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Sombras y luz por Liyis

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Notas del capitulo:

Hola mazapanes!

Les advieto.... este capitulo esta muy intenso.... nope. Solo es triste. Yo llore, no se ustedes. Asi que, preparense.

Disfruten.

La casa de la Sra. Davis no era tan diferente a la mía, era solo un poco más pequeña. Su sala de estar tenía una chimenea con varias esferas de nieve decorando y una pared llena de fotografías, la mayoría eran de un tierno Iván de pequeño, algunas de su hermana y de la propia Sra. Davis de joven. Pero no había ninguna fotografía de su padre. La casa olía a fruta, y tenía un tocadiscos ambientando con algo de Jazz, que le daba a la casa un toque más animado. ¿Porque estos lugares me recordaban tanto a... las épocas de mi abuelita?

En lo que yo me quede admirando las fotos. La Sra. Davis fue a su cocina. Cuando me di cuenta el increíble aroma a comida empezó a hacer que mi hambre creciera aún más.

—Puedo ayudarle a poner la mesa. —me ofrecí, cuando la seguí a su comedor.

—Oh... Muchas gracias. —me dio los platos y los cubiertos y comencé a hacer mi trabajo. Su comedor estaba unido a la cocina. Una bonita mesa de mantel crema y con flores en el centro. La señora Davis llego con un gran tazón de ensalada y aunque trate de ayudarla ella se negó. Sacudió sus manos.

—Luca. En lo que traigo el resto de la comida. ¿Puedes hablarle a Iván? Por favor.

—Si… —susurre. En cualquier momento tenía que encontrarme con él.

—Está arriba —señalo con su dedo, como si el pudiera escucharla. —Es la primera puerta del pasillo.

Subí las escaleras. Estaba nervioso. En cuanto localice la puerta, aguante la respiración antes de tocar. Pero no escuche nada, aun así, una fuerza desconocida me obligo a girar la perilla y entrar de todas formas. Lentamente y temiendo que luego alguien me pillara.

Me asome solo un poco, dejando parte de mi cuerpo aun fuera de la habitación, observe un escritorio, con la computadora encendida y varios papeles por todo el lugar, también restos de comida. Había una montaña de ropa sucia de lado de su cama y su pared estaba tapizada de fundas de discos vinilo, aquellas que podía ver desde mi habitación. No entraba mucha luz, por lo que note que su cortina seguía cerrada. Para cuando me di cuenta que estaba en el centro del cuarto observando todas las fundas. Era algo que podía definir como genial, o increíble. Su cama estaba deshecha y toda desaliñada. Su celular reposaba ahí y unos grandes auriculares estaban en el piso con todo el cable enredado.

Así de desordenado que estaba todo era muy obvio notar la fotografía en el buro del lado de su cama, ya que era lo único ordenado y sin polvo. No me atrevía a tocar nada, solo me incline un poco para poder ver la foto de la adorable niña con coletas que sonreía a la cama. Sonreí. Era un desastre. La habitación era un completo desastre. De cualquier modo, tenía un olor tan fresco como la menta. Su loción. Era eso.

—¿Qué haces aquí? —su voz me hizo estremecer. Me quede más quieto que una piedra y gire lo más lento que pude. Fue aun peor evitar mi sonrojo, tenerlo de frente con el cabello mojado y solo una toalla cubriéndolo era devastador para mí.

Aun así, la forma en la que me miraba, me hacía querer regañarme por haber perturbado su tiempo. Me observo. Por su rostro, suponía que estaba sorprendido, pero sorprendido en el mal sentido.

—Amm... Hola.

Sonreí, no podía quitar mis ojos de su torso. Estaba mal, no debía.

—Hola, es mi habitación ¿sabes?

—Si… —seguí callado otro rato, admirándolo. El suspiro. —¡Ah! Tu mamá me invito a cenar. —sonreí inocente, y retrocedí varios pasos hasta la salida. —Y me dijo que te avisara que ya es hora de cenar. Pero… creo que vas a cambiarte, así que…

—Adiós —se adelantó, aun sin moverse.

—Adiós... —me encogí y suspiré mientras cerraba la puerta. Corrí escalera abajo regresando a la cocina.

—Sra. Davis. ¿Puedo usar su baño? —pregunte. Creo que tenía un problema.

—Claro. —me sonrió.

