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Sombras y luz por Liyis

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Notas del capitulo:

Hola mazapanes!

Ya esta aqui el tercer capitulo.

Por ahora la historia va muy calmada y los capitulos son chiquitos.

Espero les guste.

 

Los siguientes días mamá me utilizo para limpiar toda la casa, acomodar los muebles, desempacar y desempolvar algunas cosas que se habían quedado por ahí, era de esas casas que tenían cientos de chucherías extrañas adornando, donde cada objeto tenía una historia, según Richard, su abuelo era un coleccionista y todo lo había dejado en esta casa.

Había logrado instalar una conexión de WiFi decente y en las tardes me acostaba con el celular solo para ver la notitas de despedida que me dejaban mis amigos en el perfil y platicar con Megan. Había conseguido unas cortinas para mi ventanita de enfrente, pero cada que las cerraba me daba un lujo de curiosidad saber sobre la persona del otro lado de la calle, en las noches se apagaba la luz y en las mañanas siempre estaba cerrada. Así que cada que yo cerraba o abría las mías permanecía unos segundos admirando a la persona que podría estar ahí atrás.

 

 

Para la semana mamá comenzó a hacerse amiga de la vecina de alado, la cual tenía una hija, una chica de mi edad que había llegado a ver, con cabello castaño realmente largo y que habituaba lucir short. Siempre caminaba a la mitad de la calle y podía verla desde ni ventana pero parecía que ella no me notaba a mí.

De algún modo mamá se enteró de que el regreso a clases ya se acercaba y uno de los días en los que regreso de sus "visitas para conocer el pueblo" llego con verduras radioactivas y una cita con la directora del instituto Andrew J. High para que me inscribiera en el colegio y no perdiera las clases. Estaba bien que haya hecho eso, podía ir a ver a la directora sin ningún inconveniente y seria aceptado, lo sabía por mis calificaciones y el historial académico que me habían dejado mis profesores, el único problema era que no sabía dónde era y mamá debía ir al médico, así que como único día en el que Richard seguiría aquí a mamá se le ocurrió que podía llevarme. Y debo admitir que eso fue estúpido.

Estuve todo el viaje con los audífonos esperando que entendiera mi indirecta de "no me molestes" pero olvidaba que era un retrasado.

—Escucha, sé que tú y yo no tenemos una buena comunicación, pero puedes intentar que nos tratemos bien frente a tu madre.

No conteste.

—Es la mejor opción, después puedes ignorarme todo lo que quieras.

—¿También me vas a amenazar con eso?

—Podría hacerlo, pero no todo tienes que verlo así. —su voz seguía siendo con un toque positivo y cantarina, como si no fuera importante y el tuviera la razón para todos. —Dime que no lo ves así...

Me tome un momento para responder, después de un suspiro, no importaba que hiciera, no podía dejar que dejara a mi mamá. —Sí. —respondí con un monosílabo.

—Excelente.

Y entonces subí el volumen del reproductor.

 

Cuando llegamos al colegio me sorprendí un poco del mobiliario, los pasillos eran grandes con los casilleros detallados, había cancha para el equipo de lacrosse y la cafetería parecía de cristal. Todos los ventanales que había dejaban entrar mucha luz. Nos dieron un tour antes de pasar con la directora. Para cuando termino Richard ya estaba estresado y yo me mantenía sonriente.

La directora nos dejó pasar poco después.

Su oficina era de caoba, muy parecida a la de mi antigua escuela. La directora era una mujer joven y me dio una impresión de amble pero estricta.

—Mucho gusto, soy la directora Scarlett Sellers. —se presentó, se puso de pie pidió estrechar su mano.  

—Hola, yo soy el padrastro de Luca, mi esposa Ellen pidió una cita para un inscripción. —se escuchaba ya molesto de estar ahí, ahora parecía que quería irse.

—Claro señor Thompson, me gusta entrevistar a mis alumnos personalmente. ¿Tienes tus papeles? —me pregunto

—Claro. —conteste y le di el folder. Nos sentamos, ella comenzó a hojear muy concentrada en lo que leía, yo me concentraba en la manera en la que movía las cejas a la hora de leer.

—Muy bien, tuviste un promedio sobresaliente, ganaste un reconocimiento en un examen de matemáticas  a nivel estatal, estuviste en varias campañas para el apoyo a la educación, tienes una beca que dura tu tiempo en el instituto, debo admitir que serias un elemento valioso para el plantel. Solo firma tu hoja de registro. Felicidades ya estas inscrito en Andrew J. High School

—Gracias. —le estreche la mano.

—Recoge tu horario y tu tira de materias con la secretaria a la salida por favor.

—Sí. —sonreí —muchísimas gracias.

Cuando salimos de la oficina el celular de Richard comenzó a sonar y él se entretuvo contestando la llamada, yo fui directamente a donde estaba la secretaria a pedir mis cosas. Fue una inscripción rápida. Llene algunos datos y el formulario y rápido tenía una credencial y una hoja de horario con una cuenta y una llave de casillero. Agradecí  a la mujer rellenita de lentes con marco rojo.

Gire para buscar a Richard cuando choque con alguien. Termine haciendo que todo sus papeles calleras y rápido me agache a ayudarle a recogerlos, viendo el piso note que era una mujer por los tacones blancos altos que usaba. Alce un poco la mirada para verla cuando los dos tocamos al mismo tiempo una carpeta. Sentí como si me quemara y aleje mi mano instintivamente.

