Los chicos del equipo de voleibol de la preparatoria Karasuno se encontraban cambiándose en los vestidores después de un arduo y duro entrenamiento. Tobio observaba recargado en la puerta como los demás reían y tonteaban entre ellos. Pasaron un par de minutos para que comenzaran a irse, despidiéndose de Tobio al pasar a su lado. Su hermano Yuu le preguntó si se iba a ir con ellos o aplicaría la de Kei cuando se enojaba y se iba solo. Este último rodó los ojos, harto de que siempre le recordaran lo mismo, y Tadashi se rio en silencio. Tobio no tenía muchas ganas de irse con sus hermanos, y menos después de un entrenamiento como el de ese día puesto que Ryuu y Yuu rebosaban de energía que sacaban de quién sabe dónde. Así que usó como pretexto el hecho de que esperaría a que Shouyou terminara con sus ejercicios de práctica. Y sólo después de que Kei comenzara a quejarse de que les tocaría la hora pico si seguían perdiendo el tiempo, se fueron.
El silencio de la habitación era abrumador Tobio ya estaba cambiado y listo para irse en cualquier momento. Aburrido de esperar, sacó su celular y se puso a leer un libro que había descargado. Estaba tan metido en su lectura que el sonido de la puerta al abrirse lo tomó por sorpresa. Levantó su mirada y se encontró con la de Shouyou. Este lucía cansado y estaba lleno de sudor. Parecía estar feliz de haberse librado del golpe bajo y el voleo en la paren, y entró a los vestidores con un ligero aire de triunfo.
– ¡Por fin ya terminé el castigo que me puso Ukai-sensei!
– Lo que yo quiero que termines es que te cambies de ropa. Y no era un castigo, es parte de tu entrenamiento. Tienes que mejorar esos pases.
– Meh, podría haberme puesto a practicar contigo.
– Yo no tengo que mejorar nada. – Tobio observó a Shouyou con un aire altanero y este respondió con un mohín. Todo estaba bien, las cosas estaban en su lugar. Su relación no había cambiado en nada y Tobio era feliz. Estaba más que agradecido con la vida de que así fuera.
Shouyou se cambiaba de espaldas a él, sacaba su desodorante y toallitas húmedas de su casillero. Primero se había quitado el short y se había puesto su pants, puesto que el clima de otoño se volvía cada vez más frío. Después se deshizo de su playera y Tobio notó una pequeña mancha en la angosta espalda de su hermanastro.
– ¿Mmh? ¿Qué es esto? – Como si se tratara de un acto reflejo, Tobio tocó ese pequeño punto obscuro y sintió, bajo la dura piel de su dedo, un pequeño escalofrío y la espalda de Shouyou arquearse. Fue una reacción natural, algo muy simple, y ni siquiera era la primera vez que Tobio tocaba la espalda de su hermano; pero algo cambió en ese momento, algo hizo click en Tobio y ya no era sólo su dedo sino toda la mano que tocaba la suave y dura piel de esa espalda. Una espalda no muy ancha, aunque fuerte. Una espalda que había visto miles de veces, que la había visto crecer, cambiar, volverse más resistente. Una espalda que se curvaba ante el contacto de su piel y una piel que ardía dejando huella a su paso. Era una sensación nueva, asombrosa y excitante. Tobio quería bajar más, saber si todo el pequeño cuerpo de Shouyou era igual de mágico y embriagador. Quería tocar todo.
– ¡TOBIO! – La mano se detuvo y se separó de Shouyou asustada. Tobio observó los hombros encorvados y el cuerpo tenso de su hermanastro. El ambiente ya no era ligero, todo se había vuelto denso, envolviendo a Tobio en una neblina extraña en donde lo único que podía ver era lo que había echado a perder.