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Había una vez... por Milkin_Black

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Notas del capitulo:

Hola hola

Antes de comenzar con mis locuras quiero agradecer a todas las personas que han leído la historia. Adicionalmente, hago un agradecimiento especial a quienes han dejado sus bonitos comentarios, no imaginan lo mucho que he reido leyendolos.

Y bueno, éste es un capítulo algo "muchoso", pero espero que les guste...

 

Degel Vaudet venía de una honorable y antigua familia de guardias del Reino de las Rosas. Pese a su estructura física no muy corpulenta, desde joven había demostrado un peculiar talento para el manejo de la espada y la pelea cuerpo a cuerpo, convirtiéndose en un elemento poderoso y letal para el resguardo de la familia real.

Sin embargo, sin importar cuán grande fuese su talento, todo se veía opacado en momentos como aquel, cuando el pequeño príncipe Afrodita repentinamente había decidido huir del palacio real. Consciente de que tan solo faltaban un par de horas para la ceremonia de compromiso, salió del castillo Bloom con el único objetivo de encontrarlo y hacerlo entrar en razón antes de que los reyes se dieran cuenta de su ausencia. Así pues, armado solo con una simple espada, montó a su blanco corcel y atravesó rápidamente el largo trecho hasta el reino de Antares siguiendo las huellas dejadas por el caballo del príncipe.

Con el mayor sigilo posible, recorrió las bulliciosas calles del reino vecino, pero por más que buscó no halló rastro del menor, lo que sumado a los murmullos escuchados por el personal del Castillo Carmesí sobre la desaparición del príncipe Milo, aumentaron su preocupación. Alarmado inspeccionó los alrededores y entonces algo llamó su atención. A lo lejos, sobre el césped muy cerca de la entrada al bosque brillaba con los rayos del sol un pequeño objeto.

-No puede ser…- musitó al reconocer el escudo de la honorable casa de Piscis. Sintiendo una corriente helada, su mirada violácea se perdió en el interior de aquel espeso bosque. Si las leyendas eran ciertas, debía encontrar a ambos jóvenes antes de que llegara la noche, o quizá ese sería su último día con vida.

 

Caminó durante horas, a través de aquel sombrío paisaje donde cada vez era más difícil evitar tropezar con las grandes raíces separadas del suelo, o las curveadas ramificaciones de viejos arbustos. Aun cuando llegó la noche no dejó de buscar, pues además de sentirse responsable por la desaparición del menor, tan solo imaginar la preocupación de los Reyes Rose lo llenaba de angustia, así que haciendo a un lado sus propios temores, continuo con la esperanza de encontrarlos a salvo.

-Ahuuuuuuuu…-sonó de la nada un aullido peligrosamente cerca.

Eso bastó para alertarlo y hacerlo empuñar su brillante espada, dispuesto a enfrentar cualquier cosa que aquel bosque de pesadilla le pusiera enfrente.

-Ahhhuuuuuuuuuuuuuuuu…-escuchó de nuevo el aullido, más largo y claro, como si el animal del que provenía tratara de amedrentarlo.

Sudando frío, y con todos sus sentidos concentrados en detectar el más mínimo movimiento, permaneció en silencio en posición de ataque.

Lo que nunca esperó fue que de un momento a otro las ramas y troncos comenzaran a crujir ante el paso de lo que parecía una bestia enorme y furiosa, dada la magnitud de los destrozos y todo el ruido ocasionado por su andar.

Degel pensó en ser valiente, esperar paciente y atacar hasta vencer o caer en el intento, en medio de una muerte honorable. Sin embargo, no solo era su vida la que estaba en peligro, sino también la de los jóvenes soberanos que permanecían perdidos en algún punto de ese enorme bosque.

Entonces puso a su mente a trabajar lo más rápido posible…”¡Eso es!”…se dijo mentalmente una vez que se percató de que la única forma de vencer a algo tan enorme era atacar desde las alturas.

Calculando que los sonidos de destrozos provenían de la derecha y avanzaban lentamente hacia su espalda, se giró lo más rápido que pudo para tratar de llegar hacia los troncos, con los que  tomaría un impulso para saltar y al final caer sobre aquella bestia degollándola. Sin embargo a solo un metro del árbol más cercano, aquella “cosa” aumento drásticamente su velocidad, derribándolo antes de que siquiera pudiera reaccionar.

Entonces se oyó una risa tétrica correr entre los árboles.

-¡Vamos, seguro que puedes hacerlo mejor!-exclamó una sensual voz, para después dejar solo el sonido de troncos quebrándose.

Degel adolorido por el golpe, se puso de pie con algo de dificultad, siguiendo en todo momento con su mirada amatista al conjunto de ruidos que parecían crear un círculo a su alrededor.

