30 DINNER
Saga x Milo
#3. Lluvia.
500 palabras | G
Los días de lluvia nunca eran sus favoritos, siempre le recordaban al Santuario oscuro que el mismo creó donde la desesperación se podía escuchar a gritos por cada rincón. Recuerda como todos se agachaban temerosos cuando él –en compañía de los dorados- pasaba para cerciorarse de que ninguno se alzara en su contra. Fragmentos de su vida que solo se han quedado como dolorosos recuerdos.
Tomó su ropa y empezó a vestirse, queriendo ver si el panorama había cambiado un poco de lo que alguna vez vivió.
Bajo el techo de su templo, podía observar detalladamente cada rincón de lo que ofrecía la vista. Aunque había sido solamente una pequeña vista se percató de lo que había cambiado todo. Extendió su mano para poder sentir como la salada agua caía sintiendo un leve cosquilleo que le hizo sonreír. En medio de la estancia, a unos metros, había un joven que mantenía su atención fija en la ancha espalda de Saga.
— ¿Piensas pasar? —rompió el silencio Saga sin siquiera cohibirse por su presencia.
—No —respondió. Saga podía escuchar como las botas de la armadura chocaban contra el frío pavimento, deteniéndose hasta quedar a su altura— Recuerdo que solías regañarme cuando arrastraba a todos bajo la lluvia.
—Eras demasiado impulsivo y siempre querías darme la contra en todo —dijo sin evitar sonreír por el recuerdo— Aún lo sigues haciendo.
— ¿En serio? —Sonrió— No lo creo.
—Lo acabas de hacer Milo.
La risa que escuchó a continuación fue tan refrescante como la misma lluvia. Siendo una sorpresa al sentir el peso de éste sobre su brazo. Saga lo miró de reojo por instinto, pero Milo no lo miraba. Un tenue sonrojo se había pintado en sus mejillas que se camuflaban por la oscuridad del cielo, mientras que sus ojos cielo aún estaban fijos en el exterior. La mano de Milo también intentó tocar las gotas de lluvia, pero en vez de quedarse fuera del templo tocó la suya dando un suave apretón.
Giró para verlo con sorpresa al igual que Milo, conectando sus esmeraldas contra turquesas.
—Gracias —se animó a decir Milo, Saga no necesitó preguntar a qué se refería. Ya lo sabía.
—Ya lo dije… siempre estoy cerca de ti.
—Demasiado cerca —contrarrestó sacando una sonrisa misteriosa del otro. La distancia se cerraba a igual que el dolor que la lluvia le producía.
— ¿Qué tan cerca?
—Como si fueras mi propia sombra —apretando su mano tiró de ésta hasta tener su cuerpo cerca y poder sujetar con la otra el cuerpo de Milo.
Lo que ocurrió después le pareció tan maravilloso que creyó haberse quedado dormido en la bañera, pero los labios de Milo eran suaves y su cuerpo se acomodaba perfectamente contra el suyo. Cerró sus ojos y se dejó por primera vez disfrutar de aquel sentimiento que por tantos años huyó.
—Eres mío —susurró en medio del beso.
Abrazó con fuerza al menor temiendo que se escapara, mientras que Milo sonreía abiertamente volviendo a sentir la calidez de su corazón.
#4. Pelea.
495 palabras | G
—Lo siento.
—No.
—Por favor, perdóname.
— ¡Ya te dije que no!
No podía culparlo, no cuando el responsable de aquella desconfianza era suya, y si se ponía a pensar con la cabeza fría se daría cuenta que cada vez que intentaba “remediarlo” empeoraba la situación. Camus le había comentado que lo mejor en estos casos era dejar que el malhumor se le pasara, pero Saga era impaciente, demasiado. Y sabía que no descansaría hasta que Milo perdonase su desconfianza. Pero ¿Cómo no desconfiar? Milo era muy deseado por sus compañeros e incluso por su “mejor amigo”; estaba en gran desventaja. Primero porque Camus lo conocía a la perfección, e incluso sabía sus gustos, segundo ¡Milo siempre hablaba de él! No soportaba siquiera la simple idea.
Y solo saber que estaban juntos, en el bosque, hacía que su lado oscuro volviera a resurgir. No estaba acostumbrado a que se negaran a sus peticiones, en especial Milo, que siempre aceptaba cada una de sus ideas, o disculpas, pero era consciente que se había excedido.
Milo era orgulloso, y demasiado rencoroso. Defendía a sus amigos y era lógico que al ver que casi mataba a Camus por su ataque de celos iba a enojarse.
El tiempo que le tomó que aceptara salir con él –luego del beso- fue demasiado largo que dolía saber que todo su esfuerzo se estaba cayendo en pedazos por su culpa.
—Lo siento… —con una mano a la altura de su corazón miró directamente a los ojos del muchacho que aún mantenía la frente arrugada y los brazos cruzados. — Tengo miedo… —confesó con las mejillas tiñéndose de color escarlata— Camus es más joven, es tu mejor amigo y sé que en el momento que se confiese te reclame y tú vayas corriendo a sus brazos y…
— ¡Ya cállate Saga! —vociferó irritado, rodó sus ojos y dio media vuelta, caminando de regreso a la habitación que ahora compartían.
Saga lo siguió en silencio temiendo volver a enfadar a su temperamental novio. Cuando se detuvo, fue al ver a Milo sacar ropa del armario y además un par de colchas y una almohada. Por un momento el pánico invadió a su cerebro al saber el significado de eso; Milo se iría de Géminis.
Muchos escenarios pasaron por su mente, y una de ellas era que se iría a Acuario.
Su mente empezó a darle vuelta y sus manos se hicieron puños. El tono azul violáceo de su cabello empezó a oscurecerse; su personalidad maligna resurgía. Sin embargo, cuando Milo volteó y le tiró prácticamente todo volvió a la normalidad.
— ¿Qué…?
—Te vas a dormir con tu hermano. Si te atreves a entrar a la habitación te clavaré mis agujas en el trasero. ¿Entendiste?
—P-Pero…
A empujones, Milo decidió sacarlo de la habitación sin importar las quejas del otro. Al otro lado de la puerta el mayor deslizo su cuerpo por la puerta hasta sentarse en el suelo y sin evitarlo una sonrisa apareció en su labios.