El micrófono oscilaba peligrosamente de la mano de Tadashi mientras este balbuceaba palabras sin sentido. Tobio observaba en silencio como su hermano Kei insistía en que Tadashi dejara de “cantar” y se recostara un rato para que se le bajara un poco lo ebrio y sus padres no los mataran llegando a casa. Pero Ryuu insistía en que la tradición aún no había terminado y no dejaba de pasarle cervezas al pobre cumpleañero.
La tradición empezó cuando su hermanastro Ryuu cumplió los 17 años y sus amigos lo embriagaron con el pretexto de que “ya tenía la edad suficiente para hacerlo”. El siguiente fue Yuu y el último sería Tobio, pero eso hasta dentro de un año. Tobio no le veía lo interesante a perder tu consciencia y hacer tonterías, y tampoco quería hacerlo. Estaba seguro de que si se embriagaba terminaría haciendo un montón de cosas de las cuales se arrepentiría el resto de su vida. Aunque ya había hecho algo lo suficientemente grande como para querer morirse y reencarnar en una piedra. Y ni siquiera había estado borracho.
Después de lo sucedido en los vestidores, Shouyou pasaba de él. Se despertaba muy temprano y se iba solo a la escuela; cuando los entrenamientos terminaban se cambiaba antes que todos y regresaba a casa solo. Había estado tres días haciendo lo mismo, y en las noches entraba al cuarto después de las doce de la noche. Tobio se sentía realmente miserable al darse cuenta de que todo su esfuerzo, todas sus esperanzas, todos esos años de amistad que se habían desarrollado entre Shouyou y él ya no existían por culpa de su estupidez, egoísmo y terquedad. Pero, ¿por qué desear a alguien de esa manera tenía que doler?, ¿por qué un abrazo o una caricia tenían que arder en la piel?, ¿por qué su cuerpo guiado por la excitación tenía que desgarrar el alma? Frente a él, Shouyou sonreía y se reía con su hermano Ryuu. Tobio sabía que su familia había notado el repentino cambio de humor entre ellos, y se moría de ganas de interrumpir en la conversación y que su hermanastro lo ayudara a que Shouyou no lo ignorara por completo. Sin embargo, Tobio no tenía el derecho de hacer eso, es más, no era capaz de ver a Shouyou en la cara puesto que cada vez que lo hacía recordaba la mirada llena de miedo del chico. Tobio había abusado de su confianza, una confianza que Shouyou le había brindado con los ojos cerrados y que ahora lo miraban con recelo. Tobio conocía lo suficiente al muchacho como para darse cuenta que aún no estaba listo para enfrentarlo, y que cuando lo estuviera lo haría con la frente en alto y esa mirada llena de fuerza y luz que lo volvían loco. Tobio tampoco estaba listo, y parecía que no iba a estarlo en mucho tiempo.
Molesto un poco por el ruido y porque su vida parecía irse por el drenaje, Tobio se dirigió al baño. Al levantarse y salir de la habitación, sintió la mirada de Shouyou en su espalda. Una especie de escalofrío recorrió su columna y cerró la mano por instinto. El recuerdo de la piel de Shouyou sobre debajo de sus dedos lo asaltó sin previo aviso. Se sentía sucio y una vergüenza enorme lo atacaba cada vez que pensaba en su hermanastro de esa manera. Lo había hecho un par de veces antes, pensamientos raros de Shouyou lo habían visitado con anterioridad. Pero nunca antes habían sido tan reales, tan fuertes, tan aplastantes como los que lo habían asaltado en los últimos días. Tobio era consciente de lo asqueroso que era.
Al entrar al baño tardó un par de segundos en darse cuenta que no estaba solo.
– Vaya, ¿siguen aquí? – La tenue luz iluminaba parcialmente el rostro de su hermano Yuu y Asahi-san. Ambos lucían ligeramente agitados y tenían un brillo extraño en la mirada, incluso se sentía una especie de corriente eléctrica en el lugar.
– Sí, sí. Asahi-san tapó el baño y tuve que ayudarlo a destaparlo. No vayas a entrar a la segunda cabina, lo digo por tu bien. – Tobio asintió en señal de entendimiento y observó como su hermano salía del lugar. Asahi también estuvo atento a los movimientos de Yuu y un destello extraño en sus ojos llamó la atención de Tobio. Nunca antes había visto una mirada tan intensa como la de su tío, era salvaje pero tenía un toque de ternura.
– ¿Vas a volver a entrar al baño, Asahi-san? – Este no respondió y salió del lugar. Tobio le restó importancia ya que su tío parecía estar fuera de sí. Era extraño, al parecer Tobio no era el único con problemas sobre sus hombros.