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Lo que oculta un ángel por Fullbuster

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Tyler se acercó quitándose la chaqueta y la colgó en la percha junto a la mía. Tomó entre sus manos un taco y miró con cierta desconfianza hacia las bolas que le esperaban. No pude evitar sonreír al verle, podía ser cierto que jamás había jugado al billar.


- Sólo hay que golpear con el palo a la bola blanca, ¿no? – preguntó.


-Depende del juego de billar que quieras. Juguemos al billar americano. Con la blanca debes darle a las lisas para introducirlas en los agujeros de las esquinas y laterales.


Tyler se reclinó sobre la mesa y se posicionó para golpear la bola blanca teniendo en el punto de mira una de las lisas excepto la negra. Al ver lo mal que se colocaba, dejé mi taco en un lateral y me acerqué a él apartándole su taco y dejándole sorprendido.


- Ey, ¿qué estoy haciendo mal? – preguntó.


- Todo – le sonreí – déjame ayudarte. Se coge de esta forma.


Le enseñé la posición exacta incluida la mano en la que se apoya el taco y luego se lo devolví para que pudiera practicar. Tyler sonrió e imitó mi posición para golpear cuando en vez de darle a la bola, lo hizo sobre el tapiz. Se sorprendió y yo más cuando vi que realmente se le daba fatal este juego.


- Vaya – exclamó.


Cogí la bola blanca que apenas se había movido y la dejé en su sitio correcto. Le dije que esa no se la contaba, que le daba otra oportunidad. Cuando vi que se posicionaba de nuevo, me situé tras él levantando levemente su codo. Recosté el pecho sobre su espalda para tener mejor ángulo de visión y pasé mi mano por la suya que sostenía el taco para ayudarle en el impulso.


Tyler se había girado a mirarme y, por unos segundos, me perdí en aquellos ojos azules que tanto me gustaban. No dijo nada pero podía sentir su respiración nerviosa golpeando contra mi mejilla y mi mirada descendió de sus apacibles ojos a sus sensuales labios.


Mi mano aún rozaba la suya en aquel tenso silencio que habíamos creado. Moví los dedos con mucha delicadeza por el dorso de su mano acariciándola hasta que él movió la mano para que el taco golpease la bola blanca. Ésta salió golpeando todas las que estaban en el centro formando un perfecto triángulo y aunque ninguna entró, él se giró hacia mí dejando el taco encima de la mesa y cogiendo mi nuca me acercó hacia él juntando nuestros labios en un pasional beso que ambos habíamos deseado.


Sus carnosos labios me enloquecían y sus caricias me exaltaban de tal manera que me fue imposible contener mi impulso de colocar las manos en sus glúteos y, cogiéndolos con fuerza, le subí al borde de la mesa de billar sin poder soltar aquellos labios que me conducían directamente al paraíso.


Mi mente no dejaba de darle vueltas al asunto de que era un sospechoso, pero mi cuerpo no reaccionaba a esa idea, estaba centrado únicamente en aquel cuerpo, en aquellos labios que me llamaban a gritos. Mis manos no querían soltarle la cintura a Tyler y empezaban a colarse bajo su camiseta deleitándose con aquella bronceada piel que tenía, con aquel fuerte cuerpo sometido al entrenamiento que requería el surf.


- Ey, chicos… - escuchamos tras nosotros al dueño del bar – vamos a cerrar. ¿Por qué no continuáis la fiesta en otra parte?


Ambos sonreímos mirándonos y acabé cogiendo ambos tacos dejándolos en su lugar para luego buscar nuestras chaquetas en la percha. Le ayudé a colocarse la suya recibiendo un gracias que apenas fue audible de lo bajito que lo pronunció y salimos del local hacia la calle.


- Lo siento – le comenté – sé que dijiste que sólo fue una noche…


- No pasa nada. Creo que puedo hacer una excepción contigo. Tantas casualidades debe significar algo, ¿no crees?


Si él hubiera sabido que las casualidades no lo eran tanto, seguramente me habría llevado un puñetazo allí mismo, pero no pensaba decírselo. Seguía siendo el principal sospechoso y si por un casual no era a quien buscaba, al menos me acercaría más a ese grupo de surfistas a los que debía investigar.


- Mi casa está a la vuelta de la esquina – comentó el chico – ¿Te apetece tomarte la última cerveza conmigo?


- Claro, me encantaría.


Acepté su invitación y caminamos ambos en silencio mirándonos de vez en cuando y desviando la mirada al vernos descubiertos por nuestro acompañante. Observé el leve sonrojo que tintaba las mejillas de Tyler. Seguía pareciéndome tan dulce y tierno, sentía que algo estaba mal entre nosotros, era esa sensación interna que tenía de estar mintiéndole pero el trabajo… estaba por encima de cualquier cosa.


Su casa estaba justo al límite entre mi barrio y Overtown. Vivía en un pequeño apartamento, en un segundo piso sin ascensor. Me fijé en el buzón de su casa y es que estaba completamente abierto, la cerradura estaba destrozada pero tampoco parecía importarle mucho, todas estaban prácticamente en las mismas condiciones.


