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Sounds like Heaven  por namy chan

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Notas del capitulo:

Han pasado 84 años (?)

"En cuanto despierte todos se habrán ido, no dejaran migajas para seguirlos. Perderé su rastro y me perderé a mi mismo antes de caer al vacío."
 
 
 
 
Un techo blanco con pequeños decorados que de haber nacido en ese entorno se preguntaría porque se molestaron en hacerlos ya que nadie miraba hacia arriba. Todos siempre de frente, siempre sumidos en ellos mismos como para prestar algo de su tiempo en mínimos detalles. Sin embargo, el sirenio buscó entre cada trazo alguna figura, una forma que se asemejara a algo que conocía... algo que pudiese reconocer entre toda la extrañeza de aquella habitación.
 
 Hasta el momento encontró por lo menos ocho caracoles, dos anémonas y una pequeña medusa bebé, justo a lado de la luz. La alusión servía más gracias a la pequeña pintura color azul. 
 
--Allen, tienes que comer un poco, anda --la mujer que reconoció desde el primer día en el que conoció ese encierro le llamó en un gesto preocupado, maternal, le sacó de los pensamientos en los que buscaba a toda costa aferrarse a la poca cordura que le quedaba mientras se negaba a la realidad que le atormentaba desde hacia tres días. 
 
Desde su despertar se negó a comer, a hablar, a... Mover un sólo músculo en la mitad de su cuerpo. Porque nada debía mover, porque nada debió existir ahí mas que su larga cola. 
 
¡Porque no debía tener ese par de piernas!
 
La sensación era horrible, la capacidad de usar solo la voluntad del pensamiento para que sus nuevas extremidades reaccionaran entre movimientos torpes, habían generado cierta curiosidad en él tras alargar y contraer sus dedos una y otra vez en una especie de calentamiento, un cáliz para cerciorarse que era cierto y como si no fuera poco la viva imagen y sensación no fue suficiente. Las yemas de sus dedos pasaron con fingida pasirmonia por toda la extensión de cada pierna produciéndole un choque en su mente, su misma suavidad le resultó repulsiva. 
 
--Yo misma la preparé, por favor --insistió retomando de nuevo su labor al acercar la cuchara llena de sopa a la boca del tritón. Le trataba como un pequeño niño enfermo -y quizás lo era-, uno que necesitaba los cuidados de una madre dedicada y cariñosa. Las numerosas vendas cubriendo la mayor parte de sus extremidades daban una imagen débil, sumando su debilidad física ante su desnutrición que por algún motivo era voluntaria, como si quisiera morir de inanición. 
 
Y en ese momento prefirió mil veces el trato que le daba Kanda al verlo como una mascota. Después de todo jamas lo igualaría como un ser viviente pero, en comparación, eso era mejor que ser tratado como un humano. Porque no lo era, Allen seguía siendo un tritón. 
 
¿O no?
 
Hundió más su menudo cuerpo entre la cama, pasó los brazos debajo de las sabanas y trató a toda costa mostrarle una vaga sonrisa a la enfermera antes de darle la espalda e intentar dormir. Le agradecía sus atenciones, los cuidados que hizo junto con un par de extraños que a palabras de la mujer, solo estaban allí para ayudarlo a volver a su ambiente. 
 
Cada movimiento le resultaba incómodo, sus brazos dolían, sus nuevas piernas ardían a causa de todo el revuelo que se hizo tras darse cuenta que su cuerpo reaccionaba de mala manera al contacto con el agua, fuera del ambiente que tuvo toda su existencia. ¿Y si no volvía a la normalidad? ¿Y si se quedaba así por el resto de su vida? La idea le atormentó, le hizo pegar el rostro contra la almohada y ahogar un sollozo. 
 
 
Quería volver a casa, con su familia. Con Mana. 
 
 
--Si no comes te volverán a meter agujas por todo el cuerpo --sólo Kanda tenia la capacidad innata de tensarlo en un instante. Su voz gruesa, ese ceño fruncido que no ocupó ver para saber que estaba ahí, y el significado de sus palabras. Conoció lo que era una aguja. Una cosa puntiaguda que perforaba su piel para extraer sangre o meter todo tipo de líquidos que lo hacían sentir desde sueño, mareos hasta entumecimiento en algunas zonas de su cuerpo. Odiaba esas cosas tanto como a su captor. 
 
