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Sombras y luz por Liyis

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Notas del capitulo:

Hola mazapanes.

No pasa nada malo en este capitulo.

Espero y no se aburran de hecho....

Cuando entre a casa. El perro estaba de nuevo sentado en medio de la cocina. Mirándome y moviendo la cola, esperando a que le diera algo de comer. Sobre mis pies, tenía lo que parecía un ratón. Pero me sentía tan mal, que no me detuve a pensar por qué ese perro era tan raro. Solo me incline hasta tomar su pequeño cuerpo entre mis brazos, sintiendo el suave pelaje y comenzar a sollozar, mientras el me lamia la mejilla. Ajeno a todo.  

No quise ir a la escuela por dos días. Solo porque Richard me envió un mensaje diciendo que llegaría temprano y como no quería verlo tome ese sacrificio. Mientras más tiempo estuviera fuera de esa casa, mejor.

No lo había tomado tan mal.

Volvía a repetirlo en mi cabeza. Creí r03;que estaría llorando, muerto de vergüenza por que todos supieran que me gustaban los chicos. Tal vez que me cambiaria de colegio para no tener que soportarlo. Que todos se decepcionarían de mí. Que me quedaría sin amigos. Que mi madre me odiara. O mi abuela también. Pero me había dado cuenta, muy tarde, de que no tenía amigos. Mi mamá estaba muerta y mi abuela ya estaba decepcionada de mí.

No había nadie a quien defraudar con esto. Nadie que me importara. Solo Iván. Pero también me había resignado con él. Pude no hablarle desde un principio. Quedarme callado. Ser invisible. Tener esto como una atracción reprimida y pequeña. Pero termine hablándole más de lo necesario. Termine enamorándome. Ese había sido mi error y por eso estaba pagando.

 

Observe el instituto. Llevaba un abrigó, una bufanda, un gorro rojo, y mi mirada en alto. O al menos tomándole la menor importancia.

Avance. Las personas que estaban sentadas en el patio me observaron de inmediato. Al entrar al pasillo todos lo hicieron también. Y recordé a Megan. Porque al igual que ella cuando entraba al colegio. Todos se apartaban de su camino.

Estaban haciendo lo mismo conmigo.

Ni siquiera había llegado a salvo a mi casillero cuando los chicos del equipo me acorralaron. Era raro verlos sin Adam. El rubio idiota ya no estaba con ellos.

Creo que era Chad quien parecía ser ahora el que mandaba al resto de la manada, ya que fue el quien se me golpeo. Y todos me veían enojados.

—¡Maldita cucaracha! —grito. Y me empujó hasta que mi espalda azoto contra la pared. —Algo le hiciste a Adam. ¡Por tu culpa salió del equipo y también nos ha dejado! ¡No puedo creer que sea una marica igual que tú! —me sujeto del cuello de mi saco —¡Deberías sentir asco! —escupió. —Si tú nunca hubieras llegado. Adam seguiría siendo normal... —de nuevo me estaban acorralando.

Me dio una patada en la pierna, una que me había hecho flaquear sin poder saber muy bien que hacer para defenderme. Y luego me levanto, sujetando mi saco y preparando su gran puño. La única diferencia que había con ellos. Era que Adam siempre me golpeaba en algún lugar donde nadie pudiera ver. El campo de entrenamiento. Los baños. Incluso corría a sus amigos. Como si golpear a alguien que no pudiera defenderse fuera algún tipo de, momento privado y preciado para él. O tal vez hasta en esos momentos ya tenía una atracción reprimida hacia mí.  Nunca había dado un espectáculo a la mitad del pasillo. Con todas las personas presentes. E incluso. En una milésima de segundo, pensé, si nadie supiera que me gustan los chicos. ¿Alguien me ayudaría?

Cerré los ojos. Esperando el golpe. Aguantando. Pero luego sentí como me soltaban y ese matón era empujado a los casilleros. Apartado por varios metros de mí. Apartado por Adam. Quien ahora tenía a Chad de la misma manera en la que Chad me tenía a mí, hace unos segundos.

—¡¿Y nadie te ha dicho que los jodidos retrasados tampoco cuentan como personas normales?! —solo podía ver su cabello. Y era la primera vez en el colegio, que lo veía sin su característica chaqueta del equipo. No podía ver su rostro. Pero por su grito, me lo imaginaba.

—Adam cálmate. —Chad comenzó a temblar y suplicar. Aún más cobarde de lo que era yo.

—Adam, aun puedes recapacitar. —otro de los chicos hablo. Uno que al parecer había ganado algo de valor al enfrentarlo. Todos le tenían miedo a Adam. Lo veía en el resto de los estudiantes. Jane me había dicho que Iván era más fuerte. ¿También le tendrán miedo a él?