Me encerré en el pequeño baño color rosa con jabón aromatizante. Antes de que la señora Davis me preguntara que había sucedido con Iván.  Me hice bolita y sentí como tenía una erección que no me esperaba. No, no, no. Tenía que distraerme en algo más. Observe el baño, imaginaba que la señora Davis hizo toda una revolución en su casa cuando llego. Porque Iván probablemente lo tenía todo dañado. El olor a manzanilla que desprendía su jabón me hizo calmarme. Me remoje la cara y me quede en el piso un ratito hasta que sentí que la excitación había desaparecido. Jodida adolescencia.

Escuche que Iván llegaba a la mesa y me acerque a la puerta para escuchar la conversación que tenía con su madre.

—¿Porque lo invitaste? —su voz se escuchaba incluso enfadada.

—Ya que tú no quisiste hacerlo, lo hice yo. —la Sra. Davis se escuchaba satisfecha y parecía que disfrutaba de las reacciones de Iván.

Suspire de nuevo y me lave las manos antes de salir.

 

 

La cena no había sido un completo asco, creo que quien más hablo de los tres fue la Sra. Davis. Tan alegre como siempre. Me senté justo en frente de donde estaba sentado él y no despegue la mirada de mi plato. No sabría si Iván me miraba a mí.

Al final de la cena tuve que agradecerle a la señora Davis e inventar como veinte excusas para que no me invitara a quedarme a ver el capítulo de su telenovela con ella, ni para que me obligara a subir con Iván a su habitación para hacer “cosas que hacen los adolescentes hoy en día”. No después del problemita que había tenido hace unas horas.

 

Cuando llegue a la oscuridad de mi casa y deje las llaves en el perchero escuche unos ruidos que venían de la cocina. Por completo el pánico me ataco y me acerque lentamente esperando lo peor. Tal vez si era un fantasma, o peor, un ladrón. Me asuste de solo pensarlo, pero al llegar, no era más que un perro que se había colado a los casa rasgando el agujero de la puerta.

En cuanto me observo sorprenderlo puso una mueca inocente y bajo sus orejas. Detrás de él, había un enorme basurero. Había hurgado la basura en busca de comida. Me agache lentamente para no asustarlo y extendí mi mano. Se acercó a mí de a poco. Su pelaje era muy negro y me recordaba a alguien. Era pequeño, no debía tener mucho tiempo de nacer. Después de dejarme acariciarlo comenzó a subirse a mí. Lo cargue fácilmente.

Así que era el él que había roto la puerta. Bueno. Al menos ya no estaría tan solo.

 

 

Al siguiente día, cuando desperté el cachorro ya no estaba en la pequeña caja con la mantita que le había dejado. Revise por toda la casa. Se había vuelto a escapar por la puerta trasera, tenía mal la bisagra y estaba chueca, era muy fácil entrar. No sé, creo que tenía que empezar a acostumbrarme a que me dejen. Tendría que arreglar el agujero si no quería que Richard se enojara conmigo.

Tome mis cosas y camine hacia el colegio. Mirando hacia atrás a la mitad del camino. Tal vez y podría encontrarme a Iván. Pero no fue así. Mi día comenzaba a mostrarse pésimo. 

Cuando entre al colegio, como las personas en este luchar son tan discretas. No pude evitar notar como todos se me quedaban viendo. No sabía muy bien porque. No había hecho nada malo o de notar últimamente. Tampoco creo que tenga marcas o algo por el estilo en el rostro. Todo siguió igual hasta que llegue a mi casillero. Varias personas lo estaban rodeando. Como cuando matan a alguien y la gente chismosa esta al rededor. En este caso, sí que me mataron.

Mis pasos se volvieron más lentos. Preguntándome que era lo que querían en mi casillero. Y sinceramente empecé a sentir que no era nada bueno.

Adam salió de entre las personas y en cuanto me vio se puso pálido.

—Luca... —trato de hablar, con esos tonos de decepción. ¿De verdad alguien había muerto en mi casillero?

Nadie más de los que estaban en la bola se había dado cuenta de que estaba ahí.

—¿Que hacen...? —pregunte, tratando de alzar mi voz para que Adam no fuera en único al que le dirigiera la pregunta.

—Primero, no tengo idea de cómo paso Luca...

—¡¿Qué cosa?! —lo interrumpí. Comenzando a alterarme.

Caminé con más prisa hasta estar frente al tumulto de personas.

—¡Muévanse! —creo que grite. Pero no estaba de humor para tonterías.

