Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

La Brecha por malugr

[Reviews - 191]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

No me habia dato tiempo de agradecer por esos mas de 100 comentarios, estoy tan emocionada de saber que he sido capaz de transmitir algo en este monton de palabras que no tendria sentido alguno sin ustedes lector@s!

 Traigo esta nueva actualizacion que aunque tiene el numero normal de paginas que suele escribir, es un poco mas corto ya que en su mayoria son dialogos. 

 Un pedazo mas del pasado de Sebastian y en el proximo capitulo la gran confrontacion.

 Espero que lo disfruten y un saludo enorme para todos, Para Lady_6 con sus comentarios animados, para Selly a quien no felicite antes pero fueron sus teorias las mas cercanas a la verdad y por siempre motivarme. Saludos a tsuki, tambien para ayamashi kame, para nisha, para Ciel chan, para todos aquellos "anonimos" y para nuevos lectores como Kuroshassy. Esos son los nombres que me vienen a la mente ahora, se que no son todos pero es mi forma de hacerles saber que aunque no he podido responder sus comentarios individualmente, si que los leo y definitivamente los valoro y aprecio a cada uno. Mil gracias por su apoyo!!

 Disfruten y cuentenme que tal! ¿Que creen que pase en el siguiente? ¿Este cap los sorprendio?

 Saludos!!

Por las ventanas del taxi se colaba luz y aun si me sentía en tinieblas.

 Eche la vista atrás, muchos, muchos años atrás, hasta que estuve de nuevo en aquella puerta viéndole en el reflejo de ese espejo. Nunca vi su rosto, eso era cierto, pero era él. Yo que me había aferrado tantas veces a esa espalda, a sus hombros, yo que había sido sostenido de mil formas por sus manos… yo no podía equivocarme, no podría confundirlo jamas. Era el, era su madre y ese horror que me volvió añicos.

 “yo no, yo nunca”

 ¿Entonces qué era eso? Y esa mueca de espanto que haría un niño cobrarte al ser culpado de algo siniestro que no había hecho… Pero si lo hiciste… no fue asi?

Era tu mano alrededor de ese cuchillo y tu madre de rodillas entre lágrimas sufriendo aquel martirio.

  ¿Lo fue?

 Me frote la cara y pedí permiso al conductor para bajar el vidrio, me estaba ahogando.

 Las rodillas me temblaban torpemente mientras repetía la escena una y otra vez, es curioso como algo que creemos olvidado de pronto puede volverse tan vivido. Estoy seguro de que una fotografía no habría sido más precisa que lo que guardaba en ese tormentoso recuerdo.

 ¿Cómo fue que pase tanto tiempo sin notar que todo aquello estaba ahí? Y aun asi ¿Cómo es posible que de pronto lo ponga en duda? A ese fragmento de mi memoria se le superponía el rostro lloroso de sebastian, la angustia en sus palabras y comenzaba a volverle borroso.

 ¿Si estoy seguro de que aquello ocurrió, porque siento esta infame necesidad...? ¿De qué?

 ¿Qué era lo que yo quería?

 ¿Descubrir la verdad? ¿Confirmar lo que paso aquel dia? ¿Quería explicaciones? O tal vez…

 Tal vez quería descubrir que había estado equivocado todos estos años…

 Quizás solo quería…

 “yo no, yo nunca”

 …Creerte…

 Dios ¿Qué es esto?

 Me incline sosteniéndome el rostro entre las manos.

 ¿En que estaba pensando?

 Hubiese seguido desquiciándome, Pero para entonces ya habían pasado 35 min y el taxi se detuvo frente a una hermosa casa, amplia y de bello jardín. No lo suficiente como para ser una mansión, pero aun así bastante grande e imponente. Apartada de todo y ubicada en los suburbios era lo que se esperaba de un hombre adinerado y jubilado. Había llegado a la casa del padre de Grell.

 Me baje tiritando aunque el sol brillaba radiante y camine aturdido y temeroso a través del patio delantero hasta que estuve frente a la puerta. Olía a madera de roble y a recuerdos de baúl.

 Antes de notarlo estaba presionando el timbre.

