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Sombras y luz por Liyis

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Notas del capitulo:

Hola mazapanes!

Les dije que publicaria el lunes y aqui esta!

Disfruten!

Los siguientes días fueron los más duros.

Richard me dejo salir de mi cuarto después de dos días y medio. Dos días en los que no me atreví ni a levantarme de la cama. Y me dejo salir únicamente porque él tenía que regresar a la ciudad a trabajar.

Cuando regrese a la escuela, hasta el viernes, solo algunos compañeros se enteraron de la muerte de mi madre. Observándome y señalándome y solo alcanzaba escuchar algunos murmullos. Estaba callado y con la mirada baja. No tan diferente a los demás días, pero creo que era mi aura lo que alejaba aún más a las personas. Aun así. No conocía nadie.

La primera persona en hablar conmigo sobre el tema fue la directora. Me mando a llamar en la clase y ni siquiera sé cómo se enteró, me dio apoyo y me dio una cita para hablar con la psicóloga de la escuela. En cuanto salí de la oficina lance su aviso a la primera papelera que vi.

La segunda persona en hablarme fue el profesor Morgan. Él fue sencillo, solo me dijo que lo lamentaba mucho.

En el cambio de clases  me encontré con Amy. Se veía triste pero aún no sabía si creerle. De nuevo fue un lo siento rápido mientras me acariciaba el hombro.

Estaba solo en les cafetería como era costumbre jugando con la comida. La verdad es que no tenía hambre ni ganas de comer. Me concentraba en la pequeña albóndiga recordando que mi mamá ya no me prepararía el almuerzo como antes. Y que cuando llegara a casa no tendría que buscarla para recordarle que había llegado al fin del colegio. Era muy poca nuestra relación... pero aun así, me sentía aún más solo.

El rechinido de la silla me hizo volver al mundo.

Levante la mirada para ver a Iván sentado al lado de mí. Mirándome con la misma pena con la que lo hacían todos ahora.

—Hola... —su voz era aún peor. —Toma... —me extendió una servilleta. La tome sintiendo como mis ojos habían comenzado a humedecerse. De nuevo, querían  salir sin mi permiso. —¿Cómo estás?

—Mal. —conteste, supongo que seco.

—Estarás bien. —afirmo.

—No lo creo.

—Me encargare de ello... —se escuchas decidido.

—¡No quiero que lo hagas! —alce la voz. Pero mi idea de alejar a la gente estaba presente. No quería hablar con nadie, no quería que ni se me acercaran. Preguntándome como estaba y si podían ayudar en algo. No quería hablar... porque sé que si lo hacía iba a comenzar a llorar sin poder evitarlo y no quería que me vieran llorar.

Iván se había acercado un poco más a mí. Pero se alejó en cuanto me escucho.

—Sé que es difícil. —lo mire al darme cuenta de que no se daba por vencido. —Se lo que se siente perder a alguien que amas. Y lo peor que puedes hacer es alejar a las personas.

—No quiero que me vean llorar... —admití.

—Entonces no lo hagas. —volvió a acercarse. —Te veo en la salida... No vayas a irte.

Se levantó y mire como salía de la cafetería.

 

 

No sé porque le hice caso. Pero me ayudó a distraerme aunque sea un poco. Estaba de pie en la cerca de la escuela esperándolo. Iván llegó de repente, con una gabardina negra ocultando su blanca camisa. No me había dado cuenta de que el frio nunca se había ido.

—¿Listo?

—¿A dónde vamos?

—Ya lo veras.

Tomo mi mano y me jalo hasta que llegamos al mercado. Me sonroje en el acto. Los colores y la gente tan alegre aun seguía ahí, pero algunos vendedores me reconocieron y no perdieron el tiempo en decirme cuanto lo sentían, todos lo sienten. Incluso me regalaron cosas, me dijeron que podía contar con ellos. Muchas cosas.