-¿Qué pasa? ¿no piensas atacar?...-cuestionó la voz sonando bastante divertida –Bien, ¿qué tal esto?...Inténtalo de nuevo, y aunque falles,   prometo darte una muerte rápida…

Al instante los ojos del joven guardia se abrieron asustados, solo para después entrecerrarse decididos…”No puedo morir aquí…debo encontrarlos”…pensó enfocando sus mente en buscar la forma de sobrevivir, y continuar con su misión. De nuevo empuñó la  espada y adoptó una posición de defensa…

-Mmmmm…vaya, vaya…¿acaso tratas de provocarme?- musitó la sensual voz tan cerca que lo hizo estremecerse –Como quieras…

Ni bien terminó de hablar, se abalanzó velozmente sobre el peliverde, quien con un rápido movimiento apenas si pudo esquivar el feroz ataque.

-¡¡Bien, así me gusta!!...Veamos si ahora puedes esquivar esto…-y de nuevo se lanzó, pero esta vez dando un giro en el aire…

Degel solo vio pasar una sombra negra sobre su cabeza, y por instinto blandió su espada…

De pronto se hizo un completo silencio…

Sobre el oscuro suelo comenzaron a caer un par de gotas de sangre…

-Wow…no puedo creer que en verdad lo lograras…-dijo aquella creatura rosando la larga herida que se extendía por su pecho…-Me alegra que lo hicieras, ahora podré atacarte sin piedad…-susurró al tiempo que llevaba a sus carnosos labios el dedo bañado con su propia sangre.

Degel permanecía expectante, sin lograr ver más que una leve sombra más oscura que las otras. El sudor frío bañaba su frente pálida por el miedo, mientras la temperatura parecía bajar drásticamente.

-Fin del juego…-musitó la sensual voz, moviéndose tan velozmente que Degel no se dio cuenta del ataque hasta que estuvo en el aire, precipitándose velozmente hacia el suelo.

Entre aquel silencioso lugar se oyó  con precisión el golpe seco de su cuerpo al caer.

Emergiendo de entre la penumbra, un alto y musculoso hombre se acercó victorioso y sonriente a su presa, que yacía a sus pies vencida e inconsciente. Pasándose la lengua por los labios se puso en cuclillas a su lado, pensando en lo placentero que sería disfrutar aquel suculento banquete. Sin embargo, como ya era costumbre, primero miraría su rostro para guardar en su memoria el recuerdo de su presa. Lentamente cogió la cabeza del peliverde, y con un ligero roce hizo a un lado la lacia cabellera…

-Pero si es una lindura…-musitó emocionado recorriendo con la punta de sus dedos cada una de las delicadas facciones de ese rostro tan bello. Entonces ensanchó su sonrisa cambiando de planes, después de todo comer no era tan urgente, por lo que primero podría entretenerse un poco –Esto será divertido…-dijo alegre tomando el cuerpo de Degel entre sus brazos para de nuevo regresar a la oscuridad.

 

                                                                  

 

El pequeño Shaka tenía la vieja costumbre de madrugar, por lo que aun estaba muy oscuro cuando abrió sus ojitos al nuevo día. Cual si fuera un gatito pequeño estiró su pequeño cuerpo, replegándose en el acto contra el cálido torso del peliceleste que aun dormía profundamente, abrazándolo con ternura.

Aunque el lindo rubio no era precisamente fan del contacto físico, no hizo el más mínimo esfuerzo por soltarse. Ese pequeño hueco entre los brazos y el pecho de Afrodita resultaba demasiado agradable, así que cuidadosamente se removió solo un poco, lo suficiente para poder estudiar detenidamente aquel rostro que le dio tanta curiosidad desde el primer momento en que lo vio.

Gracias a su visión felina, sin importar la densidad de la noche, pudo descubrir entre las penumbras los finos rasgos del rostro marfileo del príncipe.  Le gustaban sus pestañas, largas y rizadas, y la forma casi imperceptible en que se movían cada vez que chocaba contra ellas su cálido aliento. Luego estaba la nariz, pequeña y recta, que hacia un suave silbido cuando el aire entraba o salía por las pequeñas fosas nasales. Sonriendo Shaka bajó un poco más la mirada, concentrándose en los labios, ese par de voluptuosidades que cada cierto tiempo se abrían y cerraban, mientras el príncipe murmuraba algo entre sueños. Eran tan lindos y lucían tan tentadores, que antes de darse cuenta, Shaka había subido una manita para acariciarlos tímidamente con las yemas de sus dedos, sorprendiéndose al notar que eran mucho más suaves de lo que había imaginado. Entonces súbitamente lo invadió el deseo de tocarlos, pero ya no con sus dedos, sino con sus propios labios. La sola idea lo hizo estremecerse y sonrojarse, sin comprender muy bien lo que ocurría con su cuerpo que temblaba nervioso y parecía estar ardiendo, al tiempo que su corazón golpeaba furiosamente en su pecho.

Mortificado, bajo las manos y las colocó a la altura de su corazón en un intento por silenciarlo, pues temía  que ese bum bum bum terminara por despertar a Afrodita, quien seguramente se reiría si lo veía en ese estado, con los ojos llorosos y las mejillas ruborizadas.

