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Vida De Perro por LePuchi

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Notas del capitulo:

¡Buenas gente!   ¿Qué tal han estado? Espero que muy bien y si no es así permanezcan fuertes que ningún problema dura para siempre.   Ya sé, ya se, he tardado mucho en subir un nuevo capítulo, pero es que la verdad me costó bastante terminarlo, de hecho, está bien fresco, lo acabo de terminar hace nada y en compensación por la demora decidí no dividirlo en dos partes como originalmente tenía planeado, así que espero no se les haga pesado leerlo.   Cómo premio para mi por terminar me iré a comer una pizza. En fin ya no me extiendo más porque sí no esto sería tan largo como el capítulo mismo. Disfrútenlo chicos y chicas, nos leemos más abajo.

Renegué, frotándome los ojos con pesar, moviéndome para cambiar de posición sobre la cama viendo ahora el techo en lugar de la pared. Toda la habitación estaba en penumbras, pero mi vista se había acostumbrado de sobra a la oscuridad y podía distinguir perfectamente las siluetas de todas las cosas que estaban dentro aun así cerré los ojos desganada, yo solo quería dormir, había sido otra de esas noches fatales en las que no conseguía dormir más que un par de horas y despertarme súbitamente, sin lograr alcanzar el sueño profundamente reparador que tanta falta me hacía.

 

Pero no, no importaba cuantas vueltas diera en la cama, sabía que al final no lograría descansar del todo, había dos asuntos que me lo impedían y eran tan problemáticos que necesitaba desesperadamente hallar una salida aun si ello significaba pasar en vela las veinticuatro horas del día buscándola.

 

Luego de un tiempo más que considerable, Yazmin había vuelto a aparecerse en el horizonte de mí vida, tan oportuna como siempre para recordarme que estaba allí y que la cuenta regresiva para su regreso estaba cerca del final. Se suponía que debía alegrarme y lo hacía, juro que sí, cuando me dijo; «Volveré antes que te des cuenta» alegría fue lo primero que sentí. Finalmente el día prometido estaba cerca de llegar, luego de dos años transcurridos tan rápido como un pestañeo, ahora podríamos establecernos y quizá cumplir con las millones de expectativas con las que mi corazón se había ilusionado a pesar de saber que las expectativas rara vez son cumplidas.

 

Pero eso no era todo lo que perturbaba mis sueños, el recuerdo de la última cita con Andrea también me perseguía y no de manera especialmente agradable. Aquella sensación que había surgido en el campanario no me abandonaba y me molestaba más de lo que debería, a pesar de intentar alejarla de mi mente por todos los medios, aunque tratara de suprimirla con todas las fuerzas que tenía, aún si intentaba rellenar con mentiras el hueco que se abría hacia una realidad que no quería ver. Porque ese era el problema yo realmente no quería aceptar nada de lo que sentía. La cuestión problemática era que ahora que mi cerebro había vuelto consiente lo que sentía por la diseñadora, poniéndolo sobre la mesa de lo que no podía pasar por alto más tiempo, la fingida ignorancia se había terminado, ahora no importaría cuánto hubiese fingido no notarlo antes, en ese momento preciso del campanario las cosas se volvieron tangibles, reales y difíciles de ignorar.

 

Así que todo se resumía a una sencilla certeza: Andrea Tolento me gustaba, me gustaba mucho más de lo que estaba dispuesta reconocer y eso no era nada bueno.

 

No supe bien el momento exacto en el que me venció el cansancio, pero volví a la conciencia gracias a algunos golpes que se escuchaban provenientes de la cocina del apartamento.

 

Me levanté a mala gana, seguro serían los Radosta buscando algo comestible.

 

— Chicos —protesté en medio del pasillo que separaba la habitación del resto de la casa—. Ya saben que tienen vía libre para saquear mi nevera cada que lo necesiten, no me molesta. Pero ¿podrían hacer sus actos vandálicos en silencio? Tuve una pésima noche y me gustaría dormir hasta que el mundo se acabe así que por favor...

 

Evidentemente no fui capaz de terminar mis alegatos, pues al mirar la comitiva que se había reunido en la mesa del comedor me quedé sin habla. Casi seguro estaba soñando y el cansancio me había jugado una mala pasada porque lo que veían mis ojos era imposible, era ridículo que los dueños de esa cabellera rubia, esas bermudas desgastadas y esas cejas oscuras en un permanente ceño fruncido estuvieran realmente sentados en la mesa de mi comedor.

 

— ¡Hey gruñona, buenos días! ¿dormiste bien? —Alex me daba los buenos días desde su lugar, porque como cabía esperar los mellizos Radosta se encontraban allí también.

 

Yo seguía adormilada y estupefacta, por lo que mi cerebro se negaba a funcionar debidamente.

 

— ¡Sara! —Gwen Chambers saltó, literalmente, de la silla y me envolvió en un efusivo abrazo—. ¡Siento que ha pasado una eternidad desde que nos vimos!

 

Las neuronas en mi cerebro tardaron un segundo más en asimilar lo que estaba pasando y cuando lo hicieron le devolví el abrazo a Gwen. Por un efímero instante me sentí de nuevo en Bahía Plak, con el sol calentándonos los hombros, el agua salada envolviendo nuestros pies y a pesar de no haber transcurrido demasiado de aquel caluroso recuerdo a mí me parecía que toda esa aventura había sido mucho tiempo atrás.

 

— ¡Que gusto me da volver a verte! —me besó la mejilla.

 

El par de cejas rojizas enarcadas por la familiaridad con que la rubia me trataba no pasaron desapercibidas a mis ojos.

 

— También me da gusto verte Gwen —le sonreí sincera.

 

— Vayámonos BB, sólo le da gusto ver a la chica, debimos imaginarlo —gimoteó Matt cubriéndose el rostro con sus manos.

 

Bernardo puso los ojos en blanco y se levantó, extendiéndome su mano para que la estrechara:

 

— Hola Sara —dijo.

 

— No seas tan hosco Doble B, dale un abrazo —Matt le empujó la espalda provocando que, a regañadientes, Bernardo me diera un abrazo.

 

— Es bueno verte —me susurró.

 

— ¡Ya, ya! ¡Quítate! ¡Es mi turno! —reclamó Mauricio apartándolo.