Todos se apartaron. Mirándome como asustados. Cuando observe el motivo por el cual se había hecho el desastre.

Había unas hojas pegadas en mi casillero. Eran impresiones de los mensajes de mi celular. De la conversación con Megan. Y donde admitía por primera vez que me gustaba un chico.

Entonces yo también me puse pálido.

Arranque las hojas. Eran más de una. Con la leyenda "Marica" escrita con pintura sobre el metal del casillero. De nuevo sentí como todos comenzaban a hablar de mí.

Pero no podía llorar. No aquí.

—¡¿Es verdad esto?! —una voz me sobresalto. Me gire. Era Blue. Sostenía otra mano de hojas y me miraba con los ojos brillantes y llenos de maldad. —Vaya... —canturreo. —bueno, de algún modo me lo esperaba.

Arrugue las hojas. No sabes qué hacer ni cómo reaccionar. Pero estoy seguro que me faltaba la respiración.

—¡Lárgate zorra! —Adam llego a defenderme.

Su simple presencia seguía intimidando. Y a pesar de que todos me miraban como bicho raro, comenzaron a alejarse, Blue, no era la excepción. A ella también le asustaba.

Yo me encerré en los baños una vez que pude sentir mis piernas otra vez. Apenas entre me observe en el espejo y comencé a notar como mis ojos se humedecían. Adam entro detrás de mí, preguntando si estaba bien. Pero no. No estaba bien.

Nunca nadie se había dado cuenta de mi manía por vomitar cada que estaba nervioso. Adam fue el primero. Deje la puerta del cubículo abierta antes de abrir la tapa del váter y empezar a sacar todo el poco contenido de mi estómago. Tal vez unas lágrimas de paso. Y ahora que lo pensaba, había reaccionado un poco más calmado de lo que pensé.

Adam se puso detrás mío comenzando a acariciar mi espalda. Esperando paciente a que terminara mi ataque de ansiedad.

Cuando termine. Me deje caer en el piso.

—¿Cómo...? —me limpie la boca —¿cómo lo supieron? ¿Se... los dijiste? —creo que lo mire de la manera más dolorosa que pude.

—No. Cuando llegue, ya estaban las hojas pegadas. Están por toda la cafetería y... También los enviaron a los celulares. —para ese momento mis lágrimas comenzaron a salir, pero solo fueron ellas. Como si realmente ya no importara. Ya estaba hecho. Solo tendría que aguantar. —De verdad lo lamento Luca. Creí que los había borrado. No sé de donde los sacaron, ni quien lo hizo.

Me acurruque y creo que me quede inmóvil unos diez minutos. —...Quiero regresar a casa. —murmure.

—Te llevo. No te preocupes. Las clases empezaron. Los pasillos deben estar vacíos.

—Gracias...

Me ayudó a levantarme.

 

 

Salimos de los baños y me sostuvo del brazo todo el camino. En el estacionamiento, entre a su gran auto rojo y me llevo de regreso a mi casa. Tampoco creo que mejore mucho ahí. Pero no quería regresar a la escuela y... ver a Iván. Probablemente, me debe odiar aún más. No me imagino como se enterará. ¿Se lo dirán? ¿Vera el mismo los mensajes? ¿Que pensara de mi ahora? Dejará de hablarme por completo. Y Adam… sé que no fue el quien repartió los mensajes. Si hubiera sido el, no hubiera perdido el tiempo en comenzar a burlarse de mí. Ya no importaba quien había sido.

—Llegamos... —Adam me saco de mi reflexión.

Observe la enorme casa azul. Esa casa comenzaba a darme miedo también. No era un hogar. No era nada.

—Gracias... —abrí la puerta, pero Adam me detuvo.

—¿No necesitas nada más? —su mirada de preocupación me lo decía todo. Quería estar conmigo. Pero yo no quería estar con él.

—No, nada. —estaba más seco de lo común.

—De acuerdo. Escucha Luca. Todo va a estar bien. —abrí mis labios. Pero no estoy seguro de que era lo que iba a decir.

¿Cuantas veces me dijeron que todo iba a estar bien? Mama dijo que todo iba a estar bien cuando mi abuela nos corrió de casa. Mi abuela me dijo que todo iba a estar bien cuando mi mamá iba al hospital por rehabilitación. Todos me dijeron que todo iba a estar bien cuando mi mamá murió. Si seguían así. No creo que pueda aguantarlo más.

Volví a cerrarlos. Y solo asentí con la cabeza.