Sin embargo, sus movimientos parecieron incomodar un poco al príncipe, quien se movió ligeramente, y terminó apoyando los labios sobre la frente del “menor”, que pasmado y asustado por la revolución de sensaciones que sentía en su cuerpo con ese simple contacto, no pudo sino aferrar sus manitas a la ropa del otro, mientras hundía su avergonzado rostro en el hueco de aquel blanco cuello…

Entonces lo reconoció con mucha más claridad, ese dulce aroma embotando sus sentidos, la misma fragancia que había percibido cuando lo encontró en medio del bosque, la razón por la que lo había seguido desde un inicio. Si bien, en un principio Shaka pensó que tal olor lo atraía tanto porque tal vez se trataba de la presa ideal, que lo ayudaría a resolver su problema con el consumo de carne, a estas alturas era obvio que la razón no era esa…”¿Qué será?”…se preguntó el pequeño inhalando profundamente, mientras a su mente venían fragmentos de conversaciones en las que su hermano mayor le explicaba cosas sobre algo llamado “amor”.

 

 

 

Para cuando el sol comenzó a percibirse tímidamente por el este, ya la caravana se encontraba en las afueras de Santuario. Se trataba de una ciudad como ninguna otra, el único lugar en el mundo en que los gitanos, magos, y demás gente o creaturas con talentos extraordinarios podían reunirse y actuar libremente sin temer a las represalias de los otros reinos. Era una tierra libre, liderada por un amigable hombre llamado Dohko.

-¡Saga, amigo, que bueno volver a verte!...-exclamó aquel bajo pero fornido hombre, de rostro amable y varonil y encrespada cabellera rojiza.

-¡Dohko, me alegra verte!- saludó el guapo peliazul marchándose junto a su anfitrión hacia el interior de un pequeño bar, mientras el resto de sus acompañantes partían hacia la posada en la que usualmente se quedaban, una vieja  casa cerca de la plaza central de Santuario.

Más presuroso que de costumbre, el lindo pelirrojo subió corriendo hacia el ático que fungía como su cuarto cuando estaban en el pueblo.

En cuanto se halló solo cerró la puerta con seguro, dejó su enorme maleta a un lado, y con cuidado colocó en un estante la cajita de cristal con los tres escorpiones negros.

Finalmente, de entre sus bolsillos sacó una pequeña cajita de cartón con unos diminutos orificios. Con cuidado la colocó sobre un viejo taburete de madera. Apenas abrió la tapa, el asustado escorpión escarlata corrió como si huyera de algo.

-Milo, calma…-pidió el pelirrojo capturándolo suavemente con la mano, sin siquiera preocuparse por una posible picadura.  Aun en su mano el pequeño bicho siguió moviéndose intranquilo, en busca de liberarse…-Por favor tranquilízate o no podré volverte a tu forma original- indicó Camus escuchando alterado los ruidos de risas y pisadas del resto de la caravana en la casa.

Sin más alternativas, el escorpión se rindió, quedándose totalmente quieto sobre la blanca mano que lo sostenía.

-Gracias Milo…ahora solo espera un momento…-pidió colocándolo lentamente sobre la cama junto a la ventana.

Entonces una suave luz azul emergió de las manos de Camus, quien cuidadosamente las posó sobre el pequeño arácnido que de inmediato comenzó a brillar intensamente, lanzando unas chispas de luz mientras poco a poco su tamaño crecía. Finalmente la luz menguó dejando ver al joven príncipe quien lucía realmente aterrado.

-Milo…-llamó el pelirrojo acercándose tímidamente.

-¡¡Aléjate de mí!!...¡¡¿Qué clase de brujería me hiciste?!!- gritó histérico el peliazul tomando de entre las cosas del cuarto un viejo perchero a forma de arma.

-Milo, por favor baja la voz o podrían escucharnos…-pidió Camus muy asustado de que los descubrieran.

Al instante los ojos turquesa se abrieron sobremanera…-¡¡¡Auxilio!!!...¡¡Ayúdenme por favor!!...¡¡Auxi…

De repente el joven príncipe se halló en el piso con el pelirrojo encima de él cubriéndole la boca, mientras lo miraba con sus ojitos carmesí brillando desesperados…-Por favor Milo…No voy a hacerte daño, solo déjame explicarte.

Milo por supuesto que no le creía, por lo que siguió luchando, removiéndose para lograr soltarse, pero contra toda lógica, ese jovencito pelirrojo era demasiado fuerte y lo tenía completamente inmovilizado.

Luego de un largo rato forcejeando el peliazul al fin se rindió, balbuceando algo sobre la blanca mano de Camus…

-Si prometes no gritar te soltare.

Milo simplemente asintió cansado.

Fiel a su palabra, Camus soltó su boca, pero se mantuvo a horcajadas sobre él por si se le ocurría tratar de huir o armar algún escándalo.

En cualquier otro momento el joven príncipe se habría mostrado demasiado tímido ante tal situación, pero dadas las circunstancias no pudo sino mirar molesto al chico pelirrojo que continuaba sentado sobre su cuerpo.

-Milo, quisiera explicarte lo que pasó.

-Ja, ¿en serio?...¿y cómo piensas justificar la brujería que utilizaste para secuestrarme?- musitó enfadado, sintiéndose traicionado y burlado.

-¡Yo no te secuestré!…recuerda que tú fuiste quien dijo cuánto te gustaría venir con nosotros.

