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Tradiciones Rotas. por Whitekaat

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Notas del capitulo:

OH dios! ya vamos en el capítulo 20, queda muy poquito para el final y espero sigan difrutando de este fic, gracias a todos los que leen y comentan, estoy con algo más de tiempo así que trataré de avanzar en los capítulos que quedan para así no dejarlos tan abandonados esta vez.

Se que los capítulos son algo cortos, pero trato de hacerlo como dije en un principio, de que la lectura sea algo liviana pero tratando de dejarlos satisfecho.

En fin gracias a todos.

Cualquier duda o comentario de la historia, no olviden que que pueden escribirme.

Saludos.

 

 

CAPÍTULO XX

INSTINTOS

 

— Saga, no lo tomes a mal pero hueles diferente — esas simples palabras bastaron para que todo el cuerpo del geminiano se tensara por completo, él tenía claro a qué se debía ese aroma diferente que lo rodeaba, pero pese a que llevaban un mes de vuelta en el santuario el león aún desconocía la causa.

Había intentado decírselo, pero nunca podía encontrar el momento adecuado, o eso era lo que se decía a sí mismo, pero aquella otra parte más racional dentro de él tenía claro que el temor de lo que Aioria podría decirle estaba latente, el temor de lo que todo el santuario podría decirle estaba ahí, no sería fácil explicar cómo su “casto patriarca” llevaba un bebé en su vientre y mucho menos explicar a todos ellos que ese mismo bebé pertenecía a uno de los doce caballeros.

Porque a pesar de que hubiesen aceptado que él siguiera siendo patriarca, aceptar que él y Aioria eran pareja, y no sólo una simple pareja de omega y alfa sino que una pareja de almas gemelas con un lazo ya afianzado cambiaba todo el escenario y era por eso mismo que existía una cierta tensión entre el geminiano y el leonino, donde en ciertas ocasiones sus charlas se volvían agrias cuando Aioria proponía que era tiempo de contar a todo el santuario que eran destinados, pero Saga siempre respondía que no se sentía seguro y que aún no era el tiempo.

Saga por una parte entendía aquella necesidad casi biológica del castaño de marcar territorio, de dejar en claro que ellos eran uno sólo, pero esperaba que el chico de ojos verdosos comprendiera su posición en el asunto y que quizás no era el tiempo adecuado y si aún no era capaz de contarle a su pareja que dentro de unos meses más serían padres, menos lo estaba para gritar su amor a los cuatro vientos.

— ¿Huelo mal? — Preguntó tratando de evadir cualquier idea que al otro se le formulara en su cabeza.

— No, para nada, sólo que diferente, tu olor se siente algo más tenue, y siento a veces un aroma distinto que se cuela de él, pero sólo cosas de segundos y no es como si fuese de alguien más si no que sale de tí— Aioria tenía una de sus manos en su mentón mientras sus ojos miraban hacia arriba, algo que siempre hacía cuando buscaba concentrarse al pensar.

— Pero creo que yo también me siento extraño, siento la necesidad de estar todo el día junto a ti, cuidándote, algo absurdo porque sé de sobra que puedes cuidarte muy bien solo, su santidad— rió por su propio comentario.

— Aioria, debes saber que yo… que yo…— ese era el momento perfecto para hablar, estaba el tema en la palestra, Aioria merecía saberlo, y vaya que Saga tenía más que claro aquella parte, pero decirlo era mucho más difícil de lo que creía — No, nada, olvídalo son sólo tonterías. —

El castaño miró confuso al de cabellera azulada, hace varios día actuaba extraño, o siempre había algo que quería decirle pero nunca lo hacía, Aioria no se caracterizaba por ser una persona paciente, pero con Saga prefería hacer una excepción, lo que sea que tuviese que decirle lo haría a su momento, confiaba en él y sabía que si fuese algo realmente serio ya lo hubiese dicho.

El león se posiciono tras el gemelo, mientras aún observaba el horizonte desde el balcón del cuarto de Saga, sus manos se guiaron rodeando la cintura de él acariciándolo en el proceso y como si sintiese alguna especie de necesidad puso su manos sobre su estómago sintiendo una descarga de tranquilidad y paz que Saga le transmitía a través del su lazo, sus manos no se movieron, se sentía tranquilo, a gusto, como si esas imperiosa necesidad de protección se calmara tan sólo al estar en aquella posición así que decidió alargarla lo más que pudo, sus ojos se cerraron, y hundió su nariz entre las hebras azuladas que eran el cabello de Saga y se dejó llevar por aquel delicioso aroma que lo envolvía.

— ¿Qué tal las cosas con Kanon? — preguntó el menor.

— Bien, creo… no es muy expresivo, el día que hablamos le conté todo lo que sabía, ya sabes, que somos hermanos, el cómo nacimos y quien era nuestra madre, prometí llevarlo a la tumba de ella cuando él se sintiese preparado y supongo que tenemos una especie de trato cordial— Saga  cerró los ojos por un momento, dejó de ver el paisaje y sólo dejó que sus sentidos se enfocaran las manos del león, en la cercanía de su cuerpo y como su cosmos parecía lanzar pequeñas chispas al estar junto a él.

— Has subido algo de peso, ya no traeré más pastel del pueblo— dijo riendo el castaño recibiendo un suave codazo en su estómago a modo de protesta.