 

Matt, al igual que Gwen, me abrazó con efusividad, tanta que me levantó del suelo por la emoción.

 

— ¿Cómo es que están aquí? —les pregunté una vez nos hubimos terminado de saludar. No presenté a los mellizos puesto que a estas alturas y conociéndolos como los conocía seguramente ya sabrían los pormenores de la vida de cada uno de los mienbros del cubil.

 

— Me los encontré tocando a nuestra puerta cuando volvía del trabajo —explicó Alex.

 

— ¿Cuándo volvías del trabajo? —me extrañé. Alexander volvía hasta la tarde del trabajo y aún era temprano por la mañana ¿no?

 

Miré el reloj de pared. Increíblemente marcaba las tres en punto de la tarde, había dormido más de lo que pensaba y sin embargo seguía sintiéndome abatida.

 

— Sí, dicen que estuvieron así un rato hasta que llegué yo y me preguntaron por ti, les aclaré que tu apartamento era el de enfrente. Llamamos a la puerta, no abriste obviamente, así que supuse que tal vez no estabas en casa, pero los invité a pasar para esperarte dentro... así que aquí estamos —algunas veces, en algunas situaciones particulares, el gemelo mayor me parecía demasiado confianzudo.

 

— Luego llegó ella —Matt señaló a Victoria—, y nos sorprendimos un montón ¡son como dos gotitas de agua!

 

— Eso pasa con los mellizos Mauricio —le dijo Bernardo.

 

— Ya lo sé, pero es muy divertido —se rió.

 

— ¿De dónde sacaron eso? —señalé la caja de rosquillas que yacía vacía sobre la mesa—. ¿Las trajeron ustedes?

 

— Oh, no, son cortesía de tu novia —me informó Gwen.

 

— Traía unas pocas en esta caja, pero dijo que no alcanzarían así que fue a comprar más para todos, es una chica adorable —Matt se relamió los labios tras dar el último bocado y yo me estaba perdiendo de algo, evidentemente.

 

¿Era acaso que Yazmin había vuelto mucho antes de lo que esperaba? No creía, aunque me parecía la única explicación razonable a que los miembros del Cubil mencionaran a mi novia. Miré en dirección de los gemelos esperando encontrar una respuesta a mis dudas, pero lo único que vi fueron sonrisillas sospechosas y miradas esquivas. Incluso Victoria parecía divertida con la situación y eso era aún más raro pues siempre tenía un rostro pétreo al mencionársela, ya ni hablar de estar en su presencia porque todo eran peleas y malas caras. Así que ¿qué demonios estaba pasando? ¿Habría madurado y dejado su rencor infundado por fin? No, Vic no era de esas personas, si te odiaba te lo decía a la cara y no dejaba de detestarte a menos que le salvaras la vida o algo parecido.

 

Mis cavilaciones no llegaron a nada y entre la conmoción de pensamientos alguien golpeó la puerta de entrada, pero no fui capaz de moverme.

 

— ¿No vas a abrir? —me cuestionó Alex.

 

— Seguro que es su novia —le susurró Vic, aguantando la risa.

 

Enarqué una ceja, caminé a la puerta, corrí los cerrojos y por supuesto me encontré con lo inesperado al otro lado.

 

— ¡Buen día! ¿Dormiste bien? —Andy Tolento me saludó con su siempre reconfortante mirada verdosa y después levantó sonriente una bolsa plástica mostrándomela—. ¿Puedo? Traje el desayuno, aunque más que desayuno creo que será merienda —me hice a un lado para dejarle pasar—. Volví chicos, les traje más rosquillas y comida para siete.

 

Los reunidos en el comedor dieron palmadas y vítores como respuesta hacia su anuncio. Los Radosta se carcajearon al ver mi cara de confusión.

 

Parpadeé, medio entendiendo la situación y un escalofrío extraño me recorrió el cuerpo al pensar en Andrea Tolento como mi novia.

 

— ¿De qué tanto se ríen par de tarados? —les golpeé en la cabeza cuando volví a acercarme a la mesa—. No es que no me alegré verte, pero ¿qué haces aquí? —le pregunté a la diseñadora.

 

— Pensé que como no irías ni a la preparatoria ni al laboratorio hoy, podíamos hacer algo juntas. Y ya que nos terminamos la lata galletas de hace dos días quería traerte más para el desayuno pero no quedaban por eso traje rosquillas, cuando abrieron la puerta y me encontré con ellos estaban hambrientos por eso les dejé comerlas.

 

— No esperaba verte hoy.

 

— ¡Oye! No seas ruda con tu novia, ella sólo vino a verte —me reprendieron al mismo tiempo Matt y Gwen.

 

— ¿Su qué? —Andy detuvo su labor de sacar la comida y se volvió para mirar a Mauricio con un estupefacto sonrojo.

 

— Su novia, su chica, su media naranja, su alma gemela o cualquier cursilería que aplique en su situación —reafirmó Bernardo.

 

Andy me miró inquisitiva, con el rubor aún en las mejillas, yo me encogí de hombros, tampoco sabía de donde habían sacado semejante conclusión.

 

— Chicos —carraspeé—, ella no es mi novia.

 

— ¿A no? —Gwen señaló a los mellizos—. Ellos dijeron que lo era.

 

Sí, ese par de cabrones pelirrojos, no me extrañaba en absoluto que estuviesen detrás de la confusión.

 

— ¿Entonces no eres Yazmin? —preguntó Gwen.

 

Mi semblante debió sufrir una transformación enorme al escuchar ese nombre porque de pronto todas las miradas estaban sobre mí.

 

— No, no soy —aclaró—. Mi nombre es Andrea Tolento, soy —aquí Andy se detuvo, hizo una mueca que parecía ser disgusto, luego pasó a ser algo más similar a la resignación y dijo—: Soy amiga de Sara

 

— ¿Entonces dónde está tu mujer eh? —Varjos se volvió a mirarme con las cejas alzadas—. ¿Es ella?

 

Señaló a la melliza, ella sonrió con suficiencia y antes de poder decir algo puse mi mano sobre su boca para callarla.

 

— No, tampoco es ella. Yazmin no está, todavía está fuera por lo de su empleo.

 

— ¿¡Y sigues con ella!? —exclamó Gwen—. No puedo creerlo, mira que eres paciente Sara.