De todas formas… no importaba cuantas veces me digan que todo iba a estar bien. Cada que lo escuchaba, algo en mi cabeza decía realmente lo espero.

Me quede todo el día en el cementerio. Hablando con las tumbas de las personas que habían muerto ahí. Cualquiera diría que me estaba volviendo loco. Hablaba con todos, de algún modo, cada que les hablaba, parecía que podía sentirlos, como si estuvieran ahí, escuchándome. Pero cuando trataba de hacerlo con mamá. Simplemente, no había nada. Tal vez ya estaba comenzando a desesperarle también.

Me asegure de regresar a casa para el atardecer. Así. Estaría seguro de que no me encontraría con Iván en ningún momento. No quería verlo. No podría mirarlo a la cara.

 

Creo que por medio de otras personas. Colocando carteles y mandándolo por mensajes a todos. Como si estar enamorado fuera un motivo de burla. Era la peor manera de confesar tus sentimientos hacia alguien. En especial. Si te habías plantado que nunca lo harías. Y era mucho más difícil enfrentarse a esa persona por la que tienes esos sentimientos. Que enfrentarse a todas esas personas que lo divulgaron solo para acerté daño.

Es por eso que no pude moverme. Mucho menos correr a la puerta trasera rota de la casa para ocultarme cuando llegue justo en el momento en el que Iván estaba de pie frente a la reja de su casa. Parecía que me estaba esperando. Y yo no podía.

El enfrentamiento estaba siendo demasiado rápido.

—¿Luca? —se acercó a mí. Muy rápido. Pero fue mi entrenamiento leyendo los movimientos de las personas en la cafetería. Cuando me di cuenta que dejo dos pasos de separación entre nosotros. Que lo había visto. Y que por más que quisiera que no fuera así. No lo había tomado bien.

—¡¿Que fue todo eso en la escuela?! —solo subió un poco la voz. Pero yo sentí como si me gritara. —¡¿Te digo que estas escrito sobre mi casillero?! ¡Decía “marica”! ¡¿Qué es esto?! —sostenía las hojas. Las debió arrancar de su casillero cuando llego. Donde lo decía todo. No podía hablar. No si lo estaba tomando tan mal.

—Yo...

—¡¿Es una maldita broma?! ¿Lo planeaste con Adam? Por qué no es divertido.

—Yo... —volví a murmurar. Podía decirle que era una broma, y tal vez me zafaría de todo y me ganaría su odio. Pero… lo volvía a repetir, no lo estaba tomando tan mal. —No... no era una broma. —observe el piso. Sus tenis y luego su camisa azul claro. Iván siempre usa ropa clara. —Yo... Iván. —lo mire su cabello, lo comparaba con el de un perro, luego sus ojos —…Yo tengo sentimientos... —prefería ganarme su odio, pero al menos con ello sacar bien todo lo que tenía atorado en el corazón, al menos admitirlo. —Yo tengo sentimientos... por ti.

Me costó decir lo último. Y solo sentí como mi respiración volvía a cambiar y mis ojos volvían a querer llorar.

—¿Qué…? — y sabía que él no lo tomaba así. Y aunque escuchaba los latidos de mi corazón acelerarse en mi cabeza y como todo a mí alrededor comenzaba a calentarse. No deje de verlo a los ojos.

—Me gustas. Me gustas mucho. Y... creo que estoy enamorado de ti.

Y dolía tanto decirlo. No porque estuviera mal. Se sentía bien. Pero la razón por la que dolía. Era porque, simplemente, yo nunca seria correspondido.

Note como trato de hablar. Estaba más congelado de lo que lo estaba yo. Y yo impaciente, decidí observar la cerca de mi propia casa y comencé a aplastar las mangas de mi sudadera. Todo empeoro cuando retrocedieron dos pasos más. Y me mordí el labio para evitar gritar.

—Lo siento... —murmuro, dejo las hojas el piso y escuche sus pasos lentos hasta la reja de su casa. Entonces lo perdí.

Suspire de nuevo. Como si hubiera aguantado la respiración mil minutos. Me abrace y me agache a tomar las hojas. Corrí a casa, no podía estar más tiempo afuera.

Notas finales:

Esta es la ultima actualizacion.

... del año!!! Ja.

Bueno. Espero les haya gustado y se hayan llevado sorpresas. El proximo capitulo sera peor.... no sheto xD

Nos leemos.

Liby.


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