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Tradiciones Rotas. por Whitekaat

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Notas del capitulo: Llegó el tan esperado final, han pasado 84 años, sí, creanme que lo sé, sólo espero que alguien siga por ahí esperando la finalización de esta historia.


 


La comencé a escribir en agosto del 2016, y se supone que debía ser una historia corta, breve, que además iba ser un poco más engorrosa y darks, con el drama del desprestigio de los omegas en la sociedad, pero como ven aquello no resultó, y terminó en ser una especie de amor trágico-dramático-muy romántico con toques de la vieja escuela.


 


Bueno este es él último capítulo y a los que se dieron el trabajo de leer toda lo anterior escrito quiero agradecerles por acompañarme en esta historia y por aquellos lindos comentarios que recibí.


 


Si tienen alguna duda, o creern que quizás sería bueno hacerle algún epílogo haganmelo saber.


 


Saludos.

 

CAPÍTULO XXIII
VIDA

 

Tierra santa se había transformado en un feroz campo de batalla en donde ningún grupo pensaba ceder, espectros luchando contra caballeros, jueces luchando contra los santos de oro, una batalla en donde se les tenía prohibido dejar avanzar al enemigo, dorados en primera línea de batalla, otros en sus casas correspondientes resguardando el camino al templo del patriarca, cada uno con su papel crucial en la batalla.

Y ahí en medio de toda esa lucha, en medio de un campo cubierto de cuerpos que caían y concentración de poderosos cosmos, el caballero de leo luchaba contra unos de los jueces del inferno, descargando toda esa frustración que tenía, ese constante miedo que recorría su espina dorsal y buscando distraer de alguna forma las ganas que tenía de correr hacía Saga en ese momento.

Porque los demás podrían no notarlo entre todo ese despliegue de poder y polvo de estrellas, pero el león sentía sobre su piel el cosmos de Saga descontrolándose, volviéndose inestable e incluso podía sentir dolor en su pecho sin razón aparente, no podía concentrarse completamente en la pelea, su mente estaba dividida, pero pese a eso no podía dejar que Minos diera un paso adelante, no podía defraudar a sus compañeros que estaban dando todo de ellos para frenar al ejercito del inframundo.

Su puño concentró su cosmos, para lanzar uno de sus golpes contra el juez malherido, pero aquel golpe no pudo ser realizado su cuerpo fue lanzado hacía atrás, por una mano cubierta de metal dorado mientras su hermano se posicionaba frente a él como si lo relevara de la lucha.

— Aioria, no digas nada, sólo escúchame con atención y no repliques— El rostro del caballero de piscis lucía serio y preocupado, por lo que dejó de lado todo el ruido a su alrededor para prestar atención al pisciano— Debes ir con Saga, cuídalo, protégelo, tu deber es estar con él en estos momentos y cuando llegue ahí no dudes, no flaquees y por sobre todo no juzgues sus decisiones ¡Rápido ve! — concluyó, si Afrodita dijo algo después de aquello no lo hoyó, si alguien lo llamaba entre la multitud mientras corría hacía los templos, tampoco lo hoyó, su mente sólo estaba enfocada en llegar lo más pronto frente a Saga.

 

 

***°***°***°°***°***°***

 

Aiora sentía su pecho oprimido por una sensación de dolor constante,  no el suyo, no, era el de su pareja, con cada peldaño perdía más el aliento pero ganaba más ansiedad, recordaba las palabras de Saga, recordaba cuando él le decía que no podría estar en la batalla ese día y el peor de los escenarios llegó a su mente, la imagen de un saga moribundo, al borde de la muerte, sacrificando su vida para proteger al santuario, podía imaginarlo porque Aioria sabía que el omega era exactamente ese tipo de persona.

Cuando llego al primer templo no esperó a le dieran el pasé ya que de los doce templos sólo dos estaban ocupados y esos eran virgo y géminis, Saga contaba con que su hermano encerrara a tantos espectros que lograran colarse al santuario dentro de su laberinto, y virgo como la penúltima defensa del santuario.

