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Adolescencia en su punto. por kenni love

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Notas del capitulo: Bueno, sé que dije que esta historia se iba a quedar en el olvido, pero no pude evitar hacer un especial de ellos. Cuando me dí cuenta, ya tenía el especial listo en mi cabeza, sólo me faltaba escribirlo xD Y aunque tardé un poco en traspasarlo a la compu, por fin lo terminé, un par de minutos antes de que acabe el día xD
Quiero agradecer a todas las personas que siguen leyendo esta historia, muchas gracias por su apoyo. Me he visto tentadx varias veces en hacer una segunda parte, pero, por el momento, no tengo tiempo de hacerlo puesto que tengo fics e historias pendientes. Espero poder hacerla algún día. Gracias de nuevo y ¡feliz San Valentín!

El primer San Valentín de los chicos.

El insistente sonido de la alarma del celular despertó a Tobio. No muy feliz de tener que levantarse a las cinco de la mañana para ir a entrenar, abrió los ojos con parsimonia y paseó la mirada por la habitación. Daba por sentado que encontraría a Shouyou aún dormido en su cama, pero no fue así. Algo confundido por lo que estaba sucediendo, se sentó en la orilla del colchón y, al ver la pantalla del teléfono, recordó qué día era: 14 de febrero, día de San Valentín.

Como era de esperarse, Tobio había tenido muchas dudas respecto a este día. Era la primera vez que iba a tener pareja en un catorce de febrero, y no sabía muy bien qué hacer, y más cuando su pareja era un hombre. Primero pensó en no regalarle nada, puesto que ambos eran chicos y en San Valentín sólo regalan las mujeres. Luego se dio cuenta que no podría haber un White Day  entre ellos si antes no había un San Valentín. Así que, después de un análisis exhaustivo, Tobio creyó que era la obligación de Shouyou darle algo puesto que él tenía el rol de pasivo en la relación. Había estado seguro de esa decisión hasta un día antes del catorce, cuando, justo en su clase de inglés, la duda volvió a asaltarlo. Aunque Shouyou hiciera el papel de “mujer” durante el sexo, eso no cambiaba el hecho de que seguía siendo un hombre. Entonces, si los dos eran hombres, ¿eso significaba que San Valentín no existía para ellos?, ¿cómo festejaban las parejas gay ese día? Apenas llevaba tres meses saliendo con Shouyou, no tenía ni idea de todas las cosas que salir con alguien implicaba. Y preguntarle a su papá no era ni siquiera una opción, no quería dar detalles y prefería ahorrarse las explicaciones. Al final, Tobio terminó comprando una enorme caja de chocolates y un llavero de balón de Volleyball.

Durante todo el día, Shouyou actuó con normalidad. Tobio se sentía un poco nervioso puesto que no sabía cuándo ni cómo darle el regalo a su novio. Aunque, más que nervioso, se sentía feliz. Jamás en su vida creyó que pasaría un día así de especial al lado de Shouyou, y no como su hermano, sino como su pareja, como la persona que lo amaba y correspondía sus sentimientos. Y aún faltaban muchos días más, muchos momentos especiales juntos para recordar.

Fue al final del entrenamiento, cuando los vestidores estaban vacíos, que Tobio decidió darle el obsequio a Shouyou. Y cuál fue su sorpresa, que Shouyou también le había comprado algo.

Ambos chicos se observaron como idiotas, cada uno con su regalo en la mano. Tobio no supo con exactitud lo que pasó después. Los dos balbucearon palabras sin sentido, de alguna manera se dieron su obsequio, y salieron de los vestidores algo confundidos. Antes de iniciar su trayecto de regreso a casa, Tobio le preguntó a Shouyou si quería ir a algún lado, puesto que, por lo poco que sabía, las parejas en San Valentín salían juntos a lugares para festejar. Pero, al igual que Tobio, Shouyou no tenía ni idea de qué hacer; así que decidieron irse a su casa y ver unas películas.

Al llegar a casa, la encontraron vacía. Ninguno de sus hermanos se encontraba y eso le pareció muy sospechoso a Tobio. ¿Acaso todos habían conseguido pareja? El año pasado habían regresado directo a su hogar después del entrenamiento, justo como él y Shouyou habían hecho.

