia de Yuu lo obligó a controlarse, apretar los dientes y poner toda su atención en ayudar a limpiar las heridas.

Una vez que terminaron, el niño rubio colocó una extraña sustancia sobre las marcas -Esto lo ayudará a que las heridas cierren…-explicó casi es un susurro, no era la primera vez que algo así pasaba, y solo rogaba porque como en otras ocasiones la medicina funcionara. Su rostro lucía agotado y triste - Tu abuelo está vivo pero necesita mucho reposo, y tú también deberías descansar. Voy a dormir un poco, ¿de acuerdo?-y sin más se hizo un ovillo en su lecho.

Fue en ese instante de relativa paz, que Kanon notó algo que hasta ahora había ignorado. La piel nívea de Yuu estaba llena de marcas rojizas, algunas con forma de dedos como si lo hubiesen apretado con mucha fuerza. Además sus ropas tenían extrañas manchas, algunas rojizas, otras blanquizcas –Yuu…-musitó sin comprender por su edad qué era lo que le habían hecho, por qué estaba tan cansado, tan herido, por qué sus ojos lucían tan vacios.

Viéndolo dormir mil dudas acudieron a su cabeza, ¿quién le había hecho daño? Y ¿por qué?, pero cuando al final el bello rubio despertó lucía mucho más animado, así que no se atrevió a preguntarle nada.

-Kanon, ¿estás bien?

-Eh, ah, si…no es nada…¿te sientes mejor?

Yuu vaciló un momento pero luego dibujó una bella sonrisa –Si…lamento haberte asustado. Pero ahora lo importante es preparar algo de comida, tu abuelo está débil y necesita algo para recuperarse –explicó dirigiéndose hacia una especie de cocina, dejando a lo ocurrido en la noche como una pesadilla y concentrándose en el presente donde solo importaban ellos y el abuelo. Como un acuerdo implícito, el resto del día se hicieron cargo de tareas simples, ocupando lo poco que tenían a su alcance para subsistir dentro de aquella vieja casa, sin volver a hablar de cosas tristes sino aferrándose a la presencia del otro, y a la esperanza de que en algún momento podrían salir de ahí para siempre.

 

Los días venideros fueron iguales  al anterior. Comer lo que se podía, cuidar al abuelo que seguía sin despertar, y en alguna que otra ocasión salir a una de las plazas de la ciudad y fungir como bufón haciendo algún “truco” de magia para entretener a las masas. Kanon pronto entendió que el mundo con el que soñó no existía, no obstante, todo era soportable si Yuu se hallaba a su lado, le gustaba tanto verlo, admirar sus ojos, su sonrisa tranquila, escucharlo narrar cosas sobre su familia, sobre su tierra, le gustaba incluso su aroma, y la manera en que al entrar a la habitación hacía que su corazón comenzara a palpitar agitado.

Sin embargo había algo que lo tenía muy intranquilo, pues cada vez eran más frecuentes los llamados nocturnos de Yuu, quien volvía cada mañana muy triste y lastimado.  Lleno de preocupación Kanon se esforzó por quedarse despierto, e intentar detenerlo cuando los guardias tocaban la puerta, pero su amigo siempre decía lo mismo –Todo está bien, debes quedarte con tu abuelo –y luego de acariciar sus cabellos partía junto a los soldados.

 

Pero Kanon era demasiado listo y sabía que algo muy malo estaba sucediendo con él, así que comenzó a idear un plan para averiguar lo que ocurría, seguro de que solo de esa forma podría ayudarlo.

Al principio pensó en usar la fuerza para salir de ahí e ingresar al castillo y exigir una explicación, pero en su experiencia los golpes y gritos no habían dado buen resultado, así que esta vez decidió usar su inteligencia y carisma…y eso funcionó.  

Valiéndose de cada oportunidad usó su gracia, los halagos, su disposición para auto humillarse y darles diversión a los guardias, quienes ya en confianza, entre burlas y risas revelaban información que el peliazul fue guardando  en su mente. En pocas semanas sabia tantos secretos de la corte que escandalizarían a cualquiera, y lo más importante, había creado un mapa mental del castillo y un itinerario de actividades,  sabia cuando iniciaba cada guardia, que caballeros resguardaban cada lugar, lo único que desconocía era qué pasaba cada noche con Yuu ni a donde lo llevaban…·”Solo un poco mas”…se dijo seguro de que pronto obtendría la información que tanto necesitaba.