 Podía escuchar los solemnes pasos de quien se aproximaba al otro lado y quise cerrar los ojos, pero no pude, algo me obligaba a seguir. Supongo que era misma fuerza que me había traído hasta aquí.

-          ¿Quién ese?

 Escuche preguntar.

-          Grell… Grell Sutcliff me envía… Busco a…

 Me interrumpió el rechinido de la puerta que ahora se abría ante mí.

-          A Charles Sutcliff…

 Un hombre Encorvado por la edad, poco cabello y grandes gafas Apareció.

-          Muchos Gusto…

 Extendió su mano hacia mí y yo devolví el saludo.

-          Ciel Phanthomhive.

-          Adelante.

 Me invito a entrar y asi lo hice, al cerrar la puerta me dio un vistazo y esbozo algo parecido a una sonrisa, luego sin más comenzó a andar y yo le seguí.

 Ante nosotros se revelo una enorme sala de un estilo rustico, pegaba bastante con el. Dos sillones de cuero marrón a cada lado de una pequeña mesa de vidrio nos aguardaban.

-          Toma asiento.

 Camine hasta el más lejano y obedecí sentándome mientras el, en un pequeño bar de la esquina, servía un par de whisky’s

-          No tiene buena cara joven Ciel…

 No articule nada en mi defensa, estaba seguro de que estaba en lo cierto.

 Avanzo a su ritmo taciturno hasta estar al otro lado de la mesa. Deposito ambos vasos en ella dejando uno justo frente a mí y luego procedió a sentarse.

 Podía parecer un hombre mayor y frágil, pero tenía la mirada intensa, alerta…

-          Espero que eso sirva para mejorar su semblante.

-          Me temo que tal vez no sea suficiente.

-          Démosle una oportunidad, pocas cosas hay que un buen whisky no resuelva.

 Me reí a pesar de mi fatiga.

-          Creo que esta es una de esas…

 Levanto su vaso en mi dirección, invitándome a brindar, yo accedí y de un trago deje sin contenido el cristal.

-          ¿Qué tal?

-          … Es muy bueno…

 El sonrió, pero claro que sabía que no había estado ni cerca de arrancarme mis preocupaciones.

-          No es algo que un médico debería decir, pero preferiría mil veces hundirme en alcohol que tomar una pastilla.

-          Muchos colegas no comparten su opinión.

-          Cada doctor se ocupa de lo suyo, quizás el medico que revise tu hígado lo vea mal. Pero yo soy un doctor de mentes… He visto como media botella de esas, resulta más eficaz que seis meses de terapia farmacológica.

-          ¿Eso no lo dejaría sin trabajo?

-          Ah, ah… error, he dicho terapia farmacológica, no el análisis al que yo me dedico. Veras yo no disfruto de medicar personas. Recetar psicotrópicos y toda esa basura solo sirve para adormecer al individuo hasta reducirlo lo suficiente para que no pueda lastimar a otros o a sí mismo, pero no puede curar el problema. La mente hay que tratarla, hay que desdoblarla por completo y remover capas y capas de pensamientos inútiles solo para descubrir que es lo que la aqueja y luego hay que cortar y trabajar aún más para sanarla. No sabes cómo se aliviana la lengua de una persona luego de un par de tragos y las cosas que no dicen por miedo, por vergüenza o por dolor de pronto se les escapan por la garganta.

-          Tiene lógica, pero entonces todos seriamos alcohólicos.

-          Sería igual de probable que te hicieras adicto a los fármacos ¿no es cierto? Veras, en este mundo todo y nada puede ser toxico, solo depende de la dosis.

 Me miraba sonriente.

-          No cabe duda que es un usted un psiquiatra.

-          Lo tomare como un cumplido.

 Se levantó, tomo la botella y volvió a rellenar mi vaso. Al terminar regreso a su asiento.

-          Gracias. ¿Sabía usted que yo vendría?

-          Asi es. Mi hijo me aviso.

-          ¿Sabes porque?

-          No. Le interrumpí, aunque no debe ser algo irrelevante, le note bastante alarmado… Solo alcanzo a decir que alguien venia en camino a verme, algo malo estaba pasando y que tenía que ver con Sebastian…

 Me estremecí al escuchar su nombre… no sé si demasiado, pero si lo suficiente como para que él lo notara. De eso estaba seguro.

