Desde que era pequeño, a Tadashi le gustaba ver las estrellas. Siempre que el cielo estaba despejado, salía al balcón de su cuarto y observaba como estas brillaban sobre la ciudad, pasando desapercibidas y siendo absorbidas por las luces de los edificios. Podía pasar horas observándolas, sin aburrirse e imaginando que su madre lo veía en donde quiera que ella estuviese.
El gusto de Tadashi por las estrellas comenzó debido a que su madre no dejaba de comparar sus pecas con los astros, e incluso le marcaba con plumón las diferentes constelaciones que se formaban en su cuerpo. Tadashi se maravillaba inocentemente de lo que su madre hacía, y cada vez que veía el cielo con ella no dejaban de admirar el parecido entre las estrellas con sus pecas. Pero cuando su madre murió, Tadashi dejó de ver el cielo estrellado, de ver constelaciones en su cuerpo y comenzó a aborrecer esas manchas que estaban en su piel. Tadashi se sentía solo y destrozado. Su padre siempre estaba ocupado con el trabajo y en su nueva escuela lo molestaban. Cuando llegaba a casa, no salía de su habitación y lloraba durante toda la tarde hasta quedarse dormido. Ryuu, que era el mayor de los tres, estaba ocupado cuidando a su hermano Shouyou y no tenía tiempo para consolar a Tadashi; así que le contó a su padre lo que estaba pasando. Daichi no sabía qué hacer. Se sentía igual de perdido que su hijo, y se consideraba un completo inútil por no poder ayudar a las personas más importantes en su vida.
La vida de Tadashi comenzó a ser diferente hasta que Sugawara Kei apareció en ella. Fue un momento simple e insignificante, pero para Tadashi, que había perdido el amor de su madre, significó demasiado. Desde ese momento, cuando Sugawara Kei salió en su defensa, Tadashi no dejo de verlo como si se tratara de un ser asombroso y brillante. Incluso, llegó a relacionarlo mucho con la luna, haciendo bromas para él mismo diciendo que Kei era su luna personal, grande, lejana, hermosa y reconfortante. También fue gracias a Kei que el gusto por las estrellas de Tadashi regresó. Cuando se quedaban a dormir juntos en casa de alguno de los dos, Kei hacía lo mismo que su madre había hecho. No dejaba de marcar constelaciones en sus pecas y mostrárselas en el cielo estrellado. Pero no solamente por eso Tadashi había caído perdidamente por Kei. Y a pesar de que se trataba de una persona seria y fría, Tadashi era el único que se percataba de lo cálido que era el corazón de Kei.
Tadashi sabía que había diferentes maneras de querer a alguien. Pero no estaba seguro de que eso se aplicara a los sentimientos que tenía por Kei. Era como si todas las diferentes maneras de amar a alguien se juntaran dentro de Tadashi cada vez que se preguntaba cuáles eran sus sentimientos por Kei. De niño, había estado seguro que solo era admiración y aprecio. Entonces, ¿en qué momento esos simples sentimientos habían evolucionado a esas complejas y extrañas sensaciones que Kei causaba dentro de él? Nunca en su vida lo había sentido tan lejos, como si Kei fuera a esfumarse en cualquier momento. Como si, cuando se enterara de los pensamientos sucios que Tadashi tenía sobre él, Kei lo dejaría con una sensación de aborrecimiento marcada en su ser. Porque Tadashi se sentía impuro, malvado y enfermo. Cuando su cuerpo estaba caliente y su miembro palpitaba duro, pensando en Kei y en todo lo que él causaba en su mente y en su corazón. Si, Tadashi era una mala persona al pensar y usar de esa manera a quien lo ayudo, lo salvó y jamás dejaría de verlo como un amigo.