Subí tras él por las estrechas escaleras hasta que llegamos al rellano de su piso. Todo el edificio era estrecho y, al abrir la cerradura de su puerta, escuché el crujido de la puerta arrastrándose. Tuvo que empujarla con fuerza por estar algo atrancada, lo que me hizo sonreír. Era un desastre de apartamento pero no me quejé, viviendas en peores condiciones había visto por mi trabajo.


Fui yo quien cerró la puerta mientras veía cómo dejaba las llaves en un destartalado mueble, también tuve que empujar con fuerza hasta que escuché cómo encajaba la puerta de nuevo. Lo primero que vi apoyado contra la pared del pasillo fue su tabla de surf de color azul. No solía ver tablas de ese color, por eso me era fácil identificarla. De hecho… la suya era la primera que veía en ese color.


- Bonita tabla – le dije captando su atención. Pero él ya se había ido hacia la nevera abriéndola para sacar unos botellines de cerveza fríos – es un color extraño.


- Me la regaló mi padre hace años. Se ha quedado un poco pequeña pero no quiero cambiarla, me recuerda a él.


Empecé a caminar hacia el salón cuando vi el marco de una foto volcado. No pude evitar cogerlo y voltearlo para ver la fotografía, era Tyler sonriendo en la playa con su tabla de surf y con el chico que había aparecido muerto en la playa. Decidí llevar la fotografía conmigo y al llegar hasta él, me dio la cerveza viendo el marco en mi mano.


- ¿Es tu novio? – pregunté sabiendo ya la respuesta mientras cogía el botellín de cerveza que me daba.


- Lo era – comentó sin más quitándome la fotografía de las manos y mirándola – hace un mes o cosa así que rompimos.


- ¿Rompiste tú?


- No. Rompió él. Fue el primer amigo que tuve cuando llegué aquí y rápidamente se ganó un hueco aún más importante en mi corazón, ahora todo parece como si no importase. Me hizo daño su ruptura y no la entendí, aunque empiezo a entenderlo todo, nadie querría estar con alguien como yo.


- ¿Sigues en contacto con él?


- No desde hace un mes, y ya no lo estaré. Falleció en un accidente de surf, dicen que chocó contra la escollera.


- ¿Dicen?


- Sí, yo no lo creo, era un buen surfista y siempre se mantenía lejos de las escolleras. Para ir hasta allí tendría que haber visto algo extraño que le incitase a entrar. Era un buen chico.


Dejó la fotografía encima de la encimera dándole la vuelta, después de haberla mirado un par de segundos. Supe en aquel momento que no quería hablar del tema. Quizá le dolía hacerlo y yo me estaba metiendo demasiado en un terreno peligroso.


- Lo siento, no quise molestarte – intenté arreglarlo.


- Da igual, no lo sabías. Su entierro es mañana. He pensado mucho si debería ir o no. No sé lo que haré.


Nos sentamos en un destartalado sofá verde que tenía y nos tomamos la cerveza en silencio. Intentaba hacerse el fuerte, hacer ver que no pasaba nada, pero veía sus dudas dando vueltas una y otra vez. Me levanté para sentarme en una de las esquinas de la pequeña mesa y le miré atrayendo con dulzura su mentón hacia mí para que me mirase.


- Ey, ve si lo necesitas.


- Me da miedo cruzarme con su familia, no sabría qué decirles.


- ¿Por qué? Fue un accidente, ¿no?


- No lo sé – dijo dudando a punto de llorar – la policía estuvo investigando y… no sé si fue un accidente. Yo no soy bueno para nadie, creo que no deberías juntarte conmigo, no suelo traer buena suerte.


- Correré el riesgo.


Me acerqué con lentitud a sus labios dejando la botella verde de cerveza a mi lado encima de la mesa y, acariciando con mi mano derecha su cuello en busca de su nuca, ejercí cierta fuerza para atraerle hacia mí rozando mis labios con los suyos. Había cerrado los ojos prácticamente ipso facto dejándose llevar por los sentimientos y el placer, quizá sólo necesitase desconectar un poco de todo el problema en que su mente estaba pensando.


Bajé lentamente mi mano por su cuello moviendo su camiseta, que le venía un poco grande, dejando su hombro al descubierto. Era tan sugerente y excitante ver su línea del cuello unirse a su hombro desnudo que, deshaciendo el beso, llevé mis labios hasta su cuello sacándole un leve gemido mientras bajaba por él dejando un camino de besos hasta su hombro.


Sentí sus dedos acariciando mi cabello, enredándose y agarrándolo mientras escuchaba su respiración en mi oído. Me levanté de la mesa acercándome al sofá para sentarme encima de él apoyando su espalda contra el respaldo,  volviendo a besarle con mucha calma y sensualidad mientras metía mi mano bajo su blanca camiseta en busca de su abdomen.


Su pierna derecha se colocó sobre el sofá buscando enrollarse en mi cintura para hacer presión mientras yo me dejaba embriagar por aquel excitante aroma. Mi entrepierna empezaba a clamar por atención retenida bajo la ropa, apretándome y sintiendo cierto dolor al no poder liberarla. Quería hacerlo, quería quitarle la camiseta pero sentía tanta necesidad que, aunque le levanté media camiseta, preferí bajar mi mano a mi cinturón tratando de liberar cuanto antes mi miembro.


Fue en aquel momento cuando sentí algo húmedo recorrer mi mejilla y abrí los ojos por primera vez viendo cómo una lágrima resbalaba por la enrojecida mejilla de aquel chico rubio.