Aun caminando por el mercado nos detuvimos en una tienda de flores. La tienda de la vieja Pepper. Así es como me había dicho de la llamar la primera vez que la conocí.

Iván me soltó y entro a la tienda después de decirme que esperara. No quería estar aquí... pero tampoco quería regresar a casa. No sabía a donde ir ahora y se me estaban acabando las opciones.

Observe algunas florecitas de lavanda mientras Iván conversaba con la señora. Me quito las cosas que llevaba cargando y la ancianita me dijo que las cuidaría por mí. Me recordaba mucho a mi abuela. Tenía que llamarle por teléfono.

 

Encontré rápido un teléfono público y llevaba unas monedas en mi sudadera. Creo que Iván no se había dado cuenta. Me pegue el micrófono en el oído escuchando los pitidos de la línea.

—Por favor contesta... Por favor contesta... —le rezaba a la máquina. Pero simplemente no lo hizo. La voz de la operadora me recordó que estaba ocupado o algo así. Colgué rápido y suspire agotado. Cuando gire Iván ya estaba ahí con dos ramos de flores. Como si se hubiera dado cuenta de mi desaparición desde un principio, pero en vez de molestarse, me espero.

—¿Continuamos?

—¿A dónde vamos? —repetí.

 

En un segundo ya estábamos ahí.

El olor a muchas lavandas, hierbas y el inicio del bosque con los pinos me hacia sentir en un campo. Una pequeña capilla del lado izquierdo y delante los barquitos que terminaban su pesca.

—No termine de contarte... —se inclinó y dejo un primer ramo de flores recargado en la lápida.

Una lápida de piedra gris y dura. Con unas letras oscurecidas que apenas y se llegaban a distinguir.

Elle Davis 1999 - 2013

—Mi hermana está muerta. Murió hace dos años. Su muerte fue algo que... yo sé que pude haber evitado. Y no lo hice...

—¿Cómo murió? —pregunte, sorprendido, pero al mismo tiempo, como si ya me lo esperara.

—Se quitó la vida. Ella... se arrojó por el acantilado. Ni siquiera sabía que ya no quería seguir con vida.  Y yo nunca llore cuando ella murió, ni siquiera cuando estaba solo y ahora no puedo hacerlo otra vez.

Observe la tumba, sin estar aún seguro de que decir.

—¿Por eso... tu estas ahí todo el tiempo? —me refería al acantilado.

—Debo admitir, que de todos los lugares donde alguien pudo haberse suicidado a esa hora del día. "Ese" era el mejor de todos. Por eso se lo que se siente perder a alguien.

Comencé a saber a lo que se refería. Observe por el resto de las tumbas, todas extendidas, algunas viejas y otras nuevas, algunas con basura y otras llenas de flores. Y ya la había localizado desde el primer momento en que entre aquí.

Solo camine un poquito. Estaba frente a la pequeña pieza de mármol, con algunas flores y una bonita caligrafía.

Ellen Brooks 1978 - 2015

Porque tú en mi alma regresarás al lugar donde perteneces y yo solo podre esperar a estar contigo.

Iván dejo el ramo de flores sobre la tumba y yo apreté las mangas de mi sudadera, cubrí mi nariz con una de mis manos, sintiendo como mis lágrimas resbalaban por mis mejillas hasta humedecer las hierbas.

—Duele... —susurre. ¿Porque me trajo aquí? ¿Que intentaba? Ahora que lo pienso, prefiero estar mil veces en casa. Encerrado. Que aquí, porque mi mamá está ahí. Encerrada en una caja. Al igual que todos aquí.

—...Sé que duele. —lo sentí tomar mi mano de nuevo y como ya no podía apretar mis mangas no perdí tiempo en apretar la suya. El zafo su mano de la mía, esperaba que se sintiera raro y oculte mi rostro entre mis manos. Entonces sentí como me abrazaba, rodeaba mi cuerpo por completo y me dejaba empapar su gabardina en lágrimas. Así estuvimos un buen rato.

