-papá… ¿podría ser que encuentre a mi destinado nuevamente? – ya era una semana en la que enseñaba en Namimori, memorizó cada rostro y aroma… ninguno tan atrayente y delicioso como la de aquel chico y había veces que se volvía loco pensando en tenerlo… en tocarlo y…
-¿te refieres a una reencarnación?... hijo… acaso tu
-papá… es el mismo aroma, atrayente, delicado, dulce, único – suspiró mientras peinaba sus cabellos – papá… me estoy volviendo loco
-no lo estás… son raras las ocasiones en que un destinado muere y renace, pero ocurre, escuché una historia, la esposa que murió en el primer parto… reencarnó 100 años después en forma de una mujer albina, esa fue tu tatarabuela
-entonces… ¿se puede? – sonrió ilusionado, no estaba demente… solo la vida lo estaba poniendo a prueba
-se puede, no estás loco
Ugetsu sonrió esa noche, se sentía dichoso pues no solo recuperaría a su destinado… sino que esta vez lo protegería, no lo dejaría morir, lo cuidaría. Y con eso en mente soñó con su pequeña amiga de la infancia, pidiéndole disculpas porque ahora perseguiría a otra persona, solo recibió una sonrisa brillante y amable y un… “sé feliz Ugetsu… sea quien sea, espero que te ame tanto como yo lo hice”
Ugetsu salió esa mañana con una sonrisa, se sentía más libre, tenía que comprobar una sola cosa y al final sería completamente…
-¿senpai? – Yamamoto estaba allí, sonriente como siempre, sosteniendo una bola de béisbol y…
-sal conmigo, ¡al extremo!
-¿qué? – el menor se veía confundido y Ugetsu paró en seco, había olvidado ese detalle. Yamamoto tenía varias y varios admiradores, era de esperarse, era un chico atractivo, atlético, amable, sonriente y más – senpai, podemos salir cuando quieras pero…
-me gustas – ese peliblanco era el muchacho con el que se topó hace días y Ugetsu suspiró, ahora que lo pensaba, él era maestro, mucho mayor que ese jovencito y sería pedofilia, un delito y muchas cosas más. Bueno, en su raza eso no importaba pero en la sociedad humana si y debía regirse a esas reglas mientras no estuviera en su territorio… así que se quedó callado y desvió su camino, ¡no, tenía que intervenir! Mejor no… era un joven de esa época merecía ser feliz y libre pero… ¡era su destinado!
-te lo agradezco senpai… pero yo no siento lo mismo – y allí Ugetsu detuvo sus pasos escondiéndose en una aula cercana, su oído agudo le permitía escucharlo todo – yo quiero solo salir con la persona que ame… y esa persona… aun no llega
-entiendo – se escuchaba depresivo pero pronto se repuso – te deseo suerte, y que seas feliz, ¡al extremo!
Bueno… un obstáculo menos, ahora había muchas cosas que resolver, pero iría paso por paso. El primero, verificar si en verdad era su destinado, ¿cómo?… simple, debía tocarlo. Lo que en su especie llamaban “reconocimiento” no era nada más que sentir la conexión entre las dos personas. Solo debía acercarse lo suficiente y siendo su profesor, pues, se volvía un poco más fácil o eso creyó. Primero le pidió ayuda con unos papeles, falló miserablemente pues simplemente intercambiaron palabras, conversaron sobre sus gustos y al final no hubo contacto físico. Intentó hacerlo cuando le entregaba una de sus pruebas, fallo total, sería raro. Intentó hacerlo en alguna clase de música pero ese día regresó el maestro original y se quedó sin oportunidad. En fin, ya había transcurrido el primer mes y un poco más y no tenía progresos más allá de pláticas largas llenas de bromas y risas cuando el chico venía a pedir algún consejo o por dudas de las materias pues a pesar de ser profesor de literatura, tenía dotes en otras materias y algunos de sus alumnos lo buscaban cuando su maestro original de una materia especifica estaba demasiado ocupado
-soy un desastre – se quejaba mientras entraba en la sala de música junto con Giotto que llegó de visita – soy patético
-te estás destruyendo solo, Ugetsu – sonreía divertido al ver lo desganado de su hermano – pero has progresado, solo mírate
-¿qué tengo de diferente? – se quejó mirándose en el reflejo de la ventana
-hace casi dos meses te resignabas a quedarte solo y sin amor – reía al ver la pequeña sonrisa de su hermano – ahora estas sufriendo porque tu destinado es un jovencito despistado y no puedes acercarte sin levantar sospechas en los demás adultos
-ni me lo digas… pero tiene 16 falta poco – sonreía mientras tomaba uno de los flautines y se lo llevaba a sus labios, suspiraba antes de empezar a tocarlo con suavidad. Una tonada sencilla que el transformaba en un cántico y a la vez Giotto completaba con las frases correspondientes a esa canción. Así se quedaron un buen rato, compartiendo un tiempo artístico entre hermanos, riéndose de sus vidas y sus problemas
-bueno Ugetsu, me adelanto a casa, es mi día libre y… tengo sospechas de que mi destinado está cerca
-¿lo olfateaste? – se interesó
-sí, fue hace dos días… pero lo perdí – pero Giotto no perdía la sonrisa – bueno… ¿quieres algo especial para la cena?
