Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Juliet's Dope por Higiri_

[Reviews - 6]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

El atardecer daba un aura etérea al salón principal, ya que las luces se filtraban por los páneles de la mansión, adornando la escena que se llevaba a cabo en el lugar; la familia Yamane reunida, esperando junto a la mesa a su invitado. Sobre esta, había un hermoso juego de té que acompañado por las esencias que emanaban de las tazas y la tetera, añadían volutas invisibles de aroma al lugar. Allí se encontraba el señor feudal, sentado en la parte frontal, como se acostumbraba con el ‘líder’ por llamarle de alguna forma, al jefe de la familia; a su derecha su esposa, Misano, y a su izquierda un lugar vacío, dispuesto para el invitado de honor. A los dos lados de estos puestos, respectivamente, Meto, el hijo menor, al lado de su madre, y como eventualmente sucedería, Koichi junto al lugar del invitado.

El pelirrosa mantenía la cabeza baja, y se le notaba un aura indiferente, con toques de tristeza, que con los años había aprendido a suprimir, o en lo menos a ocultar.

Se escuchó una puerta corrediza abrirse y el general entró, con un rostro despreocupado y vistiendo las ropas dadas por el señor feudal. Se acercó con pasos tranquilos a la mesa, reverenciándose ante Yuichiro sin palabra alguna, este extendió una mano a su izquierda, indicándole que allí era su lugar. Solo asintió y procedió a tomarlo.

Tsuzuku no pudo evitar notar al momento el rostro del mayor de los Yamane. Koichi mantenía un rostro inexpresivo, que con dificultad podía leer. Esto particularmente le estaba causando un par de problemas, ya que usualmente analizaba a quien fuese que encontrara al momento de conocerles.

Con tan solo unos momentos de verles y si siquiera cruzar palabra alguna, incluso había hecho un boceto de quienes eran en realidad sus huéspedes. Para que mentir, Tsuzuku era un hombre inteligente, utilizando detalles prácticos y guardándolos de manera que en el momento adecuado, la información le fuese de utilidad. Ciertamente la guerra estaba en cada detalle de sí, tanto mental como físico y espiritual, sin siquiera dejar de lado una costumbre de carácter bélico tan simple como esta, en una ceremonia del té en la mansión de un señor feudal y su familia.

El general veía en Koichi, en su fachada estoica, rastros de tristeza, unos mucho más evidentes que otros.

Una vez más sus pensamientos fueron interrumpidos. La voz barítono de Yuichiro Yamane le recordó debía psicoanalizar a la gente en momentos menos ‘públicos’, ya que tras estar viendo a la cara de Koichi, había generado un silencio incómodo en la mesa por unos segundos, suficientes para que el líder de la familia tomara el momento en sus manos.

-Creo que es preciso remarcar que tanto mi familia como yo le agradecemos de sobremanera su presencia en nuestro hogar general Takefuchi. Es un honor y un privilegio tener en nuestra mesa al futuro Shogun.

Tsuzuku sintió una corriente recorrerle la espalda, y un gesto de desagrado casi imperceptible apareció en su cara. El término jamás le había gustado. No era alguien prepotente, y no le agradaba el simple hecho de que al acuñársele esa palabra, se le otorgara respeto y toda clase de adoración. Esa clase de honores debían adquirirse por mérito, por esfuerzo incansable y virtudes dignas de esa veneración. Un título, aunque fuese el del Shogun, no podía comprar el honor de un hombre.

-Su hospitalidad me honra, Yamane-san. Mis palabras para usted siempre serán de agradecimiento.- Respondió el general con cortesía, su faceta de relaciones políticas era una en las que mejor se desenvolvía.

Con una sonrisa condescendiente y un gesto de las manos, el señor feudal indicó que sus sirvientes comenzaran a servir el líquido en las pequeñas tazas frente a quienes estaban en la mesa.

Koichi no quería siquiera levantar la mirada, la mantenía fija en sus manos, cruzadas y puestas en su regazo. Pero un flash con el rabillo del ojo, le permitió notar que quien le servía la bebida, no era otro que su sirviente personal.

Le vio a los ojos al instante, pero Ryoga, al estar en presencia de toda la familia Yamane, no pudo siquiera pasársele por la cabeza un gesto siquiera similar al ocurrido en la habitación de su amo. Incluso ahora que lo recordaba, no pudo evitar el ligero rubor llegando a sus mejillas y cortó el contacto visual de inmediato, terminando de servir el líquido y retrocediendo hacia donde estaban los demás sirvientes.