Los chicos entraron a su habitación, pusieron la película favorita de ambos, y se sentaron en el piso, Shouyou recargado e su hermanastro. Sin darse cuenta, ya cuando la película iba por la mitad, Tobio empezó a tocar el cabello de Shouyou, bajando por su cuello, metiendo un poco la mano en su camisa, perdido en la suavidad que sentía debajo de sus dedos, absorto en esa sensación que lo llenaba por dentro, que lo hacía sentir completo al percibir el calor que desprendía el pequeño cuerpo de su hermanastro sobre el suyo. Fue hasta que Shouyou le agarró la mano que Tobio reparó en lo que estaba haciendo. Pensó que su hermanastro estaría enojado, mas cuando este se giró y vio el brillo que había en esos enormes ojos, supo que no estaba molesto, sino todo lo contrario.

Sin previo aviso, Shouyou se estiró y alcanzó los labios de Tobio, el cual no pude hacer otra cosa más que recibirlos. Y como si se tratara de la primera vez, el corazón de Tobio suspiró aliviado, su pulso disminuyó, como si hubiera entrado en un sueño profundo, y una corriente eléctrica sacudió todo su ser. Los labios de Shouyou eran suaves, su boca era cálida, su lengua era excitante; todo de Shouyou, su cuerpo, su piel, su voz, todo lo volvían loco, lo hacían anhelar por más, por poder tenerlo siempre, sentirlo, amarlo hasta que la muerto se los llevara.

Esa noche fue la primera de muchas de San Valentín que pasarían juntos, por el resto de sus vidas.

 

 

 

 

 

 

 

 

Yuu había preparado ese día desde un mes antes. El catorce de febrero se despertó más temprano de lo normal. Aprovechó que Ryuu seguía dormido para guardar su uniforme de repuesto, ropa para dormir, y artículos de aseo personal en una mochila deportiva. Luego se metió a bañar y salió de casa antes que los demás.

Durante las clases no pudo controlar su emoción. Cada cinco minutos checaba la hora, ansiando que el entrenamiento llegara y, por fin, estar cada vez más cerca de encontrarse con Asahi-san. En el receso, Ryuu y él desayunaron juntos, ambos nerviosos por aquel día tan especial.

–¿Y si Kiyoko-san no me da nada? – Preguntó Ryuu con una clara expresión de temor en el rostro. Yuu se vio reflejado en su amigo. Él no esperaba que Asahi le regalara algo, aunque tampoco había pensado mucho en el tema de quién le regalaría a quién. Puesto que Ryuu estaba saliendo con una chica, él no tenía preocuparse de eso. ¿Estaba bien darle algo a Asahi-san cuando ambos eran hombres?, ¿qué se hacía en esos casos?, ¿esperar al White Day? Yuu no quería esperar otro mes. Si las demás parejas disfrutaban de San Valentín, ¿por qué Asahi y él no podían?

–Claro que te va a dar. – Trató Yuu de tranquilizar a su hermanastro.

–Pero si no ha respondido a mis mensajes, no nos hemos visto desde hace dos días. ¿Y si ya no me quiere? – Ryuu lucía realmente preocupado, así que Yuu se apiadó de él y le dio suficientes razones para que se tranquilizara un poco. Sin embargo, la angustia de Ryuu comenzó a contagiársele. No se había visto con Asahi por casi una semana, y tampoco se habían comunicado mucho por teléfono. Debido a los arduos entrenamientos de su novio, era muy difícil que ambos pudieran tener tiempo juntos; y siempre que se veían Asahi lucía cansado. Yuu no quería agobiarlo, mucho menos presionarlo más de lo que ya estaba, pero no haberlo tenido por siete años lo volvían un poco aprehensivo.

Después de lo que pareció una eternidad, Yuu se vio liberado de todas sus responsabilidades escolares. Le deseó buena suerte a Ryuu, y se encaminó al departamento de Asahi. Antes de llegar, se detuvo en un supermercado, sacó la lista de alimentos que había preparado dos días antes, y compró todo lo que había escrito en ella. La emoción lo azotó por dentro en cuanto entró con todas las bolsas del mandando al hogar de Asahi. Asahi-san le había dado un duplicado de la llave, y por eso Yuu podía entrar las veces que quisiera, aunque nunca la había utilizado puesto que siempre iba cuando Asahi estaba en casa. Era por eso que su sorpresa iba a ser aún más grande.

