De ida o de regreso, Kei siempre utilizaba sus audífonos. No importaba con quien se encontrara, o si estaban hablando con él, no se los quitaba. Incluso, en más de una ocasión, Shouyou se había burlado de su hermano Tadashi porque no dejaba de hablar con Kei cuando claramente este no escuchaba lo que le decía. Shouyou estaba equivocado.
Kei no era un persona de muchas palabras, y la mayor parte del tiempo era Tadashi quien iniciaba o mantenía la conversación. Ya era una costumbre para ellos. Y, también en más de una ocasión, Tadashi se había callado pensando que era una molestia y que sólo gastaba su saliva con alguien que no lo oía. Pero en todas esas ocasiones Kei le preguntaba por qué no seguía hablando y lo obligaba a que continuara. Después de un tiempo, Tadashi se dio cuenta que el único a quien Kei prestaba atención era a él.
El día del cumpleaños de Tadashi había amanecido nublado y amenazaba con empezar a llover en cualquier momento. Era fin de semana y toda la familia se encontraba desayunando y felicitando al cumpleañero, el cual sólo quería seguir un rato más en la cama.
– ¡Hay que ir al karaoke en la noche! – La idea de Ryuu preció gustarle a la mayoría y Tadashi se encontraba demasiado somnoliento como para poder negarse.
– Tendrán que ir sin nosotros. – Anunció Daichi desde la cocina – Suga-san y yo tenemos cosas que hacer en el trabajo.
– ¿Y quién los estaba invitando a ustedes? Yo me refería a nosotros, los jóvenes. – Suga puso los ojos en blanco y entre risas y regaños no serios de Daichi se terminó el desayuno. Después de haber recogido la cocina y hecho los deberes, cada quien se retiró a lo suyo. Tadashi observó intrigado como Shouyou le pidió ayuda a su tío Asahi para practicar unos cuantos pases. Ryuu y Yuu se unieron a ellos al verlos salir al jardín, y Tobio, con una mirada realmente extraña, los observaba desde la cocina con el pretexto de estar tomando agua.
– ¿No crees que es raro que Shouyou no le haya pedido ayuda a Tobio?
– A lo mejor se dieron cuenta que estar todo el tiempo juntos los volvía más estúpidos.
– A lo mejor se pelearon. – Tadashi y Kei se dirigían a su habitación. El día incitaba a quedarse envuelto entre las sábanas de la cama y no salir hasta que llegara la primavera. Al entrar a la habitación, Kei se sentó en el escritorio y se puso los audífonos. Tadashi se recostó y enredó en su edredón, listo para quedarse dormido.
– Mejor para nosotros. Por fin algo de paz.
– No me gusta que se peleen.
– Ellos se pelean todo el tiempo. Como sea, ¿qué quieres de regalo de cumpleaños? – Las palabras de Kei sonaron lejanas. Los ojos de Tadashi estaban cerrados y le era imposible abrirlos. Se sentía realmente cansado y sin ganas de hacer otra cosa más que dormir. Hizo un intento por decir algo, pero sólo balbuceo palabras sin sentido. Al parecer, tener un amor no correspondido era realmente agotador.
Un par de horas después, Tadashi fue bruscamente despertado por sus hermanos, obligado a bañarse y a cambiarse, y a esperar a que los demás estuvieran listos. Tadashi estaba sentado en los sillones de la sala, enfurruñado y con ganas de seguir en la cama.
– Oye. – Instintivamente, Tadashi giró su cabeza hacia el lugar donde provenía la voz de Kei. Este se acercaba a él, y cuando estuvo lo suficientemente cerca, le lanzó un paquete envuelto. – Feliz cumpleaños. – Con el pulso a mil por hora y manos temblorosas, Tadashi desenvolvió su regalo. Observó sin comprender el mp3, los audífonos y el conector doble que Kei le había regalado.
– Gracias, Kei. – Dijo con una ligera sonrisa. Kei miró hacia arriba, como si estuviera inseguro de decir algo; y luego bajó la mirada, cohibido.
– Así podremos escuchar tu música favorita cuando vayamos a la escuela o de regreso a casa. – Justo en ese momento llegaron sus hermanos y la sala se llenó del ruido de sus voces y sus risas. Pero para Tadashi todo seguía en silencio. Lo único que lograba escuchar era el insistente palpitar de su corazón y las palabras de Kei que hacían eco en su alma y la desgarraban una y otra y otra vez. Tadashi no había sabido lo agotador que era amar a alguien hasta su decimoséptimo cumpleaños.