 

Me reí incómodamente, tal vez la paciencia se me estaba terminando por fin.

 

— Pensar que me dejaste sola en Bahía Plak por esto.

 

Las caras de sorpresa fueron totales, la mía incluida.

 

— Un momento, espera, espera. ¿De qué diablos estás hablando? —exclamó Bernardo, era la primera vez que lo veía alterado por algo.

 

— ¿Gwen y Sara? ¿Sara y Gwen? ¿Acaso el mundo ha enloquecido? —Matt también estaba pasmado, parecía incluso al borde del colapso—. ¿Cómo es que no nos dimos cuenta Doble B?

 

— Eso es porque no tuvimos nada tontos —explicó la rubia—. No tuvimos nada porque Sara decidió regresar a esperar a su novia inconstante, pero cuando se decida a dejar de esperar evidentemente yo me convertiré en su novia porque estoy primera en la lista de espera.

 

¿Qué?

 

— ¿¡Tú!? ¿¡Primera en la lista!? Por favor linda, no me hagas reír —la pelirroja hablaba con ese despreciable tono altanero e irónico que adoptaba cuando alguien decía alguna tontería en su presencia—. Para tu información, querida, la fila es muy larga y si alguien está primera soy yo. Así que fórmate a esperar o mejor aún resígnate.

 

Me llevé una mano a la frente, sintiendo entre vergüenza ajena y sorpresa, pidiéndole a la tierra que me tragase hasta los confines del infierno o alguna cosa parecida. Definitivamente esto era un sueño uno excepcionalmente chocante.

 

— No sabía que fueses tan popular —me susurró Andrea.

 

— Tampoco yo lo sabía —en serio, estaba tan asombrada como el resto—. Esto es absurdo, ¿no estoy soñando no?

 

— A menos que tengamos el mismo sueño no lo creo.

 

— No dormí lo suficiente para esto, pero en fin, dejemos que se peleen un rato, se les pasará — o eso suponía al ver a las dos mujeres discutiendo sobre cosas sin sentido.

 

Mientras tanto, ni Matt ni BB salían del asombro y Alex estaba aprovechando muy acertadamente la ocasión para comerse, con singular alegría, lo que Andy había llevado, si la pelea se alargaba un poco más nos dejaría hambrientos a todos. Por eso antes que terminara de devorar toda nuestra comida adelanté el brazo para tomar un par de las rosquillas restantes: manzana con canela para ella y rellena de crema blanca para mí

 

— ¿Entonces qué quieres hacer hoy? —le pregunté tras darle el panecillo.

 

— ¿Saldremos?

 

— Claro que sí, ¿por qué no habríamos de?

 

— Tienes visitas.

 

— Créeme, prefiero salir contigo que tener que soportar a ese par todo el día. Además es agradable salir de la rutina contigo y me vendrá bien algo de aire.

 

Tolento no dijo nada, lo más probable era que estuviera maquinando un plan alocado que hacer, por esa razón tampoco yo hable y continué comiéndome mi rosquilla.

 

— Sara, tengo que pedirte algo —asentí—. ¿Podrías incluirme en esa lista?

 

Fruncí el ceño desconcertada por su petición.

 

— No tengo ninguna lista, Andy.

 

— Pero, si la tuvieras.

 

— ¿Por qué querrías estar en ella?

 

— Tú estarías en la mía.

 

Tosí al escucharla, había tragado de golpe el dulce trozo de masa azucarada debido al asombro porque definitivamente no me esperaba una respuesta así. Tosí un poco más hasta recuperarme y la miré a la cara, buscando es sus ojos alguna prueba que me confirmara que estaba bromeando. No la había, sólo me devolvía la mirada con seriedad. Sonreí bobaliconamente sin poder evitarlo, si aquellas palabras no eran broma significaría que yo también le gustaba a ella. Pero el júbilo me duró más bien poco pues un instante después de comprender aquello tuve la certeza de que si en verdad le gustaba igual que a mi ella las cosas no dejarían de ser complicadas e inclusive se tornarían todavía más extrañas.

 

— Deja de mirarme tan fijo —protestó.

 

— No te estoy mirando —sí, sí lo hacía.

 

El ruido de los alegatos parecía haber cesado, aunque la verdad yo estaba demasiado absorta en Andrea cómo para darme cuánta de resto del mundo.

 

— Si esa lista existiera, que no es así, tendría un solo nombre en ella —yo sí bromeaba pero ella se lo tomó al pie de la letra.

 

— ¿Yazmin? —preguntó con una mueca.

 

Negué, también con una mueca.

 

— Tampoco sería el de ellas —incliné la cabeza hacía donde Victoria y Gwen estaban sentadas.

 

— ¿Entonces? —entornó los ojos—. No vas a decírmelo ¿cierto?

 

— Es un secreto.

 

— No es justo.

 

— La vida no es justa —concluí dando un mordisco a la rosquilla.

 

Andy rió.

 

— No puedes decir cosas tan serias y luego llenarte el mentón de azúcar, ven aquí —me incliné hacia ella.

 

Pasó el pulgar sobre mí barbilla, increíblemente despacio como para permitime deleitarme con su tacto, pero al terminar de recorrerla no apartó su mano, la dejó allí, en el límite del cuello y la mandíbula. Percibí mi propio pulso latiendo alocado bajo sus dedos y Andrea lo percibo igual, sus sonrojadas mejillas así como mi desbocado corazón peleando por salirse de mi pecho eran cómplices de aquel momento.

 

El tiempo se congeló; y aunque en el transcurso de las horas ese curioso fenómeno habría de repetirse tres veces más aquel instante fue el que trajo consigo la primera de las revelaciones que mandarían toda mi estable y rutinaria vida al fondo de la papelera. Aunque antes estaba bromeando decubrí que efectivamente había un solo nombre en aquella lista inexistente y lastimosamente no era ni el de Yazmin, ni el de Victoria Radosta, ni el de Gwen Chambers.

 

Era el suyo.

 

Nos quedamos así a saber cuanto tiempo, sin movernos, únicamente mirándonos a los ojos. Hasta que el sonido volvió a entrar en mis oídos.

 

— ...no se tú, Vic, pero yo no puedo oponerme a eso —escuché a Gwen hablar a lo lejos y por el diminutivo aquello iba dirigido a Victoria—. Creo que ya sabemos quién está primera.