-          ¿Eres su paciente no es cierto?

-          Lo era, hasta hoy.

-          Ya veo, pero no estás aquí para buscar otra opinión ¿O me equivoco?

-          No…

-          Estas aquí por algo personal…

-          Si.

-          Entonces dime… ¿Desde cuándo le conoces? Nadie vendría aquí solo para hablar de alguien que conoció hace unos meses… al menos no con ese rostro…

 El frio en mi estómago se intensifico.

-          Bebe otro trago…

 Lo mire, su sonrisa ya no estaba. Obedecí.

-          Él y yo nos conocimos hace muchos años…

-          ¿Qué tantos?

 ¿Qué tantos? Demasiados, más de los que quisiera admitir.

-          Nos conocimos cuando yo tenía 15 años.

 Me miro de forma singular, aunque su rostro parecía piedra.

-          Nunca supe que sebastian conservara contacto con alguien de aquellos días.

-          No lo hizo. Solo nos encontramos cuando ingrese a esa clínica.

-          Puedo adivinar que no fue un reencuentro muy apacible…

-          ¿Por qué lo piensa?

-          ¿Me equivoco?

-          No dije eso, solo quiero saber porque lo sabe.

-          Estas aquí y sebastian en fuga…

 Me rei amargamente sintiendo el calor del whisky en mi boca al tomar otro sorbo.

-          Pensé que lo decía porque lo conoce bien…

-          No usaría esa línea “conocerlo bien”

-          ¿No es así? Grell dijo que usted era el único que podría ayudarme a encontrarlo, que usted lo conocía bien.

-          No es así, lo conozco más que nadie, eso es cierto, pero no lo “conozco bien”

-          ¿Qué significa eso?

-          Que no puedes conocer bien a un hombre como sebastian… El mismo no se conoce lo suficiente ¿Cómo podemos los demás hacerlo?

 El tiempo pasaba y sentía no avanzar.

-          Si lo conoce debe ayudarme a encontrarlo y sino debe decírmelo para que pueda irme a hacerlo por mí mismo.

-          ¿Cuál es la prisa?

-          Esto es serio, sebastian estaba…

 Mordi mi lengua ¿Qué era lo que estaba por decir?

-          No hagas eso, no me escondas nada. Toma otro sorbo y dilo.

-          No puedo hacerlo.

-          Entonces habrás llegado hasta aquí para nada.

 ¿Qué podía decir contra esa lógica?

 Bebí otro trago lo suficientemente grande como para vaciar el vaso nuevamente.

 El de inmediato lo relleno.

 Tomo su propio sorbo y siguió esperando mis palabras.

-          Yo vi muchas cosas ¿Entiende? Vi cosas cuando éramos jóvenes, quizás demasiado intensas. Vi muchas de sus expresiones a pesar de que su rostro era rígido la mayor parte del tiempo y aun así nunca vi nada parecido a lo que vi hoy.

 Guardo silencio… seguía esperando.

-          Yo dije algo, algo de aquellos días y su semblante se derrumbó ¿Entiende? Sebastian se quedó frente a mi paralizado, aterrado… y cuando quise acercarme puso un cuchillo en su propia garganta. Si no lo encuentro a tiempo…

-          ¿Qué pasara? ¿Temes por el? ¿O temes quedarte sin respuestas a tus preguntas?

-          Esto no es una maldita broma

-          Estoy consciente de ello, por eso hago esta pregunta tan seria.

-          Sebastian puede estar en un callejón apuñalándose a si mismo y usted pierde el tiempo tratando de hacerme su fulano análisis.

-          Eso no pasara. Si lo conoces de aquellos días sabes que no es ningún suicida.

-          No vio lo que vi hoy.

-          He visto cosas peores que el regreso de un antiguo… ¿? Amigo?

 Su mirada sinuosa me escruto incrédulamente… ¿Qué carajo estaba preguntándome este hombre?

-          ¿Qué insinúa?

