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Tradiciones Rotas. por Whitekaat

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Notas del capitulo:

Hola gracias  todos los que leyeron el primer cap y a los que comentaron, gracias por darle una oportunidad a este fic.

Quiero aclarar desde ya que los capitulos de al menos este fic no tendrán una extensión más larga que esto, si lo sé, quizas es muy poco pero o escribo mucho en uno o escribo mucho en otro, porque si lo hago en ambos me quedo sin ideas ajajjaa 

Espero les guste el nuevo capítulo en este aclaro un par de cosas.

Saludos, cualquier consulta, critica o lo que sea me escriben :3

 

CAPÍTULO II

SAGA

 

El león escuchó unos pasos por el pasillo, sabía de quien se trataba, su piel y su armadura aun empapada aumentaba los escalofríos que había sentido, no sabía que esperar, no sabía que pensar en ese momento, aquel chico sólo con su olor había sido capaz de llevarlo a un trance casi bestial, no se reconocía a sí mismo, nunca había tenido interés en otro hombre, nunca había tenido interés en una relación en general y ni mucho menos querer poseer el cuerpo de otro, los confinamientos del santuario mantenían la pureza del cuerpo, la mente y del alma y lo consagraba como un santo digno de portar un manto dorado y como tal todos ellos estaban aferrados a las ideología de santuario y sus años de historia, pero él había profanado tierra santa, había ensuciado la santidad del templo patriarcal, él había caído en el placer carnal, en al lujuria y todo aquello tendría un castigo.

Pero muy en el fondo sabía que ya había caído, era una manzana que se comenzaba a podrir, aquel chico de azulados cabellos había sido su punto de quiebre, el que pasó arrasando con todos sus ideales, con todo lo que él creía con un simple batir de sus pestañas y una mirada avergonzada llena de deseo, pero había algo que no calzaba en ese asunto, ¿Por qué el patriarca había permitido el paso de un omega al santuario? ¿Qué hacía ahí y por qué tenía aquel pase libre de inclusive usar el baño del mismo Arles?

Aioria alzó su mirada al escuchar como el hombre salía desde el pasillo y caminaba hacia él, su cuerpo estaba como siempre cubierto por aquella capa blanca, los adornos color granate permanecían sobre sus hombros y cabeza contrastando con aquel azul marino de la máscara, a Aioria jamás le había gustado aquel hombre, ese sujeto que se escondía tras un objeto, que jamás se podría ver una emoción o algo que pudiese expresar su rostro, sólo había azul, un profundo azul marino que ahora estaba frente a él.

Aioria se sintió que el salón se hizo más grande, que él trono donde se sentó el hombre se hacía más alto y él cada vez más pequeño, no podía ignorar esa presencia imponente que poseía Arles, ese poderoso cosmos que ondeaba por el ambiente como si fuese a propósito, Aioria no tuvo nada más que agachar su rostro para después apoyar su rodillas sobre el frío piso del templo en solemne respeto, inhalo profundamente aire intentado buscar consuelo y de paso calmar su estrepitoso corazón que no parecía querer calmarse, pero no salió como el esperaba el aroma de aquel chico aún se encontraba en el ambiente o al menos él lo sentía casi como si pudiese saborearlo, su olfato era agudo, como la mayoría de todos los alfas y podía distinguir el olor a rosas y el aroma de aquel chico suspendido en el ambiente.

—Caballero de Leo—habló el patriarca y el castaño sintió todo su cuerpo tensarse al instante — de seguro debes tener muchas dudas en este momento y si lo pide aclararé todas y cada de una de ellas— el león parpadeo confuso ya que no se esperaba aquello, el esperaba quizás la ira, un castigo, reprimendas o inclusive un simple sermón.

— Patriarca Arles, me disculpo por haber actuado de esa manera, por mi culpa y mi poco control he deshonrado su templo, su casa, he manchado el honor de la armadura de leo no soy merecedor de su misericordia y bondad— el castaño habló aun con su cabeza mirando el suelo y manteniendo la misma pose, no podía dar un paso en falso, sabía que había hecho algo malo y quizás el patriarca sólo lo estaba poniendo a prueba.