Pero el tiempo se acabó.

Ese día al llegar de una de las tantas salidas a la plaza principal, encontró a Yuu llorando en una esquina.

-Yuu…-lo llamó corriendo hasta él –Yuu, ¿qué pasa?

-¡¡No me toques!!-gritó el bello rubio replegándose contra la pared, solo para después suavizar la mirada al ver que se trataba de Kanon–Yo…lo siento…-dijo limpiándose torpemente las lagrimas, pero estas no dejaban de salir, y el rostro de Kanon lucia cada vez más preocupado –Kanon…yo…

Kanon lo abrazó con solo una cosa segura en su mente, ya no podía esperar más, esa noche debía rescatarlo.

 

Como ya era costumbre, a las 12 tocaron a la puerta.

Luego de haberlo visto llorar por horas, Kanon tuvo el impulso de detenerlo, de impedir que se lo llevaran, pero bien sabía que eso solo terminaría con una paliza, y uno o ambos encerrados. La mejor opción era dejarlo ir, salir por separado cuando nadie lo notara e ir a rescatarlo.

Así, cuando llegaron los escoltas Kanon los recibió con una fingida sonrisa, haciéndoles bajar la guardia, por lo que  al marcharse olvidaron asegurar la puerta de la entrada.

En la total oscuridad Kanon esperó hasta que dejó de escuchar el más mínimo ruido. Armado solo con su valor, fue una vez más hacia el cuerpo inmóvil de su abuelo para despedirse por si algo salía mal y no podía volver a verlo, con cariño acarició sus canas, besó su frente, y antes de que le ganara el miedo o el sentimiento salió corriendo hacia el palacio.

 Con el mayor sigilo cruzó los enormes pasillos rebosantes de riqueza y brillo, mas no les prestó atención, de alguna manera en tan solo unos días había madurado, y ahora reconocía que lo único importante era encontrar a Yuu, proteger a su abuelo, mantenerse con vida, juntos. Como una sombra veloz, recorrió gran parte del castillo guiado por algún hilo invisible que le indicaba donde girar, hacia donde correr, como si su cariño por ese hermoso ángel rubio le indicara el camino para rescatarlo.

Instintivamente se detuvo frente a una enorme puerta de la más fina madera.

Con el corazón en la mano giró la perilla y empujó lo suficiente para poder asomarse en el interior.

De inmediato los gemidos del Consejero resonaron por el pasillo, junto con el ruido acompasado de la cama cada vez que embestía al pequeño cuerpo debajo de él.

-Yuu…-musitó Kanon completamente desconcertado, herido, aterrado de ver a su ángel mancillado por las asquerosas manos del hombre que se suponía que debía protegerlos.

Al oírlo Yuu levantó la cabeza. Obligado por la situación, se había acostumbrado a soportar el abuso de Consejero perdiéndose en un punto de su mente donde lo esperaba Kanon sonriente en medio de un jardín hermoso donde nadie podía hacerles daño. Por eso al verlo en la entrada de la habitación con el rostro desencajado comenzó a llorar con el corazón roto.

-Kanon…-gimoteó luchando por liberarse.

-¿A dónde vas amor?-dijo el mayor sosteniéndolo con firmeza de la cintura.

-¡¡No, suélteme!!-gritó luchando como la primera vez que abusó de él, sintiendo la necesidad de liberarse, de correr hacia Kanon y huir juntos de ahí.

Entonces Kanon reaccionó…-¡¡Suéltalo maldito!!- ordenó el peliazul lanzándose hacia el mayor, golpeando, pateando, arañándolo como pudo.

-¡Maldito mocoso, ¿cómo llegaste aquí?!- preguntó el robusto hombre aventándolo sin cuidado hacia el suelo, momento que aprovechó Yuu para intentar zafarse, pero antes de que lograra bajar de la enorme cama, el horrible hombre lo tomó de nuevo y sin el mas mínimo cuidado entró en el –Tú eres mío amor, y ahora mismo te voy a demostrar quién es tu dueño.

Tras un gemido bestial, el Consejero se levantó satisfecho, dejando al pequeño cuerpo tirado en la cama. Kanon lo miró con rabia para luego lanzarse contra él, pero con una certera patada fue lanzado al suelo.

-Pequeño bastardo…Te voy a dar la lección de tu vida…-y sin decir más abandonó la habitación decidido a romper en mil pedazos el mundo de aquel insolente mocoso.

