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Tradiciones Rotas. por Whitekaat

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Notas del capitulo:

Hola, tiempo sin aparecerme pero lo siento, la universidad y las practicas se robaron mi vida 24/7, ahora estoy libre con vacaciones y por eso les traigo un nuevo capítulo antes de que termine el año, espero les guste, gracias por sus comentarios y el apoyo, saludos.

Advertencias/Spoiler: honey, cosas de omegaverse y Afrodita siendo Afrodita, lime algo así como sucedaneo de limón(jugo de limón artificial).

 

CAPÍTULO VII

ALFAS

 

— Nunca podré entender a los alfas, no entiendo esa necesidad que corre en sus venas por comportarse como idiotas—Afrodita hablaba molesto, con su entrecejo fruncido y sus brazos cruzados en su pecho, en un vago intento de descargar su rabia con la única persona en todo el santuario que lo escucharía pero no se daba cuenta de la mirada perdida de su compañero, que por más que le hablara este no le prestaba atención ya que el único pensamiento de Saga en esos momentos era en que responder a la carta que el leonino le había entregado la noche anterior.

Porque desde aquella noche en la que se vieron Saga aún no había sido capaz de mantener distancia con el otro, la idea de que no se vieran más había desistido y llevaban varios meses en un juego en el que se veían una vez en la semana fuera del templo del patriarca para charlar, para intercambiar una caricia, un beso y finalizar entregando la respuesta de la carta que el otro le había dado antes, dejando escrito sus pensamientos, respuestas, deseos, miedos y el día en el que se verían nuevamente.

—Saga, no me está escuchando—Afrodita notó la mirada perdida de su amigo y golpeo uno de sus brazos con su palma para obtener la atención que deseaba y obteniendo de paso una queja debido al golpe.

—Si te estoy escuchando, Afrodita—replicó pero sabiendo que era mentira confesó la verdad. —De acuerdo, no te estaba escuchando, lo siento —el caballero de piscis resopló molesto ante la respuesta de su amigo y se volvió a cruzar de brazos.

—Aioros y Milo son unos idiotas, no existe entrenamiento en la cual no se pongan a luchar por quien entrenará conmigo, cuando comienza su batalla se olvidan de mí y me quedo sentado en las gradas, jamás entenderé esa necesidad de marcar territorio, de imponerse uno sobre el otro, realmente los detesto— refunfuñaba Afrodita al recordar la desastrosa práctica de la mañana.

— Quizás en secreto les gustas  y sienten esa necesidad de luchar por tí— el rostro de Saga se mantuvo serio, su tono de voz era de sarcasmo, lo había hecho demasiado notorio, pero al ver la brillante mirada en el caballero de la doceava casa se dio cuenta que este no pensaba lo mismo— Afrodita era una broma, no empieces, no hoy por favor— pero sus súplicas no alcanzaron a ser escuchadas por el caballero de las rosas ya que este se había levantado de su asiento con un único objetivo en la mente.

— Iré a visitar a Aioros— Saga no alcanzó a replicar, no alcanzó a emitir una palabra si quiera antes de ver como el caballero de piscis salía de la habitación, Saga esperaba que su juicio no se nublara por esperanzas, que Afrodita no se volviera como él, que estaba atrapado en una mentira sin saber cómo todo terminaría.

 

***°***

 

El lugar que habían escogido esta vez para verse era el mismo en el que se habían puesto de acuerdo la primera vez, junto al lago, en aquel paisaje oculto por el frondoso follaje del bosque, su corazón como cada vez que se veían se llenaba de una ansiedad por ver a Aiora, por ser Saga, por sentirse libre junto al dorado, de reír junto a él, de bromear junto a él, tontear, conversar y simplemente sentir la cercanía del otro. Añoraba aquello cada vez que se despedían y con cada semana que pasaba, con cada poco que se comenzaban a conocer la espera se hacía más larga y el sentimiento de compartir con el otro más necesario.

¿Si Shion estuviese con él en ese momento que le diría? ¿Qué pensaría Shion de él? ¿Sentiría decepción, amargura, desilusión, traición, dolor? ¿Qué le diría al saber que disfrutaba tanto ser por unos momentos Saga y no el patriarca? ¿Qué le diría al saber que estaba faltando a su deber como el encargado de todo el santuario por egoísmo, por sentirse querido, por sentirse feliz entre los brazos de aquel joven de cabellos castaños? Saga no supo responder a sus preguntas, Shion no estaba ahí para decirle que podría hacer, para aconsejarle, para acariciar la coronilla de su cabeza con su mano, no estaba ahí para decirle que fuese feliz después de darle un beso en su frente, no, ya no estaba y sólo aquel Saga racional que le decía que todo aquello estaba mal se interponía.

El chico de cabellos azulados fue el primero en llegar a la glorieta, se quitó la capucha que cubría su cabeza y se la desabrochó para dejarla sobre la baranda, esa noche todo el lago resplandecía con una hermosa luz como aquella vez, las luciérnagas danzaban, los cisnes y garzas nadaban, el cielo estaba claro, las estrellas brillaban, pero al ver a la luna su rostro se volvió más pálido, había olvidado algo primordial de él, había olvidado por un momento quien era él, y que pasaba con él durante ese tiempo, la luna llena siempre había sido su referente para marcar el día que comenzaba su celo, y esa blanca y perfecta redondez significaba una sola cosa…peligro.