—Aioria, levanta tu rostro, no es necesario esta muestra de arrepentimiento, como dije debes tener algunas dudas que me gustaría aclararas para ti— dijo el hombre de la máscara y el leonino levantó finalmente su rostro y se paró.

— Me gustaría saber por qué ese omega está acá— Aioria lo dijo sin pensarlo dos veces aquello era lo que más le urgía saber, que hacía un “ser” prohibido en el santuario.

—Ese omega es mi protegido, por así decirlo, casi un hijo para mí—el patriarca hizo una pequeña pausa y tras haberlo escuchado Aioria sintió más miedo aún— él llegó a mí cuando tan sólo era un bebé,  conocía las reglas, un omega no puede pisar tierra santa, pero no podía dejar a un niño a su suerte y morir, jamás debemos olvidar que nuestro deber es con la humanidad, somos salvadores y protectores de la vida en la tierra y en eso me escudé al traerlo acá—Aioria ahora comenzaba a comprender las circunstancias y porqué ese chico estaba en ese lugar, pero aún necesitaba saber más de él.

— ¿Cuál es su nombre? —dijo el castaño mirando directamente al rostro del otro.

— Él es Saga. —

Saga…” dijo para sí mismo sintiendo una calidez proveniente de su pecho al solo pensar decir su nombre con sus labios, aquella hermosa criatura tenía un nombre que le quedaba perfecto y en ese momento se creía capaz de repetir ese nombre hasta hartarse de él si es que eso fuese posible.

— Caballero de leo ahora que compartimos esta información necesito pedirle algo— el dorado volvió a concentrarse en el individuo frente a él tras salir de su ensoñación y pensamientos donde el color azul primaba, aquella era la parte que Aioria estaba esperando, esa parte donde el patriarca pondría un píe sobre él para demostrarle su lugar y de paso castigarlo por haber tocado a su “hijo”.

—Cuente conmigo para lo que sea— Aioria nuevamente inclinó su cabeza, el protocolo de respeto no podía desparecer aunque su cabeza estuviese a punto de ser cortada y separada de su tronco.

—Quiero que guardes el secreto de Saga, que de tu boca no salga su nombre, que hagas como si nunca lo hubieses conocido, es un omega, un omega en tierra santa es casi insultar a Athena, espero comprendas la situación y no me juzgues, sólo eso te pido— el mundo de Aioria por un momento pareció detenerse por completo, sintió como si le hubiesen quitado algo importante incluso antes de poder tenerlo, sintió un vació dentro de su pecho, pero no había mucho que pudiese hacer para cambiar la situación.

— Comprendo patriarca, la existencia del omega se quedará sólo aquí— inclinó su cabeza por tercera vez desde que se encontró con el hombre y soltó pesadamente el aire de sus pulmones resignándose a su situación actual, el aire aún permanecía cargado de aquella esencia, de aquel olor dulce, que probablemente sería la última vez que pudiese olerlo.

—Muchas gracias— contestó e patriarca— El templo permanecerá cerrado por dos días más, aún tengo asuntos en Star hill que deben ser atendidos pero ya puede retirarse caballero de leo, no le quito más de su tiempo— el castaño asintió y tras un reverencia salió del templo patriarcal dejando al hombre sólo dentro del gran salón mientras rompía su estoica postura para echarse sobre el trono.

Un sonido metálico se escuchó por el pasillo y tras ellos unos cabellos turquesas hicieron acto de presencia dentro del gran salón— Me debes una, Saga— dijo el caballero de piscis cruzándose de brazos mientras mantenía una divertida mirada.

— Lo sé, Afrodita, descuéntalas de las que tú me debes a mí— aquella voz potente bajó de tono escuchándose uno más amigable, más tranquilo, más suave y harmonioso, el poderoso cosmos comenzaba a ser menos potente casi desapareciendo del aire, la máscara al ser quitada dejó ver las bancas y finas facciones del chico tras ella.