La ceremonia transcurrió con normalidad, diálogos ocasionales entre Yuichiro y el general, con algunas intervenciones de Misano, mientras que la ausencia de palabras de Meto no era de extrañarse pero la de Koichi sí. Su padre al parecer no lo notó, ya que estaba demasiado distraído escuchando las anécdotas militares del General. Las horas pasaron, y entre tazas de té e historias de guerra, el anochecer estaba llegando, y con él, el final del encuentro en el gran salón.

-Takefuchi-san, agradezco su presencia, creo que es momento de que nos retiremos.- Mencionó Yuichiro, poniéndose en pie, y haciendo una leve reverencia.

Sin nada más que decir, cada uno de los Yamane, se fue levantando y tras agradecer, yéndose a sus aposentos.

No podría explicar que impulso le condujo al movimiento, pero antes de que el pelirrosa saliera del gran salón, este escuchó la voz del general.

-Koichi-san?- Ante la mención de su nombre, este volteó, extrañado de que sin siquiera haber cruzado casi palabra antes, este ya le llamara con aparente confianza. De cualquier forma, solo respondió.

-Sí, Takefuchi-san?

Tsuzuku se acercó, caminando hasta estar frente a frente de Koichi.

-Por favor, Tsuzuku. No veo la intención de tratarnos con tanta formalidad, si eso está bien para usted, claro está.

-Como desee, Tsuzuku-san.

Ya lo tenía claro, si esto sería por el resto de sus vidas, no quería que Koichi le tratara como un extraño. Si quería hacer esto mucho más llevadero, ya fuera por las próximas dos semanas antes del compromiso, o por lo que les quedara de vida, debía intentar por lo menos romper el hielo con el indiferente pelirrosa. Sumado a esto, Tsuzuku no era un tonto, sabía perfectamente que el joven Yamane, no es que estuviera eufórico de lo que representaba la estancia de él allí. Podía ver perfectamente su tristeza, tanto por los signos en su actitud como por otros que pudo notar, como los vasos sanguíneos hinchados en sus ojos, enrojeciendo los orbes azules y dando claras pistas de que había llorado previamente.

Tsuzuku continuó,

-Me permitiré el atrevimiento de pedir un momento a solas con usted. Su mansión me ha dejado impresionado, y si no es problema, quisiera salir a los jardines.

Aún sin verle a los ojos y con una actitud de resignación, respondió.

-Será un placer, Tsuzuku-san.

Tsuzuku caminó adelante, siendo seguido por el menor. A las afueras de la mansión, los recibió una grata escena.

La oscuridad permitía que las luces de los faroles bañaran los jardines, las flores siendo iluminadas por vaivenes del color naranja de las llamas. Sumado a esto, luciérnagas eran atraídas por los faroles, añadiendo pequeños destellos esporádicos al paisaje.

Tsuzuku vió a Koichi. Su rostro inexpresivo no cambiaría hasta que las cosas quedaran claras. No tenía sentido seguirse tratando como extraños cuando estaba más que asegurado que pasarían, quisieran o no, el resto de su vida juntos.

-Koichi-san, seré honesto con usted. No podré nunca entender cómo se siente, pero de una forma u otra comprendo su concepto de estar atado. No quiero que lo tome de la manera equivocada, pero comprometerme a la fuerza con usted tampoco formaba parte de mis planes. Pero aquí estamos, y quiero que sepa, que lo último que deseo es que sufra. Entonces, si está bien para usted, quisiera  por lo menos conocerle un poco mejor, y si lo permite, conocerme usted. No querríamos una idea errónea del otro, ¿No es así?

Koichi no sabía que decir. Estaba viendo al general mientras hablaba con los ojos abiertos de par en par. Esto era todo menos lo que se esperaba. Siguió sin palabra alguna, al ver cómo tras hacer una reverencia y extender su mano, Tsuzuku dijo:

-Puede responder más tarde, no lo presionaré, pero por el momento, ¿Quisiera dar un paseo conmigo en el jardín?

Aún con algo de duda, el pelirrosa extendió su mano, tomando la de Tsuzuku.

-Gracias por la oportunidad Koichi-san.

Aún sin pronunciar palabra, Koichi Y Tsuzuku caminaron por el sendero principal del jardín. El joven Yamane estaba todo menos cómodo. Los nervios le invadían, ya que estaba solo, con este hombre con el difícilmente pronunciaba palabra, y ahora, sumado a esto, lo llevaba de la mano. Ya fuese por suerte o no, la voz de su acompañante lo sacó de su trance.

-Le confesaré que su jardín me recuerda un poco al que compartía con mi familia en mi hogar. Me trae cierta nostalgia, ya que hace un tiempo considerable no los veo. Mi madre plantaba flores similares a estas, las Anémonas eran sus favoritas.- Dijo viendo un grupo de flores con un tono entre rosa y lila.