Por algunos minutos reinó solo el silencio. Yuu permanecía inmóvil de espaldas, y Kanon desde el suelo lo miraba sin saber cómo actuar o qué decir en un momento como ese.

Finalmente se puso de pie –Yuu…vámonos…-dijo con tono suplicante acercándose hacia la cama –Yuu…no puedes seguir aquí, ya no me interesa este cochino palacio…regresemos a casa ¿sí?

-¿Casa?...-repitió con hilo de voz el bello ojigris, quien debido a su cuerpo lastimado se puso de pie con dificultad –Si Kanon…vámonos.

Kanon asintió, se limpió las lagrimas y buscó en la habitación una delgada bata para cubrirlo y poder escapar, pero cuando giró para ponérsela, lo vio de pie justo en el filo de la ventana –Yuu…

Yuu le sonrió de esa forma hermosa que acostumbraba. Su rostro lucia de nuevo feliz aun cuando ríos de lágrimas bajaban por sus mejillas –Kanon, me hizo muy feliz estar contigo.

-Yuu…

-Escúchame. Debes salir de aquí, debes ir por tu abuelo e irte. Conviértete en un hombre fuerte y sé feliz.

El pequeño peliazul dio un paso al frente sin comprender –Yuu…¿qué haces?…debemos irnos…

El rubio dio un largo suspiro y sonrió de nuevo –Tienes razón, es momento de ir a casa…Kanon, te quiero – apenas terminó de hablar, cerró los ojos y se inclinó hacia atrás.

-¡¡¡¡Yuuuuuuu!!!!...¡¡¡No, Yuuuu!!!- gritó a todo pulmón corriendo a la ventana para salvarlo -¡¡¡Yuu, nooo!!!- pero para cuando al fin llegó, escuchó el ruido sordo de su cuerpo golpeando el suelo. Y su mundo se detuvo, por un breve instante dejó de pensar, de sentir, era como si se hallara suspendido, perdido en un borroso sueño del que quería despertar.

 “Yuu”…pensó una vez más con sus ojitos llenos de lagrimas, sin poder apartar la mirada de su frágil cuerpo a la distancia, descansando inerte en aquel enorme charco de sangre…-Yuu…-musitó está vez con un hilo de voz.

Entonces la puerta se abrió, para dar paso al Consejero del rey, quien detuvo su andar y cambio su mirada a una de enojo cuando en lugar de encontrar a su tierno Yuu esperándolo en la cama, se topó de nuevo con  aquel mocoso peliazul…-¡¿Qué demonios es lo que ocurre aquí?!...¡¡¿Dónde está mi bello gatito?!!- gritó dando largas zancadas para poder tomar con brusquedad el brazo de Kanon.

Para el pequeño era tanto el dolor, tanta la pena, que tardó en reaccionar, era tanto el vacio que se dejó sacudir con brusquedad sin poner el mínimo esfuerzo por liberarse…”Yuu”…lo nombró una vez más…y fue ahí, que su corazón destrozado lo llenó de una fuerza que hasta ahora desconocía, un fuego interior, avivado por el rencor, la ira, y la necesidad repentina de acabar con aquel mundo que había cobrado tantas vida de hechiceros, que había lastimado a su abuelo, matado a sus padres…y al pequeño Yuu.

-Pero…¿qué es esto?...-musitó el Consejero soltándolo con horror, cuando un aura oscura rodeo al menor, haciéndolo sentir un peligro hasta ahora desconocido.

Temiendo por su vida, dio un par de pasos atrás -¡¡Guardias!!...¡¡¡¡Guardias!!!!-gritó con todas sus fuerzas.

Atraídos por los gritos desesperados del Consejero del Rey, varios guardias corrieron hacia la habitación, pero antes de que pudieran entrar, la puerta se cerró con violencia.

-¡¡¡Ayuda!!!...¡¡¡¡Auxilio!!!!-gritó el consejero golpeando desesperadamente la puerta, mientras los guardias inútilmente trataban de abrirla desde afuera de la habitación.

El pequeño Kanon que hasta ahora no se había movido levantó lentamente la mano.

-Arghh…-se quejó el mayor sintiendo como una mano invisible lo tomaba del cuello elevándolo cerca de medio metro.

