Ese día amaneció lloviendo. Ryuu no dejaba de apurar a Yuu, pero al final se rindió y decidió irse solo. Ryuu sabía que Yuu lo había hecho a propósito para quedarse más tiempo a solas con su tío. La verdad era que le molestaba un poco. A Ryuu le daba igual irse solo, lo había hecho en varias ocasiones; pero Yuu no le había dicho sobre su plan y también su comportamiento se había vuelto extraño. Durante la noche, Ryuu había visto a Yuu salir del cuarto y regresar un par de horas después. Ryuu trataba de ser comprensivo, pero había cosas que no podía comprender. Simplemente evitaba pensar en su tío y en su amigo, aunque este último no dejara de despedir un aura en donde se sentía que solo pensaba y vivía por Asahi.
Ryuu estaba cerca de la estación. La lluvia se había intensificado, así que había sacado su paraguas de la mochila, teniendo un par de complicaciones al abrirlo. Se trataba de un paraguas viejo que le había "pedido prestado" a su hermano Tadashi, y fue hasta ese momento que se dio cuenta que estaba roto. Bajo maldiciones y corriendo lo más rápido que podía, Ryuu se resguardó del techo de un edificio. Parecía ser que ese no era su día de suerte. Al parecer, llegaría a la escuela, solo y todo mojado. Recargó su cabeza en la pared que estaba detrás de él y cerró sus ojos. Escuchó la lluvia caer mientras se preguntaba por qué él era el menos suertudo de sus hermanos. A todos parecía irles bastante bien siempre, incluso Yuu podía estar de esa manera con su persona especial. Entonces, ¿qué había en Ryuu para que la mujer que amaba no le hiciera caso? Bueno, había muchos factores, pero si Yuu había tenido suerte, ¿por qué él no? Desde pequeño Ryuu había sabido que su amor era imposible, algo prohibido y que estaba mal. La diferencia de edad era un detonante importante porque la mujer que amaba lo veía solamente como un niño, o peor, el niño que era hijo de la pareja de su hermano. Se encontraba estancando en algo parecido a la zona de familia, no familia y pederastia, puesto que aún era menor edad.
– ¿Ryuu? – Como si se tratara de una alarma, la voz hizo que Ryuu abriera los ojos, pegando un brinco y sorprendiéndose de su capacidad de reconocer la voz de Kiyoko por encima del ruido de la lluvia.
– Kiyoko-san. Eh...¡Hola! – Ryuu se sentía nervioso. Pero eso era normal. Siempre pasaba lo mismo cada vez que veía a Kiyoko, y se perdía en su belleza, en su sencillez, en toda ella.
– ¿Qué haces aquí? ¿No tienes sombrilla? – Kiyoko estaba debajo del techo también, peor con el paraguas abierto. Ryuu sintió una extraña sensación en su corazón, como si alguien lo hubiera jalado con dolor, sobándolo con gentileza después. Kiyoko lucía preocupada. Su ceño estaba fruncido con ligereza y sus hermosos labios formaban una línea recta. Ryuu sabía que su preocupación solo se debía a que su "pequeño no sobrino" podría coger un resfriado si iba mojado a la escuela. Era solo eso y nada más. Se preocupaba sí, pero no de la manera que Ryuu quería. Y dolía. Dolía mucho tener que compartir paraguas y estar tan juntos de ser capaz de poder oler y embriagarse con el suave perfume de Kiyoko; dolía al punto de temer que las sonrisas no salieran o lucieran extrañas, y obligarse a aparentar que nada fuera de lo común sucedía. Dolía tanto que Ryuu no sabía cuánto más estaba dispuesto a soportar. Porque platicar y caminar como familia era doloroso. Observar y anhelar desgarraban el alma. Y no poder decir, ser incapaz de formular palabras que expresaran sus sentimientos era lo pero que Ryuu podía sentir. Porque amar a la persona equivocada dolía muchísimo. Y Ryuu estaba muerto del dolor