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Sombras y luz por Liyis

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Notas del capitulo:

Todas mis historias son bonitas.

Habíamos discutido. Primero quería dejarle en claro a Sarah que ya no quería tener nada con ella. Que lo nuestro había llegado al final. Pero ¿por qué? ¿Porque había llegado a querer esto con ella? Admitía que era por Luca.

—¡No puedes hacer esto solo por ese niñato con el que has empezado a juntarte! Iván tuve un esguince en el pie por su culpa. ¡No entiendo porque de repente quieres estar con él!

—Ni siquiera yo lo entiendo. Pero eso no es lo que importa. Simplemente ya no quiero seguir contigo, esto iba a pasar y lo sabias. —le respondí, calmando mi voz.

—¡No lo tolero! —sus ojos se pusieron rojos. —¡Eres un maldito y estúpido imbécil! —salió del aula enfadada.

Tenía que pasar, no iba a estar con ella por siempre. Era una profesora y yo su alumno, eso era todo. Luca me estaba esperando y si no corría suponía que se encontraría con Sarah y yo no quería eso. Pero apenas iba a salir choque con Adam.

—¡Te estaba buscando! —reclamo. Llevaba una deportiva chamarra y mala actitud.

—¿Qué haces aquí?

—Sigo aquí si lo que te importaba era que me fuera.

—¿Qué quieres? —llevaba un poco de prisa.

—¿Así me agradeces? Tienes suerte de que estoy demasiado feliz conmigo mismo. —empezó a alardear. Entonces dejo sobre la barra una pequeña memoria USB. Sonrió. —La encontré.

—¿La tienes? —lo mire sorprendido.

—Ahí está su dirección, número telefónico. Esta todo. —y por un momento sentí la enorme necesidad de abrazar a Adam. —Pero alguien tiene que contactarla. —me extendió un celular. Suspiré. No me creía el más apto para esto.

—Tal vez mi madre...

—Hazlo tú. No vine hasta aquí para que no hagas esto ya.

Tome el celular. —De acuerdo... ¿Dónde?

Subimos el segundo piso a la sala de cómputo del colegio. Adam encendió un ordenador y se debió robar alguna señal de internet. Siempre había tenido un talento especial para cualquier cosa que requiera de tecnología.

Yo lo mire atento. Toda la información comenzó a revelarse ante mis ojos a través de una pantalla. Marie Brooks de 67 años de edad, se mantenía viviendo en Colorado… donde después se fue a las islas Caribe a una vacaciones. ¿Qué mierda era esta? La mujer regreso a Boston hace apenas un mes. —Aquí está el número.

—Es diferente al que tenía Luca en su celular.

Adam se encogió de hombros. Yo marque el número bastante nervioso. Y lo admitía. Probablemente la mujer no debía ni saber quién era yo o quien era mi madre. Pero aún era una mejor idea que fuera mi madre quien hiciera esta llamada.

El sonido del pitido comenzó pero nadie contesto. Colgué y volví a intentarlo y estoy seguro que lo repetí unas cuatro veces más. Adam no me quito la vista de encima en ningún momento. Esperando alguna reacción diferente. Pero no había nada.

Entonces se escuchó el sonido de respuesta y la voz de un hombre.

—¿Halo? —contestaron. Me trabe. Le di el celular a Adam.

—¿Bueno? —el contesto, reaccionando lo más rápido que pudo y que mi debilidad no me permitió. —¿Se encuentra la señora Marie Brooks? —silencio. —Soy Iván Davis, no creo que me recuerde, pero mi madre es Amanda Davis era amiga de su hija, en Hampton. —más silencio. Entonces Adam se despegó el celular del oído molesto y me lo extendió. —¡No seas una gallina!

Lo tome ofendido. Entonces la voz grave del hombre fue remplazada por una más suave, la misma voz de la mujer que se mantuvo conversando con mi madre en aquella fiesta.

—¿Si? Diga...

—¿Señora Brooks? —pregunte tenía que estar seguro.

—¿Si?

—Soy Iván y amm... soy amigo de Luca. Su nieto.