 

— Hacen buen par no lo voy a negar —esa era la voz de Victoria.

 

— Nadie lo negaría —confirmó Matt y aunque no podía verlo sabía que sonreía.

 

— ¿Cómo es que dice que no es su novia? —se extrañó BB.

 

— Si me preguntan a mí, digo que son idiotas, nosotros lo notamos pero ellas parece que no —esta vez era el mellizo mayor quien hablaba y tras sus palabras se escuchó una especie de murmullo general en el que todos parecían estar de acuerdo con lo dicho.

 

— ¡¡Consigan un hotel tórtolas!! —Victoria Radosta, siendo tan ella misma, había conseguido reventar contundentemente la pequeña burbuja de encanto que nos habíamos formado. Una parte de mí maldijo su estampa pero otra le estaba infinitamente agradecida—. Creo que me saldrán caries de tanta miel.

 

La rubia pasó su brazo por encima de los hombros de la pelirroja atrayéndola hacía si en un afectuoso abrazo, como si fuesen grandes amigas de toda la vida.

 

— Comparto tu sentir.

 

Sacudí la cabeza, tratando de centrarme de nuevo, intentando apartar la certeza con que me había creído que el nombre de Andrea era el único nombre que quería ver al lado del mío y decidí cambiar el tema antes de que las cosas siguiesen el mismo caudal.

 

— Ahora en serio chicos, me alegra verlos y todo pero quiero saber ¿qué hacen aquí en verdad?

 

— Es muy sencillo —empezó Matt—. ¿Recuerdas el trato que planeábamos hacer con la cadena hotelera?

 

— Cómo podría olvidarme, planeábamos persuadir a los hombres de Cristophe para que construyeran unos hoteles que no tuvieran un impacto negativo en la bahía, pero mi contrato finalizó antes de que lo consiguiéramos.

 

— Un momento, un momento —interrumpió Andy, ahora que el tema habíamos dejado de ser nosotras y nuestra confusa relación parecía más relajada—. ¿Cristophe? ¿No será Cristophe Barlow?

 

— De carne y huso —confirmó Doble B.

 

— Barlow —repitió Victoria—. ¿Por qué me suena familiar?

 

— Quizá porque es el nombre de una de las cadenas hoteleras más prolíferas del mundo y porque es ese edificio del centro donde le gritaste a Rick Aranda, tu ex compañero, por ser un imbécil la semana pasada —le recordó su mellizo.

 

— Oh, sí, el edifico elegante donde sirven buenas margaritas ¿correcto?

 

— Tienes una manera rara de recordar las cosas Vic, pero sí ese mismo —asentí.

 

— ¿Y qué hay con ello?

 

— Pues por eso estamos aquí, una o dos semanas después de que Sara se fuera los abogados volvieron a vernos así que se los volvimos a planear —continuó Varjos.

 

— Y su respuesta fue no, obviamente —dijo la rubia.

 

— Me da la sensación que nos perdemos una parte de la historia ¿no? —preguntó Alex.

 

— Somos insistentes así que no le quedó más remedio al manda más que aparecerse por la bahía.

 

— Y por insistentes quiere decir que aquí a esta rubia loca se le ocurrió la flamante idea de encadenarnos a una palmera —BB señaló a Gwen quien sonreía orgullosa de si misma—. Matt le siguió la corriente, por supuesto y luego me obligaron a mí a hacerlo.

 

— ¡Cómo en las películas!—se carcajeó Mauricio.

 

Hubiera pagado por ver a Bernardo en esa situación.

 

— ¿Y qué pasó? —curioseó Victoria.

 

— Accedió —respondieron, sonrientes, al unísono.

 

— ¿Cómo? —preguntamos, incrédulos, nosotros.

 

— Así como lo escuchas —afirmó Doble B, creo que era una de las pocas veces que le había visto hacer ese gesto tan extraño que representaba en él una sonrisa—. Al final valió la pena el esfuerzo de quedarse sentado al sol con un montón de arena en el trasero.

 

— Increíble —sonreí.

 

— Es más que eso, es magnífico —asintió Alex.

 

— Y digno de celebración —Victoria puso esa sonrisa suya que no indicaba precisamente cosas buenas.

 

— Si no recuerdo mal en algún sitio del acuerdo hablaba sobre quedarse ustedes allí como encargados ¿no? —el terreno de Bahía Plak, evidentemente, no tenía ningun dueño pero el grupo al que pertenecían los muchachos había estado luchando por proteger esa franja de tierra durante muchos años y ninguno de los tres tenía realmente otro sitio al que ir si aquello se terminaba por eso me alegraba tanto por ellos.

 

— Así es, creímos que no respetaría esa cláusula pero no le puso ninguna traba.

 

—¡Joder! Entonces los tres son socios del magnate Barlow —era impactante e impresionante que hubieran logrado convencer a un tipo que se rumoraba tan duro en las negociaciones. Sin embargo, recordando la determinación que tenían la última vez que nos viéramos ya no me sorprendía tanto.

 

— Los cuatro —corrigió Gwen señalándome.

 

— ¿Disculpa?

 

— Lo discutimos luego que dijeran que sí al trato —ahora hablaba Bernardo de nuevo—. Y llegamos a una conclusión unánime luego de no muchas consideraciones.

 

— Tú también eres parte del Cubil —la mesa no era tan grande, por lo que Gwen se inclinó sobre ella y pudo tomar mi mano sin ningún inconveniente.

 

— Pero yo no...

 

— Nada de peros, claro que lo eres —me interrumpió Matt—. Después de todo tú misma hiciste mucho por el Cubil.

 

— Es cierto. Reparaste el generador varias veces y no con patadas como nosotros, nos ayudaste con el muelle improvisado y muchas otras cosas, además tú nombre aparece en la lista de registro del proyecto —me guiñó Gwen.

 

— Pero ni siquiera estuve cuando el contrato se firmó.

 

— Todavía no está firmado —corrigió BB—. Esa es la otra razón por la que estamos en la ciudad.

 

— Barlow quiere firmar el contrato cuanto antes, pero nosotros no queríamos hacerlo sin ti. Así que le dijimos que lo firmaríamos aquí en Glikyhomb luego de consultarte y esperábamos hacerlo juntos pero necesitamos saber si accedes a esto —Matt hablaba entre serio y divertido, supuse que lo último era por la cara de asombro que seguramente tenía.

