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Sounds like Heaven  por namy chan

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Decir que había sido un error seria una estupidez. 
Dejar sus acciones a la lujuria no sería del todo cierto. 
Y adjuntar los hechos al caos que  revoloteaba en su mente estaría de más decir. 
 
 
Porque sabia lo que hacia, entre cada segundo pasado su seguridad aumentaba, se aferraba a su única idea coherente que después no tendría ningún sentido ¿Y qué importaba? Los mil y un pensamientos tenidos se disparaban en todas direcciones chocando con las paredes de su mente y él no se inmutaba, su idea permaneció intacta conforme sus manos seguían moviéndose con prisa sobre la tela de aquel traje blanco, maldiciendose el mismo por hacerle vestirse así para alguien más y disfrutando con recelo el como intentaba deshacerse de cada parte. 
 
Lo escuchó jadear por lo bajo contra sus labios en cuanto una de sus manos pasó sobre su saco escabulléndose de su camisa para tocar directamente contra su blanca piel. Percibió su temblor y una nueva reacción sobre sus labios... Una mordida, ansiosa y temerosa de su toque que solo hacia agrandar su propio ego. 
 
Allen tendría muchas reacciones escondidas solo para él. 
Era una caja de sorpresas, el ser mas irritante que conocía después de Alma que, con tan solo una mirada podría hacerlo rabiar. Como si estuviese hecho para molestarlo. 
 
 
 
 
--Hum... --su cuerpo volvió a caer sobre la madera al separarse de la boca de Kanda, la razón de su agitación tomó otro rumbo, uno mas placentero que tenia que ver con quien tenia enfrente, que solo involucraron desde un principio sus labios y que ahora no pudiese mirar otra cosa ni desear nada más que no fuese sentirlo de nuevo. 
 
La mano del nipón seguía contra su piel, quieta y en la espera de algo que estaba volviéndose tortuoso. Además le miraba, esos intensos ojos azules, opacados por la oscuridad le hicieron removerse en una mezcla rara de bochorno y fascinación por tener su atención. 
 
 
 
--¿Qué? --y no pudo. Ese silencio calaba, le incitaba a hablar, a esperar alguna palabra o sonido, algo que no fuese su propio corazón acelerado ni su respiración irregular. La imagen dada no fue para nada placentera ¿Como lucía? Seguía agitado, se pudo notar por él rápido movimiento de su pecho, esto aunado a la maraña de su blanco cabello daba un aspecto rebelde... Tentador al ver la ligera hinchazón de sus labios por lo alargado del beso. 
 
 
 
--Tu sangre es dulce...
 
Bien pudo esperar una explosión de enojo, una nueva ronda de golpes o mordidas de su parte, mas no lo dejó siquiera recobrar todo el aliento al volver a sellar sus labios con los propios. La danza entre sus bocas siguió, el dominio de Kanda sobre el sirenio salió a flote entre cada movimiento de su lengua, se enlazó a su contrario degustando aun los atisbos de su sangre gracias a todos los golpes anteriores. Por eso se dio cuenta, probando su boca notó que en vez de saborear el hierro en su boca lo que encontró fue un sabor dulce, como si en sus venas corriera azúcar derretida. Y él odiaba las cosas dulces. 
 
No odiaba a ese idiota pero tampoco le agradaba por completo. sufrió mas de un inconveniente por su culpa, gastó millones para tenerlo para que, al final terminara por perder su cola ¿Valia la pena seguir manteniéndolo con vida? -si es que a eso se le podría llamar como tal-. "Fácilmente" podría ordenarle a Cross navegar entre el océano en busca de otro sirenio... O una sirena. Así no tendría que lidiar con los dramas de ese brote de soja.
 
Por desgracia, sus labios sabían malditamente y su boca se acoplaba perfectamente a la suya que seria un completo imbécil si lo dejaba ir sin haberle hecho todo lo que su mente comenzaba a maquinar entre besos. 
 
 
 
--Kan...da --un nuevo jadeo suave volvió a ahogarse entre ambas bocas-- Kanda...
 
Escuchar su nombre de forma tan tentadora le hizo desconectarse de todo lo relevante. Mandar al demonio las cosas era una de sus especialidades y esta vez hacerlo nunca se sintió tan placentero. 
 
El cuerpo del menor se enredó con las pocas fuerzas restantes a la cadera del nipón al ser alzado de forma brusca del suelo. Después se recibir hacia minutos semejante paliza esos movimientos no fueron nada, no sintió el dolor en ninguna zona de su cuerpo, cada músculo gritando clemencia fueron callados aún por los labios de Kanda devorándolo, llevándose los jadeos que siguieron ahogándose. Sus manos de igual forma acabaron enredados entre su cuello pasando con descaro las manos entre sus hebras oscuras. 
 
Le gustaba él cabello de Kanda. 
 
Era como ver una cascada de noche, paseándose en leves vaivenes entre su caminar, revoloteando entre sus largos dedos y halando cada que el otro entrelazaba su lengua con la propia. Le hacia delirar, le derretía un gesto tan mínimo que de conocer mejor la vergüenza estaría lleno de esta por reaccionar a nimiedades. 
 
 
Su breve momento de emoción se esfumó al no sentirlo. En cambio su espalda fue recibida por una superficie más suave, incluso más que él colchón en el que solía dormir. Palpó telas mas suaves, un ligero olor a lavanda y vio un llamativo Candelabro colgando del techo, lo único que pudo procesar antes de volver su atención a su acompañante lo que inmediatamente le hizo tragar en seco por razones que solo su instinto logró entender. 
 
Podría morir de un ataque justo ahora, quizás utilizaría mejor sus piernas para emprender la mayor carrera de su joven vida. Pero no lo quiso, la definición de sensualidad masculina se mostraba frente a él al ver a Kanda con el cabello suelto mirándole con esos intensos ojos negros parecidos al abismo del mar, de cuidado para cualquier aventurero y así lo sintió. Las profundidades eran peligrosas, los secretos y las peores criaturas se refugiaban en la oscuridad en una lucha constante por sobrevivir a condiciones tan hostiles. Nadie que no perteneciera a ese entorno moriría por adentrarse allí. 
 
Perdió él aliento al volver a la realidad, al ver que la camisa de Kanda era lanzada hacia cualquier parte de la habitación perdiéndose entre la oscuridad que los envolvía y en la que solo eran iluminados por escasos rayos de la luz de luna llena. Fue injusto que esa luz no alcanzara ese cuerpo por completo y agradeció su buena visión nocturna para no perderse ni un atisbo de su silueta. Sus músculos se alzaban creando la perfección en su pecho, su abdomen, un tatuaje situado sobre uno de sus pectorales, grabado en una lengua desconocida... todo estuvo en su sitio siendo vilmente escondido entre la ropa que siempre usaba. 
 
Sus caderas se restregaron entre las sabanas de seda bajo él, ansioso por querer tocar una de sus manos se alzó hacia él mientras la otra viajaba entre sus propias ropas levantando su camiseta. Dejó entrever su plano vientre y paró esperando que Kanda entendiera el mensaje sin la necesidad de pedirlo. 
 
Quería que él lo desnudara, que lo tocara cada que fuese retirando prenda por prenda. 
 
 
 
 
 

 


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