-En realidad… son Magnolias…- Era la primera vez que Koichi le hablaba. Ante el comentario Tsuzuku, volteó, al principio un poco impresionado, pero luego contestó con una sonrisa en el rostro.

-Es cierto, siempre olvido sus nombres, no soy bueno recordando este tipo de cosas. Estas son suyas Koichi-san?

-No realmente. Me gustaría que lo fueran, pero los sirvientes las cultivan. Mi padre me prohíbe cosas como estas.

Cambiando un poco su gesto, Tsuzuku respondió:

-Con todo respeto, no me parece que eso sea adecuado. Si eso lo hace feliz, debería hacerlo. Puede que sea un pensamiento demasiado radical, pero solo tenemos una vida Koichi-san, en mi opinión es un poco injusto que se nos prive de los pequeños detalles que hacen de nuestra existencia más llevadera.

Hubo una pausa incómoda. Koichi estaba algo intrigado por lo que acababa de escuchar. Y así, sin más, soltó una pregunta que si no fuese porque por un motivo u otro estuviese sintiendo un poco de confianza frente a Tsuzuku, sería en lo menos inapropiada.

-¿Usted escogió la vida en el Ejército Imperial Tsuzuku-san?

-Interesante pregunta. Si debo ser honesto, no al principio. No sé si le suene un poco el nombre de mi padre.

-En efecto, Tadamichi Takefuchi. Su padre es uno de los más grandes del Ejército Imperial. Es ampliamente conocido. Un hombre honorable.

-Se lo agradezco, y sí. Justamente por eso es que según él, el linaje debe continuar estrictamente en la milicia. Al inicio me rehusé, pero he aprendido a amar esta vida. Es mi nación, y me enorgullece pelear por ella, así pierda la vida, no lo habré hecho en vano.

-Admiro su manera de pensar. Supongo que ser parte de algo mucho mayor le da sentido a todo.

-En parte, sí.

-Gracias por responder. Temía ser algo imprudente.

-No hay porque. Ahora… Me permite hacerle una pregunta?

-Por supuesto.

-Si es demasiado personal no tiene por qué responderla, respetaré su privacidad…, Koichi, es usted feliz aquí?

El joven dudó ante contestar o no la interrogante, se sentía bastante inseguro ante este tema, pero al final solo decidió ser honesto, el momento lo propiciaba y quería simplemente soltar lo que pensaba.

-Estoy aquí y hago lo que debo por mi familia. Como usted dijo, una causa. Pero, discúlpeme de antemano si con esto hago que mi imagen se torne egoísta para usted. Personalmente no soy feliz aquí.

Tsuzuku decidió no presionarle con este tópico. Obviamente era incómodo para el pelirrosa, así que se sintió más que satisfecho con la respuesta, pero más aún con su confianza.

Ambos se detuvieron, llegando, entre su conversación a la mitad del sendero. Tsuzuku, viendo que estaba tal vez entrando demasiado la noche, propuso regresar. Koichi asintió, por lo que dando la vuelta, regresaron sobre sus pasos. El camino de regreso se hizo más corto, de lo que en su interior, el pelirrosa se lamentó un poco, ya que para su sorpresa, este pequeño momento había sido tranquilizador, le estaba indicando que tal vez, sus pensamientos de un futuro infortunado y cargado de sufrimiento estaba injustificado.

Al subir las escaleras, las puertas de la mansión los recibieron con un par de faroles iluminando una parte de la noche, dando vida a las figuras del joven y el general allí de pie. Tsuzuku volteó, quedando frente a frente, y dándole a su gesto, una cálida expresión. Tomó las manos del chico entre las suyas, sus manos encajando juntas perfectamente dirigió su mirada a los ojos azules de Koichi. Sonrió y dijo:

-Es fácil hablar con usted Koichi-san. Le agradezco este momento, y más que todo permitirme compartir mis pensamientos con usted. Suelo reservarlos para mí mismo. Espero no le haya sido muy monótono.

Por primera vez en todo el día, Koichi sonrió. Inesperadamente para él, como efecto de las palabras de su acompañante.

-Gracias.

-Espero tener otro día el privilegio de disfrutar de su compañía.

Y así, ante un Koichi con un leve sonrojo en sus pálidas mejillas, lentamente se inclinó hacia adelante, hasta que sus rostros se tocaron, dando un beso en la mejilla del joven Yamane. Y susurrando a su oído:

-Que descanse y las estrellas le acompañen en sus sueños.

Y sin decir más, pasó por las enormes puertas, dirigiéndose a su habitación.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).