— Idiota, sólo estoy algo hinchado por lo que comí el día de hoy, además el que come todos esos pasteles eres tú y me usas de excusa para comprar de más— le respondió riendo el omega.

A veces Saga se sorprendía lo fuerte que podía ser los instintos de un alfa, o lo intuitivo que llegaba ser Aioria, que a pesar de no saber nada de lo que realmente ocurría su modo de actuar se adaptaba a ese instinto y cómo él mismo perdía contra ellos al sólo sentir ese tacto protector que le daban las manos del león cubriendo su vientre, porque no podía negar que no adorara aquello o que fuese algo que no deseara, era como si incontinentemente el león se encontrase feliz de aquella vida que descansaba entre sus entrañas.

— ¿Cómo le ha ido a Afrodita? Di la verdad— Saga decidió que desviaría sus pensamientos antes de que aquella necesidad de contarle todo a Aioria aflorara y prefirió hablar de su querido amigo que en cierta medida lo tenía preocupado.

— Al principio cuando contó que era omega todos creyeron que se trataba de alguna especie de broma, descubrió su marca de omega frente a todos y después de eso nadie dudó de él; hubo silencio, la mayoría estuvieron incomodos, luego pidió luchar contra unos caballeros de plata que se burlaban de los omegas al entrenar, trapeó el piso con ellos y se fue del coliseo diciendo “Si alguien se atreve a utilizar la palabra omega como insulto, deseará no haber nacido”, yo reí por dentro, fue algo impresionante pero bastante dramático y sólo porque ya conozco a Afrodita me causó gracia pero los demás lucían aterrados. — tanto Aioria, como Saga reían, uno recordando aquel momento y el otro imaginando la cara de todos frente la actitud del dorado de la doceava casa.

— ¿Cómo van las cosas con los caballeros? — Preguntó el patriarca provocando que la atmosfera apacible había se tornarse a algo más seria — El plan de defensa y ofensiva debe estar listo, los jueces del infierno volverán, eso lo puedo sentir, no necesito ir a Star Hill para saberlo, volverán  y necesito que todos estén preparados para ello, ya sea que estén todos reunidos o dispersos, deben cubrir todas las falencias. —

— Hasta ahora va todo bien, cada soldado, caballero y amazona están al tanto, se ha instalado la alarma de advertencia, los dorados hemos estado entrenando más fuerte que nunca, ya nada nos tomará por sorpresa, Shaka dice que la barrera ha ido recuperando poco a poco su fuerza, gracias a tu idea de utilizar el cosmos que guarda Nike. Me imagino que debe ser agotador aquello. — El león en ningún momento quitó sus manos, tampoco corrió su rostro del cabello de Saga y tras hablar dió un beso tras su nuca donde se encontraba aquella marca que los unía.

— Si, es algo pesado y complicado debo concentrar mi cosmos para activar el cetro y que se sincronice con la barrera, si hiciese una barrera nueva sería más fácil pero no sería tan poderosa como la de Athena, es difícil realizarlo pero es algo que como patriarca debo hacer, espera…— sus pensamientos y su charla se vió interrumpida por la lengua del león que pasó por su marca, estremeciéndolo completo y arqueando su espalda como si no pudiese controlarlo.

— Saga, no puedo controlarme lo siento — la voz del león se escuchó más grave, y aquella vibración se extendió por toda su espina dorsal, sentía la entre pierna despierta de su pareja contra él, un color carmín subió hasta el rostro de Saga, su corazón comenzó a latir más rápido, olía como el aroma de Aioria se hacía más fuerte y seductor, sabía lo que quería, y él no podía negárselo, porque al igual que el león también lo deseaba.

Ambos habían aguantado demasiado, aquella intimidad la habían aplazado por demasiado tiempo, Aioria recordaba que la última vez que había tomado a Saga entre sus brazos fue antes de que se marchara, pero al volver nada más había ocurrido, pero no podía aguantar un segundo más, necesitaba de Saga, de su dosis de Saga y no dejaría pasar un día más porque sabía que el otro también lo deseaba tanto como él.

El geminiano tomó una de las manos del moreno y caminó junto a él adentrándose a su cuarto, era una invitación la cual Aioria no pensaba rechazar, sentía el aroma de Saga fluir desde su cuerpo como un río, envolviendo todo a su alrededor, como un bruma que nublaba sus sentidos, una bruma en lo único que era capaz de dejar ver y sentir era Saga y nada más.

Sus ropas fueron despojadas con tranquilidad admirando el cuerpo del otro mientras caía cada prenda, viendo cada detalle que pudieron haberse perdido en ese tiempo, Aioria otra vez tocó el abdomen del omega y depositó un  ligero beso, tal vez después se atrevería a pensar en su actuar o quizás lo olvidara pero en ese momento el león era completamente de Saga, sólo de él y sólo para él.

Sus ojos se volvieron a encontrar con deseo aquel brillante verde esmeralda con el profundo verde azulado, sus pieles se erizaron la energía que emanaba de sus cuerpos comenzó a danzar alrededor de ellos, Aioria besó los labios de Saga y este le respondió entre gemidos al sentir la fricción que producía sus cuerpos al acoplarse de aquella manera tan natural para ellos.

Un te amo fue susurrado, un te amo fue respondido entre besos y caricias en el lecho del patriarca del santuario, por ese momento dejaban sus puestos para amarse el uno al otro todo el tiempo que necesitaran.

 

 

 


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