-¿Qué?...¡¡Por supuesto que no hablaba enserio!!

-¿Entonces todo era mentira?...-musitó el pelirrojo dibujando un gesto triste en un intento de cubrir su preocupación.

Milo no supo cómo contestar. Aunque seguía pensando que lo hecho por el otro era incorrecto, no podía negar que el mismo había dicho todas esas cosas sobre la libertad y su deseo de ir con ellos.

-No mentí…pero…¡No me refería a esto!- dijo con las mejillas sonrojadas.

Al escucharlo Camus se tranquilizó, pues quizá después de todo, tal vez si podría convencerlo de quedarse. Sin dejar de portar ese semblante serio habló –Yo…no lo sabía…de verdad creí que querías estar con nosotros…- dijo bajando la mirada.

Al instante el corazón del príncipe se contrajo, con la simple visión de aquel gesto tan sombrío.

-Me emocionaba la idea de tener un amigo…alguien de mi edad con quien hablar, y divertirme…Nunca quise hacerte daño-musitó suavemente, y aunque su principal objetivo era alentarlo a quedarse, lo dicho tampoco era mentira, pues en su corta vida había visto pasar fugazmente a tantas personas por la caravana, que nunca había tenido la oportunidad de crear una verdadera amistad con alguien, y mucho menos con alguien tan joven.

Milo quien poseía un corazón sensible y comprensivo, halló validas sus razones, por lo que borró el gesto enfadado de su rostro remplazándolo con una sonrisa conciliadora.

-Camus…yo sé que no querías hacerme daño, es solo que no es normal que alguien te convierta en un bicho y te meta en una caja de cartón. Disculpa si lo que te dije anoche te confundió. No es que no me agrades o no quiera ser tu amigo, pero tengo una familia que debe estar preocupada porque no he regresado. Es por eso que no puedo quedarme, ¿lo entiendes, verdad?

El aludido solo asintió –Lo comprendo, debes irte…solo que…hay un pequeño problema- dijo con un aire nervioso en su lindo rostro.

Milo de inmediato se tensó, en espera de escuchar algo que seguramente no le gustaría.

-El hechizo que hice para convertirte…yo…no puedo revertirlo…De verdad lo siento –dijo levantándose muy avergonzado para mirarlo.

-¿Cómo que revertirlo? ¿acaso no voy a quedarme con mi forma actual?- cuestionó el peliazul asustado levantándose torpemente.

-No Milo…esta es solo una forma temporal que no dura más de unas pocas horas, luego de cual volverás a ese cuerpo pequeño…y rojo…lo siento.

-¡¡¡¡¡Ahhhhhh!!!!!- gritó sin pretenderlo el príncipe, aterrado ante la que era sin lugar a dudas la peor noticia que pudo recibir -¡Esto no es verdad!...¡¡No puedes decirlo en serio!!...¡¿Qué se supone que haga?!...¿Cómo volveré a casa?- se preguntó revolviendo nerviosamente sus cabellos mientras iba de un lado a otro frenéticamente.

-Milo, por favor, trata de calmarte…

-¡¡¿Cómo pides que me calme?!!...¡Esto es un gran problema!...-gritó ofuscado como nunca, pensando en la mirada triste de sus padres, a quienes quizá no volvería a ver.

-Milo…yo no puedo revertir el hechizo, pero hay una mujer que sí. Una gran hechicera llamada Sasha.

Oír aquello abrió una luz de esperanza para el joven Antares quien de inmediato se detuvo -¿Ella en verdad puede ayudarme? ¿puede revertirlo?- cuestionó ilusionado.

El pelirrojo sonrió –Así es. Es la mejor hechicera que existe, y no hay conjuro que no pueda manejar.

-¡¡Perfecto!!...¡¡Vayamos ahora mismo con ella!!- indicó avanzando animado hacia la puerta, pero al notar que Camus no lo seguía se giró extrañado -¿Qué ocurre Camus?

-Lo que pasa es que ella no está aquí…y nadie sabe exactamente dónde encontrarla. Al menos no hasta dentro de unos días cuando sea el festival, ella siempre viene.

“Unos días”…se repitió en la mente del heredero de Antares, quien de nuevo se sentía abrumado, y no dejaba de pensar en sus padres.

-Podemos avisarles si quieres…a tus padres…-dijo Camus, cual si hubiera leído su mente.

-¿De verdad? ¿podemos hacer eso?- dijo Milo otra vez animado, pues ya que en definitiva no podría regresar en un tiempo, por lo menos quería evitar que sus padres se preocuparan más.

Sin perder el tiempo, Camus le dio una hoja de papel, en la que rápidamente escribió un par de líneas explicando vagamente que se encontraba bien, que pronto regresaría y que los quería. Cuando el mensaje estuvo listo, Camus formó con el papel la linda figura de un ave,  que para sorpresa del peliazul, comenzó a volar en cuanto soplaron sobre sus alas.