No era la primera vez que Yuu preparaba la cena, pero si era la primera vez que hacía comida extranjera. Así que, nervioso y apurado, logró terminar casi a tiempo, un poco más tarde de lo previsto. Limpió el departamento, lo decoró sin caer en lo excesivo, se duchó y arregló la mesa unos tres minutos antes de que Asahi llegara.

–¡Feliz San Valentín! – Gritó en cuanto su novio cruzó la puerta. Corrió hacia él y brincó para abrazarlo. Causando un ligero trastabilleo en Asahi. Yuu agarró el rostro de su pareja entre sus manos y lo besó en los labios. Fue un beso corto, apenas un roce ligero de las dos lenguas, interrumpido por, obviamente, Asahi-san.

–Vaya sorpresa. – Dice Asahi, aún aturdido por lo que acababa de pasar. Yuu se bajó y sonrió mientras señalaba el interior de la casa.

–¿Qué tal?, ¿te gusta? – Asahi se sorprende y responde que le ha quedado muy bonito. Yuu sonrió extasiado de felicidad, seguía sin creer que Asahi estaba ahí, que ambos estaban juntos, que eran una pareja, por fin. Yuu nunca tuvo duda alguna de que su futuro se vería así, exactamente igual a como lucía su presente. Pero vivirlo, poder besar, tocar, sentir a la persona que amaba era una sensación inigualable, muy diferente a sólo saberlo.

Yuu y Asahi cenaron juntos. Platicaron por horas sobre su día, lo que habían hecho en la semana y muchas cosas más. Con el pecho inundado de regocijo, Yuu le sugirió a Asahi ver la tele juntos, y así lo hacen. Estar ahí sentados en el tatami, Yuu entre las piernas de su no tío, recargado en su torso, escuchando los cálidos y suaves latidos de su corazón, era lo único que necesitaban para ser felices.

 

 

 

 

 

 

 

 

Tadashi no supo que era el día de San Valentín hasta que Yachi-chan le regaló una cajita de chocolates. Y también fue hasta ese momento que recordó que este año sí tenía pareja. Ya que su relación con Kei no había cambiado en absoluto (sin contar las ocasiones que tenían relaciones sexuales), Tadashi a veces olvidaba que su hermanastro ahora era su novio. Desde un principio, Tadashi había tenido más que claro que Kei no era romántico, sentimental o cariñoso. Sin embargo, él demostraba su amor de otras formas distintas; eso Tadashi lo sabía muy bien. Así que supuso que un día como San Valentín no sería importante para su hermanastro.

Eso creyó durante el resto de las clases. Pero cuando dos chicas de primer año, justo antes de que el entrenamiento comenzara, le dieron cajas de chocolates hechos por ellas mismas, Tadashi se dio cuenta de que estaba equivocado. Kei había visto a las chicas y a Tadashi afuera del gimnasio, y Tadashi lo había visto hacer esa expresión de molestia contenida que su pareja ponía en contadas ocasiones, como cuando Yachi-chan estaba cerca. Así que, durante todo el entrenamiento, Tadashi estuvo con la cabeza revuelta, llena de preguntas, inseguro de qué significaba la indiferencia de su novio.

A pesar de que Tadashi era más cariñoso y expresivo que Kei, para él, San Valentín era como cualquier otro día. Tadashi era de la idea que el amor se demuestra todos los días con pequeñas acciones o detalles significativos; que una caja de chocolates o un regalo no eran tan importantes como una muestra de cariños. Por eso él siempre hacía todo lo posible por dejarle en claro a su hermanastro que lo amaba: cuando se preocupaba por él, le preguntaba sobre su día, sus problemas, lo escuchaba atento cada vez que quería hablar con él, lo consentía en sus caprichos, e incluso cuando lo regañaba y le hacía darse cuenta  de sus errores o de lo que estaba haciendo mal.

Al finalizar el entrenamiento, Tadashi salió junto con Kei de los vestidores. Ya casi todos se habían ido, a excepción de sus hermanos Tobio y Shouyou que aún se estaban cambiando. Caminaron en silencio por unos segundos, Tadashi con las manos congeladas por el frío, viendo de reojo a su hermano cada dos segundos, nervioso por la situación. Kei se detuvo en seco y Tadashi lo imitó, seguro de que algo malo iba a pasar. Sin embargo, el inexpresivo rostro de su hermano se suavizó un poco y, anonado, Tadashi observó a Kei sacar tres paquetes de su mochila, los cuales se los extendió como si de hojas de tarea se tratara.

