Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Adolescencia en su punto. por kenni love

[Reviews - 27]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Ahora si, ya es el final. Después de este extra, esta historia quedará en el olvido para siempre xD Este cap lo tuvo listo desde el 20 de julio! Quería publicarlo en el primer aniversario del fic, pero me dio mucha paja pasarlo a al compu y pues luego entre a la universidad y por eso lo estoy publicando ahorita xD. Sólo espero que les guste y muchas gracias a todas esas personitas que leyeron el fic desde sus comienzos, a sus mediados y a los que apenas lo van a leer. Gracias, en serio muchas gracias por haberse tomado la molestia de abrir este fic, haberlo leído y dejado un comentario. Siempre suelo ser muy pesimista, y me veo tentadx a dejar mis historias a medias, pero cuando ustedes me pedía que lo continuara me daban fuerza y ánimo. en serio no tienen ni idea de la felicidad que me llena cuando dicen que les gustó mi fic porque, para mi, es una historia simplona y equis. Nunca encontraré las palabras suficientes para agradecerles. Fue un placer haber estado con ustedes y espero podamos leernos de nuevo :)

Kennistar, cambio y fuera.

Daichi no se enamoró de su esposa por su bella sonrisa, sus enormes y hermosos ojos, o por su piel llena de pecas. Se enamoró de ella por su carisma, su optimismo, su amabilidad y su compasión. Daichi la vio por primera vez en la ceremonia de entrada de la preparatoria. Al verla sonreír y reírse con las otras chicas, Daichi supo que ella era la mujer de su vida, con la que se casaría y tendría hijos.

Al día siguiente, Daichi no dudó en hablarle y volverse su amigo. Para su suerte, la chica iba en su mismo salón y también en el mismo club que él, así que era más fácil hablar con ella. Daichi se sentía como en un sueño, y cada día era mejor que el anterior. La chica parecía tener interés por él, y fue por eso que Daichi se armó de valor y le pidió que fuera su novia. Eso ocurrió en las vacaciones de verano, y no fue hasta que regresaron a clases que ella aceptó encantada.

Todo iba bien. Ambos pasaron a segundo y tercer año de preparatoria  sin ningún contratiempo. Se seguían gustando igual que el primer día, incluso más. Sin embargo, a finales del último semestre, ocurrió un “accidente”: Daichi y su novia se habían embarazado. La noticia fue como un golpe en el estómago para los chicos. Se querían y deseaban tener hijos, pero aún eran muy jóvenes. No estaban seguros de qué hacer y terminaron recurriendo a sus padres. Ninguna de las dos familias estuvo feliz con la noticia. Hubo discusiones y propuestas no muy alentadoras. Y a pesar de que ser padres a los 19 años era un grave error, Daichi y su novia no pensaban rendirse.

Un par de semanas después de su graduación, los chicos se casaron. Daichi comenzaría a trabajar en la pequeña empresa familiar y vivirían en la casa de los padres de su esposa hasta que pudieran costearse una propia. No fue fácil adaptarse a ese nuevo estilo de vida. Ambos chicos tenían que poner mucho de su parte, y aunque a veces tenían diferencias, el amor que se tenían era más fuerte que cualquier adversidad.

A diferencia de Daichi, Suga no tuvo la misma suerte.

Sugawara iba en tercer año de preparatoria cuando conoció a la madre de sus hijos. La chica no era como ninguna otra persona que hubiera conocido antes, así que Suga se cegó completamente. Ella también tenía un interés particular en Suga, y se acercó a él lo antes posible. Sólo bastaron un par de semanas para que los chicos comenzaran a salir.

El noviazgo fue un tanto extraño para Suga. El supuso que eso se debía a que era su primera novia y que el comportamiento ligeramente controlador que tenía la chica era algo normal. Suga siempre había sido una persona tranquila y complaciente, y la chica se aprovechaba de la nobleza de Sugawara. Fue por eso que, a pesar de no estar muy seguro de hacerlo, Suga aceptó tener sexo con ella. Dos meses después llegaron los problemas.

