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Tradiciones Rotas. por Whitekaat

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Notas del capitulo:

hola traigo el neuvo capítulo me demoré menos en escribir porque he tenido tiempo de recreación y algo de inspiración, gracias a todos por comentar y leer mis desvarios. Saludos.

Saben ando con el bichito de darle algun amorío a Afrodita, algo así como un pincelada dentro del fic, así que si tinen alguna idea escribanme su propuesta porfavor aajajaj

Advertencias del capítulo: la cursiva es de flashback ya saben cosas locas mías, algo de miel, es más como un endulzante algo así como estevia.

CAPÍTULO III

ROMEO

 

Saga suspiró cansado mientras caminaba a la cocina del templo, Afrodita a veces agotaba todas sus energías con su intensa necesidad de parlotear y crear cuentos en su mente tanto para él como para sí mismo, cuentos que siempre iban de la mano de finales felices, amor, tragedia, algo de drama en lo cual el de cabellos celeste era un experto, para finalizar con un “vivieron felices para siempre”, Afrodita se había empeñado en recalcar el incidente de aquella tarde, en mencionarle el nombre del caballero dorado de la quinta casa hasta el punto de hastiarlo con él, el caballero de piscis hacía las coincidencias un destino y del destino su credo de vida , credo que intentaba meter a la fuerza en su subconsciente.

Saga por su parte no creía en aquello, hace tiempo se había privado de soñar y tener ilusiones, si Shion supiera de aquello probablemente lo sermonearía con alguna frase como “un hombre vive de ilusiones, sueños y esperanza, son su motor de vida, son el camino hacia el futo, un hombre que los pierde se pierde en el abismo, se pierde a sí mismo, pierde su vida”, recordar al antiguo patriarca siempre le dejaba un dolor en su pecho, gracias a él tenía un lugar a cual llamar hogar, a alguien a quien llamar amigo y una excusa para seguir viviendo, aquel rudo y paternal amor de Shion lo habían salvado de la desdichas de ser un omega, para Saga eso siempre sería así, siempre lo recordaría de esa manera, como un padre que cuidó de él y Afrodita hasta su último aliento.

Porque el bien lo sabía y en parte ya lo había vivido, los omegas son la base de la jerarquía, más allá de tierra santa eran sólo un pedazo de carne, un objeto que se prestaba para jugar con o sin su aprobación, estar sometidos al poder de un alfa sin poder hacer nada para remediarlo.

 

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—Vamos Saga esta es la prueba final— el geminiano miraba asustadizo al tumulto de gente frente a él, aquellos feroces guerreros blandían su cosmos los unos contra los otros, sintiendo aquel derroche de poder atravesar la delgada capa de su túnica sacerdotal.

Para aquello lo había estado entrenando su maestro todo ese tiempo, para resistir el olor, los rugidos, la voz de mando que poseían todos los alfas dentro del santuario, que dejarían besando el suelo a cualquier omega, pero por eso estaba ahí, para ir contra su propia naturaleza e imponer su fuerza contra todos, su tarea inicial era sencilla según los propios labios del lemuriano, pero para Saga distaba de aquello, primero debía plantarse frente a todos, ignorar todo su entorno y alzar su cosmos hasta sobrepasar al más fuerte de ellos, con ello conseguiría respeto, con ello conseguiría que hasta el más fuerte alfa presente lo reverenciaba.

Saga aun dudoso se levantó del asiento que se encontraba junto al patriarca, la máscara de sacerdote cubría sus delicadas facciones y el nerviosismos que pudiese tener, puso sus manos sobre el la baranda del palco en donde estaban y tal como el patriarca le había enseñado libero su cosmos; las peleas se iban acabando mientras su poder crecía, algunos de los presenten daban incluso un paso hacia atrás producto del repentino escalofrío que les daba la sensación de aquel poder, soldados, caballeros de bronce, plata y oro, todos lo miraban y aun con su corazón a punto de salir de su tórax, mantuvo su poder hasta que en todo el coliseo sólo se sintiera su presencia y cuando hasta el último de los presentes lo miraba directamente se permitió hablar.

— Caballeros presentes, me honra ver su destreza en el campo de batalla y me alegra saber que cada una de sus fuerzas son para proteger a nuestra diosa— su garganta dolía, aquella rasposa voz no era la suya y distaba mucho de la naturalidad de la de él, pero aquello fue lo primero que aprendió con Shion, a ocultar aquella melodiosa y tímida voz por una digna de un alfa—dejo ante a ustedes a nuestro patriarca que dará un importante anuncio el día de hoy— Saga suspiró tras su máscara, lo había logrado y por dentro saltaba de felicidad, pero todo aquello cambiaría tras escuchar las palabras del patriarca.

— Caballeros ante mí, el día de hoy será de celebración, el día de hoy será de júbilo, porque el día de hoy daré a conocer al nombre de mi sucesor— todos los presentes se sorprendieron ante las palabras del patriarca, nadie se lo esperaba, algunos se miraban entre ellos sin entender lo que ocurría y otros se adelantaban entre la muchedumbre hasta posarse frente al palco.

La primera hilera de hombre brillaba con un color dorado, los doce signos mostraban orgulloso su manto dorado, uno de ellos ese día sería nombrado, de eso no había duda, el puesto patriarcal siempre había sido para uno portador de la armadura de oro y seguramente esta vez sería de la misma manera.