Me detuve en seco separando mis labios de los suyos dejando mi mano rozando su mejilla para limpiarle aquella lágrima con el pulgar. Imaginé que todo esto tenía algo que ver con mi interrogatorio de antes, aquel chico tenía que haber sido importante para él y, cuando empezó a llorar, me sentí peor por haber sacado el tema. Pasé mi brazo por su nuca y lo atraje hasta mi pecho dejando que llorase en él dándole un beso en la frente para su sorpresa.


- Lo siento – le escuché decir – no quería llorar frente a ti.


- Tranquilo. Es un momento duro, lo entiendo. Desahógate lo que necesites, no es bueno guardar todo eso. Has perdido a alguien importante y entiendo el dolor por el que estás pasando.


- En realidad hacía un mes que no hablábamos pero… como te he dicho fue el primer amigo que tuve cuando llegué aquí. Es duro ver cómo la vida puede acabar en cualquier momento sin esperártelo.


- Sí, lo es.


- Vale, estoy mejor – me dijo apartando su rostro de mi pecho y limpiándose las lágrimas.


Tyler trató de continuar y se acercó para besar mis labios pero yo me aparté ligeramente hacia atrás para impedírselo, en ese estado no veía conveniente seguir y para colmo… no podía acostarme con el sospechoso. Había momentos en que no podía verle así, simplemente era un chico que me atraía como ningún otro pero… no podía hacer esto. Le sonreí para tranquilizarle y hacerle comprender que no ocurría nada, mientras tanto subía mis dedos por su brazo cogiendo aquella manga de la camiseta que resbalaba por su hombro para cubrirlo.


- Se me hace tarde y debería irme a casa.


- Pero…


- Shh, tranquilo. Todo está bien, creo que es mejor así. Descansa – le dije dándole un beso en la frente.


Me levanté y busqué mi chaqueta, la cual Tyler había dejado en una de las sillas, para marcharme. Ese chico rubio me miraba algo desconcertado pero al final, se levantó y me acompañó hasta la puerta disculpándose nuevamente por lo sucedido esa noche, por no haber sido capaz de continuar.  Pero le entendía, además me había venido bien porque no estaba seguro de haber podido frenar si él no lo hubiera hecho.


Aquella noche en mi casa apenas pude dormir. Eran las seis de la madrugada cuando llegué a casa y al ver que no podía dejar de pensar en Tyler, decidí levantarme. Me sentía mal por cómo me había marchado y no podía dejar de pensar que quizá a él le había sentado mal, que pensaría que podía haber hecho algo mal cuando no era cierto. Decidí entonces vestirme y salir a por un poco de chocolate con churros para ir a su casa.


Eran las diez de la mañana cuando me presenté en su casa de nuevo y toqué el timbre. No sabía si estaría durmiendo, era posible que sí o podía ser que como yo, no hubiera podido dormir por lo afectado que se había quedado con lo de su ex-novio.


Tardó en abrir la puerta y cuando lo hizo, le vi vestido únicamente con aquella camiseta blanca que le venía grande y con la ropa interior, aunque me asustó verle con un bate de béisbol en las manos.


- Buenos días – le dije sin apartar mis ojos del bate.


- Lo siento, no te esperaba – comentó.


- Sé que el barrio es algo peligroso pero menudo despertar.


Sonreí y él sonrió también. Tenía ojeras y supe que no había dormido nada en este poco tiempo que había pasado. Me dejó pasar y caminé hasta la cocina dejando los vasos de chocolate junto a la pringosa bolsa que contenía los churros.


- Espero que te guste el chocolate y los churros.


- ¿Por qué lo haces? – preguntó con dudas en su mirada – no tienes por qué traerme el desayuno.


- Quería hacerlo – le comenté.


- No te sentirás culpable por lo de anoche, ¿verdad?


- Quizá un poco.


- No era tu culpa en serio. Te traje aquí para terminar lo que habíamos empezado en el bar y no fui capaz, soy yo el que debería disculparme.


- No pienses así, no es sólo tu cuerpo lo que me atrae de ti.


Aquella frase hizo que se sonrojase levemente y me mirase incrédulo por lo que había oído. Hasta yo me había sorprendido un poco de mi mismo, aunque era cierto, era un chico misterioso y tenía algo que hacía que cayese en su red una y otra vez sin apenas darme cuenta.


- No hagas eso – me dijo cambiando su mirada a otro sitio y dejando el bate en un lado contra la pared – yo no… nadie puede estar conmigo, ¿vale? No te enamores de mí, por favor.


- ¿Por qué? Eres un chico increíble y me gustaría que me dieras la oportunidad de conocerte mejor.


- Yo… no soy bueno para ti ni para nadie. Aléjate cuanto antes.


Tyler caminó con paso rápido hacia el pasillo, pero le agarré del brazo para detenerlo y girarlo hacia mí besándole con pasión mientras pasaba mi brazo por su cintura agarrándole con firmeza. Al separar mis labios de los suyos con calma abrió los ojos quedándose inmóvil y sorprendido.


- Sé que tus sentimientos están reñidos con tus palabras. Te gustaría conocerme pero algo te lo impide. No sé el daño que te pudo hacer el otro chico pero me gustaría conocerte mejor si me dejas. Desayuna conmigo, sólo eso.