-Wow…¡¡Es increíble!!-exclamó Milo maravillado observando como la curiosa ave se iba alejando, aleteando alegremente en el viento. Cuando al fin se perdió de su vista, Milo cerró de nuevo la ventana. Había aceptado su situación, y seguro de que ponerse histérico no ayudaría, optó por ser el Milo de siempre, y tratar de disfrutar de esa curiosa experiencia que le ofrecía el destino –Y bien, ¿ahora qué haremos?-preguntó excitado, pues por primera vez reparaba en el hecho de que estaba solo, libre, en una tierra extraña, llena de personas fabulosas venidas de todas partes del mundo.

Ante su entusiasmo, Camus se tranquilizó. Aunque sabía que no podría ocultarle por siempre la verdad, lo hacía feliz el hecho de que al menos por el momento, el joven príncipe estaría seguro. Ya luego trataría de buscar una solución, y hablaría con su maestro.

 

A lo lejos, luego de revolotear unos minutos en el cielo, la pequeña ave de papel se fue convirtiendo en cenizas mecidas por el viento.

 

 

 

Afrodita continuaba dormido cuando percibió un delicioso aroma frutal que lentamente despertó sus sentidos y lo hizo abrir los ojos. Dentro de la cueva aun estaba algo oscuro, pero aun así pudo ver a su lado un montoncito de extrañas frutas de olor sin igual, perfectamente acomodadas en sencillos montoncitos según su tipo, y a lado de ellas había un pequeño trozo de corteza algo curveado, que contenía agua.

“Shaka”…pensó de inmediato buscando con la mirada al “menor”. Al no hallarlo se puso en pie -¡Shaka!- llamó preocupado saliendo de la cueva. Afuera la luz brillante del sol le hizo cubrir sus ojos, que lentamente se fueron acostumbrando, y luego de varios parpadeos le permitieron  ver frente a si a aquel hermoso rubio que lo miraba fijamente.

-¿Me llamaste?- cuestionó con sus orejitas levantadas muy atentas.

Afrodita solo sonrió, pensando en cuan tierno lucía a la luz del sol, y más con su larga cabellera rubia totalmente alborotada.

-Ven, te voy a peinar…-indicó  colocándose en cuclillas para comenzar a alisar con sus manos las largas hebras doradas del “menor” –Shaka…yo quiero darte las gracias por todo lo que has hecho, es decir…desde ayer tú no has dejado de ayudarme. Aceptaste ser mi guía, encendiste la fogata e incluso fuiste tú solo por el desayuno, así que… solo quiero darte las gracias por todo. Sin embargo, aunque hasta ahora he sido solo una carga para ti, no quiero que pienses en mi como alguien inútil, y que no puede hacer nada, así que por favor, la próxima vez déjame ayudarte, verás que también puedo ser un buen recolector –dijo bromeando mientras terminaba de arreglar su flequillo.

-No es necesario…-musitó Shaka muy apenado y con la cabeza baja, tratando de regular su respiración que se había agitado con el tacto de aquellas blancas manos sobre su cabello –Te lo dije ayer…yo no soy un niño, así que puedo hacerlo solo.

-Lo sé…-indicó Afrodita acariciando las suaves orejas doradas –Pero no es porque piense que eres un niño o que no puedes hacerlo, es solo que creo que sería más divertido si lo hacemos juntos, y a mí me gustaría mucho poder ayudarte –confesó dibujando una hermosa sonrisa, que terminó por cautivar a Shaka, quien inmóvil no sabía que decir o cómo reaccionar –Ahora ven, porque estoy muy seguro que no has desayunado…-y sin que el rubio pudiera evitarlo, el príncipe tomó su mano para llevarlo de regreso a la cueva.

No mucho después, salieron de ahí para reiniciar la búsqueda de Milo. Shaka nuevamente iba al frente, más que nada porque las atenciones extrañas del peliceleste lo tenían bastante confundido, y cada que se acercaba sentía algo extraño en el estomago y dolía su pecho, además de que continuaba sin saber a qué se debía la fascinación que sentía por su suave aroma.

Afrodita por su parte iba detrás, mirando divertido al rubio que se veía demasiado tierno con ese enorme pantalón negro que portaba, y que llevaba sujeto con unas sogas a modo de tirantes para evitar que se cayera. Eso, sumado a las lindas orejitas, le hacía sentir la necesidad de abrazarlo, acariciar su cabeza, e incluso había pensado en jalar sus mejillas, pero luego recordaba lo dicho por Shaka…”17 años…¿será verdad?”…se cuestionó curioso, preguntándose si todos en su familia serían como él, dulces, pequeños y tiernos.

De pronto Shaka comenzó a correr, sacándolo de sus pensamientos.

-¡¡Shaka, espera!!...-pidió tratando de seguirle el paso, pero el menor era tan rápido que pronto lo perdió -¡Shaka!...-volvió a llamar mirando hacia todos lados, esperando ver una señal o algo.

-¡Afrodita, aquí!...-gritó el menor moviendo su manita alegremente.

Cuando al fin lo alcanzó vio que estaban en un claro, y el pequeño rubio olfateaba alrededor muy concentrado.

-Milo tu amigo estuvo aquí –dijo totalmente seguro, removiendo un poco la tierra.