Cuando el león llegó a géminis sabía que no podría cruzar por dentro o quedaría atrapado en el templo y a base de sus manos y fuerza se vió obligado a escalar por las paredes  la casa de los gemelos una tarea difícil si tomamos en cuenta que las paredes eran de una fría y lisa roca, pero la necesidad de llegar lo más pronto posible donde Saga se encontraba era su principal misión, en ese momento no existía pared más alta que lograra separar a un alfa que buscaba  proteger a su omega de una amenaza desconocida.

Aioria no se dio cuenta del entumeciendo de sus dedos al clavarlos contra la roca, tampoco miró cuando estos comenzaron a sangrar, tampoco sentía el cansancio de su cuerpo, ni el sudor salado corriendo por su cuerpo, su mente estaba poseída sólo por Saga y cuando llegó a la cima no se dio tiempo de recuperarse antes de atravesar el techo inclinado y de tan sólo un salto que destrozó el camino a sus pies al caer dio por cruzada la tercera casa.

Pasó la cuarta a gran velocidad, cuando cruzó la quinta no dejó ni siquiera a que Shaka le preguntara que hacía ahí, y así siguió avanzando subiendo peldaño a peldaño con toda la velocidad de un caballero dorado podía dar. En un corto tiempo se encontró frente al jardín de afrodita su cuerpo estaba totalmente fatigado, de sus manos corría sangre, sus pulmones al borde del colapso pero aquello no era suficiente para parar su andar pero medio camino del jardín de rosas su andar se detuvo, al igual como lo debió hacer todo ser vivo en el santuario.

Del templo del patriarca comenzó a nacer luz, como un faro que iluminaba la fría noche, cada caballero comenzó a sentir que su cosmos adquiría un poco más de fuerza y en su interior se encontraba una cálida sensación, la barrera de la diosa comenzó a restaurarse desde el cielo formando otra vez un domo de un poderoso cosmos.

Todo aquel que se encontraba en tierra santa sabía lo que había ocurrido, su diosa al fin había vuelto a la vida, el nacimiento de Athena había llegado, aquella persona por la que todos esos caballeros darían la vida estaba presente dentro de su santuario y eso había sido una bocanada de esperanza y fuerza para todo aquel que estaba luchando.

Los gritos de lucha se hicieron más altos y entre ellos uno lleno de desesperación lejos del centro de la batalla, Aioria sintió su lazo romperse, no sentía a Saga, aquel poderoso cosmos que hacía momentos sentía hasta en su propia piel se había desvanecido, sus manos temblaron su corazón se hizo añicos y con su mente nublada corrió hacía el templo, cruzó derribando la puerta principal, sus pies lo guiaban  directo a la habitación del omega encontrando sólo manchas de sangre cubriendo la cama aumentando aún más su descontrol interno, agudizó su olfato y lo guio como una cruel ironía hasta la gran tina de agua donde se conocieron por primera vez.

Y ahí vio su espalda, hombros, su cabellera azulada que aun sobresalía del agua y junto a él sobre la piedra una daga manchada en sangre. Pero el león lo notó, aquel nuevo olor que había en la habitación, ese olor que estaba cubierto por el olor a sangre del geminiano y luego un llanto de un bebé que caló hasta en sus huesos, su corazón se aceleró, su mente estaba confundida, había dejado de pensar racionalmente desde que había dejado de sentir a Saga, estaba envuelto en una bruma constante que no lo dejaba pensar con claridad dejando sólo a sus instintos actuar por él y el llanto de un bebé no ayudaba en nada a tranquilizar su agitado interior.

El castaño se adentró al agua, vio sangre rodear al lánguido cuerpo de su pareja y el pequeño cuerpo del bebé que lloraba aferrado a sus brazos, sus manos tomaron al pequeño recién nacido como si fuese de cristal con sumo cuidado, sintió su olor, sintió su presencia, aquel mismo olor y sensación que se colaba entre sus fosas nasales cuando estaba cerca del geminiano.

Sus ojos se llenaron de lágrimas y sus labios comenzaron a temblar, el niño entre sus brazos había dejado de llorar como si supiese que ya se encentraba nuevamente a salvo junto a él.

Aioria acuno al infante con una sola mano contra su pecho, su cuerpo comenzó a irradiar su cosmos, su interior era un caos, y el fúnebre aspecto de Saga no ayudaba mucho, su piel más pálida que nunca, sus labios azules que buscaban igualarse al tono de su cabello, el león estiró su mano sólo para sentir los retazos de un cuerpo caliente que comenzaba a enfriarse.