- Está bien – accedió al final sentándose en el sillón frente a la mesa.


Nos tomamos el chocolate en silencio mirándonos de vez en cuando. Sonreí al ver que casi era como uno de esos niños pequeños que odian mancharse. Buscaba la servilleta enseguida en cuanto sus dedos se pringaban con el aceite de los churros.


Al acabar de desayunar tiré los vasos a la papelera y me dispuse a irme a mi casa. Llegué a la puerta y levanté la mano hacia la manivela cuando sentí la mano de Tyler sobre mi muñeca sosteniéndola.


- ¿Te apetece surfear? – me preguntó.


- Yo no sé surfear, ya te lo dije ayer.


- Yo tampoco sé jugar al billar y trataste de enseñarme. Te lo debo. ¿Quieres venir o no?


- De acuerdo, iré contigo.


- Ven conmigo, te dejaré un bañador.


Le seguí hasta su cuarto. Era bastante simple. Me había imaginado una habitación algo más amueblada de lo que realmente estaba. Apenas un armario, una cama de matrimonio y una mesilla adornaban toda la estancia. Estaba atento al mobiliario cuando Tyler me lanzó uno de sus bañadores comentándome que esperaba que fuera de mi talla. Sonreí, y es que tampoco éramos tan diferentes, quizá yo era un poco más alto que él pero prácticamente teníamos la misma complexión.


Tyler no tuvo reparo alguno en desnudarse allí mismo tras una de las puertas del armario dejándome ver cómo se tensaba cada músculo de su cuerpo con cada movimiento que hacía al quitarse las prendas. Me sonrojé al momento y cuando vi que sus ojos se detenían en uno de los espejos mirando hacia atrás donde yo estaba, desvié la mirada y empecé a desvestirme también para colocarme el bañador.


Una vez listos, nos marchamos de su apartamento. Tyler fue quien cogió la tabla y me indicó que iríamos en su coche. Le ayudé a colocar bien la tabla en la baca de su coche y subí de copiloto. Condujo hasta la playa y no pude evitar reírme por el CD tan antiguo de música que llevaba en el coche. Era casi tan viejo como el propio vehículo, a Tyler, eso también le hizo reír.


Seguía pensando que ese chico tenía la sonrisa más bonita y pegadiza que jamás hubiera visto. Quizá sonreía muy pocas veces, pero cuando lo hacía, sentía que era capaz de seducir a cualquiera, era hipnotizador y atrayente.


- ¿Qué ocurre? – me preguntó cuando ya llegábamos.


- Nada.


- ¿En serio?


- Era una tontería. Pensaba en tu sonrisa.


- ¿Qué le ocurre?


- Quizá… que me gustaría verla más. Es una lástima que sonrías tan pocas veces, es preciosa.


Aparcó el coche y bajamos para ir a la playa. El surf se me daba fatal y lo único que podía hacer era ponerme en pie, ¡que ya era mucho! El surf me parecía un deporte complicado pero cuando Tyler me enseñó en tierra algunos movimientos, me divertí, sobre todo al sentir su cuerpo tras el mío, sus manos tocándome y viendo su sonrisa cuando hablaba del deporte que le apasionaba. Todo de ese chico me gustaba.


Sabía que me estaba metiendo en un gran problema, no podía enamorarme de un sospechoso, pero cuanto más tiempo pasaba con él, más me atraía. No podía nadar a contra corriente, me era imposible y ese chico era completamente arrollador. Cualquiera que le conociera un mínimo, caería rendido a sus pies.


Entré al agua y conseguí surfear alguna ola mientras Tyler me animaba desde tierra, pero cuando le tocó a él su turno, no había punto de comparación entre ambos. Era muy bueno, seguramente habría podido clasificarse para algún concurso, pero no sé si él se atrevería a entrar en  algún campeonato. Aquí en Miami eran habituales.


- ¿No has pensado nunca en participar en algún campeonato? – pregunté cuando salió del agua y se sentó a mi lado dejando la tabla en la arena.


- No – dijo sonriendo – los campeonatos no son para mí.


- ¿Por qué no? Eres bueno.


- Si compitiese… sería un trabajo y yo no quiero surfear por trabajo, sino porque me apasiona, me hace disfrutar. Cuando subo a una tabla me siento libre, por un momento sólo existe esa ola, mi tabla y yo, todas las preocupaciones desaparecen y me siento vivo.  La competición haría que estuviera nervioso, que quisiera ganar, y no es lo mismo que surfear por pasión.


- Eres un chico muy interesante y pasional por lo que veo.


Me acerqué hacia sus labios con lentitud. Deseaba sentir de nuevo aquellos labios sobre los míos pero cuando estaba por llegar, él se apartó aunque me sorprendió que no lo hiciera de forma brusca.


- Creo… que es mejor marcharnos, se está haciendo tarde – comentó.


Llevaba toda la mañana bastante extraño y no se había atrevido a tocarme, besarme o acariciarme. Quizá le había sentado algo mal de lo que ocurrió anoche pero preferí no meterme mucho en todo el asunto y hacerle caso. Recogimos las cosas y subí de copiloto en completo silencio viendo cómo metía la marcha atrás para salir del aparcamiento.