A duras penas los chicos lograron graduarse. Y a partir de ahí, la situación empeoró. Suga se vio obligado a encontrar un trabajo y, en más de una ocasión, a convencer a su novia de no abortar al bebé. Suga y su chica comenzaron a vivir en una pequeña casa, propiedad de los padres de ella. Pasaron meses para que Suga pudiera conseguir un trabajo más o menos estable y debido a eso tuvo que pedir prestado a sus padres y a sus suegros para poder pagar los gastos de nacimiento de su primer hijo. Al ver al pequeño por primera vez, Suga supo que todo el esfuerzo había valido la pena. Una gran calidez lo llenó por completo y lo motivó a trabajar más duro. Pero su novia seguía igual de caprichosa  y no tardó para que quedara embarazada de nuevo.

Habiendo pasado los primeros tres meses de segundo embarazo, la chica decidió estudiar la universidad para así poder conseguir un buen trabajo y vivir mejor. Ella estudiaba y él trabajaba. Estuvieron bien por un tiempo, hasta que ella se graduó y comenzó a trabajar. Su paga era mucho más grande que la de Suga, así que este fue prácticamente obligado a dejar su empleo y comenzar a hacerse cargo de los niños a tiempo completo, los cuales habían aumentado a tres.

Ni Daichi ni Suga imaginaron que sus vidas cambiarían completamente en un par de años después. El menor de sus hijos tenía seis años cuando las tragedias pasaron.

Er una día como cualquier otro. Gracias a su gran capacidad e intelecto, Daichi había logrado escalar de puesto y sólo era cuestión de meses para que su padre lo nombrara Director de la empresa familiar, la cual había crecido considerablemente. Así que él y su familia vivían bastante bien en una casa grande pero modesta. La esposa de Daichi viajaría a otra prefectura para tener unas vacaciones relajantes que él mismo le había sugerido y pagado, ya que la notaba muy cansada. Esa noche se despidió de sus tres hijos, le dejó indicaciones  a su marido, se despidió también de él y se fue para nunca regresar. El autobús en el que iba tuvo un accidente. La mayoría de los pasajeros sufrieron lesiones graves, sólo ella fue la única que murió. Daichi no asimiló la noticia hasta un par de días después. Cuando llegaba del trabajo y no lo recibía la sonrisa de su esposa; cuando dormía y no sentía su pequeño y cálido cuerpo a su lado; cuando necesitaba de sus palabras de ánimo, de sus abrazos, de sus besos, de esos enormes ojos que brillaban llenos de nobleza; cuando sus hijos lloraban y pedían por su madre. Fue entonces que Daichi cayó en la cuenta de que ella ya no estaba, que nunca más la volvería a ver, a escuchar, a sentir. Sin embargo, Daichi no podía derrumbarse. Sus hijos dependían de él, de la fuerza que no tenía y aparentaba poseer. Lo único que podía hacer era llorar en las noches, en silencio, en donde nadie pudiera verlo derrotado y perdido.

Por otro lado, mientras Daichi sufría por la pérdida de la mujer que siempre amaría, Suga sufría por la actitud de su pareja. La chica no dejaba de recordarle que era un bueno para nada, que para lo único que servía era para cuidar niños y que ella se tenía que partir la espalda trabajando, cuando él se la pasaba todo el día en la casa. Ella no dejaba de gritar y humillarlo, lo provocaba para que le siguiera el juego, pero Suga evitaba cualquier conflicto para no alterar a los niños.

Un día, Suga salió de casa con sus hijos para ir a visitar a su hermana, y cuando regresó, su pareja aún no había llegado. Fue gracias al menor de sus hijos que se dio cuenta que todas las pertenencias de la mujer habían desaparecido, y que un pedazo de papel doblado se encontraba en la cama. Era una nota de ella en donde le decía que estaba harta de la vida que tenía, que se iba a vivir con un hombre que si valía la pena y que le dejaba a los niños para que el los cuidara y mantuviera. Suga sintió que se desmayaba. Rápidamente llamó a los padres de su mujer para preguntar sobre su paradero. Ellos le aseguraron que no sabían nada de ella y se indignaron por lo que había hecho su hija. Le prometieron a Suga que le informarían de todo lo que se enteraran y que contaba con su apoyo. Suga y sus hijos lograron sobrevivir gracias al dinero que los abuelos de los niños y la hermana de Suga les daban. Pasaron varios meses para que el pobre hombre pudiera conseguir un trabajo con una paga miserable. Suga se sentía ahogado, inútil. Sus hijos no dejaban de preguntar por su madre, y era casi imposible hacer que dejaran de berrear cuando él les  decía que ella no iba a volver.  El corazón de Suga se estrujaba al ver a sus hijos así de tristes. Los pobres niños habían sido abandonados por su madre, y su padre sólo podía verlos durante las noches. Suga decidió que sus hijos merecían un mejor futuro y que trabajaría el doble para que ellos ya no sufrieran. Su madre los había abandonado, pero su padre aún seguía con ellos. Así que entró a estudiar en las noches para poder conseguir un mejor trabajo. Suga no dormía, casi no comía, sin embargo, sus hijos eran el motor de su vida, su motor para mejorar día con día.

