La mochila deportiva que se encontraba en la cama de Tobio estaba repleta de ropa. El pobre chico tuvo que hacer un gran esfuerzo para poder cerrarla sin que el cierre terminara roto. Tobio observó su cuarto y suspiró. Se sentó junto a su mochila y contempló el lado de la habitación que le pertenecía a Shouyou. Y, sin poder evitarlo, sonrió.
Ese día era viernes, y el lunes empezaría a vivir en Kyoto con su hermano Kei e iría a la universidad. Tobio se sentía nervioso y emocionado. No había tenido planes de ir a la universidad hasta que Shouyou lo motivó a que lo hiciera. No fue sino hasta su último año de preparatoria que decidió su carrera y la universidad en la que quería estudiar. Para su suerte, Kei también iba a la misma escuela, así que no tendría que vivir solo o pagar mucha renta. Sin embargo, había algo que no dejaba de inquietarlo: no quería alejarse de Shouyou.
Al igual que Tadashi, Shouyou estudiaría en la universidad de Tohoku, en Sendai. Shouyou había decidido qué estudiar y en dónde mucho antes que Tobio. Y, por ende, su decisión se estaba viendo afectada por ese factor. Nunca, en los once años que había vivido junto a Shouyou, se había separado tanto tiempo de él. Ya ni siquiera se acordaba de cómo se sentía dormir en una habitación en la que no durmieran juntos. Así que Tobio tenía planeado quedarse en Sendai junto con Tadashi, Ryuu y su novio, hasta que Shouyou se enteró de sus planes y los destruyó. El chico le repitió más de mil veces que persiguiera sus sueños sin detenerse por nada, y le aseguró fervientemente que su relación seguiría siendo la misma de siempre, que podían hacer lo que Kei y Tadashi hacían de ir a Kyoto o a Sendai cada fin de semana o en días festivos; y que muchas parejas habían sobrevivido a la relación de larga distancia. Tobio seguía sin sentirse seguro con la decisión que había tomado, pero los ánimos y esfuerzos de Shouyou lo impulsaban y daban fuerzas.
El sonido de la puerta de su habitación al abrirse lo sacó de sus pensamientos.
–¿Ya estás listo? –Shouyou se sentó junto a él y le sonrió. Su voz había sido suave, causando un ligero cosquilleo en la espalda de Tobio.
–Algo así, ¿ya llegó Kei?
–Nah, avisó que llega hasta mañana. Así que tendremos una noche más juntos. –Shouyou se recargó en Tobio y entrelazó su mano con la de él. Tobio sabía que Shouyou también se sentía inquieto, un poco inseguro del nuevo rumbo que estaba tomando la vida de ambos. Aunque, a diferencia de Tobio, Shouyou no tenía miedo de enfrentarse al futuro con la frente en alto, lleno de valor.
–Oye, pesas, tonto. –Shouyou se rio y Tobio vibró con él. Echaría tanto de menos esos momentos de intimidad, de la sonrisa de Shouyou, de sus enormes ojos, de su optimismo. Ahora comprendía la decisión de su hermano Yuu de haberse ido a vivir a Tokyo con Asahi-san, no había soportado la distancia que los separaba, y Tobio no estaba seguro de poder aguatar cuatro años lejos de su novio. –Oye. –Shouyou giró un poco su cabeza hacia Tobio, y este aprovechó para darle un suave beso en los labios.
Esa noche durmieron abrazados, memorizando cada detalle del otro, el tamaño de su cuerpo, su calor, su olor, el latido de su corazón, la suavidad de su cabello, el sabor de sus labios, de su piel, de su ser.
Al día siguiente, Tadashi los despertó muy temprano, avisando que Kei ya había llegado y que él y Tobio ya se tenían que ir. Aún medio dormidos, los chicos revisaron que todas las cosas necesarias para sobrevivir estuvieran empacadas, y salieron de la habitación bostezando al mismo tiempo. Tobio se despidió de su padre, de Sawamura-san, de Tadashi y dejó una nota para Ryuu, el cual se encontraba trabajando. Kei, Shouyou y Tobio salieron de la casa y caminaron hasta la estación. El trayecto en el metro fue en silencio. Kei lucía molesto y aburrido y hacía todo lo posible por no “interponerse” en ese intercambio de emociones que había entre sus dos hermanos.
Los chicos llegaron a tiempo a la estación de Sendai y esperaron media hora para poder subirse al Shinkansen. Kei se subió primero, dejando a Shouyou y a Tobio solos para que pudieran despedirse.
–¿Llevas todo?
–Sí.
–¿Seguro? ¿y tus papeles?
–Hasta abajo en la mochila.
–Vale. –La estación bullía en ruido, pero para Tobio todo se encontraba en silencio. Lo único que existía en ese momento eran esos ojos enormes que lo volvían loco y esa sonrisa que le robaba el aliento. –Bueno, te espera un largo viaje. Mucha suerte y ánimo.
–Igual para ti. –Tobio miró por última vez a su hermanastro y caminó hasta el Shinkansen. Estaba a punto de subir al tren, cuando se detuvo y se volteó. Y, mirando directa y únicamente a Shouyou, dijo: –Oye, tonto. Te amo.