—¡¿Recapacitar?! —se giró a encararlo, aun sin soltar a Chad. —Quienes tienen que recapacitar son ustedes y sus jodidas mentes. ¡Si alguno de ustedes, cualquier persona del puto colegio en general! Se atreven a volver a molestar a Luca. ¡Se las verán conmigo! —empujo a Chad de nuevo contra los casilleros. Y ese estruendoso sonido fue como una señal para qué e todos huyeran.

Yo seguía medio encogido en el piso. Y Adam se acercó a mí a paso lento. Extendiendo la mano para ayudarme a levantarme.

Era increíble como toda la furia que tenía hace un segundo se esfumara, con una suave sonrisa.

—No vi que le dieras una patada en las bolas a él. Tienes algo en mi contra especialmente ¿verdad?

Yo también trate de sonreír —Creo que sí... —mire el piso. —Gracias...

Adam me sostuvo del mentón. Y me levanto la mirada.

—No me agradezcas.

Caminamos hasta mi casillero. Tome algunos libros y me acerque a Adam. —¿Porque dejaste el equipo? —eso era nuevo. Y es que no me imaginaba a Adam sin un deporte donde se empujara con otros mastodontes igual de grandes que él.

Se encogió de hombros. —Tal vez no pertenecía ahí. Y... tampoco creo que faltará mucho para que me sacaran ellos mismos.

Me detuve. —Adam... no quiero darte problemas... no creo que debas acércate a mí.

—¿Bromeas? —me miro.

No supe que más decirle.

Cuando entramos al aula, la clase aun no comenzaba, pero la mayoría ya estaba en su lugar. Entre ellos Iván, de nuevo, me evitaba y el resto, parecía que me repudiaban. El día ya comenzaba difícil.

 

Cuando regrese a casa, después de vagar un poco en el panteón, las luces estaban prendidas, el auto ya estaba ahí. Una vez más. Antes de entrar. Respire profundo.

Richard estaba adentro y parecía paciente esperándome.

—¿Dónde estabas? —su voz era gruesa y muy dura. Había cambiado su ropa pero me hablaba con más odio de lo normal. —llevo esperándote horas y no me has contestado ninguno de los mensajes. Llego aquí y aún no está la cena preparada.

—Lo... lo siento. Lo hare enseguida.

Deje mi mochila en el comedor y avance hasta la cocina dispuesto a cocinar algo con lo poco que había de comida en la alacena. Saque una sartén y comencé a freír algo de carne y vegetales. Sintiendo como Richard caminaba por la cocina detrás de mí. Sintiendo como me observaba.

—Creí que te había quedado bastante claro que tienes que responder cada uno de mis mensajes. —mis manos comenzaron a temblar en cuanto me tiro del pelo. Había olvidado por completo donde quedo mi gorro rojo.

Sujetaba mi cabeza hacia atrás y me obligaba a observarlo.

—Parece que tengo que en enseñarte a no olvidarlo.

—Es-estoy cociendo los vegetales... se pueden quemar... —me soltó. Empujándome un poco. Seguí concentrado en los vegetales y en el modo en el que la carne cambiaba de color y empezaba a oler mejor. Me dolía la cabeza.

Cuando termine de servir la cena, empezamos a comer en un silencio profundo y aterrador.

—¿Cuantos días seguirás en la escuela? —dejo los cubiertos y tomo de su copa de vino.

—S-solo dos semanas más. —seguía jugando con mi comida.

—Aún estoy tratando de pensar. ¿Dónde te dejare para que no molestes en noche buena?

De repente comenzó a reír. Lo sentía extraño. Como si se hubiera drogado antes de entrar a la casa.

Justo cuando termine, y tratando de ser lo más sigiloso que pude subí las escaleras hasta mi habitación y cerrar la puerta con llave. Tenía suerte de haberlas encontrado en su habitación mientras husmeaba. Pero eso no quitaba que me llevaría una paliza mañana o quizá el resto de los días. Pero no podía evitar pensar que intentaría hacerme lo mismo que su hijo. Y eso me asustaba. Volví a dormir junto a la ventana, anhelando que abriera esa maldita cortina. Ahora me molestaba.

 

 

En los siguientes días las clases fueron difíciles. Me había perdido de tanto que mis calificaciones comenzaban a bajar por los suelos, si no me aplicaba reprobaría. Y era mucho más difícil porque ahora no parecía que nadie quisiera pasarme los apuntes. La profesora de historia paso por las filas sellando cada una de las tareas. Tal vez estaba al último. Pero era la primera fila. Y como había faltado tanto. Nunca me entere de que había tarea. Incluso observe a Amy un segundo. Pero no creo que quiera salvarme ahora.