Daichi decidió mudarse de casa cuando la situación se hubo tranquilizado. El creía que los niños no estarían tan tristes si su entorno cambiaba un poco. Al principio ellos no querían vivir en otro lugar y tener que cambiar de escuela. Daichi se esforzó demasiado para convencerlos, puesto que no quería obligarlos a nada. Finalmente, los niños cedieron  y fue así como Daichi se volvió vecino de Suga. No vivían exactamente junto al otro, sino que sus casas quedaban separadas, pero se encontraban en la misma vecindad.

La primera vez que los dos hombres se vieron fue en la reunión del PTA*. Lo único que pudo apreciar Daichi de Suga fue su desgastado estado físico, ya que este último sólo pudo estar presente un par de minutos debido a su ajustado horario de trabajo. Como era de esperarse, a finalizar la reunión, las mujeres que habían asistido comenzaron a cuchichear sobre “el pobre Sugawara-san”. Como Daichi era nuevo en el vecindario, aprovechó para preguntar por el susodicho. Se sorprendió al saber que también era padre soltero y que su mujer lo había dejado por “lo poco hombre que era”. Las vecinas se encargaron de informarlo de todas las adversidades por las que había pasado Sugawara-san, y Daichi no pudo evitar compadecerse de él. Un par de días después, a la hora de la cena (ya que, según lo que le habían dicho sus vecinas, ese era el horario en el que se le podía encontrar en casa), Daichi fue a visitarlo. Se presentó como el nuevo vecino y le obsequió unos pastelitos, uno para él y tres para sus hijos. Al verlo de cerca, Daichi reparó en sus profundas ojeras, sus ojos cansados, su cara demacrada y su cuerpo flacucho. En su estado actual, Sugawara-san estaba lejos de ser guapo, y mucho menos de parecer una persona agradable. Sin embargo, en cuanto vio a su nuevo vecino y recibió el presente, la sonrisa que iluminó su desgastado rostro dejó perplejo a Daichi. Sus ojos parecieron iluminarse y mostraron una bondad que solamente había visto en la mirada de su difunta esposa. Sugawara lo invitó a pasar, pero éste se negó. Algo dentro de él se había movido, una sensación imposible de descifrar. Daichi regresó a su casa con el corazón agitado y la mente hecha un caos.

Daichi estuvo en shock durante días. No podía creer que su esposa apenas iba a cumplir un año de muerta, y él ya comenzaba a sentirse extraño por otra persona. El amor que sentía por su mujer seguía siendo el mismo. Ella era y sería la única mujer que amaba y amaría. ¿Era por eso que ahora se había fijado en un hombre? ¿Era posible amar a una persona y sentir al mismo tiempo atracción por otra? Daichi apenas había visto a Sugawara-san en dos ocasiones, ¿cómo era posible sentir algo tan rápido? Lo que menos quería era equivocarse y hacer sufrir a alguien que, por obvias razones, ya lo estaba pasando mal. Tampoco quería “enamorarse” de Sugawara-san por tener características que había poseído su esposa. Necesitaba tiempo y conocer mejor al otro hombre.

Daichi trató de hacerse amigo de Sugawara-san. Trató ya que era prácticamente imposible encontrarse con él. De lunes a viernes trabajaba hasta las seis de la tarde, e iba a la escuela a las ocho de la noche. El sábado trabajaba a tiempo completo, y los domingos llegaba a las cuatro y dedicaba el resto de su día a sus hijos. Daichi se maravillaba de todo lo que su vecino hacía, y aun así poder sonreír y cuidar a sus hijos con ojos llenos de amor; y nunca demostrar su cansancio y fatiga frente a ellos, y siempre tener la frente en alto aunque se estuviera muriendo. Daichi sólo había logrado hablar con él en tres ocasiones, ya que en todas las demás sólo podían saludarse desde lejos. Durante sus cortas platicas, Daichi descubría cada vez más cosas que lo hacían sentir extraño. Sin duda alguna, Sugawara-san era un hombre noble, amable, compasivo y fraternal; poseía todo lo que a Daichi le gustaba en una persona. Y sin darse cuenta de cómo, o saber exactamente el momento en el que sucedió, Daichi se enamoró.