--Largo --se hizo un ovillo bajo el manto de las sabanas. La mujer de sorprendió al escucharlo por primera vez. El nipón sólo mencionó lo que había hecho, decir su nombre conociendo el idioma y todo su contexto hasta donde su conocimiento llegaba. Pero, solo ese instante se dignó a volver a abrir la boca de nuevo hacia Kanda. Solo con él valía la pena abrir la boca. 
 
--Dejanos solos --ordenó y la enfermera tras dejar la sopa de algas sobre el pequeño buró a lado de la cama salió. 
 
--Si no comes morirás --apuntó--. Dime que gusta y lo haré. No me importa qué --podría traerle un tiburón si quisiera. 
 
--No quiero nada... Solo ir a casa
 
--Eso nunca pasará --Kanda se acercó hacia la cama tomando asiento en donde alguna vez estuvo la enfermera. Miró de mala gana su platillo, después al brote de soba hecho un ovillo y de nuevo hacia su plato. Era un jodido fastidio. Debió comprar un tigre, eran menos problemáticos, o un delfin para aprovechar la enorme pecera--. Moyashi
 
--¡Que soy Allen! --explotó y salió de su escondite seguro para encarar al mayor--. Aaallen... --estaba furico si, sin embargo lo cristalino de sus ojos trasmitía pesar, miedo y dolor en uno sólo tras escucharlo decir que aquello. 
 
--Moyashi --repitió en automático pasando de largo el punzar en su pecho al verlo así. En cambio, acercó la cuchara llena de sopa hacia el albino--. Abre la boca o te juro que la próxima aguja que te metan se romperá y se quedará incrustada para siempre --o en su caso él la metería en alguno de los orificios del menor, ya después pensaría cual seria el más doloroso. 
 
No era un jodido enfermero, tampoco un buen dueño tratando de cuidar a su mascota. Solo... la culpa comenzaba a crearle jaqueca de pensar en ser el responsable de todo. Fue él quien lo sacó del estanque, quien lo arrastró fuera de este y lo dejó largos minutos sobre el piso, y cuando vio que fue castigo suficiente todo se volvió caótico. 
 
Las pequeñas convulsiones fueron el primer pasó, seguido de un alarido y la escena mas extraña que vio en su joven vida. Con el sirenio entre sus brazos vio como lentamente su parte híbrida iba desapareciendo, adelgazandose y perdiendo su color habitual hasta romperse tras parecer sólo un pequeño saco que envolvía las estilizadas piernas del tritón. 
 
Lo peor fue el tratar de remediar todo al llevarlo hacia el estanque y ver que el mínimo contacto con el agua causaba una reacción de quemazón en Allen, tan dolorosa que sus gritos le transmitieron el sentimiento en muchas escalas. 
 
--No --imitó su ceño fruncido sacando fuerzas para mantener un semblante negativo, necio, que logró que el nipón acabara con el mito de su paciencia. Alimentarlo a base de suero no era su mejor opción sino la última así que, aun debía batallar con ese maldito pez. 
 
--¡Come de una maldita vez!
 
--¡No quiero!
 
--Estúpido brote de soja --siseó. 
 
Cuando logró reaccionar había chocado por completo contra el colchón sosteniendo la mirada de Kanda quien le miraba desde arriba de forma desafiante, la última vez que tuvo la oportunidad de verlo tan cerca fue al momento de querer matarlo, había sentido su respiración rozar su rostro, la oscuridad de su ojos mostrar un brillo peculiar y que le hizo perderse en instantes entre ellos. Ahora solo hubo fuego que solo trasmitía un leve estremecimiento placentero. En comparaciones de veces anteriores esta no cargaba con el peso del ambiente que fácilmente podría cortarse con un cuchillo. No, Allen fue de las pocas personas que logró sostenerle la mirada a Kanda y el único que se atrevió a mostrarse mucho mas arisco en cuanto aprovechó un punto a su favor en la posición del mayor para tomar sus últimas reservas de energías y lanzarlo fuera de la cama consigo mismo en el proceso. 
 
No le importó caer encima de él, el dolor fue mínimo al usarlo sin querer como amortiguardor, pero sí la batalla campal de rodar sobre el piso en busca de quien tendría el mando de la situación.  
 
Fue la primera vez que usó sus piernas para patalear, para enroscarse alrededor de la cintura de Kanda y de patearlo cada que tuvo oportunidad. En ese sentido, un par de piernas servían mas que su alargada cola. 
 
Solo esa ocasión, fue mejor tenerlas. 
 
 
 
 

 

Notas finales:

Un capítulo muy flojo lo sé, pero fue una pequeña introducción para lo que será de ahora en adelante la relación de estos dos. 


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