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Jeune por Lila tornasol

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Notas del capitulo:

Deberas que el mundo es tan jodidsmente odioso, igual que yo.

Todos siguieron los consejos que les daba, estaban ansiosos de empezar a jugar hockey, cuando llego el turno de Alfred para probar suerte en el tino al blanco que debía acertar.


 Cuando llego el momento de Alfred, este sintió que había un interés personal en el, pero quizás eso no fuese cierto y se estaba volviendo a inventar ideas locas con todo lo que le rodeaba como siempre había hecho, algo que a veces le traía problemas, porque al parecer lo que veía no era tanto así como su imaginación sino que era mas bien la realidad que le mostraban sus ojos.


 


Cuando tocaba su turno ya todos se estaban levantando para irse, algo en Alfred le empezaba a marginar, no había conseguido integrarse del todo, sus compañeros hablaban de otras cosas, cuando el quería hablar de poemario o de cuentos, ellos solo hablaban de la música mas reciente que se podía escuchar en la radio, de los deportistas y de los sueños de casa que tenían, las chicas que les gustaba, pero hasta allí. Alfred se sentía decepcionado, donde estaba la grandeza que alguna vez un viejo hombre le describiera cuando era niño.


Mientras meditaba esto los demás se retiraban pasivamente con los familiares que ya los estaban esperando a la entrada de la pista de hielo, entre tanto se despedían entre ellos.


Al ver que nadie quedaba y que el entrenador estaba ya lejos despidiendo a alguien mas, se dio que empezó a tirar todas las fichas al tiro, una tras otra entraban, lo hacia con cada vez mas rapidez y fuerza, un poco encontrado en sus sentimientos en aquel momento.


El señor joven ruso se acerco a verlo anotar desde una distancia prudente.


-Molodoi, si quieres hacerlo bien busca que no te falte el equilibrio, tienes que hacerlo así- Tomo otro palo de hockey y con mucho cuidado lo atino sin que saliera de su trayectoria, en un ángulo perfecto


-Que ocurre, niño, una fuerte tormenta te dejo helado- Pregunto este al ver tan abstraído al chico.


-Un poco señor, Iva... disculpe se me olvido que seguía- dijo recordando que el olvidar nombres era de muy mala educación y que para su suerte el siempre los olvidaba.


-Iván- Recalco sin sentirse ofendido aquel hombre mayor.


 


Aquel chico se sintió extrañado de ver tanta tranquilidad en un hombre tan viejo (y por viejo se refería a unos años cargados que se veían reflejados), se sintió comprendido pues al parecer respetaba su vanidad, no le ofendió como otros mas que buscaban un mínimo error para aplicarlo en formas de burla.


 


-No se si gustes que te acompañe, ya que al parecer todavía tardaran tus padres un poco, pues no los veo por aquí.-


 


Alfred respondió moviendo la cabeza de arriba a abajo.


 


-¿De donde eres tú?, por el color de tus ojos se ve que no corre sangre azteca.- Pregunto el ruso tomando los conos que uso para poder apoyarse en enseñar a esos niños.


 


-Soy de Estados Unidos, Boston.- Dijo Alfred extrañado por al fin tener una conversación con alguien después de tanto tiempo ser ignorado, pues decían en su salón de clases que el era un gringo loco que se creía el "héroe"


 


-Mmm..., con esas pintas creí que eras un camarada- La sonrisa se Iván se hacía mas congraciada con el niño que venía de un país extranjero, a donde ni siquiera hablaban su lengua.


 


-Es rara esta circunstancia de que entonces me de clases a mí, , podría estar golpeándome por ser capitalista.- Recalco Alfred tentando a su suerte, quería probar si lo que su padre decía acerca de los bolcheviques era realmente cierto.


 


-¿Y por que habría de hacer eso?- el mayor estaba comenzando a poner una actitud un poco mas seria.


-Las cosas que tienen los países no son entre los individuos- Miro de reojo a Alfred el cual ya estaba ayudando a quitar las cosas que en algún momento sirvieron para la clase.


-De cualquier forma, porque incluirte a ti un simple niño, en una guerra entre personas con intereses únicamente monetarios, a ellos no les vas a importar, o quizás si cuando te manden a una de sus guerras, allí podrás ver todo lo que ustedes califican de terrorismo.-


 


-Disculpe señor Iván, solo quería probar un poco las palabras de mi padre, pero eh visto que es falso lo que me ha contado todo este tiempo. Je, y creer que por un momento sentí que me golpearía.- Al parecer ese niño no se andaba con muchos rodeos.