-          Bueno, nunca vi, o supe de que las palabras de un “amigo” pudiesen alterar así a Sebastian. Ni las mias, ni las de Grell, las de nadie.

-          Eso es…

-          Eso es cierto. Lo que digo es cierto y probablemente lo sabes, precisamente por eso estás tan alterado, porque no creíste tener tal poder sobre él. Ni antes, ni ahora.

-          Siendo así tengo justas razones para pensar que sebastian corre peligro

-          Él ha vivido en estado crítico joven phantomhive. Desde siempre. Ha estado en peligro toda su vida y aun así llego hasta acá. No hay marcas de hojillas en sus muñecas, ni discursos suicidas. Tal vez es demasiado cobarde para suicidarse, o demasiado fuerte como para ser doblegado. El caso es que puedo jurarle que él no se quitara la vida.

 Sorbí otro poco de mi bebida. Sonreí amargamente. 

-          ¿Entonces debo relajarme, volver a casa y confiar en las sabias palabras de su comprometido psiquiatra?

 Me miro en silencio por unos instantes, como pensando que decir.

-          Mucho me temo que su información o suposiciones son incorrectas.

-          ¿De qué habla?

-          Yo no soy el psiquiatra de Sebastian, nunca lo fui, el nunca asistió a uno.

 Me quede extrañado, algo conmocionado… ¿No lo era?

-          Pero… usted lo conoce desde joven…

-          Si, desde antes que tú, cuando apenas era un niño. Pero nunca fue mi paciente.

-          ¿Entonces porque…?

-          Yo no era el psiquiatra de Sebastian joven ciel, yo fui el psiquiatra de su madre. La Sra de Michaellis.

 Abrí los ojos como platos, el permaneció inmutable.

-          ¿Qué es lo que está diciendo?

-          Uhmm, supongo que nunca supo sobre su madre…

-          ¿Cómo que fue su psiquiatra?

-          ¿La conociste?

-          No… solo la vi una vez… en nuestra graduación…

 Disimule lo mejor que puede mi mueca dolorosa, cubriéndola con el licor que volvía a sorber.

-          Oh ya veo… Aunque no hubiese habido ninguna diferencia. Podías sentarte a charlar por horas con esa mujer, durante días, durante años y aun así jamás darte cuenta de lo grave que era su condición mental. Diagnosticarla no me fue posible nunca. Pudo haber sido paranoica, psicótica, esquizofrénica, sociópata, maniacodepresiva, psicópata o ninguna de ellas. Mostraba todas las características y a la vez ninguna.

-          Ella… ¿Ella estaba…?

-          Tan perturbada como la más desgraciada alma del averno. Bajo su rostro impecable y sonrisas amables había algo horrible que de vez en cuando se asomaba en aquellas largas consultas de dos horas cada tres días, comenzando a las 3:00 pm. Las recuerdo muy bien. En ese sentido,  Sebastian heredo mucho de ella, aunque me sepa mal decirlo… Una habilidad aterradora para esconder lo que tienen por dentro, aunque ella, ella sin duda era mucho mejor. Una maestra consagrada de la manipulación y el enmascaramiento de su infierno mental.

-          No puedo creerlo…

 Charles bebio nuevamente y cruzo sus piernas viéndome fijamente.

-          Sabes Ciel, no he bebido lo suficiente como para pasar desapercibida tu reacción cuando la mencione, cuando te pregunte si la conocías.

-          Bueno no sé qué decir… es una noticia impactante.

-          Y el atentado del 9/11 también y seguro no pondrías ese rostro tan desolado.

 Me frote los ojos.

-          ¿Cómo es que criaba un hijo en ese estado?

-          Esa es no es la pregunta apropiada… lo correcto sería preguntar ¿Cómo sobrevivió Sebastian?

 Un escalofrio familiar me agito en mi sillón.

-          ¿Ella lo lastimaba?

-          Nunca pude probarlo y nunca pude saber a qué nivel lo hizo. Pero si, se con certeza que el daño que esa mujer le causo debió ser terrible.

-          ¿Cómo lo sabes?