Esperaba una respuesta áspera. Que colgaran el teléfono o que tal vez la mujer se hiciera la loca, pero nada de eso paso. En lugar de ellos solo fue un largo silencio y un suave susurro —¿Si...? —de voz temblorosa y débil, había repetido la misma respuesta tres veces.

—Se trata de él… mire, Luca ha estado pasando por momentos muy difíciles y... creo que verla le haría sentir mucho mejor. Él la necesita.

—Me temo que eso es imposible. —ahora venía una respuesta áspera.

—Es su nieto. Su madre está muerta y es el único familiar que tiene. —respondí, no me creía aquel cuento que me estaba contando.

—No puedo ir con Richard Thompson ahí, ¿entiendes? Es inevitable.

—Lo que es inevitable es que Luca se esté deprimiendo cada vez más. Y la única manera de evitarlo es con usted aquí. Por lo que me ha contado... Luca la quiere mucho.

—Pero Richard Thompson…  

—Richard Thompson no está aquí, se lo aseguro. Él se fue. —la interrumpí.

—No puedo hacerlo.

—¡¿Que tiene Richard Thompson que la está asustando tanto?! —grite.

—Ese hombre es un mal nacido. Lo siento mucho niño. Pero si te atreviste a llamarme por mi nieto es por algo. Es muy peligroso que yo vaya, estoy amenazada y te recomiendo que lo cuides mucho... protege a mi niño. —me quede en silenció.

—¡Iván! —observe a Adam. —¡Hay una ambulancia en la calle! —grito, mientras observaba por la ventana y mi corazón comenzaba a latir con más fuerza.

—No cuelgue aun. No hay nada que le esté haciendo más daño a él que sentirse solo. Y... temo que yo no soy suficiente para protegerlo ni para llenarlo. Estar aquí le está haciendo daño... Luca no puede seguir aquí... por favor…

—Entiendo... —murmuro la mujer.

Entonces colgó.

Adam ya no estaba conmigo en la sala de cómputo.

Baje las escaleras lo más rápido que pude y al salir a la calle me encontré con una escena devastadora. Había varios policías, un auto con el parabrisas roto y una mancha de sangre en el piso. Luca no estaba por ningún lado. Unos paramédicos terminaban de subir a un hombre dentro de la ambulancia con una hemorragia en la cabeza. Y sin perder más tiempo empezaron a conducir con el sonido a lamentos de esta.

Adam se había adelantado a preguntarle a los policías que era lo que había sucedido. Yo observé el viento aún frio del invierno volar las pocas hojas de los árboles. Entonces lo vi, enredado entre ramas estaba el pequeño gorrito rojo de Luca.

¿Dónde estaba el?

—¡Iván! —Adam corrió detrás de mí. No quería escuchar unas horribles noticias. —Fue la profesora Britt. La atropellaron.

—¡¿Qué!?—al menos esas noticias me aliviaron un poco.

—Estan en el hospital y no traigo mi maldito auto. —maldijo mientras se sobaba la frente —El policía dice que Luca se fue con ellos. Él está bien.

Me relaje aún más. —Hay que correr entonces.

 

 

Tuvimos que llegar hasta el hospital de pie. Jadeando y cansados preguntamos por Sarah Britt lo más rápido que pudimos. Pero fue fácil observar a algunas profesoras ahí sentadas en la espera comiendo sus uñas y conversando.

Me acerqué sin mucho problema. Buscando a una personas en específico. Pero no había rastro de Luca por ninguna parte. Tuvimos que quedarnos ahí esperando un buen rato y estaba comenzando a dudar si quería quedarme aquí o salir a buscar a Luca, porque la sensación de angustia seguía sin desaparecer de mi pecho. 

Una mujer mayor discutía y gritaba con los policías. Me acerque solo un poco.

—Pero no puedo creer que hayan dejado a ese niño irse así como así. ¡¿Y le llaman a esa mujer directora?! Deberían despedirla. ¡Deberían despedirlos a todos ustedes! Mi hija está en el hospital por culpa de ese mocoso y me voy a encargar de que lo arresten.