— Julieta, ¿por qué estás aún tan hermosa? ¿Será que el descarnado monstruo te ofrece sus amores y te quiere para su dama? Para impedirlo, dormiré contigo en esta sombría gruta de la noche, en compañía de esos gusanos, que son hoy tus únicas doncellas — Su mano libre tocó su mejilla y dirigió todo aquel cosmos que unió una vez con ese hombre hacía su cuerpo — No puedes dejarme aquí, no puedes irte así, no puedes irte sin que te diga una vez lo que tanto te amo, dejarme con todas estas frases de amor que en este momento no puedo recordar — otras lágrimas se unieron a las que ya caían mojando la blanca piel del bebé entre sus brazos.

El cosmos del león se enalteció y junto a él una luz que comenzó a nacer desde la carga que llevaba contra su pecho, el cosmos de la diosa danzó junto al de él hacía el cuerpo de Saga, sólo bastó un poderoso resplandor que iluminó la habitación y el llanto de la bebé para que los ojos del patriarca lograran abrirse una vez más.

Sintiendo el frío que cubría su piel desaparecer poco a poco junto al cálido abrazo del hombre que tanto amaba y aquel mismo llanto de un bebé que había escuchado en sus premoniciones.

 

***°***°***°°**°***°***

 

Saga abrió sus ojos con pesadez, su cuerpo se sentía tan apaleado como las primeras veces que entrenaba con Shion, volvieron a cerrarse una vez más al intentar moverse y una clavada apuñaló su abdomen bajo, no sabía dónde se encontraba, porqué estaba ahí, como había llegado y que había sucedido antes, no, en ese momento nada le importaba más que volver a dormir una vez más y cerrar sus ojos y volver a despertar cuando todo el dolor hubiese abandonado su cuerpo.

— Que mal te vez, luces peor a cuando Shion comenzó su entrenamiento nivel titán — la voz de su amigo en ese momento se escuchaba como un molesto ruidito en sus oídos, y si no fuese porque sólo moverse dolía estaría tapando sus oídos con sus manos.

— Pero me alegra que estés con nosotros, Saga — Afrodita se sentó a un costado de la cama y comenzó a acariciar esos largos cabellos azules mientras iba quitando los nudos con sus dedos — Creo que no lo recuerdas, pero sí todos estamos bien, gracias por preguntar — comentó con ironía — las tropas de espectros retrocedieron cuando Minos fue derrotado y los otros dos jueces anunciaron la retirada, el juez caído se encuentra prisionero en las mazmorras siendo interrogado “amablemente” por Camus — Saga sintió un peso caer al escuchar al pisciano contarle que todo había salido bien y que el santuario se encontraba a salvo, pero aquella noticia no fue suficiente para hacerlo abrir sus ojos aun deseaba seguir durmiendo.

— Aioria te encontró, no ha dicho detalles, ha callado frente a las preguntas de todos y no ha dejado que nadie se acerca más que yo o él a ti y a la bebé, por cierto felicidades por la linda niña — y aquello bastó para que el gemelo abriera sus ojos y se levantara de la cama en tan solo un segundo.

Su bebé, su hija, ahora confirmaba que era una niña, había olvidado por un segundo que lo había dejado en ese estado, había olvidado a ese ser que abandonó su vientre y la razón por la cual sentía un peso menos en su vientre.

— Afrodita necesito verla — El patriarca ignoró a todo su cuerpo gritando de dolor y siendo ayudado por el otro omega caminó hasta encontrarse junto a la pequeña cuna que se encontraba en la misma habitación.

Saga vio una piel suave y tan blanca como la suya, unas tupidas pestañas de color lila, unas pequeña y regordetas mejillas y nariz sobresalir de entre las cobijas que la protegía del frío, sus manos acariciaron su cabeza con anhelo y cuidado evitando despertarla, sentía aquel cosmos de la bebé fluir entre el aire, ese mismos cosmos que había erguido la nueva barrera, ese nuevo cosmos que despertaba una vez más para proteger a la tierra, el cosmos de Atenea.

— Saga…— la voz ronca de un hombre se escuchó desde el umbral de la puerta, cortando de paso las caricias hacia su hija como también con su respiración.

