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Guilty por Valee-e

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Cuando era pequeño, muy pequeño, vivía entre los basureros de Seúl con mi madre y YoonGi, buscando algo que comer o donde dormir; ella no era alguien de quien pueda decir algo bueno, sin embargo y a pesar de todo nunca nos abandonó, nos llevo con ella hasta el infierno mismo y de vuelta.

Nuestras vidas en la miseria continuaron de la misma forma, yo agarrado tan fuerte como podía a las faldas sucias de mi madre y ella moribunda con los ojos perdidos buscando algo que nos pudiera acobijar esperando por nuestros pasos lentos, más no fue hasta que un señor tan alto como no había visto antes, llamado simplemente Kim nos recogió a mi a mi huérfano amigo y a mi madre de la calle; que las cosas comenzaron a cambiar.

Nos llevaron con ellos a un lugar inmundo, con unos colchones en el piso y nos dieron comida, lo que ellos querían era a alguien que conociera el lugar perfectamente y mi madre era la persona ideal. Al poco tiempo ella comenzó a trabajar con el señor Kim y más personas siendo algo así como un camello que reparte drogas en los barrios bajos de la cuidad y luego trae el dinero de vuelta a las manos del jefe. En ese entonces los negocios del señor Kim no eran más que transacciones ilícitas  y venta ilegal de drogas según yo sabía, por lo que hacer que una mujer desesperada por un poco de dinero hiciera lo que ellos querían, no era mucho problema;  mi madre no lo pensó mucho cuando nos arrastró hasta ese horrendo lugar del cual nunca jamás pudimos librarnos.

Después de un tiempo, ya casi no veía a mi mama en todo el día y algunas veces en la noche. YoonGi y yo no nos apartábamos y en silencio y con miedo rogábamos que nuestra madre volviera y nos abrazara o nos diera  algo de calor, por lo que supongo, el señor Kim sintió lástima de nosotros  y nos dejo quedarnos con ellos en la casa grande y no en el basural donde apenas si dormíamos sin que las ratas nos despertaran. 

En la casa grande todo era lindo y pulcro, por lo que naturalmente para un mocoso que solo había visto basura en su vida, eso era como el paraíso, incluso si estaba muy lejos de serlo.

Los hijos del señor Kim, Nam y Seokjin Hyung, fueron buenos conmigo desde el principio, Hyung me cuido y protegió de todos en la casa y Nam fue siempre un buen amigo, pero cuando cumplí 8 años todo cambio y sin darme cuenta volví al infierno del que ingenuamente pensé habíamos salido.

Según el señor Kim yo me estaba volviendo muy mimado y debía saber cómo funcionaban realmente las cosas en la vida real, por lo que en mi octavo cumpleaños nos llevo a nosotros y a sus hijos a ver cómo se resolvían algunos asuntos de sus negocios; era una lección de vida lo escuché decir cuando íbamos camino a ese lugar.

Un pobre hombre estaba cubierto de sangre y semi consciente, sentado en medio de una casa vieja y sin muebles.  Balbuceaba cosas que no alcanzaban a ser palabras completas y su cuerpo daba espasmos de vez en cuando. Me cubrí los ojos al verlo y quise llorar, YoonGi me abrazo y susurró en mi oído que no pasaría nada malo. 

Lo estaban torturando por no haber llevado el dinero de la venta de drogas con el jefe.

 

-Este será su trabajo cuando sean más grandes, irán detrás de todos los hijos de puta astutos y los mataran por mi- había dicho el señor Kim con soberbia mientras sacaba un cigarrillo y lo prendía, como si ver a un hombre morir fuese lo más simple del mundo 

 

Desde ese momento, la perturbada infancia que había tenido hasta ese momento no se comparó a los años de torturas, entrenamientos y asesinatos que tuve que presenciar y cometer yo mismo.

Con los años YoonGi se convirtió en el mejor de todos, pero así como era bueno en lo que hacía, comenzó a volverse duro y oscuro, ya no era mi mejor amigo, ese que me protegía y acobijaba cuando estaba asustado. Por el contrario, luego de haberme confesado que me amaba se marchó y nos abandonó. Me abandonó.

Seokjin-Hyung se había convertido en un hombre admirable, un policía respetado, que cumplía con su trabajo, pero que fuera de él, era un despiadado asesino que desfrutaba del dolor ajeno. Era él quien se encargaba de traer a los traidores como los llamaban y los hacía pagar con sangre por el delito que hubiesen cometido.

Nam se había convertido en la mano derecha de su padre, era un completo hijo de puta sin escrúpulos ni sentimientos, indolente como ninguno.

Yo estaba bajo sus órdenes, el pedía y yo corría. Me seguía los pasos para que cumpliera con los objetivos y se encargaba de que terminara con cada uno de ellos en el tiempo requerido, o fue así hasta que ya no sentía nada cuando mataba. 

La sangre se había convertido en agua ante mis ojos, ya no me conmovían las súplicas y el hielo en mi cuerpo se fue apoderando de todo mi ser.