—¿Qué? —Adam había estado a lado mío todo el tiempo. Sin perder tiempo comenzó discutir con la mujer. Era la madre de Sarah, era imposible lo que dijo. Y todo debió haberlo inventado ella.

Volví con la recepcionista preguntando por el número de su habitación. Sarah ya estaba consciente, pero a pesar de que no me dejaban entrar aproveche que todos estaban entretenidos peleando para colarme en el pasillo a su habitación.

 

 

Abrí la puerta preparándome para lo que venía.

Sarah Britt estaba en un pobre estado lamentable. Con un yeso en la pierna, la cabeza vendada y un collarín. Me acerqué a ella lo más lento que pude. Y solo bastaron unos segundos para que ella reaccione.

—¿Madre...? —pregunto. Aún estaba aturdida.

Se veía muy mal, y muy muy frágil. Tanto que no podía reprenderle nada. —No... —tome su mano, acariciando con cuidado sus pobres uñas rotas. —Soy yo, Iván.

—Iván... —parecía que no podía verme. —Qué bueno que viniste a visitarme. —hablo muy suave. —Entonces abrió más sus ojos. Ella tomo mi mano más fuerte.

—No me dejes... —murmuro.

—Tranquila. No te voy a dejar. ¿Cómo te paso esto?

—Me empujó... —frunció el ceño. Yo la mire preocupado.

—No fue así. Dime, por favor… —ella miro al techo. —Te prometo, que si les dices a todos la verdad, me voy a quedar contigo. Observe como su labio inferior temblaba. De la misma manera en la que lo haría una niña. —No llores... todo va a estar bien.

—Solo… paso muy rápido, fue un... accidente…

La madre de Sarah entro a la habitación haciendo un drama irritante con los policías y con Adam detrás de ella. Interrumpiéndonos.

—¡Iván! —Adam me miró ya esperando los gritos.

—¡¿Qué haces tú aquí?! ¡Largo! —la mujer me empujo y se puso ella en mi lugar. Yo retrocedí junto con Adam.

—Vamos mi niña. Diles a los policías otra vez lo que me dijiste a mí.

—¿Cómo arreglamos esto? —me pregunto Adam en un susurro.

—Ya está arreglado... —respondí observando la escena.

—¿Quién te empujó de la acera mi niña?

Sentí la mirada entristecida de Sarah posarse en mí y luego a su madre. —…Nadie mamá... —contesto. Muy simple. La mujer la miro extrañada. —… Solo… no mire a ambos lados. —con un exceso de cansancio suspiro y luego solo se quedó dormida.

—No es posible.

—Vámonos. —salí de la habitación con Adam detrás mío.

—¿Qué hiciste? —me pregunto confundido.

—No importa. Ahora tenemos que saber dónde está Luca. 

Observe a las profesoras sentadas en el sofá. —Profesora Rowling. —llame a una de ellas. —¿Sabe dónde está Luca?

—La directora Sellers se lo llevo. La verdad no estoy muy segura de a dónde, pero no me parece creíble que lo protegiera después de lo que hizo.

—Fue un accidente. La profesora Britt ya lo admitió. —parecía que Adam no podía quedarse callado.

Salimos del hospital. El único lugar que pasaba por mi mente para buscarlo era mi casa. Debía estar ahí, debía ir y abrazarlo. Poder estar junto a él y que me diera solo un poco más de su luz.

 

 

 

Y me comenzaba a dar cuenta de que a cualquier lugar a donde íbamos estábamos corriendo. Entre con mis llaves temblorosas. Parecía que mi madre estaba cocinando y aseando la casa, porque llego de repente con el cabello atado, sus zapatos cómodos y unos guantes de hule mojados.

—¿Qué pasa? —pregunto cómo asustada —¿Por qué has tardado tanto en llegar? —luego reparo que llevaba a Adam conmigo y le sonrió —Hola Adam.

—Señora Davis.

—¿Luca está aquí? —pregunte.

—¿Luca? No, se supone estaría contigo.

—¡¿No está?!

—Voy a llamarle a la directora Sellers. —Adam saco su celular.