–Feliz San Valentín. – Con un tono de voz lejos de ser romántico, y una expresión de suma vergüenza, Tadashi, por primera vez en su vida, recibió un regalo con significado romántico del amor de su vida. Lo tomó entre sus manos sintiéndose en un sueño, y se quedó ahí, sin saber qué hacer, con ganas de explotar de la alegría y reír hasta morir. Nunca iba a dejar de conocer a su hermano. Jamás hubiera pensado que Sugawara Kei iba a esmerarse en comprar algo, envolverlo y obsequiarlo justo en un día como ese. Con las palabras atoradas en la garganta, y unas cuantas lágrimas acumuladas en sus ojos, Tadashi logró decir:

–Gracias, Kei. Yo…

–¿Quieres ir a algún lado? – Al parecer, y por más increíble que sonara, Kei tenía todo un itinerario preparado para lo que restaba del día. Tadashi lo escuchaba sin creer lo que veían sus ojos. Kei. SU Kei. Hablando sobre una cita. Sobre celebrar un día que no concordaba para nada con su personalidad. Ver a Kei tan entusiasmado, a su manera, era algo con lo que Tadashi sólo había tenido en sueños.  Y tenerlo, justo ahí, enfrente de él, con las mejillas y la nariz rojas por el frio, con la pequeña libreta llena de tinta negra, con el ceño fruncido, con la cara pintada de pena, hacía que Tadashi se sintiera pleno, extasiado, agradecido, y, por sobre todo, amado.

Los chicos fueron a todos los lugares que Kei había consultado, y, sin excepción, Tadashi se divirtió en cada uno de ellos. A pesar de que solían salir juntos a diferentes lugares, ese día fue diferente. Kei no tenía problemas en que se tomaran de la mano, o Tadashi se acercara  mucho a él, siempre y cuando no hubiera mucha gente cerca. Pero ese día fue distinto. Kei no soltó la mano de Tadashi, no dejó que las miradas lo hicieran titubear, que lo alejaran de su cuerpo. Frente a los ojos de las personas que los veían, Kei y Tadashi lucían como una pareja; no como dos hermanos, no como dos amigos; sino como dos chicos que se amaban profundamente.

Como era de esperarse, llegaron tarde a casa. Se dirigieron con sigilo a su habitación, Kei haciendo una parada en el baño antes de entrar a su cuarto. Tadashi aprovechó la ausencia de su hermanastro y desenvolvió los regalos que le había dado. Con la felicidad temblando en sus manos, sostuvo la versión ilimitada de la saga de sus películas favoritas. Estuvo a punto de grita, pero se contuvo para no despertar a su familia. Lo que había parecido ser un día como cualquier otro, había terminado en uno de los mejores de su vida. Los otros dos paquetes resultaron ser una caja de chocolates, los favoritos de Tadashi, y un colgador para el celular con forma de perrito. Tadashi observó sus regalos, convencido de que se encontraba en un sueño y en cualquier momento despertaría. Con ganas de reír, y una enorme sonrisa en su rostro, se recostó en su cama y suspiró, agradecido de lo genial que había sido su primer San Valentín junto a Kei.

 

 

 

 

 

Ryuu observó el reloj. Eran las cinco de la mañana. Se acababa de despertar por el temor de que ese sería el primer San Valentín en el que tenía una chica. Y no cualquier chica. Era nada más y nada menos que su tía, la mujer de la que había estado enamorado toda su vida.

Trató de conciliar el sueño, pero su estómago revuelto y ganas de vomitar se lo impidieron. Escuchó cuando Yuu se despertó y tuvo que hacerse el dormido para no tener que interactuar con él. No tenía ganas de salir de su cama, ni de seguir viviendo.