-          Por cómo era de niño. Ella venía a terapia desde que el apenas tenía 6 años. Venía a escondidas de su esposo, el padre de sebastian, y por ello traía al pequeño y le dejaba sentado en el recibidor. El nunca pasaba y ella nunca me permitió hablar extensamente con el… pero a veces ella salía al baño, la puerta quedaba abierta y podía verlo, lo curioso es que el me miraba a mí. Cuando nuestros ojos se encontraban sentía que el buscaba en mi tanto como yo en él. Era una mirada capaz de atravesar concreto, firme, de esas que se forjan después de años y años de disciplina… ¿Cómo podía aquel chiquillo reflejar todo aquello? No tarde en deducir que solo era un pequeño amenazado, moldeado por el miedo hasta convertirse en un trozo de mármol. Ella había criado a ese niño para ser tan infranqueable como ella, seguramente porque Sebastian debió ser el único testigo de su verdadera personalidad. Él debía encubrirla tan perfectamente como lo hacia ella misma.

 Tome aire, estaba tan desconcertado que no podía argumentar nada.

-          ¿Por qué no lo alejo de ella?

-          Te lo dije, nunca pude probarlo.

-          ¿En todos esos años?

-          No había forma. A medida que Sebastián crecía fue perfeccionando las enseñanzas de su madre. Encubría todo de todos… Aunque yo podía verlo, el dolor en sus ojos, esos que me veían desde aquel recibidor. El continúo yendo hasta que tuvo más o menos 10 años. Luego comenzó a venir sola. Lo peor llego después. Cuando Sebastian cumplio 12 años su padre se suicidó.

 Estaba anonadado ¿Qué demonios era toda esta macabra historia?

-          ¿No lo sabias?

-          los rumores decían que abandono el colegio por dos años, a raíz de la muerte de su padre, pero jamás hablaron de un suicidio.

-          Lógicamente. No era algo para divulgar. Tengo entendido que solo la familia cercana supo la verdad. Pero aun asi esa no fue la causa, Sebastian dejo de asistir a clases años después, cuando cumplió 15. No exactamente por la muerte de su padre.

-          ¿Por qué fue?

-          Cuando él se suicidó todo se derrumbó. El dinero se volvió agua, Y ella se sumergió mas y más en ese lago negro que tenía por mente. Se confino a su casa, se aisló de todo. La seguridad social velaba por el pequeño sebastian pero en las visitas a su casa decían que todo era normal, que ella estaba deprimida, pero que el estaba bien, lucia tranquilo y hablaba muy propiamente de su madre y del esfuerzo que hacía por cuidarlo…

-          La encubría…

 El asintió sombríamente.

-          Pero parece que solo yo me daba cuenta y aunque segui insistiendo en que lo visitaran periódicamente, la respuesta era siempre la misma.

 Agito su vaso y lo seco de un sorbo.

-          En ese tiempo solo venia una vez a la semana, supongo que para demostar a los visitadores sociales de que estaba comprometida en superar la muerte de su esposo y cuidar amorosamente a su hijo. Pero a puerta cerrada en mi consulta, cada cosa que decía parecía destilar veneno e hipocresía… Su máscara tenia cada vez más grietas, mis preguntas la sacaban cada vez más de sus casillas… y yo estaba tan alarmado, por primera vez en mi vida sentía que no podía hacer nada… tome la taquera de mis récipes y comencé a recetarle medicina…

-          El alprazolam…

 Susurre inconscientemente, recordando la resistencia que le permitió vivir cuando intente intoxicarlo.

 El lo noto, pero solo me vio, asintió y siguió hablando.

