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Adolescencia en su punto. por kenni love

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Notas del capitulo:

Bueno, este es el último capítulo de Tanaka x Kiyoko, y se me olvidó decirles que el capítulo de Aún no era el último capítulo Asanoya. Así que, como pueden ver, ya dos parejas han tenido su final, solo falta el tsukiyama (mi OTP) y el Kagehina (La principal y mi otra OTP xD) Debo de ser sincerx y decirles que, cuando empecé este fic hace casi un año (sí, solo faltan tres meses para que cumpla el año xD) no tenía ni puta idea de que iba a tratar. Sólo sabía que quería que fueran hermanos y así, osea tenía el tema pero no la historia. En realidad, la historia iba a ser muy simple (osea, la historia actual de que a Kageyama le gusta Hinata) pero no sé por qué, decidí meter a las otras parejas. Según yo sólo iba a mencionarlas y terminé haciendo capitulos de ellas xD Si en el futuro decido hacer otro fic Haikyuu, espero poder tener una mejor trama o una mejor historia, tengo ganas de hacer algo más complejo (ya tiene un tiempecito que he querido hacer un OmegaVerse, pero aún no me animo xD) sólo espero que si llego a escribir algo más de Haikyuu, ustedes se animen a leerlo :) Gracias por todo, chicos. 

El frío quemaba las desnudas piernas de Ryuu, lo hacía titiritar y preguntarse si había sido una buena idea salir a esas horas  de la noche con una chamarra delgada y en bermuda. Cuando salió de su casa, Ryuu se sentía lleno de valor, seguro de si mismo y capaz de, por fin, decirle a Kiyoko-san lo que sentía por ella. Sin embargo, a la mitad del trayecto, sus ánimos habían bajado a cero y se planteaba seriamente la idea de regresar a casa como el cobarde que era. Pero con sólo imaginarse todas las cosas que Yuu le diría, se olvidaba de esa posibilidad. Además, la casa de Kiyoko-san estaba a unos cuantos pasos más de distancia. Ya no había marcha atrás.

Ryuu se detuvo frente a la pequeña casa. Su corazón latía a mil por hora, el silencio que inundaba la calle zumbaba en sus oídos, el frío y los nervios habían paralizado su cuerpo, era incapaz de mover el brazo y tocar el timbre. Nunca había estado tan cerca de hacer algo que creía imposible, de abrir su corazón y dejar todo a la suerte, de fracasar o triunfar. Pasó un par de minutos de pie sin hacer nada, y, cuando se decidió a tocar, el sonido del cerrojo al correrse llamó su atención, y la puerta abriéndose casi le causó un infarto. La expresión de sorpresa que inundó el rostro de Kiyoko al verlo fuera de su casa fue nada comparada con la de Ryuu.

– ¿Ryuu? ¿Qué haces aquí? – El mencionado fue incapaz de hablar. Su garganta estaba cerrada y había olvidado como pronunciar coherentemente dos palabras juntas. Kiyoko lucía hermosa. Su cabello estaba ligeramente húmedo y sus mejillas tenían un leve color rosa, ocasionado, lo más probable, por la ducha de agua caliente que acababa de tomar.

– Errr… yo… amm… – Kiyoko observó a su sobrino sin comprender nada de lo que estaba sucediendo. Ryuu estaba tan conmocionado que había olvidado por qué se encontraba ahí, frente a Kiyoko y afuera de su hogar.

– ¿Ryuu? ¿Está todo bien? ¿Pasó algo?

– ¡No! No… am… ¿Ibas a salir? – La voz de Ryuu salía entrecortada y un poco baja. Su pulso iba muy rápido y se sentía tan avergonzado que el frío dejó de hacer mella en él.

– Sí, voy a sacar la basura. ¿No quieres entrar? Hace frío afuera.

– ¡No! Estoy bien. Em, ya me voy.

– ¿Seguro? – El ceño de preocupación que apareció en el rostro de Kiyoko logró enternecer a su Ryuu. Sin lugar a dudas, Kiyoko-san era la mejor tía que pudo haber pedido, y perderla sería un golpe duro para él. Ya había perdido a su madre, y no quería volver a sentir ese vacío en su pecho. Ahora comprendía las palabras de su amigo; el miedo había estado cubriendo el dolor de la perdida, el dolor que lo invadió cuando su madre murió, cuando Kiyoko les presentó su primer novio, su segundo. Ya era suficiente.

– Kiyoko-san… yo… – Los ojos de Kiyoko no dejaban de ver a Ryuu, lo cual lo ponía aún más nervioso. Su boca estaba seca, sus manos sudaban, sus oídos zumbaban. Estaba a punto de explotar.

– ¿Sí?

– ¡ME GUSTAS! – El gritó rompió el aplastante silencio que llenaba la calle. La expresión de Kiyoko no cambió, pero su rostro se volvió rojo furia. Ryuu también estaba ruborizado hasta la coronilla. Ninguno dijo nada; se quedaron ahí, inmóviles y viéndose el uno al otro. – Con permiso. – Ryuu bajó la cabeza, dio media vuelta y emprendió su camino de regreso a casa.

– ¡Ryuu! ¡Espera! – Ryuu se detuvo a mitad de la calle. Kiyoko salió de su casa, con el pijama puesto, la bolsa de basura en la mano y el corazón brincándole en el pecho. – ¡Yo...! ¡Tú también me gustas! – Ryuu se giró, tratando de contener las lágrimas, seguro de que su tía lo había mal interpretado todo.

– Kiyoko-san, me refiero a que…

– Lo sé. Sé a qué te refieres. – Kiyoko sonrió, una sonrisa llena de sentimientos auténticos, una sonrisa de alivio, una sonrisa que Ryuu nunca olvidaría en su vida. – Yo también estoy enamorada de ti, Ryuu. – Ryuu no pudo evitarlo. Siempre había sido el más sentimental de sus hermanos. Las lágrimas cayeron por su rostro, su nariz comenzó a escurrir, y estaba seguro de que se veía patético. Pero no le importaba. Ya nada le importaba.

Kiyoko-san acortó a distancia que los separaba, y Ryuu escondió, avergonzado, su rostro.

– Kiyoko-san…yo… – Su voz estaba ahogada por el llanto, su nariz no dejaba de moquear y las lágrimas caían más que antes. – Yo trabajaré duro para ser el hombre que te mereces…yo…

– Ryuu, tú ya eres el hombre que me merezco. – Y, dejando aún lado la bolsa que aún sostenía en sus manos, Kiyoko envolvió a Ryuu entre sus brazos, llenándolo del amor que por tantos años pensó nunca iba a ser correspondido. 


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