Con sus ojos verdes llenos de ira, Kanon vio cómo se retorcía tratando en vano de soltarse. Su rostro regordete distorsionado por el terror y la asfixia, dio al pequeño un espectáculo que lo hizo sentir al menos un poco de paz…”Esto es por ti…Yuu”…Con calma levantó la otra mano, y tras dedicar una siniestra sonrisa al ruin hombre cerró el puño con fuerza.

Al instante el cuerpo del mayor explotó como si se tratara de un globo de agua, salpicando la habitación de sangre y viseras.

 

Cuando los guardias al fin lograron abrir la puerta se encontraron con una habitación vacía, pintada de rojo y con restos humanos.

En Antares no quedó rastro de Kanon ni tampoco de Yuu, solo un charco de sangre a lo lejos en el piso, y la vieja casucha donde vivían ardiendo.

 

Días después el Gran Rey Antares murió en circunstancias extrañas, dejando en el trono a su hijo Aspros de tan solo 13 años.

 

 

Época actual

 

En completo silencio regresaron a la habitación. Sostenido entre aquellos fuertes brazos, Aioria fue cargado con el mayor cuidado, como si fuera una delicada pieza de cristal. En algún otro momento habría luchado por soltarse, pero el varonil y serio rostro de Kanon  de alguna forma le hacía saber que intentarlo no era buena idea. Sin moverse se dejó llevar, apoyando la cabeza en el fuerte pecho, oyendo el suave latir de su corazón.

Con delicadeza el hechicero lo depositó en la cama.

-Quédate aquí…- dijo como una orden matizada con dulzura.

Aioria lo miró extrañado, y de pronto tuvo el deseo de provocarlo, sin embargo antes de que siquiera se pusiera de pie, Kanon movió una mano hacia la ventana que poco a poco fue cubriéndose por una extraña bruma negra hasta desaparecer por completo.

-¡¡Oye, ¿qué demonios estás haciendo?!!-gritó encarándolo.

Kanon lo ignoró y a paso firme abandonó la alcoba luego de hechizar la cerradura.

Perdido en sus recuerdos sintió renacer la ira durante tantos años guardada en su interior, aunque en esa entonces era tan solo un niño, había querido tanto a Yuu, lo había amado con tanta devoción que dedicó su vida entera a un solo propósito: la venganza.

Incapaz de controlar sus acciones se apresuró hacia el salón principal donde permanecían los cuerpos petrificados de los nobles y los reyes de Antares y Rose. Mientras avanzaba hizo un par de movimientos con su mano, invocando a una suerte de larga espada roja, la empuñó y con todas sus fuerzas comenzó a romper en pedazos cuanta figura encontró a su paso, y justo cuando estaba por destrozar la estatua del Rey  Aspros una mano lo detuvo.

-¡¡Déjame!!

El peligro lo soltó pero se colocó entre él y la estatua de Aspros -¿Qué significa esto?-preguntó observando a través de la máscara los restos en el suelo.

Kanon lo miró con odio -¡Hazte a un lado Deuteros!

-¡No!...Esto no es lo que acordamos.

Kanon apretó los dientes, pero cuando iba a protestar se dio cuenta de que lo dicho por el nuevo Rey era en cierto modo conveniente.

-Tienes razón, la sangre de los Antares te pertenece – masculló avanzando peligrosamente  –A cambio tú harás caer a los otros reinos humanos –y sin darle tiempo para reaccionar puso la mano sobre la gruesa mascara de metal.

Los ojos de Deuteros se tornaron rojos, y de su cuerpo emergieron cientos de sombras, mientras se convulsionaba presa de un inmenso dolor.

Kanon sonrió, pronto acabaría todo.

Notas finales:

Y ese fue...

A decir verdad había pensado en escribir mas sobre Yuu, y detallar su convivencia con Kanon, pero no quería un capítulo mucho más largo (aunque quiza al final lo edite y agregue algunas cosas), porque ya saben, me pierdo muy facilmente y no deseaba alejarme de la trama original.

Debo decir que no soy fan para nada del tema de las violaciones, y aunque crei conveniente dejar el capitulo con la idea original, intenté hacerlo menos explicito posible, si herí alguna suseptibilidad me disculpo de antemano.

Se que quedaron muchas dudas al aire, pero  trataré de irlas resolviendo conforme pasen los capítulos.

Agradezco a todos su apoyo, su paciencia, y quiero hacer algunas menciones, pero como este capítulo es muy triste y cruel, lo dejaré para la proxima actualización ¨u¨

Les envío un fuerte abrazo y mis mejores deseos

Besos

Bye Bye

 


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