Con el ánimo por los suelos, Ryuu llegó a la escuela. No pudo concentrarse en clases puesto que su mente no dejaba de dar vueltas. ¿Y si Kiyoko-san no le daba nada?, ¿y si le daba algo?, ¿y si sólo salía con él por lástima? Durante los casi tres meses que tenían saliendo, ni una sola vez se habían besado o hecho algo relacionado a eso.  Y a pesar de que Ryuu era un joven sano y con necesidades, no quería presionar a su no tía. Sabía que Kiyoko  aún lo veía como un niño, como el hijastro de su hermano, como su sobrinito. Ryuu se sentía acorralado, Kiyoko no actuaba de una manera diferente, mas Ryuu no podía evitar sentirse poco hombre a su lado. Su tía era una mujer madura y él aún seguía en la preparatoria. Sin embargo, Kiyoko siempre le proponía que salieran juntos e iban a muchos lugares. No tenían mucho contacto físico, pero las acciones de Kiyoko-san demostraban que sí lo quería, sólo que Ryuu no podía manejar la inseguridad tan bien como él quisiera. Por fin estaba con la mujer que amaba, ¿por qué simplemente no podía ser feliz?

Cuando el entrenamiento hubo terminado, Ryuu le marcó a su novia sin obtener respuesta. Contuvo las ganas de volver a llamarla puesto que quería darle su espacio. Abatido y cansado, caminó hasta su casa, arrastrando los pies y con una opresión en el pecho.

Antes de llegar a casa, se detuvo a comprar una bolsa enorme de bollitos de carne para llenar el vacío que sentía. No se sorprendió al ver la luz de la sala prendida, puesto que pensó sus padres ya habían llegado. Sin embargo, se llevó una muy, muy grande sorpresa al ver que Kiyoko-san era la única que estaba ahí.

–Ki… Kiyoko-san. – Tartamudeó asombrado. – ¿Qué… qué haces aquí?

– Traje chocolates para todos, pero sólo están Shouyou y Tobio. – Hubo un ligero silencio en el que Kiyoko dudó si seguir hablando o no. Lucía un poco nerviosa, y desviaba la mirada avergonzada. Verla así, hermosa y perfecta, hizo que el corazón de Ryuu latiera lleno de amor.

–¿Te vas a quedar o…?

–¡No! – Otro silencio de dudas. – Bueno… me preguntaba si… ¿Quieres venir a mi casa?

 

Ryuu sentía que flotaba con cada paso que daba hacia la casa de Kiyoko-san. Su novia caminaba a su lado, un poco encogida y con el cabello cubriéndole el rostro lleno de pena. Al llegar, Kiyoko preparó una cena maravillosa y comieron juntos. Al principio, el ambiente se sintió un poco pesado, pero con la personalidad alegre de Ryuu lo aligeró enseguida. Y era que le resultaba difícil ocultar lo feliz que estaba. La sonrisa que surcaba su rostro era tan grande que Kiyoko-san  terminó contagiándose de ella. Y aunque cenar juntos no era nada especial, ese día todo parecía ser mágico; y Kiyoko brillaba, resplandecía y Ryuu se sentía en un sueño  hecho realidad.

Al terminar de cenar, Ryuu recogió los platos, los lavó y secó. Kiyoko le preguntó qué quería hacer, y puesto que Ryuu quería muchas cosas que, estaba seguro, su novia no haría, dijo que ver una película no sería mala idea. Así que Kiyoko preparó botana, escogió una película de su librero, y ambos se acomodaron en el sillón, no muy juntos aunque tampoco muy separados.

Con sigilo, casi imperceptible, Kiyoko fue acortando la pequeña distancia que los separaba, recargándose, por fin, en el pecho de su pareja, ocasionando casi un infarto en el pobre de Ryuu. Con manos temblorosas, la cabeza dándole vueltas, y el corazón encogido en un puño, Ryuu rozó el suave y negro cabello de Kiyoko, desde arriba hasta abajo, ocasionando que la chica se encogiera ante la caricia. Ryuu deseaba poder rozar más, poder tocar cada parte de Kiyoko, poder sentirla más cerca. Y Kiyoko deseaba lo mismo. Pero los dos respetaban al otro, no querían apresurar las cosas, hacer algo de lo que después se arrepintieran. Y así estaba bien, todo caería bajo su propio peso.

Antes de irse de la casa de Kiyoko, esta le dio un paquete junto con una nota a Ryuu. No dijo nada al entregárselo, aunque sus ojos decían más que mil palabras. Ryuu se lo agradeció y le dio un abrazo. No abrió la nota hasta que estuvo a mitad del camino, y, con ayuda de la luz de las farolas, leyó:

“Querido Ryuu:

Gracias por estar conmigo en este día tan especial.

Te amo.

Tuya, Kiyoko.”


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