Ryuu se encontraba recostado sobre su cama. Tenía la mirada perdida en el techo mientras se lanzaba el balón y se preguntaba si su vida podía volverse más miserable.
Había pasado una semana desde que Kiyoko-san revelara que estaba enamorada de alguien, siendo eso la causa de su ruptura con el patán que tenía de novio. Había pasado una semana desde que Ryuu se volvió incapaz de ver a su tía a la cara. Kiyoko-san vivía cerca de la estación de, metro y, por obvias razones, Ryuu estaba obligado a pasar todos los días frente a su casa, sonreír cuando la veía y acompañarla a que tomara el metro. Por un lado, Ryuu se sentía tranquilo al notar lo relajada que lucía su tía. Antes, cuando era novia de ese estúpido, Kiyoko siempre estaba tensa o nerviosa. Ahora se le veía feliz, despreocupada, y Ryuu estaba complacido. A lo mejor ese nuevo amor era mucho mejor persona que el anterior, a lo mejor su tía sería dichosa a su lado, a lo mejor ese hombre sí le daría un futuro prometedor. ¿Qué futuro podría darle un niñato de 18 años a una mujer diez años mayor que él? Ni siquiera había cumplido la mayoría de edad. Desde un principio Ryuu había sabido que su amor por Kiyoko nunca sería posible; se había jurado a si mismo protegerla, cuidarla y hacerla feliz, aunque fuera en las sombras. Estaba consciente de que la mujer que anhelaba nunca sería para él. Se lo había repetido tantas veces, durante tantos años, con tanto ahínco para que, cuando el momento llegara, no le doliera. Pero el momento había llegado y dolía, mucho.
– ¿Sigues ahí? – Ryuu pareció no darse cuenta de la presencia de Yuu hasta que este le quitó el balón, el cual lanzaba distraídamente, y lo movió del hombro. – Llevas acostado en la cama desde que llegamos de entrenar. – Ryuu observó a su amigo, y, con la mirada perdida, le preguntó:
– ¿Qué se siente que tu amor platónico ya no lo sea? – El primero en enterarse de la buena nueva sobre la declaración de Asahi-san hacia Yuu fue, obviamente, Ryuu. Yuu no cabía de gozo y no pudo evitar contárselo a su hermano antes de que el entrenamiento comenzara. Ryuu se había sentido bastante feliz y alegre por su hermanastro. Por lo menos a alguien en la familia le iba bien. Una extraña sensación amenazó con opacar ese importante momento, y Ryuu hizo todo lo posible para que su frustración no arruinara la felicidad de su hermano. Ahora no sólo era un desdichado en el amor, sino también un envidioso.
– No lo sé. – Respondió Yuu después de haberlo pensado por un rato. – Nunca vi a Asahi-san como un amor platónico.
– ¿Qué? ¿Quieres decir que siempre estuviste seguro de que terminarían juntos? – Yuu se sentó en la orilla de la cama de Ryuu, dándole la espalda ligeramente, obligado a tener que mirarlo de reojo.
– Yup. No estaba seguro de que así fuera, pero yo me encargaría de hacerlo realidad. Tú también puedes lograrlo, mi tía parece quererte también. – Los ojos de Ryuu se abrieron de golpe y se levantó tan rápido que casi tiró a su hermano.
– ¿¡Qué dices!? ¡Yo no...!
– Ay, por favor. Hay que ser un idiota para no darse cuenta. Babeas por ella desde la primera vez que la viste y eras un chamaco cagón. La expresión de estúpido que pusiste no se me olvidará nunca en la vida. – Yuu se rio mientras que su hermano lo observaba estupefacto. ¿Tan obvio era? ¿Acaso Kiyoko-san también se había dado cuenta? ¿Qué tan ingenuo había sido como para creer que su actuación durante años había sido tan buena?
– Cállate, estúpido. Deja de reírte. – La risa de Yuu sólo se intensificó más.
– Sabes, como hombre recién comprometido te aconsejo que te lances de una jodida vez y asegures a mi tía. Con la suerte que se carga, lo más probable es que ya tenga una larga fila de patanes pretendiéndola.
– ¿No vas a decir nada?
– Ryuu, tú nunca me juzgaste cuando te dije que me iba a casar con Asahi cuando fuera más grande.
– ¿Tú crees que tenga una oportunidad, aunque sea diminuta? – Yuu observó seriamente a su hermano, frunciendo un poco el ceño, provocando que el corazón de Ryuu se estrujara. Pero, luego, una sonrisa enorme se hizo presente en el rostro de Yuu, junto con un brillo de absoluta seguridad en sus ojos.
– Estoy completamente seguro de que tienes todas las oportunidades del mundo.