Sin embargo, supe bien esconder toda esa mierda tras una gran sonrisa. Sonreía incluso cuando mis uñas estabas sucias con piel ajena y fue entonces que me gane el apodo de Hope.

¿Irónico no?

Deje de ver a mi madre cuando tenía más o menos 17 años, ella estaba perdida. Ya no me reconocía y las drogas se habían llevado lo mejor de ella, a pesar de eso la seguía amando incondicionalmente pero el trabajo ya no me dejaba parar en casa y los asesinatos y amenazas eran cada vez más frecuentes.

No pasó mucho tiempo cuando ya deje de esperar a tener una vida feliz, no había salvación alguna lata mi en este mundo. Iba por la calles de ciudades desconocidas buscando inocentes para arrebatarles la vida.

Lo único me mantenía cuerdo era ese maldito sentimiento de conformidad, ese pensamiento infame de que esta vida era mejor que cualquier otra que pude haber tenido en la calle con mamá. No era vida, me había convertido en una marioneta... hasta que lo conocí.

Aquella noche cuando lo vi por primera vez, había tenido un día horrible, las cosas no estaban saliendo bien con mi trabajo, la policia había comenzado a meter sus narices en mis asuntos y Sepkjin estaba dándome la espalda con eso. Nam me había echado a la calle como un perro, por una estupida discusión y para más remate debía encontrar a un mocoso y matarlo antes de que me mataran a mi.

Quería libérame y largarme, sin embargo eso esa noche también tenía ganas de molestar a alguien y hacerlo pasar un susto, más cuando encontré a mi objetivo y logre alcanzarlo cuando corría raudo a su casa, el miedo en su rostro y sus mejillas coloreadas por el frío, solo consiguieron que el único que terminara con una noche aún más desagradable fuese yo... pues con solo un par de palabras con él l, me había enamorado. 

No creía en el amor a primera vista, Dios, quien lo hace, esas son boberías de niños pequeños y siendo como soy, creía imposible incluso tener ese tipo de sentimientos, pero con Taehyung fue diferente y tampoco sé explicarlo bien. Sólo lo vi y caí tan profundo por sus ojos que aún no me lo creo.

Fue valiente al enfrentarse a mi con ese tono altanero y su expresión fría, me dejo en claro que no accedería a mi petición y eso contra todo pronóstico, me encanto. Mas, cuando su nombre fue pronunciado por sus labios mi aliento se estancó en mi garganta.

<<Taehyung.. como aquel Kim Taehyung..? No, no podía ser él>>

Me abandono en medio de la calle, pero no iba a rendirme por lo que lo seguí. Lo seguí incluso cuando volvió por mi y me busco con desespero, eso logró mover mi corazón a un ritmo ridiculo y sonreí por lo gracioso que era estar de pie admirando a quién me buscaba con tanto anhelo. El era bueno, incluso con quién no debía serlo.

Se me hizo imposible, no buscarlo y atraerlo a mi así como yo estaba prendado a él. Era hermoso, tan hermoso como el infierno y bastó verlo por una segunda vez para descubrí que no podría hacerlo, no era él a quien debía matar. Aún así tenía más que claro que debía hacerlo.

Sin darme cuenta el volvió a mi y nunca me sentí tan eufórico, besarlo fue como haber saciado una sed infernal que no sabía que tenía y me hice adicto a ellos. Ser capaz de conectar mis ojos con los suyos era un regalo maravilloso. Sus ojos eran puros, siempre mirándome con tanta angustia y una tristeza tan grande que me partía el alma, Taehyung era un verdadero ángel  que había caído en mis manos, frágil y roto; yo lo salvaría, y con eso él también lo haría conmigo.

Nada seria fácil, eso estaba más que claro, yo solo debía mantenerlo todo calmo y en silencio. Pero el hambre por sus besos y caricias me volvieron loco y le fallé más de lo que ahora puedo perdonarme. Y ya no puedo hacerlo porque el amor de mi vida ya no está. 

Me lo arrebataron como me arrebataron todo en la vida. Se llevaron a mi madre y la mataron como si fuese un maldito objeto. No pude despedirme, no pude impedirlo... no pude pagar su deuda y salvarle la vida, no pude hacer nada.

Esos hijos de perra me ataron de brazos y se lo llevaron todo frente a mis narices. 

Pero iban a pagar, haría que cada uno de ellos suplicara por su vida así como de seguro mi ángel suplicó por la suya. Los haré sufrir tanto que querrán haber muerto antes de que yo llegara por ellos, porque esto no se quedaría así. Ya no tenía nada que perder, y por el contrario mucho que demostrar y hacer pagar.

Fue por eso que, limpié mis lágrimas y me levanté del sucio suelo en el que estaba intentando sumergirme. Peine mi cabello y comencé a caminar decidido a hacer lo que nunca me atreví a hacer. Acabar con esta mierda de vida yo mismo y dejar de aceptar lo que esos pedazos de mierda quisieran a hacer conmigo.

Vengaría las vidas de las dos personas más importantes de mi vida, y también la mía. 

La esperanza es lo último que se pierde, y como me llamo Jung Hope los haría perder ese último rasgo de humanidad que les queda.

 

 


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