Saga carraspeo, y llevó una de sus manos a su garganta, siempre dolía luego de utilizar aquella voz grave frente a los caballeros, pero ya se había acostumbrado, llevaba años haciéndolo. El geminiano comenzó a quitar los pesados adornos y ropa patriarcal para quedarse tan solo con una túnica blanca que cubría hasta tres cuatros de su muslo y unas sandalias que mantenían sus pies separados del suelo.

— ¿Saga, que pasó ahí adentro? — Preguntó el caballero de la doceava casa zodiacal— ¿Cómo fue que Aioria entró y cómo te encontró? —

—No lo sé, dijo que estaba buscando a Arles y luego sin darme cuenta ya estaba metido en el agua, estoy en celo Afrodita, quizás mi olor lo atrajo— Saga respondía suspirando, el verse enfrascado en esa situación era una gran carga para él, casi se vio descubierto, casi vio destruida la fachada que había llevado construyendo por años.

Pero había algo más dentro de la mente de Saga, y ese era el caballero de leo, ese hombre que había robado su primer beso, que lo había tomado entre sus brazos, que lo había hecho incluso hasta ronronear de placer, sus manos se habían marcado a fuego sobre su piel y el sólo recordar lo que había ocurrido hace unos momentos atrás en el baño era suficiente para erizar su piel, hacer que su corazón palpitara más rápido y que su cara que era comúnmente pálida adquiriera tonos rosados sobre sus mejillas.

— Saga no puede ser ¡Te gustó Aioria!— la animada pero abrupta exclamación de Afrodita había asustado a Saga trayéndolo de nuevo a la realidad, una realidad no tan amigable donde él era el patriarca, donde él era un omega en tierras gobernadas por alfas.

—Cla… claro que no— tartamudeo el patriarca— es culpa de celo, además me tomó desprevenido, no pude hacer nada para detenerme y …—

— Y además si no hubiese estado yo, seguramente ese león ya te hubiese clavado las fauces en el cuello y hubiese terminado con lo que empezaron, admítelo no sólo se trata de celo o no celo, hubo una atracción, a él le gustó tu olor a ti probablemente el suyo— el caballero de piscis sonreía mientras que su amigo miraba hacia otro lado para ignorarlo y buscando convencerse que lo que decía el caballero de piscis eran sólo suposiciones y que a él no le había gusto el caballero de la quinta casa.

—No puedes negarlo, Saga, recuerda quienes somos, recuerda nuestro entrenamiento, estar en celo o sentir el olor de un alfa no es suficiente para que queramos abrir las piernas—Saga le dedicó una mirada molesta  a Afrodita y este sólo rodó los ojos acostumbrado a la seriedad del gemelo.

En el fondo sabía que Afrodita que tenía razón, no podía negar aquello, ellos dos a pesar de ser omegas podían sobreponerse a sus instintos más bajos, a sus deseos primordiales, pero tal como el pisciano dijo él lo había hecho, él había caído, había abierto sus piernas como vulgarmente dijo Afrodita, en eso momento había estado dispuesto a todo si el león se lo pedía, aquel caballero sería un problema, las cosas no serían fáciles, sólo esperaba que el dorado no volviese aparecer y que cumpliera su palabra con el “patriarca”.

— Necesito darme un baño ahora—dijo Saga sobándose las cienes, no quería pensar de más ya estaba cansado, era su primer día, aún quedaban otros dos días más de celo y ya sentía que su cuerpo colapsaría en cualquier momento.

— Yo igual— Afrodita tomó la muñeca de Saga mientras lo guiaba por los pasillos— quiero que me cuentes todo lo que pasó antes de que llegara y no omitas los detalles sucios— el rostro de Saga se encendió de vergüenza al escuchar al dorado hablar de manera tan deslenguada, sabía que no podría sacarse a Afrodita de encima y sabía que además que su charla vendría acompañada de aquellas historias del alfa perfecto, del amor verdadero, los lazos y la añoranza de alguien a quien amar, conocía suficiente a Afrodita, eran como hermanos, ambos hijos adoptivos de aquel buen patriarca que una vez los protegió con su manto y que los había preparado para que levantaran con orgullo su rostro frente a todo el santuario.

 

 


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