La mayoría de los recuerdos de Tobio eran confusos. No recordaba gran parte de su infancia y solamente se hacán más nítidos los recuerdos cuando Shouyou aparecía en ellos. Pero había algo que Tobio recordaba a la perfección, que estaba grabado con fuego en su cerebro y rabia en su piel. Lo único que Tobio no podría olvidar nunca era a su madre, la persona que más odiaba en el mundo. Cada vez que acordaba de ella sus estómago se revolvía y su cuerpo ardía en furia, desbordando unas ganas incontrolables de patear a quien tuviera enfrente. Tobio había creído durante varios años que a sus hermanos les pasaba lo mismo, y aunque ninguno de los dos la querían, no la odiaban con tanto fervor como él lo hacía. El odio de Tobio era algo innatural, descontrolado y peligroso. Y si no hubiera sido por el amor de su padre, el apoyo de sus hermanos y la ayuda de Shouyou, Tobio estaría dentro de un hoyo obscuro, frío y lleno de soledad. En realidad, él ya había estado en ese lugar malvado y perjudicial. Fue por eso que cuando conoció a Shouyou, sintió como si hubiera visto el sol por primera vez.
Ese día estaba nublado. Era la ceremonia de entrada a la primaria y Tobio no tenía ganas de ir. Es más, desde que su madre los había abandonado, no tenía ganas de hacer nada. Fue un gran trabajo para su padre alistarlo y llegar a tiempo a la ceremonia. Después de media hora que resultó eterna para Tobio, por fin tendría sus primeras clases. Tobio prefería no estar con su papá puesto que se sentía muy hostigado estando con él, siempre le preguntaba muchas cosas o no dejaba de abrazarlo y Tobio no se encontraba de un humor capaz de tolerar tales acciones. Él solamente quería estar solo, pensando en la posibilidad de que su madre algún día regresara a casa. Por eso, cuando el pobre de Tobio vio que Sawamura-san, el padre de los amigos de Yuu y Kei, se acercó a saludar a su papá, se enojó bastante. Pero, pese a su enojo, Tobio distinguió una figura detrás del gran Sawamura-san. Parecía estar escondiéndose y cuando por fin decidió asomarse, miró directamente a Tobio con sus enormes ojos brillantes y expresivos. Tobio se sintió atacado y realmente extraño. Era la primera vez que conocía al menor de los Sawamura, y su hermano Yuu le había dicho que se trataba de un niño muy alegre. A Tobio le había dado igual el comentario de su hermano, como también le daba igual todo lo demás. Y no fue en ese momento cuando Shouyou lo deslumbró, sino más adelante. Fue un proceso lento, en donde se vieron involucradas varias corretizas por la escuela, desayunos juntos, tareas en pareja, fines de semana visitando la casa del otro; Tobio estaba siendo arrastrado sin darse cuenta, sin poner resistencia, y poco a poco fue saliendo de ese hoyo guiándose por la fuerte voz de Shouyou que no dejaba de darle ánimos. Y cuando por fin salió, se sintió deslumbrar como si hubiera visto el sol por primera vez en su vida. Un sol diferente al que todos conocían, era cálido y tangible; y no importaba las veces que llorara frente a él, ese sol siempre estaría listo con una sonrisa y unas palabras de ánimo, porque también conocía el dolor.
Todo eso había sucedido nueve años atrás. Demasiado tiempo para algunos, pero realmente poco para Tobio. Durante el transcurso de esos nueve años, Shouyou había sido el centro de Tobio; como si se tratara del sol y la tierra. Tobio giraba alrededor de él, anhelando poder alcanzarlo pero sin hacer esfuerzo alguno para poder llegar a Shouyou; porque sabía que si se acercaba demasiado terminaría quemado, y Tobio tenía miedo de quemarse.