Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

La Brecha por malugr

[Reviews - 191]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Personas iban, personas venían; unos llegaban, otros salían... Otros se iban y jamás volvían. 


 Los pasillos blancos inmaculados de aquella clínica, corredores bañados en lágrimas y súplicas de quienes se aferran con fe a la vida. 


 patético... Susurraba muerte, que con bastante frecuencia era convocada a aquel lugar, donde se paseaba como un abanico de gélido disgusto que congelaba a su paso. Era como un susurro, un eco que se hacía más vigoroso en los oídos de quienes agotaban su tiempo en este mundo. 


 Le desagradaba profundamente aquel lugar, pues la osadía humana ahí se erguia con fuerza en su contra, retenian a aquellos que debían partir bajo su guía, retrasaban lo inevitable. 

 

 despreciables plagas... 


 Muerte rondaba siempre cautelosa, muchos de los que habitaban aquellos fríos cuartos pendían de un hilo, a punto de sucumbir ante ella, sujetos a penas a sus frágiles vidas por las patéticas maquinas humanas. 


 Sin embargo...


 Sus oscuros dedos se aferraron al marco de una puerta y su escabroso ser fue asomandose hacía el interior. 


 Aquella oficina no coincidía en absoluto con el resto de la clínica, no era del enceguecedor tono blanco que lo cubría prácticamente todo, este lugar era más bien oscuro. Las paredes casi totalmente cubiertas por bibliotecas de marrón caoba, repletas de libros de todas las épocas, los gastados lomos sobresalían de sus repisas, ofrecían a su lector un festín interminable de ideas, era casi apetitoso y aunque repudiaba la mayoría del tiempo a aquellas burdas criaturas, en ocasiones se entretenía con algunos de ellos, solo unos pocos humanos, de mentes muy brillantes o de vidas muy retorcidas, llamaban su atención, le divertían, le intrigaban. 


 En aquel lugar, donde la brisa no soplaba muerte parecía no sentirse tan disgustada. La madera de aquellos libreros parecía susurrar su nombre, y casi de forma imperceptible crujian al sentirla avanzar al centro de aquel lugar.


 Flotaba, como denso humo Negro en el centro de la habitación y con serenidad recorrieron sus perturbadores ojos aquel rojo diván... Si... Muchas almas perturbadas se habían recostado sobre el.


Estaba echó de Negro ébano que relucia en sus patas y algunas partes del espaldar y brazos, el resto era la suave y acolchada parte que lo recubria, de un espectacular y a la vez desgarrador tono escarlata que brillaba entre aquella opaca habitación. Lo único que lo separaba del suelo era la amplia alfombra de beige oscurecido tal vez por la antigüedad, pero que aún así parecía relucir en comparación al Negro suelo de granito perfectamente pulido. 


 Se respiraba angustia, aunque muchos mortales no lo notarian, ella podía prácticamente tocarla.


 La imperceptible muerte se quedó en aquel lugar, y contemplo más allá del diván al también de caoba escritorio, organizado y pulcro hasta el infinito, algunos papeles, una pluma, ninguna fotografía... Solo trabajo, solo listas de nombres, expedientes comunes y aterradores, un sin fin de desgraciados en lista de espera por ayuda y por supuesto la dorada inscripción con el nombre grabado de quien era dueño de aquel espacio.


 Su atención fue más allá aún, donde la prominente Butaca de cuero Negro permanecía dándole la espalda... Ahi estaba él... 


 Como un murmullo se acercó, comparada con ella, la durmiente respiración de aquel humano era un escándalo; ahora muerte estaba justo frente los ventanales, cubiertos por persianas oscuras que disminuían enormemente el paso de la luz y vio con interés el durmiente rostro que era tocado por algunos furtivos rayos de sol que lograba atravesar el denso manto de persianas.


 Su cabello oscuro, sus larga pestañas, la blanca piel, y la dura y fría expresión, que aún dormido no abandonaba su rostro... 


 Respiraba despacio, la fragilidad de los mortales era algo delicioso para muerte, un millar de cosas podrían acabar con la vida de aquella orgullosa criatura en ese instante, mientras indefensamente dormía... Pero no, Muerte se inclinó sobre aquella cara de duras facciones, y sólo le contemplo... De nuevo, como ya antes había estado haciendo. 


 Interesante mortal.


 Entonces, fue interrumpida por el sonido de la puerta. 


 Se alejó del durmiente hombre en la butaca y se fijó en la joven mujer, vestida completamente de blanco, que ahora ingresaba a la habitación tan silenciosamente como le era posible.  


 Avanzó hasta estar frente a frente con el escritorio y con manos ansiosas extendió la carpeta que sostenía hasta casi dejarla sobre más papeles.