—¿Luca? —me observó la vieja mujer con una ceja alzada. —¿Hiciste tu reporte?

Sentí la mirada de todos sobre mí. Excepto la de la persona que estaba sentada enfrente de mí.

—Yo... no lo sabía... —hable quedo.

La mujer negó con la cabeza. —Me decepcionas. —siguió calificando.

Decepcionar. Eso comenzaba a hacer con todas las personas a mí alrededor. Solo decepcionaba. No era suficiente. 

A la hora del almuerzo espere como de costumbre a que el salón se vaciara. Solo quedaban algunas personas. Cuando termine de registrar mi mochila, descubriendo que no había traído comida. Suspiré aún más derrotado y una linda y pequeña mano se puso sobre mi escritorio. Con las uñas pintadas de rojo. Era Amy. Su cabello caía suavemente, me observaba igual que todos... enojados y decepcionados.

—Eres un idiota. ¡No puedo creerlo! —chillo un poco. —nos engañaste a todos.

—No lo hice...

—¡Sí que lo hiciste! Lo que no puedo creer es que me interese en ti. Cuando en realidad tú estabas interesado en mi mejor amigo. ¡Que puto asco! —escupió. Bueno. Ya sabía que Amy era ruda. No debía dejar que me afectara.

Se fue agitando su cabello. Sin volver a mirarme. Cuando me levante descubrí que Adam me esperaba en la puerta, no comento nada. Pero agradecía que no me dejara solo. Nos quedamos en las gradas del campo y me entretuve escuchando como Adam me explicaba las reglas de Lacrosse. Lo extrañaba. En definitiva. Y me hacía sentir mal que tuviera que dejarlo por mi culpa.

 

 

Los viernes al final del día tenia geografía y odiaba tener geografía a esta hora porque arruinaba lo que quedaba de mi día. Siempre era con algo en especial. Parcialmente estaba ignorando su clase. Esta vez, había optado por sentarme en el rincón de nuevo. Sin poder sentir la mirada de Iván detrás de mí.

Observaba arriba del salón. Era una pena que las ventanas no estuvieran más abajo. Así podría perderme un momento observándolas. Cuando la profesora Sarah entro. El estremecimiento de siempre recorrió mi cuerpo. ¿Porque tenía que sentir tanto peligro con esa maestra?

—Comencemos la clase. —había sido un milagro que no hay dejado algún ensayo o aplicado algún examen.

Dio clase, de la manera más normal y podría decirse que me estaba concentrando en ella. Hasta que el salpullido de mi mano comenzó a picarme de nuevo. Primero no era nada más que un pequeño picazón, pero fue aumentando, tanto que comencé a quejarme, y me rascaba tanto que mi piel estaba roja y había comenzado a sacarme sangre con mis uñas. Creo que eso me asusto un poco. Hasta que sucedió lo que no me esperaba.

—¡Luca Brooks! —la profesora grito. La mire. Aun pasando mis dedos por mi salpullido.

—¿Si? —creo que me estaba haciendo una pregunta. Todos me miraron de nuevo. —Lo... lo siento. Es que, me perdí. ¿Podría repetirlo?

La mirada de la maestra era como entre sorprendida y enojada. Se mordió el labio. Jalando de su labial rojo y dejo el gis en el escritorio.

—No te estaba haciendo ninguna pregunta. Me distraes, moviéndote como loco y rascándote por todos lados. ¡¿Puedes dejar de moverte?! —la última pregunta la dijo lentamente, como si fuera difícil para mi entenderla. Suspire. Está bien. No quería pelear.

—Si... —murmure y me acurruque más en el asiento. Creí que todo había terminado con ese regaño. Pero luego, tomo la lista de la clase, y estaba seguro que buscaba mi nombre.

—Luca Brooks… —de nuevo unas frías palabras. —Ya no es necesario que entres a mi clase. —la mire confundido. —Reprobaste mi materia en solo la mitad del año. Te vas a exámenes de recuperación.

—¡¿Qué?! —creo que me tense.

—Sal del aula ahora.

—¡Pero...!

—Adiós.

La completa impotencia estaba amenazándome. Era increíble que no pudiera hacer nada. Esta vez. Mientras tomaba mis cosas. Estoy seguro de que muchos me vieron tratar de no llorar. Salí de su clase, recargándome en la puerta y tratado de respirar porque había aguantado la respiración un buen rato.

Me quedé sentado en el pasillo, hasta que la clase termino y todos comenzaron a salir. Algunos al verme se dieron la vuelta como si yo no estuviera ahí. Me levanté un poco. Esto si quería arreglarlo, a pesar de todo el miedo que sentía, no podía suspender el semestre. Mire a Adam. Se acercó hasta mí.