Se hizo un tenso silencio durante el regreso a la casa de Tyler y es que no me atrevía a mencionarle palabra alguna. Cuando aparcó y bajé del vehículo, fue cuando conseguí finalmente articular palabra explicándole que era mejor que me marchase. Comencé a caminar cuando él me detuvo con su voz, se le notaba algo nervioso.


- Lo siento, hoy estoy un poco susceptible. Perdóname, por favor. – comentó – dame la oportunidad de arreglarlo. ¿Te apetece subir conmigo?


- Vale.


Se le veía tan dolido por su comportamiento que decidí tener algo de paciencia con él, había pasado por mucho tras el fallecimiento de su ex-novio y encima, era mi principal sospechoso, hasta que no tuviese más pruebas, no podría decidir si alejarme o no de él. Tenía que aguantar aquí y desvelar el caso, tenía que cerrarlo y meter entre rejas a ese asesino que andaba suelto y que podía ser… me gustase o no, el chico frente a mí.


A veces me preguntaba si realmente ese chico inocente podía hacer algo tan atroz como arrebatar la vida a alguien. Por momentos pensaba que eso era imposible. Sonreí al ver cómo trataba de desenganchar la tabla de la baca y se quejaba, cuando de repente se pilló el dedo haciéndose un pequeño corte en el mismo.


Se llevó el dedo a los labios, lamiendo con dulzura el corte, tratando de calmar el dolor con su saliva, mientras yo buscaba en mis bolsillos alguna tirita o algo, normalmente siempre solía llevar alguna pero casualmente, hoy no había tenido suerte.


- Déjame ver – le dije quitándole la mano de su boca para ver el corte del dedo.


- Es sólo algo superficial, no pasa nada.


Saqué un pañuelo de mi bolsillo y cubrí su dedo para intentar que dejase de sangrar.


- Ve subiendo, ya desmonto yo la tabla – le comenté acercándome a ella para quitar los enganches que la sujetaban.


Tyler me dejó las llaves de su coche y empezó a subir hacia el apartamento mientras yo terminaba de soltar la tabla de la baca cerrando el vehículo para subir al apartamento. Tyler me esperaba en la puerta de su casa con la puerta ligeramente abierta. Entré dejando la tabla en un lateral del pasillo contra la pared.


- ¿Estás enfadado? – escuché que me preguntaba algo cabizbajo.


- No. Aunque es complicado entenderte. Tan pronto estas bien como te encierras en ti mismo.


- Quizá… es porque me atraes más de lo que me gustaría y es complicado intentar no querer estar contigo.


- ¿Por qué? Mírame – le dije alzando su rostro del suelo - ¿Por qué no quieres estar conmigo si te atraigo?


- Porque mi vida es complicada. No quiero involucrarte en ella.


- ¿Complicada? – sonreí – conduces un Austin Victoria del año en que mis padres aún ni habían nacido, vives en un apartamento para el que hay que ir al gimnasio cada vez que quieres abrir esa atrancada puerta – sonreí y él sonrió – trabajas en un bar y haces surf, no la veo complicada.


- Suelo mudarme con frecuencia – comentó agachando la cabeza para  no mirarme – no puedo iniciar una relación seria sabiendo que en cualquier momento tendré que marcharme de nuevo. Lo siento pero… no puedo enamorarme y destrozarle la vida a alguien.


- Estuviste dispuesto a formalizar con ese chico. ¿Qué ha cambiado?


- Ese chico era un surfista sin nada que le atase, se habría ido a cualquier sitio conmigo, tú tienes toda la vida aquí, trabajas en esa tienda con un buen contrato, tienes tu piso, tus amigos… no puedo pedirte que lo dejes todo por mí.


- Cuando llegase el momento todo se hablaría – intenté calmarle.


- No puedo arrastrarte a mi vida. ¡Dios mío! Me estoy enamorando de alguien quien ni siquiera me ha dicho su nombre, esto no puede estar pasándome – dijo alterado.


- Adam. Me llamo Adam.


Por primera vez empezaba a comprender y a acercarme lentamente a algunos de los miedos de aquel chico. Era cierto que había visto en su ficha todas las veces que se mudaba, ni siquiera llegaba a quedarse seis meses en el mismo lugar.


“En aquel momento, no sabía en el problema en que me estaba metiendo”


Rocé con mis manos la mejilla de Tyler intentando calmar aquellos sentimientos y aquellas dudas que acababa de mostrarme. Levanté su rostro nuevamente obligándole a mirarme y me acerqué hasta él con dulzura uniendo mis labios a los suyos en un beso lento y dulce, demostrándole que no me importaba nada más en este momento, tan sólo estábamos él y yo.


- Deja de pensar y déjate llevar – le susurré con mis labios rozando los suyos – déjame decidir a mí qué es lo que quiero.


Moví mi rostro hacia su cuello lamiéndolo mientras mis dedos resbalaban por su hombro arrastrando aquella camiseta para dejarlo al descubierto. Me gustaba la línea que se formaba entre su cuello y su hombro, nada podía impedir que la mordiera disfrutando de aquella respiración acelerada que Tyler me regalaba cada vez que se empezaba a excitar.