-          Pense que era lo único que podía hacer, drogarla lo suficiente como para calmarla, para alejar su locura de aquel joven, Pero el camino al infierno esta pavimentado de buenas acciones ¿No es cierto?. Luego de seis meses, los visitadores sociales dejaron de seguir su caso, las visitas cesaron y de igual forma ella dejo de verme. No volvió a mi consulta. Al año y medio de comenzar con el tratamiento, ella ya se había convertido en una completa adicta. Se había encapsulado en su casa, y de algun modo siguió teniendo acceso a récipes para adquirir el alprazolam. Cuando sebastian tuvo 15 años se retiró de la escuela, ambos alegaron que el estaba muy afectado por lo de su padre, que la adolescencia sin el se estaba volviendo intolerable, y que ya no podía continuar. Claro que todo eso fue mentira. El se habia retirado solo para trabajar, y ella habia secundado eso, asumo que para ser mantenida por él y poder pagar su mierda. Cuando estuvo por cumplir 17 los de ayuda social fueron alertados de que un menor trabajaba y así descubrieron lo que ocurría. Obviamente nada paso, su madre y el convencieron a todos de que Sebastian había decidido trabajar, que había sido su forma de superar su crisis, algo totalmente voluntario. Los visitadores solo consiguieron que el volviera a estudiar, concretando incluso una beca, sin embargo el no dejo de trabajar a medio tiempo, siendo ya casi mayor de edad no hubo forma de evitarlo. Ella siguió en su casa, encapsulada del mundo… el continuo a su lado… hasta que todo colapso. Cuando el cumplió 21 los bomberos fueron quienes le encontraron, tirado en el patio de su casa mientras esta ardía. Ella murió, aferrada al marco de la ventana por donde Sebastian había escapado. No hizo nada por salir, solo se quedó ahí de pie, viéndolo, mientras ardía hasta calcinarse por completo.  El no tenía nada y entonces recordó mi nombre.

 Rellenaba su vaso mientras evocaba aquellos crueles recuerdos.

-          Encontraron el origen del incendio en el sótano, tal parece que todo se destruyó, pero me aseguraron que había cadenas enormes, vigas con soportes, y rastro de instrumentos que parecían salidos de una película de terror, o de un salón antiguo de tortura. Supe también por los médicos que su cuerpo entero estaba lleno de cicatrices. Allí donde la ropa le cubría, cicatrices con años de antigüedad delataban la barbarie de la que aquel chico de 21 años había sido víctima silenciosamente.

 

Nunca pregunte nada, nunca hice alusión al pasado. El comenzó a vivir con Grell y conmigo y le crie como a un hijo. Ambos fueron a la misma universidad, a la misma facultad. Siempre fueron mi orgullo, aunque siempre supe que jamás podría sacar todo aquel horror que se había anidado en él. Hay heridas que simplemente no pueden tratarse, solo se puede dejar pasar el tiempo y esperar… esperar a ver si te matan, o esperar a ver si cicatrizan. Así lo prefirió y así lo hice ¿Quién era yo para causarle más dolor? Vi al muchacho volverse hombre y aun lo miro a veces, y lo descubro mirándome, como cuando tenía seis años… Me duele saber, que aunque él no lo note, sigue gritando por ayuda…

 

Minutos atrás cuando venía sentado en aquel taxi solo quería un paradero donde poder ir a buscarlo, pero ahora, no lo sé, ahora estaba totalmente fuera de línea. La trama había dado una vuelta tan brusca que me Salí de ella. Está ahí, con la mirada perdida, escuchando una historia trágica sobre algun niño de Londres, pero era como si no supiese su nombre, como si no lo hubiese conocido.

 

-          ¿Por qué? ¿Cómo es que nunca se fue? Pudo irse al ser mayor de edad… pudo irse luego de la graduación…

 “siempre quise irme tan lejos como lo permitiera la beca”

 El había dicho algo así, lo dijo aquella vez que yo prometí seguirle…

 Mi corazón se estrujo dolorosamente ¿Por qué no te fuiste?

-          Bueno, yo no conozco la respuesta. Pero tal vez tu sí… ¿no fue cuando el se reincorporo que ustedes se conocieron?

 Contuve la respiración unos instantes… ¿por mi?

-          Yo… yo no puedo responder a nada, no lo conozco, no sé lo que piensa… alguna vez creí hacerlo pero no fue así y ahora  estoy tan confundido que no puedo si quiera separar lo que fue, lo que es y lo que he estado pensando durante todos estos años… todo está mezclado.

 El hombre se levantó bebiendo nuevamente y camino hasta el panorámico ventanal al fondo de la sala.