 - ¿Que es? 


 Una voz gruesa y algo adormilada resonó tras la butaca. La joven se detuvo en seco, con ojos sorprendidos clavados en el Negro espaldar. 


 - Doctor lo siento, no quería despertarlo, solo venía a dejarle un expediente... Un paciente que quieren que usted atienda.

 

 - Ok. Lo revisare en un instante. 


 Sin más palabras la mujer se giró y camino hacia la puerta lista para salir. 


 - Ah y...


 Ella se detuvo y tímidamen dio vuelta, mientras la butaca iba girandose hacía ella. 


 El frío perfil de aquel imponente hombre fue revelandose.


 - Muchas gracias. 


 Implacables ojos de un frío gris aparecieron. 


 Estática, la mujer quedó atrapada mientras sus mejillas se coloreaban de un inocente rubor, cautivada por la expresión del hombre que esbozaba algo parecido a una sonrisa. 


 - N... No es nada, doctor. 


 Y avergonzada por su reacción frente a su observador abandonó la habitación. 


 La fingida expresión de gratitud se desvaneció del rostro de aquel hombre al verse solo, al creerse solo... 


 Grises ojos de contornos negros, a veces tan densos como metal, a veces tan claros como el volátil humo de un cigarrillo... 


 Muerte había visto ambas tonalidades, en varias ocasiones y permanecía junto al escritorio mientras él paseaba sus ojos sobre la clara carpeta en su mesa... 


 Se levantó en silencio, era un hombre notablemente alto, de espalda ancha y brazos fuertes y definidos. Recogió con elegancia la taza que en su escrito le esperaba solitaria, custodiando el amargo café que aún permanecía tibio. 


 Sorbio despacio mientras con elegante andar avanzó hasta la puerta de aquel lugar que era su consulta, solo para empujarla con decisión pues la joven había salido sin cerrarla por completo y a él, el bullicio exterior le perturbaba demasiado. 


 - Estúpida.- musito disgustado aún somnoliento.-


 Permanecío unos instantes con su espalda contra la puerta y ojos cerrados, como buscando energía en su agotado cuerpo que hacía días no salía de aquel lugar, paciente tras otro eran sus carcelarios y lo retenían entre esas paredes.


 Debía seguir, así que con una bocanada de aire aún viciado de cansancio avanzó hasta el lugar donde las carpetas agrupadas le esperaban... Mas nombres. 


 Muerte no tenía ninguna jurisdicción sobre almas vivas, no podía tomarlas antes de su hora, pero si que podía ser expectadora y aquel hombre había estado tantas veces al borde de besarla que muerte estaba acostumbrada a rondarle y a que el la rondara... Sin saberlo aquel hombre la había seducido tantas veces que ahora ella no se alejaba demasiado, porque cuando llegara el momento, no quería perderselo, no quería solo recogerlo, quería presenciarlo todo, quería estar ahí y ver el desenlace, como acabaría aquel peculiar mortal. 


 Un aullido inaudible atravesó el espacio, como escuchar el sonido de un hilo que era cortado a miles de kilómetros, así percibía muerte el llamado de aquellos que abandonaban el mundo terrenal, como si fueran hojas desprendiéndose de sus ramas. Era solicitada y su visita debía concluir... 


 Su oscuro ser, comenzó a diluirse, y parecía derramarse como espeso vapor Negro sobre el deslumbrante y escarlata diván hasta más allá del suelo. 


 Mientras iba desapareciendo examinó otro poco al humano, ahora él se recostaba en su hombro sobre el ventanal y persianas. El sostenía en una mano su taza y en la otra la más reciente carpeta que habían depositado en su escritorio. 


 Hubiese engañado a cualquiera, le hubiera podido mentir a todos en ese vacío mundo, pero mientras las escabrosas cuencas vacías de muerte se deshacian, yéndose con el resto de su ser, pudo ver un brillo extraño en el rostro de aquel humano y en sus grises ojos deslumbrantes pudo leer lo que él leía al encabezado de aquella carpeta. 


 "Ciel phantomhive"


 A ella la vida no le interesaba en absoluto, pero terminó de desintegrarse pensando que no había duda de que en ocasiones podía ser mil veces más aterradora que la misma muerte y que aquellos que estaban destinados a destruirse no tenían forma de escapar, sin importar que tan lejos huyeran... 


 Y así como llegó, se fue, nuevamente sin ser notada, pero con un "hasta pronto" grabado en su seca boca, dedicado especialmente a aquel mortal. 


 El tomó un sorbo de café y sus ojos se perdieron entre los espacios de las persianas, lejos en el horizonte, viajó tan lejos tratando de encontrar algo que creyó perdido, tan absorto que no notó cuando su puerta se abrió. 