Ya no podía huir, no había forma en que lo hiciera, no esperaba un cálida bienvenida, y para mantener la fuerza dentro de su corazón sólo guío su rostro hasta le suelo y le pidió a Afrodita que lo ayudara llegar a la cama y que lo dejara sólo con Aioria por un tiempo y con un última caricia sobre sus cabellos y una mirada seria al león el caballero de piscis abandonó la estancia.

— ¿Es ahora el momento correcto para charlar, Saga? — preguntó el moreno mientras el mayor seguía rehuyendo de su mirada.

— Sí, lo es — respondió mientras sus uñas se enterraban en la cama buscando un soporte que no lo mandara al suelo y que el temblar de sus manos fuese menos notorio.

— La niña… la niña que está en la cuna es una de las razones por la cual no pude estar presente en la batalla y si quieres despejar alguna duda, si, es mi hija, me enteré de su existencia mientras huía el santuario, yo…— sus palabras se vieron cortadas por un nudo en la garganta y sus ojos acuosos que comenzaban a traicionarlo, no quería llorar, no tenía derecho alguno de hacerlo, pero tal vez era por todo lo vivido o era porque Aioria estaba a su lado que no podía ocultar sus sentimientos.

— Yo… traté de decírtelo cada vez que podía, cada conversación que se pausaba eran las veces que quise decírtelo, pero no pude, no con una guerra avecinándose, no, cuando yo mismo desconocía si habría un futuro para mí, sólo quise protegerlos a todos — su voz había cesado, ya no podía seguir hablando con el temblor constante en su voz y esas ganas de romper a llorar, no podía parecer la victima cuando él sabía que no lo era.

— Trataste de protegernos a todos, pero olvidaste protegerte a ti mismo, Saga — habló finalmente el león con una voz seria, como un reproche — tú… tu realmente no sabes lo duro que fue para mí durante esos meses, no entendía tu actitud, no entendía la mía, pero cuando ahora que veo a la pequeña todo tiene sentido, todos esos instintos que tuve, eran por una razón, una que me ocultaste. — sentenció el león, el peor escenario que se había imaginado el patriarca se estaba cumpliendo al pie de la letra, y aunque se hubiese preparado mentalmente para ese momento no lo hacía menos difícil.

— Cuando dejé de sentir tu cosmos… mi mente se nubló no pensé claramente en ningún momento, mis instintos se apoderaron de mí, mi alfa interior se retorcía de dolor por no poder protegerte y sólo logré darme cuenta de todo lo que ocurría cuando volviste a respirar y tus ojos parpadearon de nuevo — Una mano morena se posó contra la del omega, acariciándola con tan sólo el dedo meñique sintiendo lo fría y tensa que esta estaba.

— No vuelvas a hacer algo como eso, no podría resistir una vez más, si hay algo que te preocupe, dímelo, si hay miedo en tu corazón compártelo conmigo para poder ser tu apoyo y por todos los dioses… si estas esperando a nuestra hija dímelo — Aioria terminó alzando el rostro del gemelo con una de sus manos, Saga pudo observar aquella esmeralda mirada bañada en lágrimas al igual como la estaba la suya.

Sus labios se unieron en alegría, en reconocimiento, en perdón y aceptación, se permitieron llorar uno en el hombro del otro, Saga sintiendo que le dolor de su cuerpo desaparecía con el calor que emanaba del cuerpo de Aioria, y el dorado sintiendo que todas sus dudas se despejaban con el cálido abrazo de Saga.

Si profano con mi indigna mano este sagrado santuario, pecado de amor será. Mis labios, peregrinos ruborizados quisieran hacer penitencia con un dulce beso.  — Ambos miradas se cruzaron mientras los labios de Saga formaron una sonrisa.

— Creí que dejarías las frases por un tiempo— contestó riendo el mayor.

— No, con ellas me permití conquistarte y con ellas traerte de tu letárgico sueño. — Y Aioria volvió a besar una vez más los labios de Saga sintiendo sus cuerpos y sus cosmos unirse una vez más, agradeciendo que su historia no terminó en las mismas tragedia de aquellas historias que los unieron.

 

FIN

Notas finales:

Espero vernos nuevamente en alguna otra historia.

bye bye


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