 

Después de haber visitado el panteón caminamos hasta entrar al bosque, subimos hasta el acantilado. El mismo en donde la hermana de Iván había muerto.

Yo soltaba a llorar por ver la tumba donde estaba mi madre, e Iván iba al lugar donde su hermana murió todos los días. ¿Cómo... podía alguien ser tan fuerte? Peor, ¿cómo se podían castigar así?

—¿Y qué es lo que sigue ahora? —Iván había comprado una bolsa de gusanitos de gomita y los íbamos comiendo de jalón en jalón. Observando el atardecer. Era increíble.

—Seguir adelante. —contesto.  

—No sé cómo pueda seguir adelante. —admití.

—Solo tienes que dejar que pase.

Me encogí en mi lugar.

—¿Tu abuela va a venir verte?

—¿Eh? —no entendí la pregunta.

—¿No te vas a quedar en casa solo con el esposo de tu madre o sí?

—No... no lo hare. Nunca está en la casa. No lo volveré a ver hasta dentro de una semana.

—¿Y tu abuela?

—... No contesta mis llamadas. —susurre. Pero apenas lo hice el celular de Iván comenzó a sonar. ¿De quién serán todas esas llamadas que recibe?

—Espera. —contesto rápido y volvió a alejarse. Esperaba que mi celular estuviera en la habitación de Richard. Así podría hacer otra llamada.

Seguía pensando cuando regreso.

—Tengo que irme. —tomo sus cosas y la bolsita de gomitas agarrando un puño. —¿Te quedas? —me la regreso.

—Sí. —quería irme con él. Pero no, aun no quería regresar a casa y aparte de eso, seguro y él iba a otro lugar.

—Está bien y... si no te contesta, entonces búscala. 

Se fue. Creí que no me había escuchado. Y ahora que lo pensaba, no me parecía mala idea.

Precisamente era sábado. Pero no me tomaría mucho comprar un boleto de autobús e ir a Colorado a buscar a mi abuela. El viaje sería de un momento a otro. Así que metí todas mis cosas en una maletita y tome todo el dinero que tenía ahorrado. No quería asustar a nadie, así que también deje un notita en la cocina advirtiendo de mi huida. Nadie la vería, de eso estaba seguro. Ya tenía dieciséis años. Podía cuidarme solo, casi y lo había hecho desde que tenía memoria.

Tome un primer autobús a la estación. Sin tanto atareo como todo en este lugar.Y luego pase a un 7-eleven por papas fritas y refresco. Debería estar en casa. Debería estar en el panteón, llorando y rezando aunque no fuera muy creyente. Tenía que estar ahí. Tenía que pedirle a dios porque mi mamá este bien. Pero no. Si todo salía bien, regresaría a casa el domingo en la noche y tendría suficiente tiempo para visitar a mi abuela un día entero.

Estaba sentado con mi mochila y observando a la nada. No encontré mi celular. Pero encontré un pequeño reproductor de casstte’s entre las cosas del abuelo de Richard. Extrañaba el sonido del vinilo. Me había dedicado a escuchar el único disco que tenía una y otra vez.

Solo tenía que esperar a que el autobús estuviera listo y pudiera irme. Ya hasta pensaba en el futuro. Quería quedarme a vivir con la abuela. Pero... si me quedaba con ella... ya no volvería a ver a Iván.

Y no me gustaba eso. Suspire.

 

Me acerque a una casilla con otro teléfono público. Metí las moneditas y marque el número. Pegando la bocina del teléfono a mi oído. ¿Porque mi abuela no me ha marcado? ¿Ni a la casa? ¿Porque no ha venido a vernos? No podía evitar que las preguntas se pierdan de mi mente. ¿Y si no sabe que mamá murió? ¿Y si lo sabe y ya no le importo? ¿Y si me dejo solo con él?