—¿Sucede algo? —pregunto mi madre. Pero yo salí de la casa dejándole las explicaciones a Adam.

 

 

 

Cruce la calle y rodeé la casa de al lado para poder entrar por la puerta rota. Pero me sentí bastante nervioso cuando la encontré arreglada.

¿Cuándo paso esto? Golpee la puerta con patadas lo más fuerte que pude hasta que cayó al piso. Y comencé a recorrer el lugar entero. Desde la cocina, pasando por su habitación e incluso en el ático. Pero no estaba por ningún lado.

Ni un solo rastro. Y maldije internamente que no tuviera su celular en estos momentos.

Regrese a mi casa, ajeno, pensando. Estaba atardeciendo, a este paso no llegaría al acantilado. Pero no me importaba intentarlo.

Me detuve un momento cuando escuché algo. De todos los sonidos extraños que había en este lugar. Ese parecía ser peor… como un grito.

Pero no había nada. Por un instante sentí que Luca estaba bastante cerca de mí.

Solo grite por la ventana. —¡Adam! ¡Vamos al lago perdido!

 

 

 

Recorrimos el lugar por horas. Luca había desaparecido por completo. Tanto que comencé a alterarme de más cuando empecé a golpear el árbol que estaba enfrente de mí como una manera de descargar mi furia. Entonces las palabras de su abuela vinieron a mi mente.

—La directora Sellers dice que lo dejo enfrente de su casa. Tal vez y trato de despejarse un poco y...

—Pues ya se ha tardado mucho entonces. —le reclame a Adam, de los dos él era el que mantenía más la calma. Me miro como impotente.

Regresamos, trataba de hacerme una lista mental de los lugares a donde pudo haber ido. Lo que más sostenía con mis manos era su gorro rojo tejido.

 

 

En casa las siguientes horas fueron una pelea de mi madre llamando a la policía porque Luca había desaparecido, mientras yo y Adam recorríamos el pueblo entero tratando de encontrarlo sin éxito alguno. Simplemente era vagar, vagar y vagar toda la noche. Incluso cuando le preguntábamos a compañeros de clase, tal vez nunca era su mejor reacción cuando tocabas a sus puertas a la mitad de la noche. Pero una persona había desaparecido y eso era mucho más importante. Aunque si a ellos no les agradaba Luca no tenía mucho sentido.

Eran las tres de la mañana cuando tocamos la puerta de Amy. Esperaba que fuera la señora Stone la que abriera, asustada y con un gran camisón. En vez de eso fue Amy con un short de pijama y el cabello hecho añicos.

—¿Qué quieres? —ella también estaba irritada.

—¿Has visto a Luca? —pregunto Adam sin perder tiempo.

Amy necesito tiempo para reflexionar medio dormida por qué yo estaba en compañía de Adam. Y al parecer eso era raro para todos.

—¿Luca? Lo vi hoy en el colegio, fuera de eso no me importa. —iba a cerrar la puerta, pero la detuve antes de que lo intentará.

—¿No has visto nada más? ¿Nada raro en la casa de al lado?

—No, sigue igual de abandonada como siempre. —de nuevo quería cerrar.

—Por favor Amy, ¿de verdad no viste nada? Siempre estás aquí.

Me miro fijo mientras dejaba de forzar la puerta. —…Ayer vi a un hombre en el patio trasero. Creo que la estaba arreglando… —hablo, como si ella supiera que yo se la respuesta.  

—¿Quién? —Adam se adelantó a cuestionar.

—No tengo idea, tal vez alguna persona de esas que llegó cuando remodelaron la casa. No lo sé.

—¿Era pelirrojo? Un cabeza de zanahoria. —la primera persona que paso por mi mente fue su padrastro.  

—No tengo idea. No vi nada. Tampoco se donde pueda estar Luca. Nadie ha pasado por aquí en todo el día.

La dejamos dormir. Volvimos a recorrer la casa entera con una linterna. Subimos al ático unas tres veces.

—Esto no tiene sentido. —murmure observando la entrada al ático. Adam estaba arriba revisando.