-¡¿De verdad?!...¡Qué alivio!...Entonces, no debe estar muy lejos…¡Milo!...¡¡Milo!!-comenzó a gritar muy emocionado, imaginando que entre los arboles de repente aparecería la alborotada melena de su amigo.

-Eso no funcionará…-indicó Shaka muy serio poniéndose de pie…-Al parecer se cruzó ayer con unos gitanos, y se fue con ellos.

-¡¿Qué?!...¡No puede ser!...¿entonces se lo llevaron?

-Tranquilo, él está bien, y no, no fue obligado a irse...El problema es que no percibo que su grupo este por aquí.

-¿Qué quieres decir?

-Los gitanos son gente muy particular, siempre viajan en grupos grandes, y es imposible no notarlos porque hacen mucho escándalo. Pero aquí todo está tranquilo…parece que se han ido…

-Oh, no…¿y sabes dónde podrían estar?- cuestionó el príncipe bastante preocupado.

Shaka asintió, pero en su rostro se veía claramente un gesto de desagrado –Solo hay un lugar por aquí donde pueden estar…es una ciudad llamada Santuario. El camino es largo, así que es mejor que nos demos prisa- …entonces comenzó a caminar, aunque lucía algo pensativo –Por cierto Afrodita, ¿quién es exactamente Milo? ¿qué es lo que significa él para ti?-preguntó sintiéndose perturbado…definitivamente algo no andaba bien con él.

 

 

 

Muy cerca de ahí, un bello hombre peliverde yacía dormido sobre el césped junto al río. Degel parecía tener un sueño tranquilo, hasta que una extraña sensación lo turbó. Era como si algo viscoso y húmedo recorriera la piel de su cuello y su oído.

De golpe abrió los ojos, encontrándose con un inmenso cielo azul…

-Por fin despiertas cariño…-musitó con burla la misma sensual voz de la noche anterior.

Asustado, intentó levantarse, pero al hacerlo se percató de que estaba atado de pies y manos a un par de enormes rocas, por lo que casi no podía moverse.

-Mmmm…me agrada que sigas con ese espíritu de lucha…así será mucho más divertido lo que voy a hacerte…-murmuró acercándose lentamente a Degel, quien de inmediato levantó la cabeza para poder ver a esa terrible bestia.

Sin embargo sus ojos se abrieron asombrados, cuando frente a sí no vio a la horrible creatura que se había imaginado. No, lo que tenía en frente era a un alto, musculoso, sexy y muy muy guapo joven, de piel canela y una larga y encrespada cabellera rubia, cuyos mirada feroz lo recorría lentamente de pies a cabeza.

-¿Sorprendido?- musitó aquella personificación de la sensualidad y perfección, colocando sus brazos en la cintura, lo que le permitió mostrar por completo ese impactante torso desnudo, con los músculos tan bien definidos, y un ligero brillo que era señal inequívoca de que había estado nadando.

Sorprendido por el rumbo que estaban tomando sus pensamientos, Degel giró el rostro y cerró los ojos, intentando concentrarse en lo verdaderamente importante: estaba a merced de un peligroso psicópata y los príncipes aun seguían perdidos.

-No amor…no cierres esos ojitos-musitó el rubio demasiado cerca, haciendo a Degel voltear solo para encontrarse por primera vez frente a frente. Entonces el joven guardia pudo notar con claridad, detalles como los afilados colmillos que brillaban cada vez que el otro sonreía, o los enigmáticos ojos de un azul profundo, pero definitivamente lo que más llamó su atención fueron el par de curiosas orejas doradas y puntiagudas sobresaliendo en su cabeza.

-¿Qué es lo que quieres?- preguntó Degel lo más sereno y frío que pudo.

-Ahhhh…eso…¿no es obvio?- respondió con sarcasmo deslizando la afilada y rojiza uña de su dedo índice sobre la camisa ceñida del peliverde, que al instante se estremeció.

-¡Si vas a matarme solo hazlo!

-No amor, eso sería muy aburrido…Yo tengo…otras cosas en mente- y sin más comenzó a lamer traviesamente su cuello al tiempo que iba desatando los cordones de su camisa.

Degel apretaba los labios, tratando de controlar su temor, pues bien sabía que estaba perdido, y que esa creatura solo estaba jugando para en cualquier momento matarlo cruelmente y devorarlo. Pero decidido a no darle el gusto de verlo gritar, o rogar por su vida, trato de concentrarse solo en aguantar, y de ser posible hallar el modo de salir con vida.

Y bueno, todo iba como lo imaginaba, aquel ser rubio abría cada vez más su camisa, dejando marcas de saliva por todos lados. El problema fue que en lugar de sentir una mordida, sintió la fuerte mano del otro colándose por sus pantalones  para acariciar sugestivamente una parte privada de su anatomía.

-Ahhhh…-gimió sin poderlo controlar, cuando el rubio apretó su virilidad -¿Q-qué rayos haces?- cuestionó molesto, pues una cosa era ser comido, pero era humillante ser tratado así.

-Te lo dije lindura…Vamos a divertirnos, y mucho…-dijo apretando entre sus dientes uno de los muy sensibles pezones de Degel.