Mis manos bajaron por su cintura hasta llegar a su trasero arrastrando su cuerpo para pegarle más a mí mientras con mi pecho lo aplastaba contra una de las paredes del pasillo arrinconándole. No podía separar mis labios de aquel cuello y menos cuando a mis oídos empezaban a llegar aquellos leves gemidos que trataba de silenciar.


Sentía mi erección presionar contra el bañador en busca de la entrepierna de aquel chico rubio. Estaba seguro que él también debía estar excitándose con las caricias del momento.


- Tengo… que ducharme – susurró Tyler haciéndome parar.


No entendía qué me estaba ocurriendo con aquel chico, cada vez que le tenía frente a mí, sólo podía pensar en estar con él, en disfrutar, lo estaba empezando a ver como si de verdad pudiéramos tener algo serio. Me engañaba a mí mismo. Tuve que replantearme las cosas, repetirme que era un sospechoso y que tenía que frenar en este preciso momento, él sólo era un caso más. Yo estaba de incógnito y era por completo una mentira a sus ojos. Si en algún momento él pensaba que me conocía, se equivocaba, no sabía nada de mí, no había hecho otra cosa que mentirle y seducirle para sacar lo que quería de él.


- Lo siento – le dije apartándome – ve a la ducha.


- ¿Quieres ducharte conmigo? – preguntó ante mi sorpresa.


- No – le sonreí – creo que es mejor que no. Tengo que irme.


- ¿Trabajo? – preguntó.


- Sí – le mentí – la tienda no se abre sola y mi jefe debe estar esperándome. Nos vemos luego, ¿vale?


- Vale.


Tyler se marchó hacia la ducha y aproveché para cambiarme, aún llevaba su bañador. Me vestí con la ropa que había traído esa mañana y dejé el bañador húmedo cerca de la lavadora que tenía encajonada bajo la encimera de la cocina. Cuando iba a marcharme, mis pies pisaron un papel blanco que alguien había pasado bajo la ranura de la puerta. Aquello me sorprendió y lo recogí del suelo.


Tenía varios pliegues hechos y sólo había una frase escrita, una frase que me sobrecogió el corazón apretándolo y acelerándolo sin poder creerse lo que mis ojos leían.


“Eres un monstruo, está muerto por tu culpa”


Miré hacia el otro lado del pasillo escuchando el ruido del agua. Tyler debía haberse metido ya en la ducha. Saqué el teléfono móvil y le hice una foto al papel, luego rompí una de las esquinas para llevarme algo de la prueba. Volví sobre mis pasos buscando en la basura el pañuelo que le había dado a Tyler para que se limpiase la sangre que se había hecho en el dedo al desmontar la tabla de la baca y salí de allí.


En la calle aproveché para llamar a mi compañero para que viniera de paisano a mi casa, necesitaba hablar con él y era urgente. Seguramente él no tardaría mucho en llegar, pero yo tenía de diez a quince minutos caminando hasta allí.


Mi compañero, John, me estaba esperando fuera, vestido de paisano y apoyado contra su vehículo particular. Al verme llegar me saludó como si simplemente fuéramos amigos y no compañeros, acto seguido le invité a entrar en mi casa. Había traído unas cervezas y fingía venir a ver el partido de béisbol que hoy transmitían por la televisión.


Subimos en el ascensor hacia mi apartamento, busqué las llaves en mi bolsillo y abrí la puerta. Sólo cuando cerré la puerta después de que mi compañero entrase, es cuando me calmé y empecé a relajarme. John se sentó en el sofá y colocó las cervezas encima de la mesa pequeña del salón pidiéndome un abridor.


Cogí uno de la cocina, me dirigí al sofá sentándome al lado de mi compañero cogiendo una de las cervezas y abrí tanto la de John como la mía. Me miró extrañado con una leve sonrisa en sus labios y bebió de su botellín. Bebí yo también de mi cerveza y dejé que mi mente volviera a marcharse muy lejos de donde estaba ahora mismo, se fue a aquella nota que alguien había dejado para Tyler y que me molestaba. Pensar en él como el sospechoso nunca me lo habría imaginado. Sabía que lo era pero… tenía esperanzas de equivocarme, ahora mismo dudaba de todo.


- ¿Estás bien? – preguntó John.


- Sí – comenté.


- Te conozco bien y no me has hecho venir por nada. ¿Qué has descubierto?


Me levanté para ir hacia la cocina. Cogí las bolsas de congelador donde había metido las pruebas y se las lleve. Mi compañero se sorprendió al verlo sin entender muy bien qué ocurría.


- ¿Me lo explicas o trato de adivinarlo?


Sabía que intentaba hacerme hablar y yo tenía muy claro que tenía que contárselo todo, pero… era complicado, o por lo menos para mí, y es que ese chico estaba haciendo que me involucrase más de la cuenta en este caso. Mis sentimientos por él empezaban a afectarme.


- Esto de aquí es la esquina de un papel que pasaron por debajo su puerta mientras yo me cambiaba para irme. Tyler estaba duchándose.


- ¿Y qué había en el papel que fuera tan importante como para romper un trozo?


- Esto – dije sacando el teléfono móvil de mi bolsillo y enseñándole la foto con la frase escrita.


- Pues… sí era importante.


- Tengo dos teorías al respecto, pero sólo son eso.


- ¿La primera? – preguntó.