Lo tenía a mi lado y de repente había desaparecido. Si me sentía así, por no saber de él unas horas ¿cómo me sentiría si simplemente dejara que se fuera? ¿Podría soportarlo?

Entonces un bate de béisbol cayó de la puerta de ático y Adam detrás de él.

Estuvo a poco de golpearme.

—Lo siento, no lo vi. 

—No importa. —observe el bate en el piso.

—No hay nada, al parecer. —Adam se inclinó y tomo el bate del piso. Después comenzó a fingir que golpeaba una pelota.

—¿Donde esta? —murmure, preguntándole a la nada.  

—Tal vez regrese mañana en la mañana. Ya escuchaste a tu madre. Una persona no es desaparecida si no han pasado 72 horas. Quizá y se quedó en algún lugar. Debió asustarse por el accidente.

—¿Pero dónde? ¿Y qué tal si no? Su abuela me dijo que tenía que cuidarlo... de su padrastro... y... de repente desaparece. —me deje caer por la pared hasta el piso. Me piden protegerlo y por lo bien que lo hago, podrían dejarme al cuidado todas las pocas luces que quedan. Tal vez para extinguirlas…

Sentí como Adam me golpeaba levemente con el bate. —Vamos... no te rindas. Lo encontrarás. —me miro con confianza. Cómo si simplemente lo supiera. Después de todos los problemas que había tenido Adam parecía que también se había contagiado un poco de la luz que Luca compartía. Yo también me había contagiado.

Extendió su mano. —Hay que dar una vuelta más por el lugar.

Asentí. Observe su mano. La tome con fuerza y comenzamos a irnos. Adam dejo el bate de béisbol en el piso.

 

 

 

 

Pasar la noche en vela dando vuelta hizo que pudiera pensar un poco sobre la decisión que quería. No podía aferrarme tanto a esas luces. Por eso odiaba tenerlas cerca, todos querían de ellas, todos las querían únicamente para sí mismo y sin querer soltarlas. Pero yo no tenía que ser así, yo tenía que pagar. Tenía que dejar que siguiera brillando, por mucho que la quisiera conmigo, por mucho que la amara.

Después de varias vueltas nos dimos cuenta que estaba comenzando a amanecer. Mis pies me dolían y tenía el cabello desacomodado. Tenía dos llamadas perdidas de mi madre y estábamos dando una quinta vuelta al cementerio. Observar la tumba de mi hermana ocasionaba en ambos absoluto silencio. Era más por... respeto.

Aun así, el silencio nunca era incómodo.

Íbamos de regreso a casa decepcionados. Tal vez Adam tenía razón. Tenía la idea de llegar a casa y encontrar a Luca ahí, con su nariz roja y su pequeño tamaño. Bebiendo un poco de té de manzanilla de mamá. Siendo el mismo chico que era antes. Aquel que miraba con curiosidad las cosas y que hablaba sin pensar. Nunca termine de conocerlo bien. Tal vez la parte que conocí era una de completos cambios. Y quería conocer la real.

Comenzamos a escuchar el sonido de los pájaros. Arrastrábamos los pies con las manos en los bolsillos. Y ya una cuadra antes de llegar escuche la música matutina de todas las mañanas de la señora Stone. No necesitaba una alarma teniendo a esa mujer.

—Probablemente se deben estar burlando de nosotros. —menciono de repente Adam. —Quizá a por eso a Amy le gusta ir a los cafés a escuchar piano. —se estaba mofando. Y de algún modo hacia el ambiente más ameno.

Nos reímos.

Ahora tenía más esperanza de que iba a encontrar a Luca… solo lo sentía. 

 

 

Entonces escuchamos un disparo.

Nos detuvimos. Fue como instintivo. Comenzamos a correr hacia la fuente del sonido. La gran casa de al lado de color azul había hecho que todos los vecinos salieran de sus casas asustados. Incluso mi madre de la cual me alivie de verla bien. Pero no me detuve. Seguí a Adam que entro a la casa desde la puerta trasera.

—¿Donde?

—Arriba. —dije.

Y subimos de dos escalones para encontrar una escena que hizo que una angustia creciera en mi pecho.