Suga, por su parte, tenía un ligero interés por ese hombre de sonrisa cálida. Al principio le pareció un tanto extraño encontrárselo casi todos los días antes de ir al trabajo, puesto que vivían un poco lejos el uno del otro. La primera vez que tuvo una plática decente con él, Suga sintió algo que hacía años no sentía: se sintió como un hombre. Suga no tenía ni la más mínima idea de por qué su pulso se aceleraba, su corazón brincaba como un loco o un fuerte impulso por ser alguien más interesante lo ponía tan ansioso. Suga no estaba muy seguro de lo que pasaba, pero estaba seguro de que no tenía tiempo para pensar en eso, sus hijos lo necesitaban, dependían de él, así que él se entregaría a ellos en cuerpo y alma. Era por eso que durante sus clases, hacía todo lo posible por evitar pensar en aquel hombre y su sonrisa; o cuando estaba en el trabajo y la risa de su vecino aparecía en su memoria, en su piel, y lo desconcentraba por completo.

Daichi meditó sobre sus sentimientos durante un par de días. Se sentía ligeramente culpable por sentirse de esa manera estando su esposa muerta. Sin embargo, él sabía que ella hubiera querido verlo feliz en lugar de estar ahogándose en  tristeza. Otro factor importante eran sus hijos. Los niños y los Sugawara eran muy buenos amigos, y lo que menos quería era arruinar esa amistad. No sabía cómo sus hijos reaccionarían ante la noticia de que su padre amaba a otro hombre; y eso era parte del problema principal. ¿Qué es lo que quería Daichi?, ¿quería que Sugawara-san fuera su novio, su pareja, su amante? Si, por alguna causa del destino, Sugawara correspondiera sus sentimientos y aceptaba tener algún tipo de relación con él, ¿qué harían? ¿Vivirían juntos, separados o sólo se verían durante las noches en algún hotel de la zona? Daichi tenía más dudas que respuestas. No estaba muy seguro de qué hacer o a qué futuro los llevaría la situación. Pero ya había probado el sabor amargo de la perdida y no quería volver a saborearlo.

Suga no supo qué decir cuando Sawamura le confesó que estaba enamorado de él. Tardó un tanto en asimilar las palabras de su vecino y, cuando lo hubo hecho, le agradeció por tener esos bellos sentimientos por él. Sawamura no lo presionó, tampoco buscaba una relación. Sólo quería que Suga lo supiera. Y vaya lío en el que lo había metido. Durante varios días, Suga no dejó de pensar en la confesión y llegó a la conclusión, después de un análisis exhaustivo, que él también sentía lo mismo por su vecino. No tardó mucho en comunicárselo a Sawamura-san, el no cabía de felicidad. Y así fue cómo comenzó su noviazgo.

Al principio fue muy difícil para ambos hombres. Era el primera noviazgo homosexual de los dos, además que tenían responsabilidades  con sus hijos, trabajo y escuela (en el caso de Suga). Sólo podían verse por las mañanas y los domingos en la tarde. A veces, cuando Suga llegaba de su escuela, Daichi iba a visitarlo, o Suga iba a la casa del otro. Y aunque era un poco complicado, el amor que se iba creando no hizo más que crecer. Medio año después, tanto Suga como Daichi, decidieron decirles a  sus hijos lo que estaba sucediendo. Los niños parecieron tomarlo bastante bien, y mucho más cuando Daichi le aseguró a sus niños que nadie nunca iba a ocupar el lugar de su madre. Al cumplir el año, ambos tomaron la decisión de vivir juntos, siempre con el consentimiento de sus hijos. Ese nuevo momento de sus vidas fue un paso muy grande para los dos. A veces se preguntaban si iban muy rápido o si su relación tendría un buen final, y, cuando salían todos juntos, no podían evitar fijarse en las miradas un poco hostiles que observaban a su nueva familia. Los padres hacían todo lo posible para que sus hijos no las notaran, pero no podían eludir que sus compañeros de la escuela comentaran sobre su situación familiar. Fue duro mas no imposible. Ninguno de los dos quería volver a perder una familia, y por eso luchaban cada vez con más ahínco, para que el amor que se profesaban pudiera crecer un poco todos los días. 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).