 


-Es más, me gustaría que vinieras conmigo, te voy a enseñar todo lo que tu gobierno y sus agentes le hacen a este país.- Dijo Iván mirando directamente a aquel insolente joven; El niño solo sonrío mas de lo que podía iluminándose como un sol al cual le dan lo que quiere.


 


Iván invito al niño a subir a su carro, un tanto mas nuevo que el sus padres.  Un Porsche 356 rojo.


Al arribar el nordico vikingo se pregunto si estaba bien que le enseñase eso a un niño, en especial un niño americano. Pero que mas daba si triunfaba sería como traer otra vez a la vida a ese pequeño.


 


Recorrieron un buen tramo hasta llegar a los cines mas cercanos, allí pararon, aquel hombre dejo el coche estacionado, señalo por donde tenía que pasar Alfred, llegaron a la entrada principal en donde se veía una imagen de propaganda de una película acerca de la guerra fría.


 El nombre de aquella se veía en los espectaculares


Dr. Insólito o: Cómo aprendí a dejar de preocuparme y amar la bomba.


Se trataba de una supuesta comedia negra acerca del inminente fin del mundo.


Alfred observo minuciosamente el cartel en cuestión, eran dos monitos con un mundo y un teléfono rojo entre ambos.


Aquel nórdico que por un momento miro al chico de una forma inti ma, empezó a hablar


-Lo observas, es propaganda para que piensen como ellos quieren que pienses, si en verdad quisieran evitar estas guerras optarían por ejemplos de la paz, ejemplos de civilización, pero como no les conviene lo único que hacen es que las masas estén espantadas, así son mas fácilmente moldeables.- Ellos estaban allí y Alfred sentía el aíre frío de octubre, El hombre venido de la nieve se fijaba en el cartel, y también veía las filas de personas entrando al cine y verlos con un poco de asombro, una gran mayoría era morena, esas personas creían que era una estrategia publicitaria, pero no.


-Observas Alfred, las personas consumen las cosas que más daño les hacen, ellos confían en que esa película les dará entretenimiento "sano"- suspiro Iván- Pero en fin, te voy a mostrar lo que le sucede a esta gente que vive aquí.- Y tomando a Alfred de los hombros lo dirigió a caminar al centro de la plaza, este se incomodo un poco por la cercanía entre ambos, era un toque extraño.


 siguió caminando, y lo llevo, a donde estaban las tienditas de artesanías, donde estaban los heladeros, donde estaba también el kiosco abarrotado de parejas con sus niños.


-Quiero que los mires, son buenas personas, no quieren dañar a nadie, pero en caso de que a ustedes, mi estimado gringuito les afecte su crecimiento económico, harán ver el despreciable sabor de sus famosas operaciones encubiertas, puede que traten de meter algo así como sus padres los ingleses lo hicieron con la China, el opio fluía por el cuerpo de los chinos a mas no poder, y por quienes fue... En tu mundo y en el mío van a tratar de chingarse, como dicen aquí, al que trate de hacer las cosas bien.-


Alfred lo miro un largo rato, reviso su reloj de muñeca y se dio cuenta de que ya eran las dos de la tarde, quizás sus padres se hubiesen quedado porque Mathew paso a la siguiente ronda en su torneo de ajedrez. En fin, más cosas podrían pasar con mayor libertad que de las que estaba acostumbrado.


Algo en Alfred se removía al escuchar hablar al ruso cosas que en algún momento leyó, pero ahora eran tan claras, lo mejor era que se daba cuenta de que no estaba solo, las cosas fluían sin necesitar Cosas de promedio para armar una buena conversación.


 


-Estimado instructor, me podría acompañar por un helado- Alfred se sonrojo muy levemente pues creía que le diría que no- para que pueda seguir hablándome de todo el conocimiento que usted tiene.- Dijo al darse cuenta de que bajaba la cabeza y de que para su desgracia  se agachaba para poder ver los ojos de aquel joven. El americano se sentía muy intimidado,  en extremo sonrojado.


Mientras el nordico vikingo sonrío tranquilamente, mientras se agachaba para ver los ojos del joven, azules.


El nordico le comunico que estaba a la corriente, fueron al puesto de helados que se veía mas cerca, el bolchevique se esforzó por no hacer forzada la situación tratando de la manera mas amable orientar a aquel que era de mirada esquiva.


Le llevo un helado de mamey con queso, el pidió lo mismo también pues era de los manjares mas ricos que se podrían encontrar en México.


Lo comieron sentados en una banca, pues el lugar donde estaban los helados en cuestión era solo un puestito de un señor bigotudo.