-          Sabes, cuando el comenzó a vivir aquí, luchaba cada día para parecer a gusto, guardando compostura, su calma, incluso forzándose a sonreír. Debía sentir mucho dolor y aun así se siguió comportando como cuando era un pequeño, resistiéndose a dar problemas, escondiendo todo lo que llevaba por dentro. Sin embargo había ocasiones en las que Grell y yo estábamos fuera de casa al mismo tiempo, y una vez volví justo para la hora de la cena. Recuerdo buscarlo y no encontrarlo y me pareció tan extraño, entonces escuche algo en el ático. Subí silenciosamente, abrí la puerta despacio y ahí le encontré. Sentado como lo haría un niño, solo en la oscuridad con un sándwich en la mano, rodeado de polvo y trastos viejos, mirando hacia afuera a través de la pequeña ventana ya empañada por los años. Me di cuenta que cuando Grell y yo no estábamos, sebastian se convertía de nuevo en un aislado cautivo por voluntad propia. Esa noche entre y me senté a su lado en silencio, no dijimos nada, solo compartimos a medias ese emparedado y por horas nos dedicamos a ver a través del turbio cristal ¿pero sabes que note también? Que esa mirada que clamaba por ayuda, se volvía más intensa… Era como si, estando ahí sentado, esperara por alguien. Descubrí que aquello era algo que hacía con alguna frecuencia, aprovechaba cuando estaba solo para subir y luego de horas de debatirse consigo mismo se levantaba, salía del ático y me prometía volver en la mañana. Nunca supe a donde iba, si iba solo o acompañado, pero siempre volvía con la mirada triste y cansada, como si hubiese seguido esperando toda la noche. Varios meses transcurrieron y entonces volví una costumbre llegar a tiempo para la cena, aunque luego de ello tuviese que volver a la clínica, pero siempre llegaba a cenar y siempre subía con él a su rincón, al principio solo había silencio, luego charlas triviales, después conversaciones cálidas acerca de nuestro día y más adelante incluso el fiestero Grell sacrifico algunas horas de su vida nocturna con el propósito de unírsenos; así fue como convertimos su guarida de espera y nostalgia, en nuestro rincón familiar… y por fin Sebastián dejo de mirar por la ventana. Con los años y el aumento de sus ocupaciones, todo quedo atrás y el ático relegado al olvido, como todo lo de aquellos días. Había dejado de esperar.

 

-          ¿Qué era lo que esperaba?

 Se humedecieron mis ojos al formular la pregunta, adolorido porque quizás…

-          No lo sé, pero viéndote aquí ahora… tal vez no era un “que” sino un “quien”

 Quizás yo conocía la sobrecogedora respuesta.

-          Tal vez Sebastian solo estaba esperando que ese alguien regresara…

 Trague aire y sentí una presión aún más dolorosa que cuando mis costillas quebradas fueron presionadas por michaelis aquella noche en que revelo sus intenciones contra mí y que no me había olvidado, que sabía que yo también le recordaba a él.

-          Tal vez lo odiaba demasiado… a ese alguien. Quizás solo quería que volviese para vengarse.

 El siguió de pie, y me veía con honesta calidez.

-          No podría asegurarlo, porque seguramente él tampoco lo sabe. Pero si tuviera que apostar diría que no… Mientras mi muchacho de 22 años veía por la pequeña ventana del ático, su mirada era la misma de aquellos días en el recibidor de mi consulta. Solo anhelando la ayuda que no era capaz de pedir.

 Estruje mi rostro… ¿Yo conocía esa mirada? ¿No es verdad que la viste esa madrugada? Había dicho que le seguiría, que nos iríamos lejos… Yo era ese alguien capaz de sacarlo de aquel tormento. Pero me fui. ¿Pero cómo podría haberme quedado? Luego de lo que vi… ¿Cómo podía un joven estúpido como el que yo era lidiar con todo eso? Nunca supe nada de esto y ahora lejos de aclarar las cosas me siento más perdido que nunca ¿puedo seguir odiándote? ¿Y si descubro que no puedo, que es lo que hare? ¿Si ya no es odio el que me ata a ti entonces que es lo que me obliga a seguirte?

 La cara me hervía, alce mi mirada y el seguia ahí, como un testigo silencioso de mis desconcertantes pensamientos. Como si pudiera ver cosas en mí, que ni yo notaba.