— Él es mi orgullo, quien ha demostrado ser no sólo el más fuerte sino que también ha demostrado la sabiduría y fidelidad digna de cualquier patriarca, alguien que espero los guie y proteja con todo su cosmos a nuestra Diosa Atenea— el silencio reinó dentro del coliseo y las caras de nerviosismo de los doce aspirantes miraban atentos la figura del lemuriano.

Shion se giró dándole la espalda al público y estiró su mano frente a Saga, este sin entender aun lo que ocurría se acercó hasta estar frente a él, la frente de su máscara fue besada y luego el collar de cuentas que adornaba el pecho y hombros del patriarca era puesto sobre él dejándolo atónito por unos segundos para después ser puesto frente a todas las miradas sorprendidas de los presentes.

—Salve patriarca Arles— gritó Shion para luego agachar su cabeza frente a Saga en muestra de respeto.

—Salve patriarca Arles —se escuchó dentro del coliseo, Saga giró su vista hacía el frente y pudo a ver como uno a uno cada caballero y soldado se arrodillaba ante él dándole una reverencia al nuevo patriarca del santuario.

 

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“Saga quizás Leo sea como tu Romeo” las palabras del pisciano volvieron a resonar en su mente, no sabiendo si le causaba gracia o miedo, suspiró una vez más por prestarle demasiada atención a Afrodita, aquello no podía ser, porque él no quería que fuese así y porque probablemente no volvería a ver la cara del castaño nuevamente sin traer su máscara puesta, suspiró una vez más, había perdido la cuenta de la veces que lo había hecho en esa noche, lo que más le molestaba de Afrodita era cuando este tenía razón en algo, y ese algo era que él había quedado indefenso frente al castaño, había quedado sumiso, no había podido escapar de sus instintos por primera vez desde hace muchísimo tiempo.

Estaba tan metido en sus pensamientos  que no sintió los sigilosos pasos de un hombre que entraba a la cocina hasta posicionarse justo detrás de él, primero fue un olor peculiar que lo alertó y estremeció hasta el último rincón de su ser, llevó rápidamente sus manos hacía su nariz para no ser embriagado nuevamente por aquel aroma y se giró para observar un par de ojos verdes que lo miraban directo a los suyos.

— ¿Qué hace aquí? Creí que no volvería a aparecer—preguntó Saga aun con su mano sobre su nariz haciendo que su voz sonara diferente a lo habitual.

— Lo sé, créeme que lo sé, pero... no puedo dejar de pensar en ti, desde que dejé este templo no he dejado de pensar en tu dulce aroma, en tu suave piel y ver tu hermoso rostro en cada uno de mis pensamientos, por favor permíteme conocerte un poco más, Saga— Aioria se acercó al omega acortando la distancia entre ambos y tomando una de las pálidas manos del gemelo que se tensó al sentir el tacto de la áspera mano del otro.

—Esto no está bien caballero de Leo, si Arles se entera las cosas podrían…—Saga no pudo terminar de hablar por culpa de una mano que acarició su mejilla con delicadeza.

— No tiene por qué enterarse si tu no le dices nada yo tampoco lo haré— Saga permanecía inmóvil al observar la mirada de Aioria, tan gentil, tan hermosa mirándolo tan sólo a él— yo lamento lo que ocurrió esta tarde, mis sentidos se nublaron y por un momento me cegué, por eso permíteme comenzar otra vez, permíteme conocerte como se debe— las palabras del león retumbaban en sus oídos sacando sonrojos desde sus mejillas, otra vez su cuerpo comenzaba a reaccionar a pesar de estar cubriendo su nariz, debía hacer algo o terminaría igual que aquella tarde y ahora no estaría Afrodita para socorrerlo.

— Veámonos en tres noches más, espérame a la entrada del bosque que está tras el coliseo, pero ahora vete por favor— el león sonrió mostrando hasta sus colmillos al escuchar las palabras del geminiano, regocijándose por dentro de la nueva oportunidad que había conseguido de enmendar sus errores.

— Está bien nos vemos en tres noches más— dijo el leonino mientras tomaba la mano libre de Saga y la posaba sobre sus labios— llámame sólo Aioria ¿Está bien?

—Está bien…Aioria— con sus mejillas aun rojas por nombrar al otro por su nombre y por el beso que había sido dado en el dorso de su mano vió como esa mirada verdosa parecía brillar cual esmeralda ante él.

— Buenas noches, Saga— dijo el moreno mientras la distancia entre ellos se acortaba y un beso era dado sobre la sonrosada mejilla del gemelo que se había quedado a punto de desfallecer. Vio una vez más aquella sonrisa y luego los castaños cabellos marcharse con rapidez por la puerta de su cocina.

Tuvo que apoyar sus manos sobre el borde del mesón para no caer, sentía su pecho retumbar, sus piernas temblaban y su respiración agitada; al quitar su mano de su nariz alcanzó a sentir el aroma del castaño suspendido por la habitación colándose por entre sus fosas nasales, logrando que cerrara sus ojos y cayera al suelo de rodillas para luego soltar un jadeo.

Saga en ese momento se había dado cuenta que había hecho mal, que estaba perdido si seguía cerca de Aioria, que aquel hombre lograba derribar años de entrenamiento en tan sólo unos segundos, las palabras de Afrodita volvieron a aparecer en su mente, se negaba a creer que el castaño era su Romeo, se negaba a creer que él era su Julieta, se negaba a volver a creer en todas esas novelas de amor que leyó, se negaba a ilusionarse y se negaba a creer en el amor a primera vista.

 

 

 


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