 

Sonaba bien, sonaba estupendo. Sin embargo siempre había un pero: no podía irme sin más, tenía la vida hecha en la ciudad y tampoco me apetecía dejar el laboratorio o la preparatoria para viajar a la playa y pretender ser hotelera.

 

— No implica nada, así que no tendrías que ir más que de vez en cuando a alguna junta o cosas así —Gwen parecío adivinar mis pensamientos al decir aquello.

 

— ¿Están seguros de que quieren incluirme?

 

— Sí —dijeron.

 

No sabía que decirles, todo aquello era demasiado intempestivo y parecía demasiado bueno para ser cierto.

 

— Tómalo con calma —dijo BB—. Estaremos aquí unos días así que tienes tiempo de pensártelo.

 

— Aunque no demasiado —me guiñó Matt.

 

Estaba en shock y no se me iba a pasar en un buen rato, afortunadamente los mellizos acudieron en mi ayuda.

 

— Lo acepte o no sigo creyendo que es digno de celebración, así que hagamos una fiesta.

 

— ¿Tú y tu hermana sólo buscan pretextos para armar una fiesta?

 

— Somos así —Alex se encogió de hombros—. ¿Entonces que dicen?

 

— No vamos a negarnos a una fiesta —los tres miembros del Cubil asintieron.

 

— Entonces está hecho —Victoria se levantó—. Nosotros llamaremos a unos amigos y pondremos todo listo.

 

— Nosotros deberíamos buscar un lugar donde pasar la noche —Matt miró al rededor—, aquí no vamos a caber.

 

— Yo puedo buscarles un hotel —se ofreció Andy como la buena agente de viajes que era.

 

— En cuanto a ti —me señaló Victoria—, quita esa cara de estupefacción, date un baño para que se te despeje la cabeza y cámbiate de ropa —cuando se trataba de organizar fiestas me sorprendía la rapidez y eficiencia con la que se dirigían los mellizos, antes de darme cuenta ya teníamos una en puerta esa noche. Miré a Andrea que me sonrió como diciendo "estoy tan sorprendida cómo tú"

 

Así, igual de súbito que habían llegado todos a mi apartamento, se dispusieron a irse, me acerqué a la puesta para despedirlos y aprovechando que Alex estaba distrayendo a los inesperados visitantes en el pasillo le pregunté a Andrea si iría a la reunión.

 

— No me la perdería —me respondió antes de cerrar la puerta tras de si.

 

Me quedé un segundo allí sonriéndole a la puerta cerrada.

 

— ¿Por qué rayos tienes esa sonrisa? —cuestionó Victoria, era la única que no se había ido.

 

— Cállate, no es por nada —me excusé y me escabullí hasta la ducha.

 

Me duché, me vestí y despejé la cabeza tal como Victoria esperaba, sin ningún otro inconveniente.

 

Más pronto que tarde estábamos en la fiesta y hasta hace nada el sol, tan amarillo como de costumbre, reinaba en el firmamento azul. Pero súbitamente el clima había vuelto a cambiar y ahora tanto sobre la terraza del Varano como sobre el resto de la ciudad flotaba un plomizo cielo plagado de retazos oscurecidos de nubes tormentosas. No importaba lo que dijeran en el parte meteorológico la temporada de lluvias parecía marcharse nunca de Glikyhomb así que no importaba si llevabas el abrigo más arropado de todo el mundo para evitar el frío aire, si la lluvia te sorprendía de improviso terminabas empapado y el abrigo se convertía más que nada en un suplicio, por eso yo no llevaba más que uno de mis suéteres de siempre.

 

A pesar de ello la calle estaba bastante transitada, llena de pequeñas hojas que el viento había arrancado de los árboles y que crujían levemente bajo la suela de los zapatos de los transeúntes en la calle, que ahora veía desde arriba, frente al bar.

 

Tras los edificios contiguos el atardecer pintaba el horizonte de rojo y de entre todos los que estábamos allí sólo yo parecía prestarle atención. Últimamente me parecía estar contemplando demasiados atardeceres: el resplandor que proyectaba el sol tenía algo de nostálgico, me parecía a mí o tal vez sólo era el hecho de que me estaba volviendo vieja en verdad.

 

Suspiré, otra cosa que estaba haciendo demasiado a menudo. Di un sorbo al vaso que sostenía entre las manos, puse una leve mueca por la cantidad de alcohol que tenía el líquido, parecía ser vodka con apenas unas cuantas gotas de zumo de uva para darle color pero no lo suficiente para saber realmente a otra cosa que a alcohol.

 

Allí arriba nos reunimos los mismso de siempre: Jav, los mellizos, Andy, Alan que había cedido el trabajo de atender la barra a su nuevo empleado Martin y Helena. BB, Matt y Gwen habían llegado también, con otra ropa y actitud descansada. Otra veintena de sujetos que reconocía a medias de las fiestas de los Radosta estaban igualmente presentes.

 

Todo eran risas, aunque yo no me sentía con ánimos particularmente festivos. Mi cabeza seguía siendo un caos, más aún con el incidente de hacía no mucho con Andrea y la nueva propuesta del hotel.

 

— No eres particularmente el alma de ninguna fiesta pero normalmente formas parte de ella al menos.

 

— Yo no pedí ninguna fiesta Victoria.

 

— Vamos, no seas el troll enojado esta noche. Con Helena ya nos basta —señaló a la mesa donde estaban reunidos todos y en efecto Lena no parecía muy feliz de estar allí.

 

— ¿Qué le pasa?

 

— No ha querido hablar conmigo, ni con nadie, así que no lo sé.

 

Murmuré algo ininteligible como respuesta.

 

— Tan expresiva como siempre —se burló—. Tal vez no sepa que cosa le pasa a Helena pero sí sé que te aqueja a ti.

 

— ¿De verdad?

 

— Sí.

 

— Ilustrame.

 

— Dejame ver, dejame ver —puso una cara graciosa, parecida a la de los charlatanes de la televisión e hizo el gesto de acariciar su inexistente barba—. Yo creo que tus problemas son problemas de amores.

 

— Te odio.