-          ¿Qué debo hacer? – pregunte cansado.-

-          Lo que tenías planeado, encontrarlo.

 Sonaba tan seguro al decirlo que sentí un escalofrió.

-          Una ayuda puede aguardar años… suspenderse en el tiempo y estirarse hasta el momento indicado. Tal vez el momento es ahora Ciel y lo más seguro es que te sorprendas al darte cuenta de que rescatando un alma, puedes rescatarte a ti mismo.

 Sus palabras sonaros como una profecía, como si el libro de nuestros destinos estuviese en su bolsillo y el ya conociera el final.

 Un sonido intermitente provino del bar y él se acercó, pronto note que se trataba de un teléfono.

-          No soy un amigo de la tecnología, pero en ocasiones resulta muy conveniente. Sebastian no apago su teléfono.

 Me levante al instante y camine rápido hacia él.

-          ¿Le dijo donde esta?

-          No es necesario.

 En la pantalla una aplicación tipo gps había rastreado el dispositivo de sebastian. La dirección era clara, lo extraño es que yo la conocía.

-          Pero no puede ser… ¿No se había incendiado su casa?  

-          ¿A qué te refieres?

-          Yo conozco esa dirección, íbamos siempre, era su casa.

 Guardo silencio unos instantes algo impresionado.

-          No phantomhive, esta no era su casa. Fue la casa de su abuela paterna. Al morir, ella se la heredo directamente. Supe que ella y la madre de sebastian siempre se odiaron, era el último lugar del mundo al que esa mujer entraría…

 Por eso jamás la vi… Sebastian me estaba alejando de ella… Ese lugar en el que tantas noches dormimos no era su casa… solo era…

-          Él lo llamaba… - dijo como si estuviese sorprendido…

 Su refugio. Dije en mi mente con firmeza.

-          Su refugio.

 Se giró viéndome, con una sonrisa complacida.

-          Así que ese era el lugar al que iba… al lugar que había compartido con ese “alguien” para que pudiese encontrarlo si volvía…

-          Yo…

-          No tienes que decir nada. Yo entiendo bien.

 Nos miramos sin decir una palabra y él fue hasta el bol donde reposaban varios juegos de llaves.

-          Parece que me equivoque al decir que dejo de esperar.

 Extendió unas llaves que eran sin duda del coche aparcado en la entrada y las depósito en mis manos temblorosas.

-          Ya he dicho todo lo que se, eso, sumado a lo que solo tú has visto de él, te convierte en quien más lo conoce… Ahora puedes ir y entre los dos descubran el resto.

 La sensación de incertidumbre era tan intensa que pesaba en mis venas.

-          Anda…

  Su sonrisa era la de un padre, me miraba como si hubiese encontrado la cura para el mal que aquejaba a su hijo desde hacía tantos y tantos años.

 Asentí y entonces comencé a andar hasta la puerta.

-          Y Ciel…- Dijo con voz firme desde el pasillo mientras yo abría la puerta. – Suerte a ambos.

 Le sonreí y Salí sin más.

 …

 Mientras conducía con manos empapadas en sudor pensaba en una sola cosa…

 ¿Después de todo lo que he escuchado y luego de que escuche el resto, que será de nosotros?

  Tanto odio marco nuestras vidas y nos acompañó hasta ahora… ¿Cómo de pronto podríamos evaporarlo? Y si lo hacíamos ¿Qué quedaría en ese enorme vacío?

 Si yo desaparecía ahora, seguiríamos llamándonos enemigos, no habría que dar explicaciones ni cuestionar todo lo que habíamos hecho.

 Era mucho más fácil, seguir odiándote, seguir culpándonos.

 El sol comenzaba a incendiar el cielo, el atardecer naciente traería consigo a la noche en muy poco tiempo.

  ¿Cómo, después de todo el daño que nos hicimos, habría espacio para el perdón?

 El cielo se fue tiñendo de rojo y quien sabe… tal vez la noche también lo haría.

 El gps marcaba la ruta hasta donde Sebastián aguardaba, y yo la seguí.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).