-Ahhhh…-gritó estremeciéndose de pies a cabeza, indignado consigo mismo porque su cuerpo virgen reaccionaba de inmediato ante la más mínima provocación.

-Eso es amor…sigue gimiendo…

Esto terminó de molestar al peliverde, quien usando todo su autocontrol gritó -¡¡Deja de jugar y mátame de una vez!!

 El otro solo amplio su sonrisa, y como toda respuesta, comenzó a deslizar su mano hacia una zona aun más sensible y mucho más privada.

 

 

“¿Qué es Milo para mí?”…repitió Afrodita en su mente bastante extrañado por la repentina pregunta, pues para él era simple, eran mejores amigos y ya, entonces…”¿por qué Shaka preguntaría algo así? ¿qué quiso decir?”

-Shaka, Milo es una persona muy especial parta mi, él es…

El sonido de un aterrador grito los interrumpió, haciéndolos virar hacia donde un gran número de pájaros negros huían asustados.

-Ay, no…-musitó Shaka reconociendo ese aroma y esa voz, y sin más salió corriendo al lugar del que se originaban los gritos.

 

 

 

-¡Rayos!...¡¿Tenías que golpearme en la cara?!-gritó molesto el imponente rubio sobándose la mandíbula, bastante seguro de que le saldría un moretón.

Y es que contra todo pronóstico, el peliverde había hallado el modo de liberar una de sus manos, y aprovechando un momento de distracción, tomó una piedra y la estrelló contra el rostro de ese pervertido depredador.

-Lástima que la piedra era muy pequeña, sino hubiera borrado por completo esa tonta sonrisa- se mofó Degel, a quien ya poco le importaban las posibles represalias que tomara aquella creatura. Estaba satisfecho de al menos haberlo golpeado una vez.

El rubio bufó molesto –Primero la cicatriz y ahora esto…Pensaba ser piadoso contigo y dejarte disfrutar, pero eso se acabó, ahora las cosas se harán a mi modo –y con un brilló demasiado peligroso avanzó hacia el peliverde.

-¡¡¡Kardia, no!!!- gritó el pequeño Shaka lanzándose contra el mayor.

-¡¡Maldición, enano!!...¡¡Ya te he dicho que en la cara no!!- vociferó ese imponente hombre llamado Kardia, luchando por alejar las filosas garritas de su rostro.

-¡Degel!- llamó Afrodita quien  venía detrás del pequeño rubio.

-¡Su Magestad!- exclamó aliviado el peliverde, solo para después bajar la mirada avergonzado al notar que aun estaba semidesnudo, con la camisa rota y los pantalones abiertos.

-Oh, ¿pero que tenemos aquí?…-dijo Kardia relamiéndose los labios al ver al lindo peliceleste, que apurado trataba de romper las ataduras del peliverde –Veo  que al fin lo comprendiste y hasta has traído un delicioso manjar para la cena.

-¡No!- gritó Shaka rasguñándolo, para luego saltar y colocarse frente a Afrodita y Degel, dispuesto a hacer lo necesario para protegerlos –Él es mi amigo, no un trozo de comida, así que no te dejaré que te acerques.

-¡¿Eh?!...¡¡Demonios Shaka, ¿aun sigues con eso?!!...¡¡¿Sabes lo preocupada que está mamá?!!...Este tipo de tonterías son la razón por la que me mandó a buscarte –gritó el mayor ofuscado.

-Pues ya puedes irte, yo no pienso volver –respondió Shaka muy serio.

-Ah, claro que lo harás…No vine hasta aquí para nada. Ahora mismo tú y esa lindura(N/A:refiriéndose a Degel, of course) van a venir conmigo –dijo tratando de atraparlo, pero Shaka era mucho más veloz.

-¡Ya te dije que no, y no podrás obligarme!

Kardia respiró profundo, a sabiendas de que tratar con ese chiquillo era bastante difícil buscó otra manera de hacerlo entender –Mira Shaka, eres mi hermano y me preocupas. Ya sé que eres un chico bastante raro y lo acepto, pero tu locura con el asunto de la carne está llegando muy lejos, y si no obedeces te vas a quedar por siempre como un enano, escuálido y feo, ¿eso quieres?- cuestionó poniéndose a la altura del menor, quien lo miraba molesto y con el rostro enrojecido.

-No me importa…- contestó éste dándole la espalda, desesperando cada vez más a Kardia.

-Entonces seguro tampoco te importa que la familia de Aioria esté preguntando por ti, ¿verdad?...¿Y sabes por qué lo hacen?...porque si no creces vas a terminar siendo la “novia” de él, o cualquier otro miembro de la manada, ¿eso quieres?

Más que convencerlo, esas palabras solo lo hicieron enojar más y más a Shaka, al punto de que tuvo que cerrar los puños con fuerza para contenerse –Por eso no pienso volver. No puedo vivir con ustedes, y sus absurdas reglas. Yo no soy como los demás, lo sé, y por eso me fui para que no tengan que cargar con la vergüenza, así que simplemente déjenme en paz y olvídense de que existo.