- Que hay un testigo de lo que ocurrió y no lo hemos encontrado. Y es posible que sea el testigo quien dejó la nota.


- ¿Y la segunda?


- Que le estén inculpando, quizá alguien que piense que pudo ser él y le esté acusando de algo que no cometió.


- Lo llevaré a criminalística por si pueden encontrar huellas parciales, aunque lo dudo mucho.


- Lleva también esto, se cortó al intentar descolgar la tabla de la baca. Tiene su sangre.


- De acuerdo, aunque dudo que encuentren algo, ya sabes que el agua ha limpiado la mitad del cadáver y los peces la otra mitad. Por suerte sacaron con rapidez el cuerpo, quizá aún haya alguna prueba que no se haya borrado, aunque desde luego dudo que haya sangre para cotejarla con esta prueba.


- Que hagan lo que puedan.


- Tardará un tiempo, pero lo llevaré.


- Sigo pensando que ese chico es inocente, algo dentro de mí me dice que no puede ser él, tiene una dulzura y una empatía con los demás que no… no creo que sea él – le dije.


- Algo bastante improbable por las nuevas pruebas que hemos encontrado.


- ¿Nuevas pruebas? ¿Y cuándo pensabas decírmelo? ¿Está involucrado?


- Desde luego que ese chico oculta algo. Allá donde va aparecen cadáveres, y eso no es normal.


- ¿Habéis encontrado otra víctima?


- Sí. En Rhode Island. Se ahogó, o más bien la estrangularon hasta ahogarla según el forense.


- Quiero verla – le dije.


- No puedes, ya sabes que estás de incógnito. Tienes prohibida la comisaría.


- No voy a la comisaría sino al centro forense.


- Es lo mismo, alguien podría verte y descubrir tu tapadera. Lo siento, imposible.


- Tengo que verlo, por favor.


John frunció los labios. Fue mi compañero prácticamente desde la academia. Yo era uno de los detectives más jóvenes que habían ascendido con rapidez y sabía que era bueno en mi trabajo. Este caso era importante para mí y mi compañero lo sabía.


- Te estás enamorando y eso es peligroso. Esa clase de sentimientos nunca dejan ver bien la realidad.


- Por eso quiero ver el cuerpo, necesito ver si realmente hay alguna prueba en contra de ese chico. Vamos, lo necesito. Sabes que si es ese chico y hay pruebas suficientes, le detendré. Mis sentimientos no se interpondrán en mi trabajo, pero necesito verlo, aún tengo esperanzas de que no sea él aunque todo indique lo contrario.


- De acuerdo. Te enseñaré lo que hemos encontrado al respecto sobre Tyler Davis y el nuevo cuerpo que hemos encontrado, luego te llevaré hasta el cuerpo del difunto.


- Gracias, John.


- No me lo agradezcas aún. Somos amigos desde hace muchos años pero…


- Lo sé, te la estás jugando por mí y lo siento. No te lo pediría si no fuera importante.


- Por eso lo hago, Adam. Nunca me has pedido nada y sé que para que lo hagas debe ser muy importante.


John se levantó del sofá, caminó hacia una pequeña mochila que había traído y sacó una carpeta amarillenta con papeles en su interior. Volvió a sentarse mientras encendía la televisión poniendo el partido de béisbol y dejó la carpeta sobre la mesa de mi lado.


- Échale un vistazo – comentó.


Abrí la carpeta con algo de dudas y la atraje hacia mí para verla mejor. La primera hoja era una fotografía de la supuesta víctima que habían encontrado, ni siquiera se la podía identificar a simple vista. Detrás había algunos datos sobre las pruebas que se habían mandado a analizar, debieron encontrarlo ayer o incluso antes de ayer.


- ¿Por qué no me lo dijisteis? – pregunté.


- Estás de incógnito, sigue investigando a ese chico.


- Crees que tiene relación con él, ¿verdad?


- Este chico apareció en el muelle de Santa Mónica. Tyler Davis estaba residiendo allí hace unos meses y por la descomposición del cadáver, los forenses piensan que lleva unos meses en el agua. Hoy a última hora seguramente nos darán las pruebas y podremos confirmar si era la misma fecha. Ese chico está en medio del caso, Adam.


- Quiero ir a ver el cuerpo.


- No hay mucho que ver, ya te he dicho que está en un pésimo estado de conservación. Los forenses apenas han encontrado residuos para poder localizar al que hizo esto. Ya sabes cómo es el agua… ha pasado meses en el mar, los peces, el agua… la mayoría de pruebas se han eliminado.


Cerré la carpeta frustrado y a la vez algo traumatizado con la idea de que ese chico pudiera ser un asesino. No podía creérmelo aún, era imposible. Había utilizado con él la empatía y había respondido correctamente aunque también era cierto que cuando estudiaba en la academia nos contaban que no todos los asesinos en serie eran psicópatas frustrados, la mayoría eran personas normales de las que jamás hubiéramos sospechado. Ese chico me parecía un ángel… un ángel que ocultaba algo en lo más profundo de él.


Miré de nuevo mi móvil con la foto de esa nota que le habían dejado. Quizá sí que había algún testigo de lo que ocurrió aquel día y si era cierto y ese chico era un asesino, el testigo estaría en peligro al haberse descubierto, por muy anónima que fuera la nota, daría con él.