-nada en especial – respondió mientras veía a su hermano salir por la ventana, estaban en el segundo piso, trepó a un árbol cercano y cayó grácilmente al suelo, era un leopardo digno. Se despidieron con un gesto de la mano y Ugetsu regresó a su meditación tratando de empezar a tocar aquella tonada nuevamente
-sensei – Ugetsu se quedó pasmado al ver a la persona en la puerta – disculpe… espero no molestarlo – ¿qué hacía Yamamoto allí? Era ya demasiado tarde para que un alumno estuviera allí y a más de eso… habló de todas las cosas relacionadas con destinados, manada, instintos y hasta Giotto gruñó y mostró sus colmillos, ¡por el mismísimo infierno, se suponía que no había alumnado!
-que tal, Yamamoto – sonrió tratando de parecer normal, seguramente el chico no escuchó nada, tampoco vio nada. Ni Giotto ni él detectaron un aroma diferente, entonces no debía preocuparse pero…
-su hermano es raro, creo que lo escuché gruñir – Ugetsu se tensó al escucharlo pero trató de mantener la calma
-fue una broma… pero… ¿estabas espiándome?
-no… yo solo esperaba que se desocupara para preguntarle algo y… lo siento – se disculpó el jovencito riéndose nerviosamente
-no te preocupes, la próxima vez solo entra, pero dime… ¿en qué puedo ayudarte?
-bueno… es algo simple
-dime
-¿cómo sé que estoy enamorado? – y Ugetsu se quedó pasmado – es que usted me da confianza y mi padre está de viaje… necesitaba un consejo pues he recibido una carta de confesión y… - se rascaba la cabeza con nerviosismo, sus mejillas un poco coloradas y Ugetsu se embelesó con esa imagen llena de inocencia
-bueno… no es que sepa mucho de eso – sonrió por la inocencia del chico y le ofreció tomar asiento mientras el buscaba el estuche del instrumento usado
-¿puede tocar un poco más? – sonríe al ver a Ugetsu mirándolo con duda – lo escuché un momento… ¿puede repetirla?
-claro – con calma empieza una vez más con su tonada, cerrando los ojos concentrándose en el movimiento de sus dedos. A Ugetsu le gustaba mucho tocar de esa forma y no se dio cuenta de como Takeshi se quedaba observándolo mientras juega con sus manos nerviosas – eso es todo – sonrió al terminar guardando con cuidado el instrumento después de limpiarlo – se hará tarde así que podemos hablar de tus dudas ahora, solo un rato
-¡cuidado! – vio tropezar a su maestro y se levantó para ayudarlo, cayeron juntos al suelo como si fuera una escena de telenovela cursi, excepto que se golpearon las frentes de forma brusca y terminaron riéndose. Pero al tocarse las manos cuando se levantaban… sucedió – auch – se quejó cuando sintió una corriente en su mano y se alejó – está muy cargado – sonrió divertido
-es verdad – sonrió viendo al chico, sucedió… la señal que quería sucedió sin esfuerzo alguno y se sintió idiota cuando no podía dejar de sonreír. Ahora venía la parte difícil… ¿cómo seguir?
Debido a la hora y a lo anaranjado del cielo, Ugetsu decidió salir de la escuela y hablarían hasta que sus caminos se separaran. Caminaban juntos, de nuevo su conversación se desvía, terminan hablando de deportes y de gustos personales, de sueños a futuro, de trabajos escolares, problemas de adolescentes y al final nada más ocurre. Al menos eso parece pues Ugetsu con un brillo encendido en su mirada, se despide de su alumno con la promesa de charlar sobre el amor en otra ocasión.
El tema quedó allí, porque en la preparatoria no había privacidad para hablar de aquello, porque era época de evaluaciones y finalmente porque había limitaciones ya que eran maestro y alumno. Y aun así lograron encontrar tiempo para verse, ¿cómo?... una casualidad. Yamamoto falló en la evaluación en varias materias, tres para ser exactas y Asari se ofreció como tutor temporal. Visitó al chico en su casa y descubrió que tenía un restaurante de sushi. Tsuyoshi era un hombre amable que le cedió la responsabilidad de ayudar a su hijo. La tutoría duró una semana, en donde Yamamoto mejoró sus habilidades en japonés, matemáticas y por supuesto en Literatura. Una convivencia agradable, que terminaba ese viernes… después de tantas semanas intentando un acercamiento… este se dio por si solo
-ha sido agotador – se quejaba Takeshi que en esta ocasión estaba sentado en una de las mesas del restaurante. Ese día el restaurante estaba cerrado porque Tsuyoshi tenía que ir a cuidar de su hermana enferma. Estaban solos
-pero lo has hecho bien – sonreía ya relajado, en esos días solo miró a Takeshi, sus facciones, sus pequeñas acciones, su aroma embriagante y el sentimiento que lo llenaba y atraía
-sensei… ¿podemos retomar el tema de la otra vez?