Un hombre castaño se arrastraba para tomar un arma. Adam la alcanzo con su pie antes de que lo hiciera y la alejo lo más posible. Después lo tomo de la camisa y le dio un puñetazo en la cara.

Yo lo observe bien. Lo conocía.

—¡Tú eres el hijo de Richard Thompson! —afirme mientras lo empujábamos, y con sus pasos tontos hacia atrás el rodo al piso por el bate de béisbol —¡¿Estás aquí por Luca?! —lo tome de la camisa. —¡¿Dónde está?! ¡¿Dónde está él?! —pero ese imbécil apenas y reaccionaba.

—Maldito hijo de puta... —murmuro Adam... era inútil. Lo empuje de nuevo. Apartando su asquerosa presencia de mí y corrí escaleras abajo.

—¡Espera! ¡Iván! —escuche a Adam.

Cuando salí, comencé a correr por la calle entera. Donde el sonido de las sirenas de policía quitaba toda tranquilidad a mí siempre armonioso barrio con algunos autos que pasaban por la calle.

Volví a escuchar a Adam gritar detrás de mí. Incluso a mi madre. Pero no me siguieron. O yo era más rápido.

Sabía dónde estaba. Tenía que respirar. Sabía a donde se había ido. Y si no llegaba a tiempo. No quería que una luz se extinga… no exactamente de la misma manera en la que le sucedió a mi hermana. No quería que Luca se extinguiera. No quería que el fuera el que pagara por todos.

De repente ya estaba en el bosque subiendo la colina y con el cansancio de los jadeos. Pase por la señal de lago perdido, tropecé y caí varias veces con las raíces de los árboles, levantándome de nuevo. Estuve a punto de caer en el lago cuando lo vi, y entonces acelere más mis paso al verlo.  

De pie, en persona, vivo. Y a pocos centímetros de la orilla del acantilado.

—¡No! —grite como nunca lo había hecho antes en cuanto lo vi.

Me acerqué.

Sintiéndolo tan cerca.

Lo tome del gorro de su sudadera negra y lo jale hasta atraerlo hacia mí. Separándolo de la mortal orilla del acantilado, hasta que ambos caímos al piso.

Trato de empujarme, pero no deje que se separara. Después de unos intentos... el me abrazo también.

Su madre era una sombra... su padrastro, su abuela, su familia, incluso el padre que no conoció. Adam siempre fue una sombra, Amy también lo era, Sarah fue una de las más grandes. Yo era una sombra... y fui de las peores.

Todos fuimos apagándolo lentamente. Hasta que se le ocurrió la simple idea de hacer esto. De observar tan fijamente el vacío del acantilado que había pensado en la idea de intentar avanzar y volverse una sombra también.

Si no hubiera llegado. No lo tendría aquí llorando mientras se sujeta firme de mis hombros... y yo lo estoy sujetando tan fuerte que siento que si lo suelto se caerá. Y lo quiero mucho como para soltarlo.

—Está bien... estas bien... —le susurre acariciando su cabello.

—Estas aquí… —lo escuche. —Sabía que estarías aquí —lo tome de los hombros y nos separamos. Vi como abría sus ojos azules lentamente, azules, con su pequeño brillo.

Me observo a los ojos.

Donde el tiempo se detuvo.

Y en una fracción de segundo, pude ver cómo esos bonitos ojos azules se llenaban de más luz, aun si estaban cubiertos de lágrimas.

Luca me miraba... feliz.

Lloraba de felicidad... y yo no me lo podía creer. ¿Porque lo hacía?  Acaricie su cabello mientras él sonreía y lloraba, todo al mismo tiempo.

No parecía querer convertirse en una sombra,  se sentía tan bien.

Trato de abrazarme, estoy seguro de ello, pero en vez de eso tome su mejilla para poder besarlo, sintiendo el sabor de sus labios, con un poco de sal por su torrente de lágrimas. Pero eran tan dulces. Él estaba feliz, contagiándome su alegría. Porque tanto yo lo necesitaba como sentía que el también.

 

Notas finales:

J. K. Rowling

Liby.


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