—Lo siento. —era ya la quinta vez que decía eso y la mujer reía lentamente repitiéndome que estaba bien. Una vez de pie la observe, tenía el cabello ondulado y unos lentes de sol alzados, aparte de una sonrisa simpática, pero ese sentimiento de que me quemara se me había quedado.

—Aquí tiene. —le entregue sus hojas evitando tocar su piel.

—Gracias. —exclamo muy alegre. —Toma. —ella me dio una hoja, descubrí que era la de mi horario. —Parece que estarás en el grupo 512, muy bien, yo daré clases ahí, seré tu profesora de geografía.

Intente sonreír igual que ella —Lamento haber dado una mala primera impresión.

Ella dio un gesto con la mano, restándole importancia. —Hay no te preocupes. Los nuevos siempre son bienvenidos.

Y se fue muy alegre.

Nunca había sentido que algo me quemara tanto.

Hice un esfuerzo por despedirme también pero no podía, se veía una mujer muy joven para ser profesora.

Richard llego después, algo apurado y sacando sus llaves.

—Luca, tengo que irme a una junta ¿Puedes llegar a casa solo?

—Sí. —conteste aun algo aturdido.

—Avísale a tu madre.

Salimos de la escuela y el sin detenerse ni despedirse subió al auto y se fue.

 

 

 

Me tome el tiempo para caminar por las calles, no había querido salir de la casa en toda una semana, y el sol me cegaba ahora. Los rayos pasaban por sobre las hojas de los árboles que ya iban cambiando a naranjas, iniciaba el otoño, casi no pasaban carros y al pasar por la acera veías a una ancianita sentada cada tres casas observando a la nada. Sabía que lo de las linternas fuera de cada casa era algo de todo el lugar.

Pase por un mercado, el cual juraría que era parecido al que mi madre me había relatado una vez. Estaba en el centro, era una cuadra y tenía arcos alrededor, donde en cada uno había un puesto, de ahí es de dónde saca las verduras radioactivas. Me metí para tratar de conocer, la gente iba tranquila y relajada, y el ambiente era lindo.

Entonces escuche varias risas, no pude evitar no dirigir mi vista hacia ellas, como varios ahí lo habían hechos. En la fuente que estaba en el centro del cuadro había un grupo de chicos conversando y divirtiéndose. Entre ellos estaba mi vecina, la del largo cabello castaño en los brazos de un gran chico, un lindo chico. Estaban muy metidos en lo suyo. Paso por miente la idea de acercarme a conversar, pero realmente ella nunca me había visto, yo era el que la espiaba desde mi ventana así que no podría simplemente usarla como excusa.

Trate de rodear lo más disimuladamente que pude el grupito, después de todo se hacía tarde y tenía que regresar a casa antes de que mamá se empiece a preocupar por Richard, pero fue ahí cuando lo vi. Lo primero que hice fue enfocar la vista, no creía que fuera el, pero si parecía y eso comenzaba asustarme. Más por el hecho de que era más atractivo de lo que había pensado.

Podría jurar que era el mismo chico de la fiesta, con su cabello, sus cejas y sus ojos negros, su piel blanca y una cazadora de cuero sin abrochar donde debajo lucía una playera azul celeste que ayudaba a la imaginación de su torso, aparte de facciones mediamente duras. Podría jurar que lo estaba observando más de la cuenta y que mis mejillas se habían tornado rojas pero no podía quitarme ese gusto extraño, era extraño. Entonces note el problema número uno, sostenía de la cintura a una bonita rubia de pequeña cintura, que reía y sonreía junto a él, y él se veía tan feliz, nada comparado a ese día en la fiesta. ¿Cuál era su nombre? Recordé. Iván. Si lo sabía.

Ahora tenía esa sensación extraña en el pecho. Físicamente me había gustado, pero como todo en esta vida, no podía ser, porque el problema número dos se anunció, cuando él y sus amigos comenzaron a compartir un cigarrillo. Malditos. Además de que aun recordaba la manera en la que me había tratado, y yo no podía estar con gente así.

Pero aún seguía esa sensación en el pecho que me hacía querer defenderlo o no creer en lo que veía, solo para seguir manteniendo esa imagen perfecta de él. Al igual que con tu amor platónico con un famoso mal hablado.

 

Retome mi camino cuando me di cuenta de que mi disimulo se había perdido. Me puse la gorra de la sudadera y regrese a casa con un poco más de prisa, me sorprendía que ninguno me haya visto. Quería subir las escaleras y meterme debajo de la cama, no antes de haber observado si la cortina de la ventana de la casa de enfrente ya se haya removido. Pero cuando estaba a poco de terminar de subir, haber cerrado la puerta tan fuerte que ya había alertado mi llegada y me digne a ignorarla, fue suficiente para que mamá me alcanzara a dos escalones de llegar al segundo piso.

—Luca. —llego sonriente y casi corriendo. —La señora Davis vino hace unas horas y te ha invitado a su casa para que conozcas a su hijo.

Pudo haberme preguntado cómo llegue, que tal me fue en la entrevista, si entre, si tenía algo que hacer, donde estaba Richard, pero no. Había veces en las que no perdía el tiempo.

—¿Y eso quiere decir que...?

—Que vas a ir a la casa de los Davis. Lleva galletas para animar el ambiente cariño. —la sonrisa que siempre ponía cuando me pedía algo de ese estilo era una clara indicación de no desobedecerla antes de que pierda la paciencia.

Ya no podía hacer nada —Okey... —me derroto.

Notas finales:

Tercer capitulo.

:)

Liby.


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