 Un pelirrojo hombre de bata blanca ingreso y con bastante seguridad siguió hasta el fondo de la estancia dónde estaba el pelinegro carpeta en mano. 


 - ¿Que te parece su expediente? 


 Los grises ojos chocaron de inmediato con el suave tono caramelo de los de Grell. 


 - Interesante. -Musito.- 


 - Esta en rehabilitación física, pero no creo que eso te impida conocerlo e ir fijando algunas teorías. 


 - Claro. 


 - No se cuanto puedas avanzar, esta algo estresado, no parece cómodo con la idea. Debes ser cauteloso, no queremos empeorar su condición. 


 - Seguro que no. 


 El clavo sus ojos en su café.


 - ¿Te encuentras bien?. - Pregunto algo confuso Grell, que aunque estaba acostumbrado a la apatica actitud de su colega, no pudo evitar interesarse.-


 En un sorbo acabo su café y dejó tanto la taza como la carpeta sobre su escritorio. 


 - Por supuesto ¿Cuando planeas que le vea? 


 - ¿Que tal ahora?


 - Bien... - Se dirigió con un andar más enérgico de lo usual hasta el perchero al otro lado de su Butaca. Y tomó la blanca bata que colgaba junto a una chaqueta. 


 - ¿Es eso entusiasmo, lo que noto en ti? 


 - No creo que lo sea en verdad.- murmuró con sarcásmo y desinteres mientras soltaba las mangas de su camisa, que habían estado recogidas a la altura de sus codos.- 


 - Bueno, quien sabe. Este puede ser el reto que necesitas.


 Se colocó la bata y fue Grell quien avanzó primero hacía la salida con el pelinegro siguiéndole los pasos mientras abrochaba sus botones. 


 - Estimamos que haya perdido unos 10 años de memoria. Sin duda será difícil recuperarlos.


 Una sátira sonrisa que Grell no pudo ver se dibujó en el rostro de su acompañante que ahora cerraba la puerta. 


 - No te preocupes. - Habló calmado. - Te aseguro, que no se irá de aquí sin que sepamos absolutamente todo lo que ha estado haciendo... Me encargare de eso. 


 Ambos hombres comenzaron a andar... A sus espaldas quedaba aquella oscura oficina, el diván escarlata y sobre el escritorio el nombre de quien dominaba aquella habitación... 


 "Dr. Sebastián Michaelis. Psicoanalista"  



---


 Lejos, muy lejos de la realidad, una escena se reproducía, y yo era parte de ella... 


 " - Basta, basta... Vas a matarlos basta"


Era mi propia voz, 


 Podía escuchar los golpes impactar contra los rostros de aquellos jóvenes.


 " - Pero ellos... "


  Huesos quebrarse tan vividamente que mis tímpanos eran aplastados por los crujidos... 


 " - Solo detente"


 Miedo, miedo, miedo ¿Porque no salía corriendo? 


 " - Si vas a defender a esas basuras..."


 ¿Porque no me voy de ahí? 


 " - ¡Será mejor que entonces tomes su lugar!" 


 La sombra sin rostro, con fuerza me sujeto, con rabia, con locura... 


 " - ¡No, para con esto, basta ya no! ¡No! Sebastián ¡Noo! -"



 


 - ¡NOOO! 


 Jadeaba con fuerza e instintivamente mis manos fueron a mi pecho, sentí con miedo el imparable latir de mi corazón y por un segundo estuve seguro de que me infartaria.


 El sudor se deslizaba por el borde de mi cara hasta mi cuello, me sentía ardiendo y al mismo tiempo me congelaba. 


 "Fue sólo una pesadilla" me dije a mi mismo luchando con mis escalofríos. Una malditamente horrible pesadilla. 


 ¿Porque? ¿Que había sido aquello? 


 Tome aire tratando de volver a mis cabales, me sentía paranoico, desligado completamente de la realidad, no había nada en mi vida y lo poco que quedaba me aterraba... Era una insana locura. 


 Me incorpore y sentado sujete con fuerza una de mis rodillas... Maldito cuerpo. 


 La frustración se adueñaba de mi, parecía que de pronto no era más que un juguete de la vida que se empeñaba en mantenerme aquí, postrado, encerrado, confinado a los límites de un cuerpo destrozado, una mente mutilada y un alma corroida por el arrepentimiento; en este estado era poco más que nada, insuficiente incluso para mi mismo.


 Maldita sea. 


 La puerta comenzó a abrirse y mi respiración se detuvo en ese instante, que anguatiosamente, me pareció una eternidad. 


 - ¿Como estas? 


