Agradecía enormemente la temperatura templada de esa noche, una simple manta era lo único que necesitaba para poder acomodarse y que nada interfiriera en su sueño. El cansancio hacía mella en su cuerpo, los rastros de dolor, angustia y estrés se desvanecían mientras su mente divagaba en toda clase de sueños que, a la mañana siguiente, probablemente ni recordaría.
Tristemente y, en contra de sus deseos de dormir profundamente hasta bien entrada la mañana siguiente, el final de la madrugada le saludó con una ligera incomodidad. No abrió los ojos, pero al sentir la forma triangular de su colgante cerca lo aferró instintivamente entre sus manos a la vez que se daba la vuelta en su lecho, buscando acomodarse para volver a dormir, aún tenía sueño.
Fue entonces que lo sintió, esa aura única, incomparable e inconfundible…
Yami.
¿Qué hacia fuera del rompecabezas tan temprano? ¿No podía dormir? Preguntas de inocente preocupación como esas llenaron su mente.
Cuando finalmente se decidió a abrir los ojos y abandonar su preciado y placido sueño para darle toda su atención al espíritu que compartía su vida notó una sensación extraña.
Su cabeza fue movida apenas perceptiblemente y una tenue tibieza lo envolvió de forma confortable… aquello se sentía bien.
Le costó aceptar lo que, su mente gritaba, era la respuesta más obvia… ¿Yami lo estaba acunando?
Efectivamente, Yami se había acostado a su lado en la cama y lo había acomodado deliberadamente entre sus brazos… no le molestaba, realmente.
Se sorprendió más que todo cuando sintió su inconfundible toque fantasmal en su rostro, aquello le erizó débilmente la piel, en contraste con el fresco aire en su habitación. No pudo evitar sonreír ante aquellas caricias, rogando que sus mejillas no lo delataran con un sonrojo.
Le gustaba.
Realmente le gustaba aquella intima complicidad que tenía con Yami, sabía que sólo permitiría que él lo tocara de aquella forma, y en su fuero interno deseaba que él siguiera haciendo siempre ese tipo de cosas.
Porque era algo especial entre ellos.
Se acurrucó más dónde estaba sin perder la sonrisa, la somnolencia volvió a él de golpe y por un momento pensó que todo eso no era más que un simple sueño.
…Bueno, si así fuera, espera no olvidarlo al despertar.
-x-
Cerca de las siete de la mañana se despertó a medias, tenía sed.
Está vez abrió sus ojos enseguida, y se topó con el rostro durmiente de Yami a pocos centímetros de él. Se sorprendió un poco pero una nueva sonrisa se plasmó en sus labios… así que no había sido un sueño.
Se felicitó mentalmente por dejar siempre un vaso de agua en su mesita de noche, solo necesitó estirarse un poco para tomar el recipiente de plástico y deslizar el vital líquido por su garganta. No quería despertar a Yami y al parecer no lo hizo, dejó el vaso en su lugar y, relamiendo sus labios, volvió a acomodarse entre sus brazos, acurrucándose con una dulce sonrisa para rendirse de nuevo al sueño.
Realmente no se había percatado, hasta la noche anterior que tocó su cama, el inmenso cansancio que embargaba su cuerpo.
-x-
Se levantó definitivamente cerca de las nueve y media de la mañana, frotó sus ojos y se sentó en su cama… vacía.
Yami no estaba allí.
¿En serio había sido todo eso un sueño?
Volteó hacía la ventana, el cielo estaba algo nublado y quizás llovería más tarde. Cuando su estómago gruñó supo que debía vestirse e ir a desayunar, así que dejó el rompecabezas sobre su almohada y se dirigió a su armario para cambiarse el pijama por ropa casual: una campera ligera de color celeste, con mangas y capucha blancas junto a un pantalón ceñido azul oscuro.
Tomó la cuerda de su rompecabezas y se lo colgó como de costumbre.
—Ohayou, Aibou —le saludó amablemente Yami, apareciendo a su lado de brazos cruzados en forma casual y con una pequeña sonrisa — ¿dormiste bien?
—Ohayou… Yami —se apenó un poco, pensando que se refería a lo mucho que había dormido — y-yo, sí. Dormí muy bien, me siento de maravilla —con una risilla nerviosa movió sus brazos de arriba a debajo de forma enérgica, enfatizado su punto.
Se sorprendió al obtener una cálida sonrisa en respuesta, la mirada de Yami no denotaba burla sino más bien cariño.
Quiso preguntarle si él había dormido en su cama esa noche pero se mordió la lengua antes de que le ganara el impulso, afortunadamente el espíritu habló de nuevo, distrayéndolo —bueno, será mejor que vayas a comer algo entonces si es que quieres mantener esa energía —aconsejó.
—Ah, sí. Ti-tienes razón —aceptó, disponiéndose a salir de su cuarto cuando divisó el vaso de agua vacío en su mesa de noche, sonrió ante eso y bajó hacia la cocina, acompañado siempre de su querido espíritu.
Fin