 

— No, no, me amas, pero ese es otro cuento —sonrió—. Cúentale a tu querida consejera que es lo que te conflictua tanto.

 

— ¿No decias saberlo?

 

— Claro que lo sé, pero hablar te hará sentir mejor.

 

Me mordí el labio, no sabía si contarle a ella sería buena idea.

 

— Creo que Andrea me gusta.

 

— ¿Recién te das cuenta de ello? ¿O recién lo aceptas?

 

— Ya sabes la respuesta.

 

— De verdad no quisiera decir "te lo dije" — sonrió encogiéndose de hombros—. Pero sí te lo dije, de hecho los tres lo hicimos.

 

— Lo sé y no seas mentirosa tú adoras tener la razón.

 

— Bueno sí, pero en este caso no es tan agradable. Debiste prever que esto pasaría Sara.

 

Tal vez lo había hecho, tal vez no, pero las cosas ya estaban allí.

 

— ¿Recuerdas lo que decía el tío Jericó? —enarcó una ceja.

 

— ¿Lo del cerdo, la batería y la cerveza? ¿O lo de la vaca y los becerros?

 

— No —rió—, aunque eso también era verdaderamente muy bueno. Hablo de lo que decía del perro y esas cosas acerca de la vida cuando se ponía a filosofar.

 

Realmente Jericó no era tío de ninguno de nosotros, era sólo un borracho que frecuentaba el mismo tugurio de mala muerte al que íbamos nosotros cuando éramos adolescentes y no teníamos ni el suficiente dinero ni el suficiente criterio como para entrar a un establecimiento menos riesgoso, porque sí aquel lugar era feo y peligroso. El caso es que Alexander tan sociable como era se había puesto un día a hablar con él y terminó invitándonos varías rondas de cerveza a los cuatro, desde entonces decía a todos que éramos sus sobrinos y cada vez que nos veía por el bar nos invitaba como mínimo a una ronda, así fue hasta que dejamos de ir a aquel lugar.

 

Me pregunto qué habrá sido de él.

 

— ¿Las patrañas que decía cuando se le iba la mano con los vasos de aguardiente?

 

— Eso mismo.

 

— ¿A que viene eso ahora?

 

— Eso que decía siempre me recordó a ti, en realidad a todos nosotros.

 

— ¿Debo tomar eso como cumplido?

 

— Sí, creo que sí.

 

— No me suena como cumplido, refresca mi memoria.

 

— Vaya suerte que tienes los pulgosos amarillos esos ¿no? —Victoria se presionó con dos dedos el puente de la nariz y habló con voz gangosa como la del viejo Jericó, fingiendo también el típico tono de los borrachos sin demasiado esfuerzo—. Mira tú, que sobrevivir a las vías rápidas es una cosa difícil eh, hasta para uno. Con toda esa marabunta de cafres al volante...luego se le iba la vida hablando de los conductores ¿te acuerdas? —me reí, seguro que lo recordaba, podía pasarse todo un día hablando mal de ellos, pero al final siempre recuperaba el hilo de la conversación y Victoria, en su fiel interpretación, también lo hizo—. Además, ¡préstame atención muchacho! Además, no les cuesta mucho encontrar una vieja o un mocoso con las rodillas raspadas que les de de comer algo de vez en cuando... sí, tienen una vida muy difícil, pero también tienen mucha suerte los cabrones. Mucha suerte para esto de la vida, nadie los toma en serio pero es más fácil que uno se quede tieso a que le pase lo mismo a uno de ellos que siempre andan por allí, tan felices como el que más y contra todo logran salir adelante de las situaciones más jodidas.

 

— ¡Ah! —dije, cuando paré de reirme—. La suerte extrema e impensablemente buena ¿cómo era que lo llamaba? —me estujé la cabeza varios minutos antes de dar con el bendito nombre de la filosofia de vida de Jericó— Vida de perro ¿es eso?

 

— Sí —sonrió, mirando la ciudad, con esa mirada particular que pone una persona al recordar el pasado—. Hace no muchos años nadie había apostado un céntimo por nosotros, ni siquiera nosotros mismos.

 

— No nos culpo.

 

— Nuestra juventud fue un asco ¿eh?

 

— Oh no, un asco no, era jodida, muy jodida.

 

— Jodida juventud. No suena mal —dio un sorbo a su vaso, como buscando las palabras correctas dentro del líquido, antes de seguir hablando— . Pero aquí estamos, logramos salir de ese agujero en el que nos metimos y ahora estamos aquí, juntos, en la terraza de un bar decente bebiendo vino espumoso, con tres sujetos ofreciéndote firmar un contrato con Barlow el magnate.

 

— Me perdí Vic, ¿a donde va todo esto?

 

— El punto es que te has sobrepuesto a cosas mucho más difíciles que el mal de amores.

 

— Lo sé.

 

— No te agobies tanto, hallarás ma manera de salir de esto.

 

— Lo sé.

 

— ¿Entonces por que dudas tanto?

 

— Porque no quiero lastimar a nadie —vi como Lena y Alan bajaban las escaleras que conectaban ambos pisos del Varano.

 

— Hieres a más personas al no hacer nada —bufó, pasándose una mano por su rojo cabello ondulado. Estaba exasperada y me hacía gracia el gesto confuso que tenía en la cara.

 

—Tienes algo que decirme, sea lo que sea sólo dilo y ya. Prometo saber sobrellevarlo.

 

— Nunca he sido muy buena hablando de estas cosas románticas —se río, una pequeña carcajada nerviosa—, es decir mírame mi hermano es también mi novio.

 

— Su juventud también fue jodida.

 

— No diré que no, pero al final tomamos el camino más fácil.

 

— ¿Fácil? —intenté hallar algo fácil en todo lo que sabía habían pasado pero no pude encontrarlo.

 

— Quedarnos juntos fue el camino más simple. Ninguno salió demasiado herido y sabíamos perfectamente que esperar del otro, así no hay decepciones.

 

La entendía, a un grado muy muy bajo y superficial pero me parecía entenderla.

 

— Suenas arrepentida.

 

— ¿Qué? No, no, para nada, quedarme con Alex es la mejor decisión del mundo para mí, es sólo que a veces me pregunto como sería si no hubiésemos sido tan tercos al respecto. Sobre todo yo, si no hubiese sido tan caprichosa nos habría evitado dolor innecesario.