Escuchó unos pasos acercarse a su espalda, sitió el intenso olor cítrico, la lavanda y el aroma del roble adentrarse por sus fosas nasales, Saga suspiró pesado, Aioria ya estaba ahí y sólo su aroma había sido el detonando para que su celo comenzara, sintió su corazón palpitar mucho más rápido los músculos de su espalda contraerse, un calor que se posaba en sus mejillas y avanzaba por todo su cuerpo y aquel dulce aroma de canela, miel y almendra salir desde sus poros sin control embriagando el lugar.

—Aioria— dijo casi como en un ronroneo sin atreverse aún a mirarlo a la cara.

—Saga…—Respondió el otro con su voz grave a la vez que pasaba dificultosamente saliva por su garganta.

El caballero de leo por su parte intentaba luchar contra su instinto, aquel que le pedía hacer suya aquella esencia, marcarlo como suyo, impregnar su olor en el otro para que nadie se atreviese jamás a ponerle un dedo encima, y por otro lado su cuerpo le pedía aquel ansiado acto, sentir el calor de otra piel  y sentir la liberación de sus deseos más profundos. Su cuerpo hipnotizado una vez más por aquel olor se acercó lentamente a la espalda del otro, sintiendo como sus dedos temblaban al ir acercándose para tocar la piel de los brazos descubierto de Saga.

Aquel primer roce logró sacar un sonido de la boca de ambos, sintiendo la ansiedad del momento vibrar por sus pieles, el cuerpo de Aioria se pegó contra la espalda de Saga, su nariz se hundió entre aquellos añiles cabellos produciendo un temblor de excitación por toda su piel, aquella deliciosa fragancia tan afrodisiaca que tensaba cada músculo de su cuerpo. El león abrió su boca para lamer aquella blanquecina piel que se escondía entre sus cabellos logrando un estremecimiento generalizado en el otro acompañado por un tenue gemido que temía hacerse más fuerte.

Aioria giró a Saga sin poder resistir más mirar ese rostro que de seguro estaba sonrojado con sus propios ojos y al dar vuelta el cuerpo del otro Aioria clavó su sentencia y la de Saga de paso, aquello ojos vidriosos, del color de los mares, de aquel imposible verde azulado, las mejillas rojas en deseo, y aquella boca entreabierta que lo invitaba a ser devorada, su cuerpo se pegó al del otro, al igual que sus labios, tanteando con su lengua el interior del otro, recorriendo con sus manos el cuerpo de geminiano que se retorcía entre sus brazos, empujando su despierta entrepierna contra la del otro, aumento el deseo, la lujuria y las ganas de fundirse con el otro.

—Así quedan mis labios limpios de pecado por los tuyos— Recitó Aioria al separar sus rostros, sentía son mejillas hirviendo al igual que el resto de su cuerpo, aquel dulce aroma adentrándose hasta grabarse en su corazón.

— ¿Entonces mis labios tienen ahora el pecado? —Respondió Saga, obteniendo una sonrisa por parte Aioria al notar de dónde venían  sus frases y como el otro podía responder a ellas.

—Seré tu Romeo, no sólo por esta noche, si no por cada noche en la que mi corazón llame tu nombre, seré tu Romeo incluso si me pides que me aleje, seré tu Romeo, durante el día, en los tiempos de tormenta, de lluvia y nieve e inclusive más allá que cuando el fulgor del sol e extinga, se mi Julieta, se mi amado, se mi corazón, se mi razón para apreciar el mundo, se mi alma para yo poder ser la tuya— sus labios se volvieron a unir en aquel necesitado y candente beso.

Su ropa fue siendo dejada prende a prenda el piso, sus labios besando capa parte de piel que era expuesta, la luna brillando sobre su desnudez y el aroma de sus cuerpo envolviendo el aire entre ellos, su deseo carnal siendo empujado contra el cuerpo del otro mientras las horas pasaban, mientras la brisa de la noche llegaba, el sereno dejando su humedad sobre las plantas, mientras sentían el calor de sus cuerpos en su unión, escuchando la vibración de sus gemidos que vibraban contra su piel y aquel delicioso sabor que los labios del otro tenían para ofrecerle.

—Te amo Saga— su cuerpo se tensaba, y aquella parte de su cuerpo se hinchaba al sentir que el final se acercaba, la cabeza de Saga contra su hombro mientras intentaba acallar inútilmente sus gemidos, dejando ver ese largo cuello blanco como de cisne tentándolo.

Sintió aquella sensación de la base de su intimidad hincharse, sintió como el cuerpo de Saga se contraía aún más y antes de que aquella esperada sensación llegara, mordió con sus dientes el cuello del omega, marcándolo como suyo sintiendo la sangre salir de la herida y saborearlo con su lengua al momento que ambos terminaban con aquel ritual de amor y deseo dejándolos perdidos en aquel placentero sentimiento de estar junto al otro unidos finalmente.

 

 

Notas finales:

Gracias por leer


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