Ambos comían placidamente a sus anchas, mientras muchas chicas se juntaban juguetonas para observar a los chicos extranjeros, con los ojos de colores, unas con esperanza de que les hiciesen caso, claro estas vestían sus faldas de estilo rock and roll.


El joven mayor veía amable a  las chicas, a unas les sonreía, y a una que otra la miraba fijamente por algo mas de tiempo del que era debido.


Alfred un poco impacientado por la cantidad de atención que recibía Iván de las chicas, se removió un poco incomodo en su lugar, se suponía que le iba a explicar el porque de todas las teorías, que era lo que sucedía en el mundo, inclusive puede que hasta le gustase leer a algún autor o recomendarle uno, pero no estaba mas ocupado mirando a las chicas bonitas que ferozmente se abalanzaban la una sobre la otra compitiendo por ver quien tenía mas atención del hermoso hombre de rubio cenizo y ojos morados.


Alfred las veía con un poco de desprecio, le estaban quitando una oportunidad muy valiosa, todo se iría muy lejos, la conversación se perdería y muchas otras cosas pasaron por la mente del aquel joven señorito.


 


-Te parece si nos vamos de aquí, pues a al parecer estas dulces mujeres van para rato.- Expreso el ruso.


 


El americano se sintió un tanto agradecido al infinito de que al fin reparara en él.


 


Caminaron a una calle un tanto vistosa, allí donde se podía ver a algunas personas pidiendo una caridad, El joven blanquecino le señalo a una mujer que veían de lejos, con la ropa toda roída, con unas chanclas de plástico ya muy sucias.


 


-Ves eso, eso es la pobreza, a los gobiernos les conviene tener así a las personas con poco conocimiento, con pocas cosas, con un horizonte muy cerrado, así son menos rebeldes, exigen menos, se creen todo, es mas no me creas solo a mí, vamos a cuestionar a esta señora que encontramos casualmente.-


Y con esa misión en mente ambos se acercaron con aquella mujer, Alfred recordaba ver a los vagabundos de su ciudad por lo menos con alimento y comida provisionales, algunas veces los daba la iglesia protestante, pero aquí no, inclusive cuando pasearon por la plaza pudo observar a un señor sentado muy sucio, con periódicos como mantas, ese señor estaba a pocos metros de la iglesia, y ningún padre, monja o fiel se le acerco para dar algo; conclusión, solamente predicaban con palabras, los actos al parecer estaban fuera del campo de ellos.


 


-Estimada señora, un santo el cual se me apareció dijo que por ser buena persona la teníamos que invitar a comer- dijo sin reparos , para mostrar un poco la contradicción en la que ese país vivió siempre.


 


-Alabado sea el señor, al fin escucho mis rezos.-Dijo la mujer en un tono suplicante y de agradecimiento a al vez, en sus ojos se veían las lagrimas que trato de contener sin mucho esfuerzo.


 


Alfred la miraba como si se tratase de un espécimen extraño, ni sus familiares que eran mas religiosos tenían una fe tan ciega en las cosas por las cuales oraban, porque según ellos no todo estaba en las manos del cielo, pues también existía este mundo terrenal.


-Venga la llevaremos al restaurante que esta aquí a la vuelta, se llama el cementerio de los toros.-


La señora fue con ellos.


Alfred se acerco a el ruso y le dijo con susurros


-Que quieres que observe.-


El ruso dudo un poco en responderle al primer momento.


-Solo sígueme la corriente.- Iván inexplicablemente se empezaba a sentir con mucha comodidad cuando estaba con el rubio.


La señora los miraba asombrada, la comida que traían estaba deliciosa, por ese momento ellos también comieron.


Lo que comunicaron y aprendieron de que la señora que se llamaba Bianca, siempre trato de ser justa con los demás, hasta que en un encuentro fortuito con la suerte perdió todo.


Una vez fuera se dieron cuenta de que ya era tarde, despidieron a la señora no sin antes darle entre los dos un poco de dinero puesto que no sabrían si siquiera volvería a comer la próxima vez.


 


-Que se supone que me querías mostrar.-Alfred se mostraba inquieto en saber la conclusión de aquel experimento entre lo altruista y lo morboso. También en  su interior se sonreía por dentro, extrañamente le gustaba mucho estar cerca de aquel hombre, le gustaba que le explicase, era muy poco el tiempo con el cual se habían conocido, hace como diez horas.

Notas finales:

Ira deja te etsplico, elimine esta cosa, porque no habia nada de comentarios, ni uno solo, hay veces que por weba o lo que sea se deja un punto para saber que alguien lo leyo. Recomendaría eso, un punto para saber que es leída esta cosa que escribo, si no es mucho pedir :D


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