Vimos el partido en silencio. John me miraba a veces sin saber qué decirme y es que el caso me estaba afectando más de lo que creía. Jamás pensé que me enamoraría o sentiría algo tan fuerte por un chico que tan sólo iba a ser la juerga de una noche. Ahora estaba aquí atrapado, había sucumbido ante sus ojos cristalinos, ante sus caricias, sus encantos…


El partido acabó y yo ni me di cuenta hasta que John apagó la televisión. El intenso silencio que se hizo en el salón me sacó de mis pensamientos y miré a mi compañero sorprendido.


- Te ha dado fuerte ese chico – me dijo con seriedad.


- Tiene algo, no sé qué es.


- Oculta cosas y lo sabes.


- Sí, es muy probable, pero eso le hace aún más atrayente y enigmático.


- Vayamos a las oficinas forenses, creo que necesitas una nueva perspectiva de lo que está ocurriendo.


- Tienes razón, lo necesito, necesito volver a la realidad. Deja que coja una chaqueta y nos marchamos a las oficinas.


- De acuerdo.


Entré en mi habitación y busqué en el armario alguna chaqueta. Por las noches solía hacer algo de fresco. Cuando salí colocándome la chaqueta, John ya me esperaba cerca de la puerta mirando el periódico de hoy.


- ¿Estás listo? – preguntó.


- Sí. Vámonos.


Cogí las llaves de mi casa y las del coche, aunque al final, fuimos en el coche de John hasta la oficina. Cuando bajé del vehículo me puse tenso, estaba a punto de volver a mi cruda realidad… tenía que recordar qué estaba haciendo con ese chico, estaba investigándole, no podía enamorarme.


Entramos por la oficina y suspiré frente al ascensor intentando relajarme. Al acceder y empezar a bajar hacia la zona de autopsias traté de mentalizarme, iba a ver un nuevo cadáver. La puerta se abrió y ambos salimos caminando por el largo pasillo hasta llegar a la última puerta, allí nos esperaba Nathan Malfitch, el forense en jefe que solía trabajar en nuestros casos. Le conocía desde hacía unos años, prácticamente desde que vine a trabajar a Miami.


- Hola, Nate – le llamé por la abreviación de su nombre.


- Hola ,Adam. Me han contado que estás infiltrado – sonrió.


- Sí, trabajando en el caso. ¿Qué me puedes decir?


- Pues no mucho todavía, faltan algunos resultados pero pueden tardar unos días.


- Cuéntame lo que tengas.


- Bien, acércate por aquí.


Mientras me acercaba a la camilla, él retiraba la sábana que cubría el cuerpo. Estaba peor que en las fotografías aunque era algo que me imaginaba.


- Jim Calaham, veinticuatro años.


- ¿Surfista?


- La musculatura no indica que hiciera ese deporte, sus brazos están poco desarrollados, sin embargo, sus piernas están muy desarrolladas. He detectado también una lesión en su tobillo, es posible que practicase fútbol, pero con esa lesión llevaría meses alejado del terreno de juego.


- Fútbol… no tiene nada que ver con el surf.


- No tenían relación excepto en una cosa – dijo mi compañero trayendo una carpeta algo más gruesa que la anterior – trabajaba en un bar en la playa, muchos universitarios se reunían allí y…


- Surfistas – dije - ¿Era universitario?


- Sí, tenía una beca para jugar a fútbol en la universidad de Berkeley, California. Estudiaba ciencias políticas y desapareció hace cinco meses, justo en la fecha en que Tyler se mudó de California a Florida.


- ¿Habéis contactado ya con sus padres?


- Sí. Tuvimos que pedirles la autorización para traer aquí el cuerpo, no era de nuestra jurisdicción pero como tenía relación con el caso que llevamos, nos han concedido unos días para realizar la autopsia. Sus padres quieren saber quién ha sido.


- Imagino – le dije - ¿Cómo falleció?


- Ahogado. Tiene ligeras marcas en la nuca, le agarraron con ambas manos y le mantuvieron la cabeza bajo el agua hasta que dejó de respirar. Lamentablemente sólo quedan las marcas, no hay huellas que sacar.


- Gracias, Nate – le dije intentando sonreír para agradecerle su trabajo y salí de allí.


John me llevó a casa y no hablamos en el resto del camino. Empezaba a hacerme a la idea de que Tyler era el responsable de todo este problema, y aunque para mí seguía siendo como un ángel, quizá no lo era, quizá sólo me engañaba a mí mismo y me estaba dejando embaucar por sus encantos, sus bonitas palabras y por aquellos ojos que me hipnotizaban.


- Ten cuidado – escuché que me decía John cuando frenó el vehículo frente a mi portal.


- Lo tendré – le dije.


- Encuentra algo con lo que podamos seguir trabajando. Intenta descansar hoy.


- Sí. Buenas noches y gracias por haberme dejado ir a la oficina.


- De nada.


Subí a casa y me tiré en el sofá incluso con la ropa, no me apetecía ni cambiarme, sólo quería descansar. La cabeza me dolía y creo que era por estar dándole tantas vueltas a este asunto. En el mismo sofá… acabé durmiéndome.


 


Cómo me habría gustado que Tyler no hubiera tenido nada que ver en todo el asunto


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