 Era mi madre... 


 Force una sonrisa, note que me veía con algo de temor lo que no me extraño, seguramente mi semblante no era el mejor en este momento.

 

 - Hola, mamá. 


 - Estás algo pálido cariño.


 - No, todo está bien. 


 Se acercó y beso mi frente, un acto más tranquilizador de lo que hubiese esperado y luego se sentó en la silla junto a mi cama. 


 - ¿Y papá? 


 - Oh, se detuvo por un refresco en una máquina del pasillo, ya viene, desea mucho saludarte. Has dormido bastante desde ayer. 


 - ¿No han ido a casa? 


 mamá guardo silencio.


 - Nos hemos estados turnando, no queremos dejarte del todo solo, por si nos necesitas.


 Sostuvo mi mano y en respuesta estreche la suya con suavidad.


 - Sabes que lo aprecio, pero también deben descansar, no es como si fuera a pasarme algo aquí. 


 - Lo sé, es solo que es muy pronto, aún estamos conmocionados.


 - Entiendo, pero ya pasó, estoy bien.


 Se levantó y me abrazo, comprendía perfectamente el drama por el que habían atravesado, sabía de su angustia así que sólo me hundí en su pecho y la rodee también con mis brazos. Había momentos en los que hablar no era lo oportuno y este era uno de esos dónde solo se necesitaba de tacto y calor humano para revitalizar los ánimos caídos. 


 La puerta crujio y suspire despacio, me avergonzaba un poco que papá viera tal escena pero antes de soltarme y poder alzar mi cabeza, fue mi madre quien habló. 


 - Oh, doctores ¿como están?


 ¿Doctores? Pregunté para mis adentros mientras mi mente se estremecía 


 - Muy bien, muy bien.- sonó jovial la voz de Grell. -


 Pero...


 - Bien gracias.- respondió con absoluta serenidad una voz extraña.- 


 Mis dedos se engarrotaron, aferrándose con desdén a la camisa de mi madre, negándome por completo a levantar el rostro, hundiendome con más ahínco en su pecho.


 - ¿Ciel, estas bien?. - Habló mi madre.- 


 - ¿Acaso se siente mal?. - La voz de Grell.-


 - No, no lo parecía, solo estaba algo palid...


 - Estoy bien. - Murmure, con una voz comprimida que luchaba por sonar segura.- Solo me maree un poco. 


 Madre río bajito y sus manos acariciaron mi cabello.


 - Cariño, han venido a verte.


 - Lo sé...


 Mis brazos se soltaron, mi cara abandono la seguridad del tibio pecho de mi madre y mis ojos entrecerrados se abrieron totalmente ante mi realidad, ante aquel par de hombres.


 - Ciel phantomhive. - Habló Grell a quien no gire ni a ver pues mi mirada se clavó al instante en los pies del hombre a su lado y comenzó a subir el tortuoso recorrido desde ahí hasta a aquel rostro que me aterraba conocer... ¿O reconocer? 


 Con párpados temblorosos me detuve en su quijada.


 - Te presento a Sebastián Michaelis. 


 Nuestros ojos se encontraron y todo en mi cuerpo se descompenso. Una mirada densa, el frío gris, como formado por pirita de sus ojos, y el azul zafiro de los míos, chocaron con rabia, como si pudieran unirse, como si violentamente se saludaran.


 Mi exterior luchaba por mantener la compostura,mi interior estaba de nuevo ahí, de rodillas frente al gigantesco manto rojo que poco a poco se fue desprendiendo. 


 Aquel hombre de Negro cabello y tes de mármol avanzó hasta el borde mi cama.


 La oscura sombra que sujetaba a mi juvenil yo, poco a poco se fue coloreando, la cortina violentamente se rasgo y ahora la obscura criatura de mis recuerdos era libre y se mostraba abiertamente ante mi, mientras continuaba asfixiando a mi otra versión.


 - Mucho gusto ciel. - E hizo un gesto con su cabeza.- Será un placer ayudarte en tu recuperación.


 Dentro del paralelismo, era mucho más joven, joven como el otro yo al que estrangulaba, pero esos ojos no podían existir dos veces en esta tierra, tenía que ser él. 


 " - No te preocupes... Yo cuidare bien de ti."


  - No te preocupes... Yo cuidare bien de ti. 


 Ambos sonrieron, tanto en mi mente como en la difusa realidad, mientras corearon al mismo tiempo aquella frase que aunque parecía querer confortarme, solo podía sonarme como una amenaza llena de veneno... 


 Ya no había manto rojo... Ahora sólo estaban mis sórdidos recuerdos esperando ser revividos, bajo aquel invierno gris.


 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).