Tobio observaba la pizarra con fingido interés. El profesor de inglés hablaba muy rápido y decía cosas que Tobio no entendía. Y por si fuera poco, la lluvia era tan fuerte que en ocasiones amortiguaba la voz de su maestro. Tobio estaba realmente cansado. El día anterior el entrenamiento había sido tan duro que llegó a dormir a su casa. Se despertó en la madrugada, se bañó e hizo todo lo posible para volver a dormir. Como siempre, no fue sino hasta un par de horas después que logró conciliar el sueño. Su mente estaba llena de tantas cosas que, sumado con el sueño, lo hacían sentir a punto de quedarse dormido de pie.
La clase terminó y Tobio cayó rendido. Se recostó en el pupitre y cerró los ojos, seguro de que se dormiría en cualquier momento, pero no pudo. El rostro sorprendido de Shouyou aparecía cada vez que intentaba descansar. Incluso, aún podía sentir esa frustración causada por la lentitud de su hermanastro para comprender la situación. Tobio llegó a pensar que Shouyou había entrado en un estado de shock hasta que comenzó a hacerle preguntas estúpidas y estresantes. Al final, terminaron peleando como siempre y sin haber llegado a ningún punto. Tobio no estaba seguro de qué iba a pasar después de ese momento y si Shouyou cambiaría su forma de actuar en su presencia. Pero, justo a la hora del receso, Shouyou apareció en la entrada de su salón, con un balón en la mano y exigiéndole que fueran a practicar. El tema no se volvió a tocar durante el resto de la tarde, hasta ese día en la mañana cuando ambos se estaban cambiando. Shouyou pareció haber entrado en un ataque de vergüenza en el momento en que Tobio entró a la habitación cuando se encontraba en ropa interior. Shouyou lo sacó a patadas y hasta que no estuvo listo no lo dejó entrar. Como era de esperarse, Tobio se cansó de gritarle lo estúpido que era, que lo había visto desnudo incontables veces y que no era nada nuevo para él. Fue ahí cuando Shouyou cayó en la cuenta de que incluso él mismo había visto a Tobio desnudo con anterioridad. Durante el resto de la mañana, Tobio se replanteó varias veces si había sido una buena idea haberse confesa, y que si la estupidez de Shouyou estaría a su favor en contra. Lo que menos deseaba Tobio era que Shouyou se alejara de él, ni siquiera quería que fueran novios (por el momento), solo había deseado que sus sentimientos fueran escuchados. Ahora se sentía ligero y casi libre. Casi porque había preocupación latiendo en su corazón; casi porque había inseguridad en sus palabras; casi porque lo menos que quería era perder a Shouyou.
La jefa de grupo sacó a Tobio de sus pensamientos con el aviso de que los maestros se encontraban en junta y justo cuando hubo terminado de dar el mensaje, Shouyou ya había entrado al salón de Tobio y lo había sacado para practicar. Era en esos momentos cuando pasaban tiempo juntos, en los que Tobio olvidaba por unos minutos que sus sentimientos ya no eran un secreto y podía disfrutar la compañía de su hermanastro al máximo. También agradecía profundamente que Shouyou fuera tan simple, tan tonto, tan él. Eso solo lograba que Tobio se enamorara cada vez más sin que lo supiera y sin que se diera cuenta.
La lluvia había arraigado un poco, los chicos encontraron una parte techada del patio para poder practicar a gusto. Estuvieron casi una hora juntos, aunque para Tobio pareciera ser sólo un par de minutos. No había notado la diferencia entre el antes de haberse confesado con el después. El tiempo juntos solía ser una tortura, y aunque ahora ya no lo era, no era seguro de que en un futuro siguiera siendo igual de placentero que en esos momentos. Tobio estaba inseguro y temeroso, pero el pasar tiempo con Shouyou hacía que se olvidara de sus preocupaciones. Era por eso que no quería alejarse de él nunca.