-¿aún no le has respondido? – se sorprendió
-no es eso – desvió la mirada – rechacé a esa persona, porque… quiero esperar a la correcta… quiero saber cómo reconocerla – Ugetsu se enamoró de ese chico, de su sonrisa avergonzada, de ese pequeño sonrojo – le pregunté a mi papá pero… aun no lo tengo claro, quiero saber la opinión de alguien más
-enamorarse es pensar en alguien más – sonrió mientras terminaba con su bebida – es querer su bienestar sin importar como, es querer ayudarlo a sonreír, es sentir un palpitar absurdamente acelerado cuando se acerca a ti – recordaba cómo se sentía con ella… su pequeño amor que ahora estaba en las nubes – es apreciar cada detalle por más pequeño que sea y desear pasar a su lado por el resto de su vida – suspiró y cerró sus ojos recordando – y para mi especie… es percibir un aroma especial, una conexión y… - ¡pero qué estúpido! ¡Cómo dijo que eran de diferente especie! ¡Qué fallo tan enorme!
-¿especie? Ahora que recuerdo… usted y su hermano hablaban de un destinado y de olfatearlo – Takeshi se quedó mirando a su sensei y empezó a reír – ¿Acaso somos de especie diferente?... no bromee sensei
-jajaja… si… es broma – pero desvió la mirada, a Takeshi no podía mentirle. Rascó su nuca con nerviosismo y cuando volteó a ver a su estudiante, se topó con la mirada marrón de un chico ingenuo y…
-senpai dijo que usted puede saltar como un león… puede escuchar a los alumnos cuando hablan muy bajito… sus reflejos son anormalmente buenos y… su hermano parece un gato cuando salta del segundo piso… sensei – Ugetsu se tensó con cada palabra – ¿qué es usted?
-debo irme – se excusó – si tienes algún problema puedes pedirme ayuda – sonrió tomando sus cosas y levantándose pero
-¡espere! – lo enfrentó, podía ser despistado pero ahora… sentía que su suposición estaba correcta – no le diré a nadie… sensei… ¿qué es usted?
-…- batallando durante largos minutos y escuchando esa voz suplicante y esos ojos curiosos terminó por rendirse – yo… soy un… cambia-formas… un leopardo
-jajaja… pensé que me diría que era un maestro de artes marciales – y Ugetsu se golpeó en la frente al no inventarse algo como eso – pero… ¿me está diciendo la verdad? – Ugetsu suspiró y terminó asintiendo – genial… – sonrió acercándose y el mayor retrocedió – ¿cómo es? ¿En verdad cambia? ¿Si no es humano, por qué está aquí?
-Takeshi, tu padre regresará… por favor, no digas nada a nadie
-lo haré si me enseña alguna prueba – sonrió emocionado
-algo simple – Ugetsu susurró derrotado viendo la emoción en ese chico – mis dientes – dijo resignado
-¿los puedo ver? – y sin esperar afirmativa se acercó y con cuidado deslizó sus dedos abriendo esos labios. Ugetsu no pudo resistirse, ese pequeño contacto lo debilitaba y soltó un leve jadeo – ¡genial! – sonreía al ver como esos colmillos crecían hasta volverse grandes y filosos, deslizó sus dedos por ellos y se alejó cuando escuchó una especia de gruñido agudo
-suficiente – susurró pero Takeshi mantenía el toque en sus mejillas, lo miró con detenimiento – ya te di la prueba
-sensei – tragó duro mirando al sensei de cerca se ponía nervioso, y sus mejillas se sonrojaron – creo que estoy enamorado de usted
-Takeshi – pero no pudo decir más cuando sintió los labios de su alumno rozar los suyos, un movimiento suave, casto, ingenuo y… - disculpe… fui impulsivo y…
-… - se perdió… solo quería sentir esos labios un poco más, deslizando los suyos encima de esos labios inexpertos – Takeshi – susurró cuando volvía a besarlo y sentía como el menor pasaba sus brazos hasta rodear su cuello, se dejó llevar, moviendo sus labios con suavidad y sintiendo como torpemente le correspondía – eres mi destinado – susurró cuando se separó y vio esas mejillas rojas
-eso… ¿es bueno? – sonrió avergonzado apartándose de su sensei
-excelente – sonrió perdido en la embriagante calidez de ese cuerpo y el aroma intenso, quería besarlo todo el día si fuese posible… su destinado… que bonito sonaba
Pero su momento se cortó con la llegada de Tsuyoshi, quien al saber que su hijo mejoró en sus calificaciones, decidió hacer un festín
Continuará…