—Esa tipa es una maldita... —susurro. Enfurruñado

—Tengo que arreglarlo. No quiero suspender la materia.

—No le supliques. Puedes subir en los exámenes de recuperación. —pero eso no quitaba la furia de Richard.

Negué con la cabeza. —No puedo reprobar.

—¿Tanto te importa? —asentí. —Está bien, puedes intentarlo, pero tengo que dejarte solo. Tengo… unos problemas en casa.

—Está bien. —Me detuve un momento a pensar a que se refería con “problemas en casa”. Aun así no le pregunte.

En cuanto Adam se fue, todos comenzaron a irse de igual manera. Yo me quede, me asome un poco por la ventana de la mesa del salón. Tenía que estirarme solo un poco para hacerlo. Iván estaba con ella. Y había aprendido algo la última vez, era doloroso, pero no podía interrumpirlos. Volví a sentarme en el pasillo.

Me levante después de unas cuatro canciones con la grabadora, cuando el conserje m obligo a hacerlo porque estaba limpiando el piso. Y apenas trate de volver a asomarme, la puerta fue abierta, e Iván salió de ella. Choco contra mí. Cuando el se dio cuenta desvió la mirada —¿Qué quieres?

Retrocedí dos pasos. Observando el piso. Me sentía exactamente igual que hace cuatro meses. No le agradaba. Pero aun así, veía esto como un motivo para hablarle. —Yo... de verdad lo siento...

Se quejó, me esquivo y siguió caminado hasta la salida. Yo lo seguí, olvidando por completo a la profesora.

—Espera… —seguía caminado. —¡Dije que esperes! —grite de nuevo. A la mitad del camino y él se giró enfadado.

—¡¿Qué?! —no había un que, para ser sincero, no tenía idea de que decirle, solo quería que no se fuera.

—Quiero… hablar contigo. Lo siento.

—¿Sientes qué?

—Se… que te la hice pasar mal. En la escuela, no solo hablaban de mí y quiero disculparme.

—No tienes que disculparte. Solo no quiero que me sigas hablando. —se dio la vuelta pero yo lo detuve antes de que lo hiciera.

—¡¿Puedo acompañarte?! —lo alcance.

El me miro de nuevo, un poco más frustrado. Pero creo que se daba cuenta de que, aunque se negara, yo no tomaría otro camino para llegar a casa. Siguió avanzando y tome eso como un si.

A la mitad del recorrido observe algo que salía de su mochila. Y fue casi imposible para mí no reconocerlo. Era mi gorro rojo. La tela relucía y el tejido lo conocía muy bien. Extendí mi mano solo un poco y comencé a jalarlo lentamente.

—¿De dónde lo sacaste? —pregunte, me detuve y lo observe, algo suicido y lleno de hojas, incluso se había jalado.

Él se detuvo también. —¿Es tuyo? —me miraba interrogante. Como si no lo creyera.

—Sí. Creí que lo había perdido.

Seguía con las manos en sus bolsillos y observo el resto de las pocas hojas secas que había en el piso. —Lo encontré atorado en un árbol. En el mercado.

Yo lo mire un poco más sorprendido. ¿Qué hacía ahí? —Oh. —fue mi única respuesta. De cualquier manera, de todas las personas que caminaban por el mercado fue exactamente Iván  el que lo noto y el que técnicamente me lo devolvería. Sonreí. Tal vez y era una de esas ridículas señales.

Volví a sentir que se iba. —Si es tuyo, entonces quédatelo. 

Camine más rápido. Aun acompañándolo mientras quitaba las hojas y las pelusas que se le habían quedado pegadas. Iba tan distraído que la ráfaga de viento que de repente azoto, se llevó las hojas del piso y de paso mi gorro, de nuevo. Iván fue el primero en reaccionar y el cuanto vio la reluciente prenda la alcanzo con agilidad, antes de que se atorara en otro árbol. Lo escuche refunfuñar. Se dio la vuelta y comenzó a caminar hacia mi quitando el resto de las hojas.

—¡¿No puedes dejar de ser tan torpe?! —creo que grito.

Y en su momento de furia extendió el gorro y me lo puso en la cabeza tapando mis ojos, me tense tras el acto y luego solo lo acomode con mis manos, sorprendido, no había dolido. Le sonreí. —Gracias por rescatar mi gorro.

 Me observo aún más extraño. —Tengo que trabajar. —cambio de ruta.

—¡Pero… creí que solo trabajabas los Lunes!

—¡Pues ya no!

Lo observe irse. Había vuelto a sentir la conexión de antes, había recuperado mi gorro y ese día había comenzado a nevar.

Notas finales:

Nos leemos.

El prox capitulo se actualiza el fin de semana.

Liby.


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