 

— Hermanos o no, Alex y tú son tal para cual —me sonrió con sincera dulzura, algo no muy frecuente en ella. Sabía que la melliza podía ser muchas cosas, podía acosarme incansablmente y ser un dolor de cabeza cuando se lo proponía pero que adoraba a su hermano por sobre todas las cosas era innegable.

 

— ¿Recuerdas el tiempo en el que querías hacerte ese loco tatuaje del árbol en la espalda? —asentí dudosa, todavía no tenía claro hacia donde se dirigía la conversación. Sacudió la cabeza—. Me estoy liando de más, la cosa es que tú amas a esa mujer Sara —esa mujer era Yazmin, no le hacía gracia mencionarla pero se esforzaba—, nos guste a nosotros o no es un hecho y únicamente tú entiendes por qué lo haces, sólo —carraspeó—. Sólo no te aferres a ella por sentir que se lo debes. Has permanecido quieta mucho tiempo, ser cautelosa es parte de tú forma de ver el mundo pero a veces también es bueno ser impulsivo y arrojarse al ruedo a ver qué pasa.

 

— ¿Hablamos del mal de amores o del contrato del hotel?

 

— Ambos, aunque de diferente manera. Con respecto a tu mal de amores lo que realmente quiero decirte es que deberías darte una oportunidad y tal vez dársela a ella. Al final no importa como salgan las cosas, si resulta mal o bien o no resulta nada sabrás que por lo menos lo intentaste y no tendrás ese mal sabor de boca que deja el "y sí hubiera"

 

— ¿Y con lo del hotel?

 

— Sencillo, sólo piensa que voy a patearte muy fuerte y muchas veces si no lo aceptas. Tedrías que ser idiota o estar sumamente loca para rechazarlo.

 

— Estás más filosófica que de costumbre.

 

— Es el vino, ya sabes —no, el vino no tenía ese efecto en ella, ambas lo sabíamos—. De cualquier forma decidas lo que decidas Alex, Jav y yo estaremos contigo, para bien o para mal, por algo somos familia. Por cierto, mira quien viene.

 

Señaló con la barbilla a Andrea que se acercaba a nosotras.

 

— Es tiempo de irme.

 

— ¿A dónde?

 

— A evitar que esa rubia se ligue a mi hermano.

 

— Se llama Gwen y no creo que quiera nada con Alex, créeme.

 

— Sí, sí, como sea, nos vemos después —Victoria le guiñó un ojo a Andrea al pasar por su lado.

 

— Hola —me dijo.

 

— Hola —respondí.

 

— ¿De qué hablaban?

 

— De la vida —me encogí de hombros—, creo. Nunca estoy muy segura de lo que esa mujer quiere decir cuando me habla con seriedad —el silencio nos envolvió, un silencio apacible mientras observábamos Glikyhomb a la distancia.

 

Quizá la vista que más me gustaba contemplar desde cualquier punto alto en la ciudad era el atardecer, seguida muy de cerca por la que en esos momentos estábamos contemplando absortas cada una en nuestros pensamientos: la estampa nocturna de Gliky, con las miles de bombillas encendidas en medio de la negrura como si fuese el cielo estrellado, como si fuesen estrellas sobre la tierra.

 

Aquella imagen y aquel breve momento era nuestro pequeño trozo imperturbable de universo.

 

— Andy —dije.

 

— Sara —hablamos al mismo tiempo por lo que nuestras risas nerviosas no se hicieron esperar—. Tú primero.

 

— Bien —inspiré—, bien —no tenía nada claro que era lo que iba a decirle, pero ahora que había empezado y con la estampa nocturna de fondo sabía que las cosas fluirían mejor si no las pensaba demasiado.

 

Ese era uno de mis grandes problemas, pensaba mucho las cosas y las pensaba tanto que al final no decía ni hacía nada. Tal vez por eso mi vida era tan rutinaria, porque de ese modo no tenía que pensar en demasiadas cosas.

 

— Andrea, tengo que decirte algo.

 

— Lo que sea —me sonrió y quizá era el hecho de que estaba enamorada de ella, pero me pareció aún más hermosa a la luz tenue de las lejanas farolas de calle abajo.

 

— No estoy segura de decir esto pero desde que te conozco la vida que solía llevar ha cambiado mucho y no me gustan demasiado los cambios, para nada, pero contigo me parece diferente. Contigo no me importa hacer cosas que normalmente llamaría locuras como subirme al Látigo o ir a patinar aunque se malísima en eso o faltar a la preparatoria, creo que ni siquiera aceptaría firmar ese contrato si no estuvieses aquí —me reí, Andy enarcó las cejas divertida por mí nerviosismo.

 

— ¡Chicas! —Mauricio vino a interrumpirnos, enseñándonos el fondo vacío de su vaso con un gracioso puchero—. Iremos por más, Alan dijo que tenemos barra libre así que ¿quieren otra cosa?

 

— ¿Puedes traernos un poco de agua?

 

Mauricio estalló en carcajadas, supuse que eso era un no.

 

— Les traeré un vodka con zumo y hielo, mucho hielo, supongo que eso cuenta como agua.

 

— Gracias Matt.

 

Los miembros del cubil bajaron las escaleras perdiéndose edificio abajo.

 

— ¿Continuarás con lo que querías decirme?

 

— Sí, no, sólo es que yo —resoplé frustrada, esto era más difícil de lo que creía—. Andy esto parecerá raro y quizás sea una locura porque llevamos muy poco de conocernos pero ahora que estoy aquí creo que este es exactamente el lugar donde quiero estar, donde quiero quedarme.

 

Un golpe fuerte nos sobresaltó y no sólo a nosotras todos volvimos la mirada hacia las escaleras que llevaban a la planta baja del Varano. Acababan de cerrarse violentamente tras Helena que venía dando grandes zancadas hacia nosotras.

 

— ¡Lena! ¡Bien, ahora puede continuar la fiesta! —exclamó Alex cuando paso por su lado—. ¿Lena?

 

Helena ignoró al pelirrojo y siguió avanzando hacia nosotras.

 

— Lena —Andy se puso a caminar hacia su amiga que se había detenido por un segundo y temblaba de pies a cabeza—. ¿Te encuentras bien?