-Ja, no tienes idea de lo que hablas enano…¿acaso piensas que es fácil vivir solo?...¡Ni siquiera sabes cazar o pelear!...¿qué vas a hacer, vivir de ramas y plantas?...¡No seas absurdo!- gritó haciendo un movimiento muy veloz e inesperado con el que al fin logró atrapar su brazo.

-¡¡Suéltame!!...¡¡No pienso volver!!...¡¡Déjame!!

-Esto me lo agradecerás algún día…-dijo Kardia molesto arrastrándolo, cuando de pronto recordó que olvidaba algo. Entonces se giró dispuesto a ir por Degel, pero lo que encontró fue una afilada espada.

-Suéltalo…-exigió Afrodita colocando peligrosamente el metal sobre su cuello.

Kardia sonrió socarronamente – Créeme cara bonita, no quieres hacer esto…-pronunció peligrosamente mostrando sus colmillos.

-Dije que lo sueltes- repitió Afrodita con la mirada fija en los amenazantes ojos azules, pero con sus sentidos atentos ante el más mínimo movimiento.

-¡¡Afrodita, no!!- gritó Shaka rasguñando desesperadamente el fuerte brazo de su hermano.

Kardia estaba por calmarlo a la fuerza  y darle una lección a ese impertinente chiquillo desconocido, cuando al mirar a su hermano se percató de algo en la forma en que observaba a al chico bonito de cabello celeste.

-¡Maldición Shaka!- gruñó soltándolo, al darse cuenta de que algo terrible había ocurrido.

En cuanto estuvo libre, Shaka saltó hacia Afrodita, quien de inmediato lo colocó protectoramente tras de sí, tomándolo por sorpresa.

-Ya baja eso niño bonito, no voy a hacerles nada- musitó enfurruñado Kardia sentándose en sobre una roca –Y bien, ¿ahora qué enano? ¿qué piensas hacer con él? –preguntó a Shaka haciéndole referencia al peliceleste que continuaba con la espada de Degel.

Shaka estaba muy sorprendido por su actitud, pero imaginando que quizá su hermano al fin lo había entendido y ahora estaba de su lado, y no solo eso, sino que al parecer estaba dispuesto a ayudarlos, dio un paso al frente para contarle todo –El es Afrodita, y yo estoy ayudándole a encontrar a su amigo Milo quien se fue con una caravana de gitanos hacia Santuario.

Ni bien pronunció ese nombre una extraña sensación inundó su pecho, al recordar las palabras de Afrodita…”Milo es una persona muy especial parta mi”, por lo que se quedó callado con el gesto pensativo.

-¿Y quién demonios es el tal Milo?- gruñó Kardia pensando que las cosas no podían ponerse peor.

-Es su persona especial…-musitó el “menor” con una muy suave voz que solo pudo interpretar su hermano.

“¡Rayos enano!...qué gran tontería hiciste”…pensó, bastante seguro de que Shaka había cometido el peor error, y al parecer  estaba fijándose en un  humano.

-Muy bien, entonces ¿qué estamos esperando?- indicó poniéndose de pie –Es mejor que nos apresuremos, porque el camino es muy largo.

Aun algo desconfiados, los otros asintieron y retomaron su camino hacia Santuario. Degel quien por fin se hallaba de nuevo vestido y con su espada en el cinto, quedó ligeramente rezagado, momento que aprovechó Kardia para acercarse sensualmente –Tú y yo cariño, tenemos un asunto pendiente…No lo olvides –dijo con su voz grave y suave muy cerca de su oído, para luego apretar el paso y unirse a los otros dos, colocándose entre ambos como buen hermano protector.

 

 

Notas finales:

Y ese fue...

De antemano gracias por su lectura, y espero de corazón que les haya gustado y divertido, al menos un poco.

Ahora, sobre el capítulo...

Con  Camus creo que habrá un conflicto moral, pues es obvio que ha dicho un par de mentiras, sin embargo deben recordar que todo ha sido siempre pensando en el bien de Milo.

Hay muchas cosas que aun falta explicar, pero al menos en el siguiente capítulo trataré de aclarar ciertos puntos como la fijación de Shaka por Afrodita y el misterioso aroma que no deja al lindo rubio en paz, así como qué es exactamente la fuerza oscura y qué esta pasando en Antares.

Para los que ya me conocen, saben que sufro de verborrea, así que aunque normalmente los capítulos son largos, casi nunca logró incluir todo lo que quisiera, así que solo pido su paciencia.

Ah, en cuanto a Kardia...Quizá a muchos les parezca algo grotesca su aparición, pero quería jugar con la idea de una bestia salvaje y sensual, para poder ir haciendo la transición hacia el hombre romántico y sexy del que tanto me gusta escribir. Espero no haber ofendido a nadie, y en caso de ser así ofrezco una disculpa.

Ah, también quería contestar a una pregunta sobre las actualizaciones. No sé exactamente que día subiré los capítulos, pero al menos publicaré dos por semana.

En fin.

Les envío un enorme abrazo de oso, y un montón de besos.

Cuídense mucho

Bye Bye


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