—Por favor... —cerré los ojos con fuerza —contesta. —susurre. Pero antes de poder escuchar algo más fui jalado por el gorro de mi sudadera hasta salir de la casilla. Me asusté. Había sido con tanta brusquedad que creía que me estaban asaltando e hice lo posible por patalear para zafarme. Apenas lo hice y encare a mi agresor. No era nadie más que el mismo Richard. Se suponía que se había ido. ¿No?

Su mirada era de tanto odio que no tardo en volver a sostenerme del brazo y jalarme hasta su auto.

—¡¿Qué haces?! —comencé a reclamar. —¡Suéltame!

—¡Te dije que no irías a ninguna parte!

Observe a mí alrededor. Todos estaban subiendo al autobús y no había nadie cerca para ayudarme. Apretaba tan fuerte, que esperaba marcas en mi brazo.

— ¡Voy a ir a ver a mi abuela!

—No iras a ningún lado.

Intente correr en dirección contraria y primero que nada gritar. Pero el me cubrió la boca antes de y en menos de los que me di cuenta ya estaba dentro del auto.

—¡Te advertí algo y tú me desobedeces! —hablo fuerte, subió del lado contrario y azotando la puerta con fuerza.

—¡Tu no me mandas!

—Pues ahora sí y tendrás que aguantarte...

En menos de lo que había esperado estaciono el auto a la mitad de la calle y la banqueta. Tan rápido que si no me hubiera puesto el cinturón hubiera chocado con la guantera. Me arrastro hasta que salí del lado de del conductor y me metió a la casa a empujones. ¿Cuando llegamos? Ya era de noche, muy tarde y parecía que las casas se habían puesto de acuerdo para no dejar las luces del frente prendidas y para que las luciérnagas no salieran a volar como era habitual y hacia tanto frio que todas las luces de las casas estaban vacías. Como si todos estuvieran durmiendo.

Cuando vi a Richard tratar de acercarse a mí de nuevo corrí hacia la cocina sujetando lo primero que encontré para defenderme, un enorme cucharon de metal que mama usaba para la sopa. Estaba nervioso, asustado y aterrado. Sin saber qué hacer.

—¡Ya déjame! —grite y no me creía que no se escuchara afuera. —¡No te me acerques o llamare a les policía...!

Mis manos temblaban y mi voz también. Y eran ridículos mis esfuerzos. De todo el tiempo que lo llevo conociendo, Richard nunca me había dado tanto miedo. Iba a llamar a la policía de todas formas. En cuanto encontrara un teléfono. Ahora que lo pensaba, tal vez y me ayudarían a hablar con mi abuela. Tantos pensamientos estaban por mi mente. Que apenas y pude reaccionar cuando se acercó. Y sin valor para golpearlo, me escabullí antes de que me atrapara y subí las escaleras para llegar a mi cuarto, atrancar la puerta y si podía, escapar por la ventana. Pero Richard me sujeto antes de que siquiera me acercara y cargándome mientras pataleaba. Abrió la compuerta del ático  haciendo que escuchara el temible rechinido de las escaleras.

—¡Espera! —le tenía tanto pánico a ese lugar. No me espere el golpe, el dolor del mi mejilla al sentir una fuerte cachetada que me hizo bajar la guardia y encogerme por el dolor. Y Richard aprovechó ese momento de mi aturdimiento para meterme dentro del ático y cerrar con llave.

Cuando apenas reaccione de donde estaba, comencé a golpear la trampilla. Pero pare a los pocos segundos cuando comencé a llorar. Me levante y me senté en el mullido colchón del lugar. Había perdido mi oportunidad. Estaba perdido.

Notas finales:

Les aviso que el proximo capitulo va a ser narrado por Ivan! Y como al fin salgo de vacaciones la actualizacion sera el Jueves.

Espero les haya gustado.

Nos leemos.

Liby.


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