 

La miré a los ojos y lo supe. Yo conocía esa mirada porque la había visto en mi propio rostro más veces de las que me gustaría y aunque no entendía porque la tenía ella supe que nada de lo que le dijéramos le entraría en la cabeza en ese momento.

 

Helena estaba tan furiosa que estaba fuera de sí.

 

Tomé a Andrea por la muñeca deteniéndola y el temblor de Helena aumentó.

 

— Lena, ¿qué te pasa?

 

— Quítate Andrea, quítate de mi camino ahora —dijo con voz calmada a penas tan alto como para que nosotras que estábamos más cerca escucháramos.

 

Miré a Javier y a Alex, no reparaban realmente en lo que pasaba pero no apartaban la mirada de nosotras.

 

— ¡Helena! —Alan atravesó la puerta, derrapando y casi cayendo al suelo, se sujetó a la puerta para evitarlo y con la respiración acelerada siguió tras su amiga, gritándole a viva voz que se detuviera—. ¡Helena vuelve acá mujer, no hagas una estupidez! ¡¡Hablemos de esto como los adultos que se supone que somos!!

 

Pero Helena no estaba por la labor, siguió caminando hacia nosotras. Alan le alcanzó sujetándola del codo para detener su avance y cuando puso más violencia de la normal para apartarlo todos supimos que algo no andaba bien, pero fuimos muy lentos al reaccionar.

 

Ese fue el segundo momento en que todo pareció ir a cámara lenta y lo único que hice fue apartar a Andrea de mí para que Helena no pudiera hacerle daño, pues si estaba en lo correcto esto no iba a terminar bien e iba a dolerme.

 

En efecto, no mucho después, el puño de Helena se estrelló contra mi cara y malditas sean mis conjeturas tenía razón, había dolido, golpeaba estúpidamente fuerte, cosa no tan extraña si teníamos en cuenta que había estado en el ejercito y que ahora era guarda espaldas según me había contado Andrea. Era buena en su trabajo, supuse, tanto como para hacerme retroceder varios pasos y provocarme un ardor infernal en el labio con solo un golpe. Me lo había reventado supe instintivamente.

 

— Quiero que te alejes de ella ¿me entendiste? —me asió por el cuello del suéter—. No tienes vergüenza. ¿Cómo te atreves a salir con ella teniendo novia? —la siguiente revelación que tuve aquel día fue que Lena no tenía idea de la existencia de Yazmin y toleraba que Andrea y nos viésemos sólo porque pensaba que ambas éramos solteras.

 

— ¡¡Helena!! —gritó Andrea o tal vez Alan, no sabía, no tenía tiempo de averiguarlo.

 

Y antes que pudieran detenerla me propinó otro golpe, está vez en la ceja. De nuevo un golpe fuerte, tal vez más que el primero, sentí un líquido recorriendo el costado de mí cabeza mi ceja también se había partido.

 

— ¡¡Basta, basta ya!! —Andy apareció, interponiéndose entre la morena y yo—. ¿¡Qué diablos te pasa Helena!?

 

Alan sujetó a su amiga llevándola a rastras a una de las mesas de la terraza. Andy fue tras ellos.

 

— ¡Sara! ¡¡Joder!! ¿estás bien? —Javier fue el primero en acercarse. Luego vinieron Victoria y Alex. Gwen, BB y Matt se quedaron en la puerta sosteniendo los vasos que habían repuesto.

 

— Deberías ver tu cara —se río Alex—. ¿Eso es un tic?

 

— Sí —me reí con él. Me había costado mucho trabajo no responder los golpes, así que un ligero tic había aparecido en mi barbilla por el enojo.

 

— Maldición esto me trae muchos recuerdos —suspiró Vic, sonriéndonos con nostalgia—. ¡¡Mierda, mira tu cara!! Voy a matar a esa maldita —a punto estuvo de echar a correr tras Lena, por fortuna su hermano la detuvo.

 

— Vamos a ponerle hielo a esa herida —sugirió Jav.

 

— De hecho, creo que tengo que ir al hospital chicos —bajamos a toda prisa un poco para que Victoria no se pusiera violenta contra Lena y un poco porque había que saber si debíamos ir al hospital o no.

 

Oprimí el bloque de hielo envuelto en un trozo de tela contra mi frente para que el sangrado remitiera. Vaya día. La ceja me escocía, igual que en labio y oficialmente la fiesta se había terminado cuando mi sangre manchó el suelo de la terraza... pero para mí el infierno no había hecho más que empezar.

 

 

Notas finales:

Hola otra vez gentecilla.

¿Qué tal? ¿Les ha gustado? Pues los conflictos de nuestra protagonista no hacen más que acumularse y eso que el problema más grande ni siquiera ha ocurrido.

Espero con toda mi alma haber planteado bien cuál es el concepto de la vida de perro de la que hablan en el capítulo y que por supuesto da nombre a la historia de Sara. Aunque la verdad cada uno puede interpretarlo más o menos diferente.

Por cierto, estoy revisando exhaustivamente los capítulos enteriores de esta cosa para subirla a Wattpad, no les prometo que ocurra pronto, pero les aseguro que trabajo en ello. De hecho, lo he pensado mucho y puede que en estos días me anime a subir una nueva historia allí, igual podría subirla aquí, aunque estoy insegura de que se ajuste a la digamos… ¿temática? Que se maneja en amor yaoi por eso es que dudo tanto. ¡Y por ello! Me voy a tomar el atrevimiento de preguntarles a ustedes lectores queridos ¿les gustaría que la subiera a Wattpad o quieren que la suba aquí? ¿tal vez en ambos sitios?

A manera de micro spoiler diremos que es una historia de fantasía y sí tiene romance, pero no demasiado.

 

Dramas inútiles de la vida de Ilai, número 2727

Lamento alargar esto tanto, pero tengo que decírselo a alguien porque si no lo hago reventaré.

¿Saben de esta nueva adaptación de la novela de It (Eso), no? Pues estoy que me muero de emoción por verla y nadie quiere ir conmigo al cine porque de pronto parece que la gente a mi alrededor sufre coulrofobia de la nada. Al final tendré que ir sola y el oscuro corazón amante del terror que tengo sufre por ello ¡malditos sean todos! Lo bueno de esto es que ir sin acompañante sólo puede significar ¡¡más palomitas para Ilai!!


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