El vestidor de los chicos del club de voleibol estaba lleno. Todos los integrantes del equipo se encontraban cambiándose entre conversaciones y risas. O casi todos. Tadashi se cambiaba en silencio mientras observaba de reojo a su hermanastro Kei. Después de haber despertado con un dolor de cabeza horrible, la actitud de Kei había cambiado un poco, sólo un poco. Los últimos cuatro días habían sido realmente extraños para Tadashi. No podía dejar pasar desapercibidas las miradas que Kei le lanzaba durante todo el día. Y aunque lo hacían sentir inquieto, un calor de emoción lo llenaban por completo. Tadashi no tenía ni una ligera idea de lo que le había pasado el día de su cumpleaños cuando estuvo ebrio, y tampoco quería saberlo. Shouyou había insistido varias veces en decírselo pero Tadashi se siempre se lo impedía. Y una de las razones que lo motivó a hacerlo fue la interesante expresión que puso Kei al escuchar sobre ese tema. Aun así, Tadashi sentía como si una barrera imaginaria se hubiera creado entre ellos dos desde aquel día.
– Oye, Kei. Ya escuché que eres todo un rompe corazones. – Ryuu se encontraba junto a Tadashi, el cual se cambiaba al lado de Kei. Tadashi observó a su hermano sin comprender muy bien lo que había dicho, y éste sonrió pícaro.
– ¿A qué te refieres?
– Oí que un par de chicas se te declararon hoy en la mañana. – Ryuu se detuvo por unos segundos para poder reírse entre dientes. – Nunca lo creí de ti.
– Aunque no lo parezca, mi hermano es todo un casanovas. – Yuu acababa de entrar a los vestidores y, cuando hubo terminado su frase, se acercó a Kei y lo empujó ligeramente del brazo. Ryuu, Yuu y todos los demás chicos comenzaron a molestarlo, riendo y haciendo bromas sobre él. Kei los ignoró como siempre solía hacerlo, y, aunque su expresión era perfectamente serena, Tadashi logró ver que su hermanastro estaba molesto y se sentía incómodo.
Kei fue el primero en salir de los vestidores y Tadashi observó con tristeza como la puerta se cerraba tras la salida de Kei. Tadashi no se sentía con los ánimos de seguirle los pasos a su hermanastro, y mucho menos después de lo que había escuchado. Estaba seguro que Kei preferiría estar solo en lugar de tener que soportar su molesta presencia.
– Eh, no puedo creer que las chicas prefieran a un amargado como Kei. – Ryuu se había acercado un poco más a Tadashi, el cual observaba el suelo con una expresión triste en el rostro.
– A las chicas les gusta Kei por su físico. – Opinó Shouyou. – Si lo conocieran de verdad, ni se le acercarían. – Puntualizó entre risas. Ryuu le dio la razón y también se rio. Tadashi escuchó en silencio, un poco molesto y en desacuerdo con sus hermanos. Era obvio que ellos no conocían a Kei tan bien como él lo hacía. Tadashi era el único que realmente sabía todo sobre Kei: lo que le gustaba, lo que no, su comida favorita, su música preferida, la expresión que ponía cuando estaba aburrido, enojado o triste; el momento justo antes de que dijera algo sarcástico, cual era su posición favorita para dormir, y, sobre todo, lo amable, cariñoso y comprensivo que podía llegar a ser. Tadashi era el único que lo sabía, el único que había visto su bondad y la había sentido; el único al que no le gustaba su físico, sino Kei por completo.
Tadashi salió de los vestidores con miedo de empezar el entrenamiento, con miedo de que otra chica se le declarara a Kei, con miedo de lo que Kei haría de ahora en adelante.
– Sugawara-san... ¡Me gustas! – Cerca de la entrada del gimnasio, Tadashi se percató de la curiosa escena que había ante sus ojos. Una linda chica se encontraba frente a Kei, el cual tenía una expresión de molestia y cansancio.
– Lo siento, pero no puedo corresponder tus sentimientos. – Tadashi sintió lástima por la pobre chica. Parecía al borde del llanto y, por unos segundos, se vio a sí mismo en el lugar de esa pobre mujer. Sólo por unos segundos, porque, cuando Kei se giró para retomar su camino hacia el gimnasio, su mirada se encontró con la de Tadashi.